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domingo, 12 de septiembre de 2021

FIUV 32: La forma extraordinaria y el Islam

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 32 y que versa sobre la forma extraordinaria y el Islam, cuyo original en inglés se puede consultar aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de diciembre de 2017. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 


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La forma extraordinaria y el Islam

Resumen

Para los católicos, tanto en Occidente como en los países de tradición islámica, el contacto con el Islam es una realidad práctica. El liberalismo secular y el protestantismo evangélico critican el Islam, en parte, por lo que tiene en común con el catolicismo. Como observaba Benedicto XVI, “una razón sorda a lo divino, que relega la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de emprender un diálogo con las culturas”. En términos de cultura religiosa, el uso de una lengua sagrada, de ritos y de canto, y el específico atractivo estético que ejerce sobre los seres humanos, proporciona a la antigua tradición litúrgica latina, con la espiritualidad que le está asociada, un área de fundamentos comunes con el Islam, semejante al que ha tenido con las antiguas iglesias de Oriente. 

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

Un sacerdote reza en una iglesia destruida en la ciudad de Bartella, Irak
(Foto: MacLean's)

Texto 

1. El tema de este documento es el de la relación de los católicos con el Islam: relación intelectual, cultural y personal. Ella es hoy, para muchos católicos en Occidente, así como también en África y en el mundo islámico, una realidad práctica inevitable, que puede ser positiva en la medida en que fomenta la comprensión mutua e, incluso, el intercambio de ideas que llega hasta la evangelización y la incluye, es decir, la proclamación del Evangelio, que es la misión de la Iglesia[1]. Pero, como dice la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, este proceso debe estar fundado sobe todo en una auténtica estima (aestimatio) por los musulmanes y un reconocimiento de los elementos de verdad que hay en el Islam[2].

2. Este documento propone ciertas vías por las que la liturgia tradicional de la Iglesia, con la espiritualidad y disciplina que le están asociadas, puede ayudar a los católicos a emprender este relacionamiento.

3. El Islam, que en una multitud de formas está experimentando un período de renacimiento y expansión, está sujeto también a cuestionamientos y críticas desde dos perspectivas: el liberalismo secular y el protestantismo evangélico. Este último presenta al Islam una enérgica competencia por los mismos grupos demográficos en algunas partes del mundo, especialmente en el caso de la juventud negra en los Estados Unidos y en Europa. Los protestantes evangélicos, por su parte, han emprendido también actividades misioneras en la mayor parte de los países islámicos[3]. Las relaciones de los católicos con el Islam tienen que hacerse cargo de los consiguientes conflictos.

El Islam y el liberalismo secular 

4. El desafío más persistente y agresivo al Islam en Occidente y también en el mundo islámico se ha presentado, en las últimas décadas, revestido de los ropajes de una ideología liberal secular. El debate sobre las escuelas y los atuendos musulmanes, que se ha hecho últimamente muy visible en Europa, está teniendo lugar en el contexto de una campaña, emprendida en nombre del liberalismo secular en todo el mundo -incluso recurriendo a la intermediación de las Naciones Unidas-, contra el papel tradicional de los sexos, contra las restricciones legales y culturales de la sexualidad, y contra el papel de la religión en la vida pública.

5. La causa común que frecuentemente ha hecho la Santa Sede, en los debates en las Naciones Unidas, con los países musulmanes, ilustra el terreno común que existe entre el Islam y la Iglesia en estas áreas. Sin embargo, la exacta naturaleza de este terreno común es complicada: la visión islámica del papel de los sexos, por ejemplo, o el papel de la religión en la vida pública, es claramente diferente de la postura católica. Con todo, la importancia del pensamiento católico sobre la complementariedad de los sexos[4], o sobre la misión de la Iglesia de “penetrar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu del Evangelio”[5], o sobre la defensa que hace la Iglesia de esa ley moral natural que es patrimonio común de la humanidad, da a los católicos una base para un análisis conjunto con los musulmanes que no existe en el caso de los liberales seculares. Por cierto, es sólo mediante la discusión que puede tener lugar cualquier reforma o corrección necesaria.

6. Como ha dicho Benedicto XVI refiriéndose al Islam, “una razón sorda a lo divino, que relega la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de emprender un diálogo con las culturas”[6].

Del mismo modo, un cristianismo demasiado identificado con las actitudes liberales seculares no colabora con este diálogo. Como ha escrito el investigador Samir Khalil Samir, s.j.: “Los musulmanes saben que la modernidad proviene del Occidente: ello es un hecho. Pero ven también que el Occidente ha perdido su ética, especialmente en cuestiones sexuales. Y se espantan con lo que ven u oyen… Y dicen entonces: De acuerdo. Occidente es cristiano, y el cristianismo permite todo esto, por lo que el cristianismo no es la religión verdadera, sino que es una religión falsa. Y nosotros buscamos lo verdadero, apegándonos al Corán y a la tradición”[7].

