jueves, 9 de julio de 2020

¿Causaron los ritos litúrgicos reformados un “boom” en tierras de misiones?

Les ofrecemos hoy un nuevo artículo del Dr. Peter Kwasniewski, que trata un tema que suele salir cuando se conversa sobre la reforma litúrgica. Se trata del mayor crecimiento que ha experimentado el catolicismo en África y Asia en la época posconciliar, lo cual sería consecuencia de la simplificación de los ritos y, sobre todo, de la inculturación y la introducción de la lengua vernácula. El autor reproduce la respuesta que dio a una persona que le escribió preguntándole al respecto, así como la consulta que ésta le hizo, concluyendo que no hay argumentos serios para sostener que eso haya sucedido. De hecho, que haya algunos santos que hayan vivido los ritos reformados no quiere decir que ellos favorezcan la práctica religiosa, pues aun en momentos de profundas crisis de fe Dios ha suscitado santos en su Iglesia. 

El artículo fue publicado en New Liturgical Movement y ha sio traducido por la Redacción. Las imágenes son las que acompañan al artículo original. 

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¿Causaron los ritos litúrgicos reformados un “boom” en tierras de misiones? 

Peter Kwasniewski

El siguiente intercambio epistolar puede interesar a los lectores de New Liturgical Movement, como una especie de secuela de mi artículo, del mes pasado, “Cómo la liturgia tradicional contribuye a la integración étnica y racial”.


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Querido Profesor Kwasniewski:

A menudo, en muchas discusiones con otros católicos sobre las reformas litúrgicas del siglo XX, surge la objeción de que ellas coinciden con la increíble explosión de la fe católica en muchas partes de Africa y Asia.

En general, respondo a ella diciendo que, no porque las reformas en su conjunto puedan haber tenido un positivo impacto, se justifica ninguna de ellas en particular, y se podría haber concedido alguna dispensa para usar algo de vernáculo en la Misa en territorio de misiones, sin realizar el tremendo esfuerzo de transformación que se llevó a cabo. Sin embargo, no estoy seguro de que esta respuesta sea convincente para la mayoría, y me pregunto si usted ha dedicado algo de tiempo a explorar esta idea. A mí me parece que hay aquí un vacío en el discurso pro liturgia tradicional. Tengo la impresión de que, aunque hay puntos legítimos en lo que se refiere al deterioro de la reverencia, la asistencia, la comprensión, etcétera, después de la promulgación del Misal 1969/1970, hay que tomar también en cuenta los frutos positivos de la era posconciliar.

En Cristo Jesús,

NN.

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Procesión en China en la década de 1950

Querido NN.:

Las misiones en África experimentaron una considerable expansión durante todo el siglo XX, incluyendo (como seguramente usted sabe) las misiones de los Padres Espiritanos, guiados por el Arzobispo Lefebvre. Todo indica que se puede conjeturar que esta trayectoria en alza habría continuado, posiblemente con más fuerza, si no se hubiera hecho descarrilar la Tradición. No existen pruebas de que el tradicional rito romano haya sido incapaz de introducirse y ser cultivado por los nativos de muchas regiones, junto con un enfoque, restringido y sensato, de inculturación y algún uso del vernáculo, especialmente en las lecturas y los cantos.

El punto negro lo pone el relajamiento de la doctrina y el culto después de que el Concilio permitió que florecieran abusos en tierras de misión, puesto que ya no operó una voluntad, paciente y persistente, de ponerles coto y corregirlos: y así tuvieron lugar la mezcla de ritos y creencias paganos y cristianos, la poligamia, el concubinato del clero, etcétera.  

Monseñor Lefebvre en el Congo

El crecimiento visto en las últimas décadas puede ser explicado demográficamente, sin necesidad de invocar al Concilio Vaticano II o a la liturgia reformada como causas. Hacerlo parecería un típico ejemplo de la falacia post hoc ergo propter hoc, falacia que a menudo se echa en cara a los tradicionalistas cuando éstos alegan que el Concilio Vaticano II o la liturgia reformada causaron, o fomentaron, una masiva disminución en la práctica religiosa, al menos en las naciones occidentales. Este último hecho, sin embargo, es indiscutible a estas alturas, en tanto que la alegación de que el Concilio Vaticano II y sus reformas facilitaron el crecimiento de las iglesias en otras partes del mundo no es en absoluto fácil de defender (el hecho de que se pueda atribuir bondades de cualquier tipo a este Concilio ha sido tema de intensa conversación últimamente, hecha posible por los escritos del Arzobispo Viganò y del obispo Schneider; los vínculos y la discusión pueden verse aquí [Nota de la Redacción: véase también esta entrada publicada el pasado martes]).

