Les ofrecemos a continuación una interesante nota del Profesor Dr. Peter Kwasniewski, en la que contrasta la hoy extendida práctica de la concelebración en la liturgia reformada con la participación del sacerdote en hábito coral en la Santa Misa celebrada por otro sacerdote. En un tiempo en que los fundamentos histórico-litúrgicos y teológicos que condujeron al actual auge de la concelebración son crecientemente puestos en duda, el Profesor Kwasniewski invita a redescubrir el valor y sentido del segundo modo de participación, ello sin sustitución de la celebración privada diaria.
La traducción desde el inglés es de la Redacción. El original, publicado en el sitio New Liturgical Movement (NLM), puede leerse aquí. Agradecemos cordialmente al Profesor Kwasniewski por su amable autorización para traducir y publicar la nota.
Peter
Kwasniewski
Hace
algún tiempo, tuve un intercambio de correspondencia con un lector sobre un tema que
puede ser de interés de modo más general para los seguidores de NLM. Aquel lector era un
sacerdote que acababa de aprender a oficiar la Misa en la Forma Extraordinaria, y dándose cuenta más
claramente de que “el sacerdote es ordenado para ofrecer el Sacrificio”, había
llegado a asumir una posición más crítica respecto de la concelebración. Me
escribió -y cito con su autorización- lo siguiente:
“A la luz de mi preparación para la Misa tradicional en latín, y a la luz del libro Resurgent in the Midst of Crisis, ha cambiado mi actitud hacia la concelebración. Cualquier Misa de la Forma Ordinaria oficiada por un obispo es el momento apropiado para la concelebración, por la relación teológica especialísima de los sacerdotes con sus obispos. Además, en las parroquias donde hay más de un sacerdote, la Misa vespertina de la Cena del Señor, la Vigilia Pascual, la Misa mayor el día Navidad, la fiesta patronal de la parroquia, etc., podría ser concelebrada. Lo mismo en los funerales. Pero no como algo habitual, por ejemplo la Misa diaria de la comunidad en un monasterio o seminario. Aprecio realmente la semana que pasé en el Seminario de Nuestra Señora de Guadalupe, en Denton, Nebraska. Allí los sacerdotes de la FSSP nos machacaron aquello de que “el sacerdote es ordenado para ofrecer el sacrificio”. Al llegar, cada uno de nosotros, los sacerdotes estudiantes, recibió un horario para su Misa privada diaria, con el detalle, para toda la semana, de la hora, el altar y el seminarista acólito. (Tienen a mano los libros del Novus Ordo, y el acólito sabe que acolitará la Misa en la Forma Ordinaria). Lo estupendo, en realidad, fue decir la Misa cada día. ¡Y qué gozo! No tenía enfrente a centenares a quienes causar admiración con mi elocuente homilía. Me encontré siendo genuina y profundamente sacerdotal, dejando que las compuertas de la Misericordia Divina me inundaran a mí, a todos los vivos y a los difuntos que tenía en mente al momento de las intenciones, y a las intenciones del acólito, y todas las que el Padre Celestial deseara por virtud de la dolorosa Pasión de Su Hijo, que El recibía de mis manos como “sacrificio para la alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia””.