(Foto: El Mundo)

7. Aquellos aspectos de la enseñanza católica que contrastan con el liberalismo secular están, de algún modo, expresados de un modo más nítido en la antigua liturgia de la Iglesia. Esto resulta más evidente en el caso de la complementariedad de los sexos, conectada fundamentalmente con temas de moral sexual y con la transformación del espacio público por parte de los valores religiosos. La doctrina de la complementariedad está bellamente ilustrada por la focalización de la bendición nupcial, en la forma extraordinaria, en la figura de la novia, como corazón o cuerpo de la familia, de la cual el novio es cabeza[8], y, de un modo diferente, por la exclusividad del servicio del altar por hombres y niños[9]. Del mismo modo, la costumbre de cubrirse las mujeres la cabeza, común en la forma extraordinaria, tiene un evidente eco en la adopción, por muchas mujeres musulmanas, del velo como señal de reserva, lo que se ha defendido en términos de la sacralidad de aquello que está velado[10].

8. De un modo algo diferente, en las oraciones y leccionario de la forma extraordinaria tienden a ser más visibles algunos temas como el pecado y el juicio, la penitencia y los falsos principios del “mundo”, y el tratamiento explícito de asuntos morales[11]. Asimismo, el valor que se reconoce a la vida de familia, concebida al modo tradicional, y a la apertura a la vida que se muestra en las familias numerosas, resulta particularmente evidente entre los fieles que adhieren a la forma extraordinaria.

9. En este sentido, son interesantes los comentarios de la musulmana británica Nadiya Hussain, que se hizo famosa como ganadora de una competencia de cocina en televisión, sobre que, en la sociedad británica secular, pesa un “estigma” sobre el papel de las dueñas de casa, papel que ella misma consideró que representaba en aquella competencia[12].

El Islam y el protestantismo evangélico

10. El Islam tiene ciertas obvias afinidades con el protestantismo “Low Church”, en cuanto que no es una religión encarnacional o sacramental, en que rechaza el uso de imágenes y en que afirma la importancia de un Libro Sagrado. Las comunidades negras en los Estados Unidos y en otras partes, vinculadas muy a menudo con el protestantismo, han demostrado ser un fértil terreno para las conversiones al Islam, que es visto, especialmente por los hombres jóvenes de esas comunidades, como una religión militante y masculina. Como respuesta a ello, los apologetas protestantes hacen resaltar aquellos aspectos del Islam que no concuerdan con los principios clásicos de la “Low Church”, entre los que se incluye la práctica de la peregrinación (Hajj) a la Meca[13] y el beso a la “piedra negra”; la práctica del ayuno; la importancia de los ritos[14]; la práctica del canto estereotipado de los textos sagrados; el rezo formal y el uso de una lengua sagrada[15].

11. En este terreno, resulta claramente valioso poder enfatizar la actitud católica, mucho más positiva, en estos puntos, cosa que se destaca mucho en las antiguas Iglesias cristianas existentes en la mayoría de los países islámicos. Lamentablemente, las restricciones sociales y legales a la conversión desde el Islam al cristianismo en muchos países islámicos son de tal naturaleza que, por lo general, es imposible para esas antiguas Iglesias aceptar conversos del Islam[16].

La Kaaba, situada al interior de la mezquita Masyid al-Haram de La Meca (Arabia Saudita), donde se encuentra la "piedra negra", que los musulmanes considera proviene del Paraíso
(Foto: ABC)

12. En Occidente, la forma extraordinaria y la tradición de espiritualidad y disciplina que le está asociada es útil para expandir el terreno común necesario para un diálogo fecundo, ya que, como en el caso de las Iglesias orientales, afirma el uso de una lengua sagrada en el culto, el uso de ritos y cantos, la importancia del ayuno y las peregrinaciones y, como se ha dicho ya, la complementariedad de los sexos y el uso de cubrirse la cabeza las mujeres[17].

13. La espiritualidad de la forma extraordinaria, además, pone de relieve una forma de misticismo popular, cuyo anhelo se expresa, en el Islam, en la tradición sufí[18].

14.  Recurrir a los varones, específicamente, es también un punto que la forma extraordinaria y las Iglesias orientales comparten con el Islam. Como se ha dicho en otro Position Paper[19], esto surge de la importancia que se da a lo trascendente, lo reverente, lo digno y lo ritual en el culto, en contraste con la importancia de la espontaneidad, de la emocionalidad y otros factores similares.

Conclusión

15. Sería lamentable que los católicos presentaran la Iglesia a los musulmanes como carente de aquellas afinidades que tanto el protestantismo como las Iglesias orientales tienen con el Islam: si ello tuviera lugar, pareceríamos los católicos tener con los musulmanes muy pocos puntos de contacto en materias de cultura y práctica religiosa.

16. El atractivo que el cristianismo tiene para los musulmanes es muy real. Las positivas referencias a Jesús (Isa al-Masih) y al Evangelio (Injil) en el Corán[20], aunque misteriosas y en parte erróneas, ayudan a avivar, mucho más que en el pasado, la curiosidad de los musulmanes contemporáneos que pueden leer traducciones de importantes textos propios y del Evangelio y que pueden seguir literalmente el consejo de Mahoma sobre un punto muy discutido: “Interrogad a los seguidores de las Escrituras si no sabéis algo”[21].

