En la forma extraordinaria hay una última insignia litúrgica con el que se revisten los ministros
sagrados: el manípulo. El sacerdote (y también el diácono y el subdiácono
en las Misas solemnes) lleva fija sobre el antebrazo izquierdo una faja de
tela de la misma hechura de la estola, pero más corta, sujeta por medio de un
fiador o de unas cintas sobre la manga del alba. En Rubricarum
instructum (1960) sólo existe una indicación sobre el manípulo, y se
refiere a su incompatibilidad con la capa pluvial o con la vestimenta del
sacerdote cuando realiza bendiciones sobre el altar (núm. 136). Así ocurre, por
ejemplo, en la liturgia de tinieblas del Viernes Santo (Rubricarum instructum, núm.
135, letra f). En la Forma Ordinaria este ornamento no se utiliza y no existe
ninguna mención a él en la Instrucción General del Misal Romano. Sin embargo, D.
Mauro Gagliardi, consultor de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del
Sumo Pontífice, es del parecer que este ornamento jamás fue abrogado por la
reforma litúrgica y que bien podría ser utilizado todavía («Liturgical Vestments and the Vesting Prayers», 18 de diciembre de 2009). Conviene recordar que la Segunda Instrucción para la aplicación de la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia Tres ahhinc annos (1967) sólo previno que podía eliminarse el manípulo, sin ordenarlo imperativamente.
Existen dudas sobre
el origen del manípulo. Algunos piensan que procede de un trozo de lienzo que
antiguamente llevaban los cónsules y que agitaban en el aire para ordenar la
salida en las carreras de circo y también como objeto de etiqueta. Litúrgicamente, esta costumbre continúo
observándose mediante el uso de un fino pañuelo que portaban los diáconos romanos durante la Misa, cuya función era más de decoro que para fines
prácticos. Otros autores creen que su empleo obedecía a una razón funcional: el
manípulo era un sencillo pañuelo con el que los ministros se limpiaban el sudor
y enjugaban sus lágrimas durante la Misa y, además, con el que el subdiácono
purificaba los vasos sagrados. De acuerdo a esta explicación, el manípulo
recuerda el pañuelo (mappa y su diminutivo mappula) que usaban los
romanos para el aseo de las manos y la boca después de cada comida, y también el
que utilizaban las damas de sociedad para enjugarse el sudor. Sea cual
fuere su origen, el uso del manípulo se institucionalizó hacia el siglo XII como
parte de los ornamentos propios del orden sagrado de la Iglesia latina, ya que
hasta ese momento su uso se circunscribía casi exclusivamente a Roma.
El manípulo, que ha
de ser del color litúrgico del día, debe tener en su centro, que viene encima
mismo del brazo, una cruz que ha de besar el que lo lleva, tanto antes de
ponérselo como al momento de quitárselo. Ordinariamente también suele colocarse
una cruz a cada extremo, aunque no está propiamente mandado. Espiritualmente,
este ornamento recuerda que las buenas obras, los trabajos y el dolor ofrecidos
a Dios serán espléndidamente recompensados. La oración que el sacerdote
pronuncia al ponérselo es: «Merezca, Señor, llevar el manípulo del llanto
y del dolor, para poder recibir con alegría el premio de mis trabajos». En el recuerdo de la Pasión, el
manípulo representa las ataduras con que fueron ceñidas las manos de Nuestro
Señor al ser azotado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Política de comentarios: Todos los comentarios estarán sujetos a control previo y deben ser formulados de manera respetuosa. Aquellos que no cumplan con este requisito, especialmente cuando sean de índole grosera o injuriosa, no serán publicados por los administradores de esta bitácora. Quienes reincidan en esta conducta serán bloqueados definitivamente.