“A la luz de mi preparación para la Misa tradicional en latín, y a la luz del libro Resurgent in the Midst of Crisis, ha cambiado mi actitud hacia la concelebración. Cualquier Misa de la Forma Ordinaria oficiada por un obispo es el momento apropiado para la concelebración, por la relación teológica especialísima de los sacerdotes con sus obispos. Además, en las parroquias donde hay más de un sacerdote, la Misa vespertina de la Cena del Señor, la Vigilia Pascual, la Misa mayor el día Navidad, la fiesta patronal de la parroquia, etc., podría ser concelebrada. Lo mismo en los funerales. Pero no como algo habitual, por ejemplo la Misa diaria de la comunidad en un monasterio o seminario. Aprecio realmente la semana que pasé en el Seminario de Nuestra Señora de Guadalupe, en Denton, Nebraska. Allí los sacerdotes de la FSSP nos machacaron aquello de que “el sacerdote es ordenado para ofrecer el sacrificio”. Al llegar, cada uno de nosotros, los sacerdotes estudiantes, recibió un horario para su Misa privada diaria, con el detalle, para toda la semana, de la hora, el altar y el seminarista acólito. (Tienen a mano los libros del Novus Ordo, y el acólito sabe que acolitará la Misa en la Forma Ordinaria). Lo estupendo, en realidad, fue decir la Misa cada día. ¡Y qué gozo! No tenía enfrente a centenares a quienes causar admiración con mi elocuente homilía. Me encontré siendo genuina y profundamente sacerdotal, dejando que las compuertas de la Misericordia Divina me inundaran a mí, a todos los vivos y a los difuntos que tenía en mente al momento de las intenciones, y a las intenciones del acólito, y todas las que el Padre Celestial deseara por virtud de la dolorosa Pasión de Su Hijo, que El recibía de mis manos como “sacrificio para la alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia””.
Foto: Monastery Garments
En
vez de concelebrar automáticamente en una reunión del clero -seguía escribiendo-,
prefería ahora asistir “in choro” o desde la nave, haciéndose tiempo para
ofrecer, en alguna otra hora del día, su Misa privada. Esto es, me parece, lo
que piensan y hacen muchos clérigos, especialmente los más jóvenes, a medida
que se dan cuenta de la falaz investigación histórica y la superficial teología
que sirve de base al “renacimiento” de la concelebración, y a medida que
experimentan en su propia vida tanto los abusos a que conduce frecuentemente la
concelebración, como los frutos espirituales de la celebración privada diaria
(1).
Mi corresponsal continuaba:
“El punto que me siento motivado ahora a investigar es el fenómeno del sacerdote no-celebrante presente en la Misa. Dado que, por el sacerdocio de todos los bautizados, toda persona bautizada presente en la Misa ofrece, en cierto modo, el Sacrificio de Cristo en la Cruz, así como también el sacrificio de sí mismo al Padre en unión con Cristo, ¿tiene la concelebración alguna consecuencia especial para los sacerdotes ordenados que están presentes en Misas que no ofrecen ellos en cuanto celebrantes? Para decirlo de otro modo, ¿tiene el sacerdote que concelebra una Misa en la Forma Ordinaria una actividad más eficaz, o goza de un mayor acceso a las gracias sacramentales, que el sacerdote que asiste a la Misa ya sea desde las bancas de la nave, desde el coro, o sirviendo (en la Forma Extraordinaria) en calidad de diácono, subdiácono, sacerdote asistente, ceremoniario, etc.? La cuestión equivale a esto: el sacerdote que meramente asiste a una Misa sin celebrarla, ¿participa en ella de un modo cualitativamente diferente del caso del laico?”
Mi corresponsal continuaba:
“El punto que me siento motivado ahora a investigar es el fenómeno del sacerdote no-celebrante presente en la Misa. Dado que, por el sacerdocio de todos los bautizados, toda persona bautizada presente en la Misa ofrece, en cierto modo, el Sacrificio de Cristo en la Cruz, así como también el sacrificio de sí mismo al Padre en unión con Cristo, ¿tiene la concelebración alguna consecuencia especial para los sacerdotes ordenados que están presentes en Misas que no ofrecen ellos en cuanto celebrantes? Para decirlo de otro modo, ¿tiene el sacerdote que concelebra una Misa en la Forma Ordinaria una actividad más eficaz, o goza de un mayor acceso a las gracias sacramentales, que el sacerdote que asiste a la Misa ya sea desde las bancas de la nave, desde el coro, o sirviendo (en la Forma Extraordinaria) en calidad de diácono, subdiácono, sacerdote asistente, ceremoniario, etc.? La cuestión equivale a esto: el sacerdote que meramente asiste a una Misa sin celebrarla, ¿participa en ella de un modo cualitativamente diferente del caso del laico?”