17. No sólo un gran número de musulmanes ha pedido, en años recientes, ingresar a la Iglesia en África[22], en Alemania[23] y otras partes, sino que los esfuerzos protestantes de evangelización en los países islámicos no han dejado de ser exitosos, creando así el fenómeno de cristianos ocultos que no profesan abiertamente su fe[24]. Las actividades de los extremistas musulmanes pueden también mover a los musulmanes a repensar su fidelidad al Islam, especialmente a aquéllos que adhieren sólo formalmente a un Islam como forma de religiosidad popular[25]. “La “Gran Conversión” en Indonesia, luego de la purga anticomunista de 1965, es un vívido precedente de ello[26].

18. Las historias de conversión de musulmanes incluyen, a menudo, grandes sacrificios y sufrimientos por parte de ellos, y muestran el activo papel de la Providencia. Luego de ser torturado, encarcelado y exiliado, el musulmán iraquí converso, Joseph Fadelle, escribió lo siguiente luego de su primera experiencia de canto llano en latín: “Me sentí atrapado por los sonidos, mucho más sutiles y musicales que en árabe. Aunque no entendía las palabras, me sentí inmediatamente atraído por esa lengua. A medida que escuchaba aquella música lenta, profunda, descubrí también, una vez más, la atmósfera de oración que había experimentado en algunas iglesias del Medio Oriente. Esta música me conmovió profundamente, me sumergió en una paz que no me habría imaginado apenas unos días antes”[27].

Ilustración del siglo XV de una copia de un manuscrito de Al-Biruni que representa a Mahoma predicando El Corán en La Meca
(Imagen: Wikipedia)



[1] Código de Derecho Canónico (1983), canon 211: “Todos los fieles cristianos tienen el deber y el derecho de trabajar para que el divino mensaje de salvación llegue cada vez más a todos los pueblos en todas las épocas y regiones” (Omnes christifideles officium habent et ius allaborandi ut divinum salutis nuntium ad universos homines omnium temporum ac totius orbis magis magisque perveniat). Cfr. Canon 255, § 1: “Puesto que, como todos los fieles cristianos, los laicos son designados por Dios para el apostolado mediante el bautismo y la confirmación, ellos están sujetos, sea como individuos o reunidos en asociaciones, a la obligación general y tienen derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y aceptado por todos en todas partes del mundo. Esta obligación es más estricta en aquellas situaciones en que es sólo a través de ellos que los hombres pueden oír el mensaje divino y conocer a Cristo”  (Laici, quippe qui uti omnes christifideles ad apostolatum a Deo per baptismum et confirmationem deputentur, generali obligatione tenentur et iure gaudent, sive singuli sive in consociationibus coniuncti, allaborandi ut divinum salutis nuntium ab universis hominibus ubique terrarum cognoscatur et accipiatur; quae obligatio eo vel magis urget iis in adiunctis, in quibus nonnisi per ipsos Evangelium audire et Christum cognoscere homines possunt).

[3] Para una visión general, véase Garrison, D., A Wind in the House of Islam: How God is drawing Muslims around the world to faith in Jesus Christ (Monument CO, Wigtake, 2014).

[4] Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2357 (cfr. núm. 2333).

[6] Benedicto XVI, Encuentro con el mundo de la cultura, Ratisbona, 12 de septiembre de 2006.

[7] Entrevista con Edward Pentin, 19 de noviembre de 2015, National Catholic Register.

[8] Annibale Bugnini escribe que la bendición nupcial reformada “ha sido convenientemente revisada y adaptada para ser aplicada a ambos esposos”, aunque no explica por qué. Véase Bugnini, A., The Reform of the Liturgy 1948-1975 (Collegeville, MN, The Liturgical Press, 1990), p. 704.

[10] Fatma El Guindi Veil, Modesty, Privacy and Resistance (Oxford, Berg, 1999), p. 95. Véase FIUV, Position Paper 22:Las mantillas para mujeres en la forma extraordinaria, núm. 9.

[11] Véase FIUV, Position Paper 15: El leccionario de la forma extraordinaria, Apéndice A. Las lecturas de la Misa Nupcial en la forma extraordinaria son un ejemplo del espíritu del antiguo leccionario: es difícil imaginarse en un casamiento en la forma ordinaria una Epístola que enseñe a las mujeres a someterse a sus maridos (Ef 5, 22-23) y un pasaje del Evangelio que enseñe que casarse nuevamente después del divorcio constituye adulterio (Mt 19, 3-6).

[12] Entrevista en Daily Mail27 de julio de 2016. 

[13] Los musulmanes chiitas y quienes experimentan la influencia sufí reconocen la peregrinación a muchos santuarios, tumbas de hombres santos; para los sunitas ortodoxos, la Hajj es el único destino de peregrinación.

[14] Por ejemplo, el rito de lavarse, que se exige a los musulmanes antes de la oración, y el rito mismo de oración.