En Asia, el catolicismo experimentó, en general, un seguro crecimiento en el siglo XX, con las formas tradicionales de culto intocadas. Un ejemplo: en China, la perseguida Iglesia subterránea permaneció fuerte con la Misa tradicional hasta fines de la década de 1980, en que se introdujo el Novus Ordo en colusión con el Partido Comunista. La actual situación de China ciertamente no puede decirse superior a la anterior. Los vietnamitas fueron igualmente devotos y unánimes en su catolicismo tradicional y después con las novedades, y hoy hay muchos que han redescubierto la Misa tradicional y la aman. 



Como se dice en el libro The Case for Liturgical Restoration (vése especialmente los capítulos 25, 31 y 32, correspondientes a los Position Paper de FIUV), la mentalidad del Lejano Oriente, en general, calza bien con la ceremoniosidad contemplativa y el simbolismo de la Misa tradicional (basta recordar, al respecto, la ceremonia japonesa del té). Dicho de otro modo, las novedades del Novus Ordo, que algunos modernos encuentran atrayentes, son las mismas cosas -aunque por lo general más exitosas- que hay entre los protestantes evangélicos y los pentecostales. No causa sorpresa, por tanto, que los países del Tercer Mundo hayan experimentado un explosivo aumento de conversiones a esas sectas protestantes (y, trágico es decirlo, un explosivo aumento de defecciones al catolicismo). No hace falta decir que hay muchos otros aspectos que coadyuvan, como el alejamiento de la prédica de la Palabra de Dios y de algunas sanas devociones populares, en favor de un alineamiento con programas políticos socialistas. Para aquéllos que buscan a Dios, que quieren ser salvados por Cristo, esto habrá de ser un grave apagón.

Es cierto que algunos misioneros pidieron concesiones para usar el vernáculo en algunos casos (aunque debemos recordar también que un gran número de obispos en el Concilio Vaticano II habló en contra de la vernacularización), y no hay ningún motivo especial para creer que esa concesión es necesariamente una mala idea. Sin embargo, hay mucho en la liturgia católica que es constante todos los días, y ese contenido debiera ciertamente seguir siendo en latín (para un mayor análisis véase, por ejemplo, aquí, aquí, y aquí).


En mi último libro, Reclaiming Our Catholic Birthright, escribo lo siguiente, que me parece relevante para el presente tema (p. 12, nota 3):

“El que haya habido unos pocos santos después y durante el Novus Ordo no demuestra que, en su poder de santificar, sea igual a la Misa tradicional, tal como el hecho de que algunos demonios pueden ser expulsados por el nuevo rito del exorcismo no contradice el acuerdo general, existente entre los exorcistas, de que el rito latino tradicional del exorcismo es mucho más efectivo. A lo más, cosas como éstas prueban que a Dios no lo limitan los eclesiásticos ni sus reformas. Como enseñan los teólogos, Dios no está ligado por sus propias ordenanzas: Él puede santificar a las almas sin usar los sacramentos, aunque nosotros estamos obligados a usar los que Él nos ha dado. De un modo parecido, Dios puede santificar a un alma amante por medio de una liturgia sin Tradición ni reverencia ni belleza ni otras cualidades que debiera tener por ley divina y humana, aunque en el curso natural de las cosas las almas deben recurrir a estas poderosas ayudas de santidad”

Podría decirse algo similar sobre los “buenos frutos” después de la reforma litúrgica. ¿Existen ellos a causa de esa reforma, o a pesar de ella? Dios quiere la salvación de la humanidad, por lo que usará cualquier medio que ofrezca la Iglesia: un cuchillo afilado o un cuchillo sin filo. El cuchillo afilado cortará mejor, pero el que no tiene filo todavía servirá en muchos casos. Pero sería muchísimo mejor mantener el cuchillo afilado, o volver a tenerlo tan pronto como sea posible.

Cordialmente en Cristo,

Dr. Kwasniewski

Obispo misionero en China: catolicismo tradiconal inculturado

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