Foto: Father Z.'s Blog
Mi
respuesta fue en el tenor de las siguientes líneas:
Creo
que es verdad que el sacerdote está llamado al altar de Dios todos los días, si
es posible, para representar a Cristo como Sumo Sacerdote y actuar por Él, y
para ofrecer el Santo Sacrificio, por sí y por los fieles. Obviamente, no hay
nada malo en la concelebración misma, y hay muchas ocasiones en que parece ser
lo adecuado, pero transformarla en una práctica general u normativa
constituye, ciertamente, una desviación respecto del desarrollo orgánico de la
Iglesia Romana, y me alegra que haya muchos que estén repensando el punto y
redescubriendo cómo un sacerdote puede, con fruto, orar en hábito coral (aunque
sin sustituir con ello la celebración de su Misa diaria).
La
concelebración es una forma de ejercicio del ministerio sacerdotal diferente de
la oración en hábito coral, ya que esta última forma de participación en el Sacrificio no es, en esencia, diferente de la de un laico, que se une
espiritualmente con el sacerdote que está efectivamente ofreciendo en el altar,
uniéndose de esta manera con Cristo. El sacerdote es ordenado para ofrecer el
sacrificio “in persona Christi”, pero cuando asiste a una Misa no en calidad de
oferente, no ejerce este poder específico, que se manifiesta y actualiza en la
consagración.
Obispo asiste a Misa en coro
Foto: Catholicozarks
Participar
como diácono, por otro lado, es una forma específica de participar en la
liturgia, que no se puede reducir simplemente al nivel de la participación de
un laico, ni tampoco considerarse equivalente a la del sacerdote. El caso del subdiácono es especial, porque un
laico puede, excepcionalmente, participar como un “falso subdiácono” (2) [Nota de la Redacción: sobre la práctica de los subdiáconos "sustitutos", llamados habitualmente "falsos subdiáconos", existen pronunciamientos particulares relativamente recientes de la PCED, referidos a quiénes pueden ejercer dicho ministerio. Para mayor información puede verse aquí], y porque, además, el estatuto del
subdiaconado causa perplejidad en esta época, en la que nos encontramos a medio camino
entre el mundo de la Forma Ordinaria (en que ese ministerio ya no existe) y el
de la Forma Extraordinaria (donde sí existe, sin duda). Se trata de una cuestión,
entre otras muchas, que habrá que solucionar en el futuro.
De modo que, abreviando, yo diría lo siguiente:
(1) El sacerdote que ofrece la Misa (ya sea como celebrante o como concelebrante) lleva a cabo algo que es único, que no tiene comparación con ningún otro ministerio.
(2) El
sacerdote que toma parte en la Misa como diácono o subdiácono -o los diáconos y
subdiáconos propiamente tales- participa de un modo subordinado al del
sacerdote, pero aún así, lo hace en el ejercicio de órdenes mayores o menores
que le son propias, en las cuales no tiene parte el laicado.
(3) El
sacerdote que asiste a la Misa “in choro” participa en ella tal como lo hace el
laicado, pero con ciertas marcas exteriores de honor, como casulla, sobrepelliz
y estola, para dar a entender la diferencia de su identidad y su lugar propio
en la comunión jerárquica de la Iglesia.
Esto
es cuanto puedo decir; pero se trata de un asunto de muchas ramificaciones e
implicancias interesantes. En verdad, valoraría los comentarios que pudiera
hacerme cualquier lector que tenga luces sobre el punto, o que pueda teorizar
sobre cualquier otro aspecto de la materia.
Participación jerárquica en el único
Sacrificio
Notas.
(1) Para mayor información sobre la
novedad, absolutamente no-romana, de la concelebración moderna, véase aquí. Para más información sobre sus diferencias con la práctica bizantina,
con la cual es comparada equivocadamente, véase aquí. Para información sobre sus desventajas espirituales,
véase aquí.
(2) Contrariamente a ciertas
informaciones, no hay ningún juicio definitivo de la PCED acerca de que podría no reanudarse nunca más la
antigua costumbre del “falso subdiácono”. Tal costumbre tiene lugar a menudo en las comunidades
Ecclesia Dei, y no muestra señales de encontrarse en retirada. Si se hubiera creído que no
era ni necesaria ni importante, se la podría haber suprimido de manera oficial.
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