[15] Para ejemplos de polémicas como éstas, véase el sitio de David Wood, Acts 17 Apologetics

[16] Joseph Fadelle, que vivió en Bagdad bajo el gobierno de Saddam Hussein y que, como musulmán, quiso ser bautizado por alguna de las iglesias establecidas en la ciudad, fue reiteradamente rechazado por ellas. El contacto que logró finalmente establecer con algunos cristianos los puso a todos en peligro de muerte (se bautizó al cabo en el Jordán, antes de huir a refugiarse en Francia).  Véase su The Price to Pay: A Muslim Risks All to Follow Christ (San Francisco, Ignatius Press, 2015), pp. 49-52 y 97. Cfr. Garrison, A Wind in the House of Islam, cit., p. 220. El potencial evangelizador de las antiguas Iglesias queda ejemplificado por el trabajo de Abouna Zakaria Botros, un sacerdote copto que, exiliado de Egipto en 1999 por predicar a los musulmanes, transmite ahora a Egipto desde el extranjero: véase Garrison, A Wind in the House of Islam, cit., pp. 212-213. Véase también la nota 25.

[18] La tradición sufí registra que el camino ascético al misticismo fue revelado a un sufí antiguo, Ibrahim ben Adnam, por un ermitaño cristiano, el Padre Simeón, en Siria. Véase  Arberry, A. J., Sufism: An Account of the Mystics of Islam (Londres, Allen & Unwin, 1950), p. 37.

[20] Por ejemplo, Corán, sura 5, 46. Curiosamente, “Isa” no se usa por los cristianos árabes, que llaman “Yasu” a Jesús.

[21] Corán sura 21, 7 (traducción de Pickthall). Cfr. Paolucci, G./Eid, C., 111 Questions on Islam: Samir Khalil Samir SJ on Islam and the West (San Francisco, Ignatius Press, 2008), p. 192, y Garrison, A Wind in the House of Islam, cit., pp. 247-248.

[22] Véase la noticia en National Catholic Register

[23] Véase la noticia en The Independent, edición del 9 de diciembre de 2015.

[24] Garrison, A Wind in the House of Islam, cit., p. 36 y passim.

[25] El Islam como forma de religiosidad popular [“Folk Islam”] es una mezcla con creencias y prácticas locales pre-islámicas, y se extendió mucho en Indonesia en la época de la “Gran Conversión”. Véase la nota 24.

[26] El asesinato de simpatizantes comunistas (junto con otros que quedaron atrapados en los acontecimientos, especialmente ciudadanos chinos) y la insistencia del Estado indonesio de que cada ciudadano se registrara como miembro de algunas de las religiones reconocidas, condujo a la entrada de 1.900.000 indonesios a las Iglesias protestantes, y de 900.000 a la Iglesia católica entre 1965 y 1971. En ningún caso se trató de ex musulmanes, pero muchos lo eran. Véase Garrison, A Wind in the House of Islam, cit., pp. 56-57. 

[27] Fadelle, The Price to Pay, cit., p. 219. Su primera experiencia de la Misa fue una celebración en arameo (p. 63): “A pesar de eso, sentí en la asamblea una increíble atmósfera espiritual que encendió mi corazón y me consoló en mi miseria”.

jueves, 9 de julio de 2020

¿Causaron los ritos litúrgicos reformados un “boom” en tierras de misiones?

Les ofrecemos hoy un nuevo artículo del Dr. Peter Kwasniewski, que trata un tema que suele salir cuando se conversa sobre la reforma litúrgica. Se trata del mayor crecimiento que ha experimentado el catolicismo en África y Asia en la época posconciliar, lo cual sería consecuencia de la simplificación de los ritos y, sobre todo, de la inculturación y la introducción de la lengua vernácula. El autor reproduce la respuesta que dio a una persona que le escribió preguntándole al respecto, así como la consulta que ésta le hizo, concluyendo que no hay argumentos serios para sostener que eso haya sucedido. De hecho, que haya algunos santos que hayan vivido los ritos reformados no quiere decir que ellos favorezcan la práctica religiosa, pues aun en momentos de profundas crisis de fe Dios ha suscitado santos en su Iglesia. 

El artículo fue publicado en New Liturgical Movement y ha sio traducido por la Redacción. Las imágenes son las que acompañan al artículo original. 

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¿Causaron los ritos litúrgicos reformados un “boom” en tierras de misiones? 

Peter Kwasniewski

El siguiente intercambio epistolar puede interesar a los lectores de New Liturgical Movement, como una especie de secuela de mi artículo, del mes pasado, “Cómo la liturgia tradicional contribuye a la integración étnica y racial”.


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Querido Profesor Kwasniewski:

A menudo, en muchas discusiones con otros católicos sobre las reformas litúrgicas del siglo XX, surge la objeción de que ellas coinciden con la increíble explosión de la fe católica en muchas partes de Africa y Asia.

En general, respondo a ella diciendo que, no porque las reformas en su conjunto puedan haber tenido un positivo impacto, se justifica ninguna de ellas en particular, y se podría haber concedido alguna dispensa para usar algo de vernáculo en la Misa en territorio de misiones, sin realizar el tremendo esfuerzo de transformación que se llevó a cabo. Sin embargo, no estoy seguro de que esta respuesta sea convincente para la mayoría, y me pregunto si usted ha dedicado algo de tiempo a explorar esta idea. A mí me parece que hay aquí un vacío en el discurso pro liturgia tradicional. Tengo la impresión de que, aunque hay puntos legítimos en lo que se refiere al deterioro de la reverencia, la asistencia, la comprensión, etcétera, después de la promulgación del Misal 1969/1970, hay que tomar también en cuenta los frutos positivos de la era posconciliar.

En Cristo Jesús,

NN.

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Procesión en China en la década de 1950

Querido NN.:

Las misiones en África experimentaron una considerable expansión durante todo el siglo XX, incluyendo (como seguramente usted sabe) las misiones de los Padres Espiritanos, guiados por el Arzobispo Lefebvre. Todo indica que se puede conjeturar que esta trayectoria en alza habría continuado, posiblemente con más fuerza, si no se hubiera hecho descarrilar la Tradición. No existen pruebas de que el tradicional rito romano haya sido incapaz de introducirse y ser cultivado por los nativos de muchas regiones, junto con un enfoque, restringido y sensato, de inculturación y algún uso del vernáculo, especialmente en las lecturas y los cantos.

El punto negro lo pone el relajamiento de la doctrina y el culto después de que el Concilio permitió que florecieran abusos en tierras de misión, puesto que ya no operó una voluntad, paciente y persistente, de ponerles coto y corregirlos: y así tuvieron lugar la mezcla de ritos y creencias paganos y cristianos, la poligamia, el concubinato del clero, etcétera.  

Monseñor Lefebvre en el Congo

El crecimiento visto en las últimas décadas puede ser explicado demográficamente, sin necesidad de invocar al Concilio Vaticano II o a la liturgia reformada como causas. Hacerlo parecería un típico ejemplo de la falacia post hoc ergo propter hoc, falacia que a menudo se echa en cara a los tradicionalistas cuando éstos alegan que el Concilio Vaticano II o la liturgia reformada causaron, o fomentaron, una masiva disminución en la práctica religiosa, al menos en las naciones occidentales. Este último hecho, sin embargo, es indiscutible a estas alturas, en tanto que la alegación de que el Concilio Vaticano II y sus reformas facilitaron el crecimiento de las iglesias en otras partes del mundo no es en absoluto fácil de defender (el hecho de que se pueda atribuir bondades de cualquier tipo a este Concilio ha sido tema de intensa conversación últimamente, hecha posible por los escritos del Arzobispo Viganò y del obispo Schneider; los vínculos y la discusión pueden verse aquí [Nota de la Redacción: véase también esta entrada publicada el pasado martes]).

En Asia, el catolicismo experimentó, en general, un seguro crecimiento en el siglo XX, con las formas tradicionales de culto intocadas. Un ejemplo: en China, la perseguida Iglesia subterránea permaneció fuerte con la Misa tradicional hasta fines de la década de 1980, en que se introdujo el Novus Ordo en colusión con el Partido Comunista. La actual situación de China ciertamente no puede decirse superior a la anterior. Los vietnamitas fueron igualmente devotos y unánimes en su catolicismo tradicional y después con las novedades, y hoy hay muchos que han redescubierto la Misa tradicional y la aman. 



Como se dice en el libro The Case for Liturgical Restoration (vése especialmente los capítulos 25, 31 y 32, correspondientes a los Position Paper de FIUV), la mentalidad del Lejano Oriente, en general, calza bien con la ceremoniosidad contemplativa y el simbolismo de la Misa tradicional (basta recordar, al respecto, la ceremonia japonesa del té). Dicho de otro modo, las novedades del Novus Ordo, que algunos modernos encuentran atrayentes, son las mismas cosas -aunque por lo general más exitosas- que hay entre los protestantes evangélicos y los pentecostales. No causa sorpresa, por tanto, que los países del Tercer Mundo hayan experimentado un explosivo aumento de conversiones a esas sectas protestantes (y, trágico es decirlo, un explosivo aumento de defecciones al catolicismo). No hace falta decir que hay muchos otros aspectos que coadyuvan, como el alejamiento de la prédica de la Palabra de Dios y de algunas sanas devociones populares, en favor de un alineamiento con programas políticos socialistas. Para aquéllos que buscan a Dios, que quieren ser salvados por Cristo, esto habrá de ser un grave apagón.

Es cierto que algunos misioneros pidieron concesiones para usar el vernáculo en algunos casos (aunque debemos recordar también que un gran número de obispos en el Concilio Vaticano II habló en contra de la vernacularización), y no hay ningún motivo especial para creer que esa concesión es necesariamente una mala idea. Sin embargo, hay mucho en la liturgia católica que es constante todos los días, y ese contenido debiera ciertamente seguir siendo en latín (para un mayor análisis véase, por ejemplo, aquí, aquí, y aquí).


En mi último libro, Reclaiming Our Catholic Birthright, escribo lo siguiente, que me parece relevante para el presente tema (p. 12, nota 3):

“El que haya habido unos pocos santos después y durante el Novus Ordo no demuestra que, en su poder de santificar, sea igual a la Misa tradicional, tal como el hecho de que algunos demonios pueden ser expulsados por el nuevo rito del exorcismo no contradice el acuerdo general, existente entre los exorcistas, de que el rito latino tradicional del exorcismo es mucho más efectivo. A lo más, cosas como éstas prueban que a Dios no lo limitan los eclesiásticos ni sus reformas. Como enseñan los teólogos, Dios no está ligado por sus propias ordenanzas: Él puede santificar a las almas sin usar los sacramentos, aunque nosotros estamos obligados a usar los que Él nos ha dado. De un modo parecido, Dios puede santificar a un alma amante por medio de una liturgia sin Tradición ni reverencia ni belleza ni otras cualidades que debiera tener por ley divina y humana, aunque en el curso natural de las cosas las almas deben recurrir a estas poderosas ayudas de santidad”

Podría decirse algo similar sobre los “buenos frutos” después de la reforma litúrgica. ¿Existen ellos a causa de esa reforma, o a pesar de ella? Dios quiere la salvación de la humanidad, por lo que usará cualquier medio que ofrezca la Iglesia: un cuchillo afilado o un cuchillo sin filo. El cuchillo afilado cortará mejor, pero el que no tiene filo todavía servirá en muchos casos. Pero sería muchísimo mejor mantener el cuchillo afilado, o volver a tenerlo tan pronto como sea posible.

Cordialmente en Cristo,

Dr. Kwasniewski

Obispo misionero en China: catolicismo tradiconal inculturado

domingo, 21 de junio de 2020

Cómo la liturgia tradicional contribuye a la integración racial y étnica

Les ofrecemos hoy un nuevo artículo del Dr. Peter Kwasniewski, que trata sobre el sentido de unidad que proporciona la Misa tradicional. A propósito de los conflictos raciales que han vuelto a aparecer en Estados Unidos, propagándose por todo el mundo, el autor insiste en la función homogeneizante que tiene la antigua liturgia, siempre la misma para todos. Por lo demás, es algo que resulta ostensible ahí donde se asista a ella: en la Misa caben todos, sin distinciones ni particularidades, pues se trata de la oración comunitaria de la Iglesia, del Pueblo de Dios que se renue en torno al Sacrificio del Altar para celebrarlo conforme a unas ritos inmemoriales. 

El artículo fue publicado en New Liturgical Movement y ha sido traducido por la Redacción. Las fotografías son las que acompañan la versión original y son cortesía de Allison Girone.

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Cómo la liturgia tradicional contribuye a la integración racial y étnica

Peter Kwasniewski

La Pax en la Misa pontifical: la fuente de nuestra paz

Las alteraciones del orden en los Estados Unidos durante las últimas semanas han movido a muchos a la autorreflexión, aunque todavía no está claro cuánto ha calado ella en los círculos católicos. Un buen punto de partida, desde la perspectiva de la enseñanza social católica, es el artículo de Kevin Well en OnePeterFiveGeorge Floyd and How the Church Abandoned the Inner Cities” [“George Floyd y cómo la Iglesia abandonó el interior de las ciudades”].

He leído recientemente una observación –“dado que los Estados Unidos no fueron nunca un país católico, han carecido, a lo largo de la historia, de la plenitud de medios de que los países católicos han dispuesto para unir a las diferentes razas”- que me ha hecho reflexionar sobre los recursos litúrgicos que, con vistas a la unidad, la Iglesia ha tenido históricamente a su disposición, y sobre cómo los gobernantes postconciliares han dilapidado esos recursos debido a un equivocado movimiento de modernización, cuyo mínimo común denominador es la localización y una inculturación estrechamente concebida.

La antigua liturgia latina unió naciones, clanes, tribus, razas: todos tenían, más o menos, el mismo tipo de liturgia, que se celebraba con gran solemnidad, en una lengua que ya no era el vernáculo de nadie, y que se celebraba tal cual, de un modo claramente distintivo, debido a que provenía de muchos siglos e influencias diferentes. En un artículo publicado por Southern Nebraska Register, el P. Justin Wylie escribe lo siguiente:

“Sólo una lengua que no pertenece a nadie en particular puede pertenecer universalmente a todos. En verdad, el latín ha hecho católica (es decir, universal) nuestra fe, tanto en el tiempo como en el espacio. La maldición de Babel de la segmentación lingüística fue remediada por el milagro de Pentecostés de una Iglesia que evangeliza a todas las naciones con una sola lengua, unánimemente comprendida. Los paganos de la Grecia y Roma antiguas, de las tribus bárbaras de Europa, y las heterogéneas poblaciones del Nuevo Mundo fueron todos evangelizados por el común denominador de nuestra liturgia en latín.

Incluso ya entrados los tiempos modernos, se podía ver a diversos grupos de fieles reunidos en la misma iglesia para una misma Misa en latín, participando en ella de diversos modos según sus necesidades y capacidades: empleados y patrones, ricos y pobres, trabajadores manuales y de cuello y corbata, cultos e incultos, devotos de la Misa diaria y recalcitrantes asistentes sólo a la Misa dominical obligatoria. Incluso si las parroquias estaban delimitadas según criterios étnicos, existía, más allá de ello, un robusto sentido de pertenencia a una sola Iglesia católica, gran rasero igualitario.

Algo más grande que la comunidad tiene que atraernos a la iglesia

En Phoenix from the Ashes, el historiador Henry Sire hace algunos mordaces comentarios sobre los resultados sociológicos de la reforma de la década de 1960:

“Al separar la vida de la Iglesia de la tradición inmemorial, los modernistas la han sumergido en el escenario social de la actualidad. Esta obsesión es particularmente visible en Alemania,  donde el radicalismo de los reformadores ha producido una Misa de un ridículo estilo burgués; pero tal es el tono de la liturgia en todos los países occidentales. En una Misa común de hoy, no se tiene la sensación de que se esté ofreciendo un sacrificio eterno, sino la de asistir a una conferencia dictada por un sacerdote y por dos o tres mujeres tipo bibliotecarias, a quien se confía las lecturas y otras responsabilidades. La verbosidad y carácter de sermón que adquiere toda la liturgia es, en sí mismo, algo típicamente de clase media, con lo que muchos feligreses comunes no sienten ninguna conexión, y la alienación de los fieles de clase trabajadora, hasta un extremo que nunca se conoció en la Misa antigua de las parroquias pobres, se ha transformado en uno de los rasgos propios de la reforma litúrgica

La crítica formulada por Sire fue empíricamente comprobada por la investigación de Anthony Archer en su estudio de 1984 The Two Catholic Churches, muy bien compendiado por Joseph Shaw en un par de artículos, A sociologist on the Latin Mass” y “The Old Mass and the Workers[1]. En resumen, la reforma litúrgica homogeneizó y restringió el alcance de la lituriga católica, en particular separando a todas aquellas personas (que son, y siempre serán, muy numerosas) a quienes no atrae un tipo de participación consistente en la comprensión verbal y racional de un discurso en vernáculo dirigido al pueblo, que debe emitir obligatoriamente ciertas respuestas - forma de participar que, en el peor de los casos, se transforma en un obstáculo para una participación devota-.

La imposición de la lengua vernácula, la falta de disciplina ritual y la inobservancia de las rúbricas nos ha separado en pequeños enclaves. Se termina teniendo Misas para golfistas de clase alta, Misas tipo Gospel afro-americano, Misas para hispánicos, Misas para vietnamitas, etcétera, etcétera. ¿Cómo podría la Iglesia “unir a diferentes razas” si no puede reunirnos ni siquiera en una misma forma de culto de rasgos claramente católicos?

Por eso, el citado P. Wylie, que creció e Sudáfrica, comenta con tristeza:

“El Apartheid hizo menos para dividir a los católicos de razas diferentes en Sudáfrica que la introducción del vernáculo en la liturgia, porque mientras que antes las diversas razas celebraban el culto fácilmente en latín, desde que éste se perdió, se encuentran profundamente divididas en celebraciones diocesanas”.

 Las prácticas tradicionales apelan a un sentido universal de reverencia ante Dios


Mi experiencia con las comunidades tradicionalistas en todo el mundo ha sido dramáticamente distinta. Casi en cualquier parte donde voy, pero especialmente en las parroquias urbanas, veo diferentes razas y etnias codo a codo en los bancos de la iglesia: asiáticos, afromericanos, africanos, blancos de todas las partes de Europa[2]. La comunidad de culto, profundamente respetuoso, nos une a todos. La liturgia tradicional, celebrada por el sacerdote y el coro en la iglesia, es la misma y común para todos, acercándonos como un “patrón oro” estable, confiable, externo: es un centro de gravedad que nos atrae a todos hacia Cristo y, por lo tanto, nos une entre nosotros. La oración tiene lugar al interior del antiguo latín cantado en voz alta y en sus intervalos, en tanto que el vernáculo moderno está silenciosamente a disposición; una oración que brota del corazón de los fieles y que trasciende todas las diferencias lingüísticas[3].

En su obra maestra, La democracia en América, publicada entre 1835 y 1840, Alexis de Tocqueville describe una Iglesia católica que parece no existir ya:

“En materias doctrinales, la fe católica pone todas las capacidades humanas al mismo nivel: somete a los mismos puntos del mismo credo tanto al sabio como al ignorante, al hombre de genio como a la muchedumbre vulgar; impone las mismas obligaciones al rico y al necesitado, las mismas austeridades al fuerte y al débil; no condesciende con el hombre mortal, sino que, reduciendo a toda la raza humana a un mismo estándar, confunde todas las distinciones sociales a los pies del mismo altar, tal como están confundidas a los ojos de Dios. Si el catolicismo predispone a los fieles a la obediencia, ciertamente no los prepara para desigualdades, en tanto que del protestantismo se puede decir lo contrario, porque en general tiende a hacer a los hombres independientes más que a hacerlos iguales. El catolicismo es como una monarquía absoluta: si se suprime al soberano, todas las clases de la socieedad resultan más iguales que en las repúblicas”.

Los hombres de Iglesia, después del Concilio, neciamente abandonaron este notable poder de reunir a gentes de diferentes razas, etnias, lenguas, clases, orígenes y vocaciones, que tienen un único Credo, reconocido y enseñado como tal; una única práctica dotada de verdadero asceticismo, y sobre todo, un cuerpo común de liturgia en latín. Se puede verdaderamente decir que la práctica de la liturgia tradicional ha sido, y puede volver a serlo, el “arma secreta” de la Iglesia católica para unir a los fieles en la amplitud y gran diversidad demográfica del rito latino. La Colecta del Martes de Pascua encarna esta aspiración, que se refleja en las exterioridades mismas del rito romano tradicional:

“Oh Dios, que haces que todas las naciones, a pesar de su diversidad, sean una sola familia en la alabanza de tu Nombre, concede a todos quienes han renacido en la fuente del bautismo vivir siempre en la unidad de la fe y en la santidad de las obras”.

El mundo, hoy más que nunca, necesita genuinas señales y fuentes de unidad, no farsas como la de los blancos que proclaman “renunciar a su blancura” (o, análogamente, como los católicos que renuncian a su gran tradición propia). Necesitamos encontrar nuestra unidad y salvación, no en campañas de justicia social o de reformas de la policía, aunque ambas cosas sean muy valiosas en sí mismas, sino en la gracia y la verdad de un Salvador de la humanidad y en su única Iglesia, vívidamente simbolizada en Occidente por una herencia litúrgica  común, todavía encarnada -y en feliz recuperación- en el usus antiquior.

 El atuendo icónico del servidor: blanco y negro juntos

Una herencia común del canto sagrado: su armonía se convierte en la nuestra
             



[1] Un extracto del segundo artículo: “La crítica que hace Archer a los cambios posteriores al Concilio Vaticano II se basa en el hecho de que se barrió con algunos aspectos de la Iglesia que atraían mucho a la clase trabajadora, y lo que se introdujo resultó atrayente sólo para los cultos y para una cómoda clase media. Se fue la Misa en latín en que cada uno podía participar a su nivel, llegó la Misa en vernáculo, en que se supone que la participación está estrictamente controlada: qué significado tienen exactamente ciertas frases banales, qué respuestas hay que repetir, cuándo hay que mostrarse amistoso con el vecino, etcétera. Se fueron las devociones populares, llegaron los grupitos de amigos exclusivos en Misas a domicilio, o en reuniones carismáticas o en concejos parroquiales. Se fue la Iglesia como signo de contradicción, un refugio excéntrico y exótico ante la sociedad, único lugar en que se podía encontrar verdad y autoridad, y llegó la Iglesia en que los obispos hablan y asisten a funciones oficiales igual que obispos anglicanos. Se fue la espiritualidad de la perseverancia en la adversidad. Llegó la vía de “encontrar a Jesús” para escapar a problemas de clase media como la soledad y la depresión -y simplemente la hipocondría-. La inspiración para los cambios, después de todo, no provino de ningún intento por saber qué quería la mayoría de los católicos, sino de teólogos que deseaban ser respetados por sus colegas protestantes”.

[2] No quiero decir, por cierto, que ninguna comunidad Novus Ordo posee semejante diversidad, como tampoco que ninguna comunidad Vetus Ordo pudiera ser demográficamente homogénea. Simplemente, quiero mencionar ciertas tendencias generales que he observado personalmente y que otros han confirmado.

[3] Cuando digo que el vernáculo moderno “está silenciosamente a disposición” me refiero a las traducciones que traen los misales individuales o los folletos, que son una ayuda para la comprensión, una escalera para subir, unas rueditas de soporte para aprender a andar en bicicleta, cosas todas que dichas traducciones fueron para mí durante muchos años. Los tradicionalistas no somos esnobs en estas cosas, sino pragmáticos. Lo que ayuda, sirve. Las traducciones al vernáculo tienden una mano amiga a quienes no están familiarizados con los textos litúrgicos, y les ayudan a considerar su significado. Pero, en todo caso, tales traducciones jamás tienen que ser “traducciones oficiales”, cuyas formulaciones y estilo son motivos de perpetuos conflictos en los comités, con resultados que no agradan a nadie. No tienen que ser lastradas con todo esto. El texto latino soporta todo el peso ritual y teológico, en tanto que se puede libremente leer el vernáculo -o ignorarlo-. Desde este punto de vista, las comunidades Vetus Ordo ofrecen posibilidades mucho más realistas para grupos multilingüísticos de fieles, puesto que su tipo de misal/leccionario ya ha sido convenientemente traducidos a muchas lenguas importantes. En una congregación urbana no es raro encontrar misales individuales en media docena de idiomas, que se usan para la misma liturgia, verdaderamente una misma liturgia.