Publicamos a continuación la cuarta parte de la conferencia de Christopher Ferrara pronunciada en Santiago de Chile en el marco del II Congreso Summorum Pontificum.
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VIRUS EN EL CUERPO DE CRISTO: UN OBSTÁCULO PARA LA RESTAURACIÓN ECLESIAL (IV)
Christopher Ferrara
I. EL
CONTAGIO DEL “DIÁLOGO”
Consideremos a
continuación el curso que ha tomado el virus del “diálogo” en la Iglesia
postconciliar, que no es menos perturbador para todo católico que tenga algún
sentido de lo que ha sido la enseñanza y la práctica constante de la Iglesia
antes de 1965. No se puede mejorar la descripción que hace Romano Amerio de la
súbita aparición y rápida expansión de esta absoluta novedad a través de la
Iglesia:
La palabra fue completamente desconocida e inusual en la
enseñanza de la Iglesia antes del Concilio. No aparece ni una sola vez con anterioridad al Concilio ni en encíclicas
papales ni en sermones ni en la práctica pastoral. En los documentos del
Vaticano II figura 28 veces, doce de las cuales están en el decreto Unitatis Redintegratio. Sin embargo,
debido a su fulminante expansión y al enorme ensanchamiento de su significado,
esta palabra, que es muy nueva en la Iglesia católica, se convirtió en la clave que determina el pensamiento
postconciliar y en una categoría “cajón de sastre” en la nueva mentalidad.
No sólo se habla de diálogo ecuménico, de diálogo entre la Iglesia y el mundo,
de diálogo eclesial, sino que, por una inmensa catequesis, se ha atribuído una
estructura dialógica a la teología, la pedagogía, la catequesis, la Trinidad,
la historia de la salvación, las escuelas, las familias, el sacerdocio, los
sacramentos, la redención y a todo lo demás que ha existido en la Iglesia por
siglos, sin que jamás el concepto estuviera en mente alguna, ni existiera la
palabra en el lenguaje[1].
Lo que Amerio
describe es la expansión del virus verbal en el Cuerpo Místico, que, igual que
el ecumenismo, fue inyectado en la Iglesia a través de los documentos del
Vaticano II, es decir, los documentos que reemplazaron a los esquemas
preparatorios, libres de virus y livianamente desechados. El reconocimiento más
impactante de la expansión del virus es posiblemente la declaración del
Arzobispo de Avignon, publicado en L’Osservatore
Romano unos once años después del Concilio: “En el Concilio la Iglesia
empezó de nuevo a amar este mundo
[énfasis en el original], a abrirse a él, a transformarse
en diálogo…”[2].
La Iglesia se abre al mundo; el virus del diálogo entra en la Iglesia; la
Iglesia se transforma entonces en
diálogo. Recordamos aquí el famoso lamento del Papa Pablo de que “la apertura
al mundo se convirtió en una verdadera invasión de la Iglesia por el
pensamiento mundano”[3]. Y
este desarrollo fue alabado por un arzobispo en el propio diario del Papa.
Romano Amerio
Ahora, a
diferencia del “ecumenismo”, que es puro neologismo, la palabra “diálogo” es
una palabra clásica con un significado definido: significa una conversación,
normalmente acerca de un tema. Pero, ¿qué significa exactamente el diálogo en
el contexto de la Iglesia postconciliar? Como lo sugieren los comentarios de
Amerio, se ha convertido en un pseudo-concepto que lo corrompe todo. Como
“ecumenismo”, el término “diálogo” ha alcanzado una extensión tan amplia que ha
perdido todo significado real.
Así lo demuestra
un documento clave del Vaticano sobre el “diálogo” intitulado “Diálogo y Proclamación”
(DP), expedido por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso en
1991. En DP vemos que la noción de “diálogo interreligioso” actúa como una especie
de co-virus con “diálogo”, y que, como “diálogo”, evita ser definida con precisión. De ahí que
DP declare que “El diálogo interreligioso entre cristianos y seguidores de
otras religiones, tal como fue previsto por el Concilio Vaticano II, está comenzando a ser comprendido sólo de
modo gradual”[4].
Es decir, ¡desde el Vaticano II la Iglesia
católica ha estado asiduamente comprometida en una actividad que no
comprende! El Consejo Pontificio admite, así, que la expresión “diálogo
interreligioso” es en gran medida incomprensible.
Aunque el
documento no hace esfuerzo alguno por definir ya sea “diálogo” o “diálogo
interreligioso”, sí nos informa que hay diferentes formas de diálogo: “diálogo de la vida”, “diálogo de la acción”,
“diálogo del intercambio teológico”, “diálogo de la experiencia religiosa”[5].
En otras palabras, como hemos dicho, “diálogo”, como “ecumenismo”, no es una
doctrina sino una cosa –un conjunto de actividades- que, como el ecumenismo, se
dice ahora que permea no sólo toda la vida de la Iglesia sino toda la existencia humana.
Imagen del primer "Video del Papa" del Año de la Misericordia
De acuerdo con
esto, el documento anuncia que “Todos los cristianos están llamados a
involucrarse personalmente en ambos modos
de realizar la única misión de la Iglesia, es decir, proclamación y diálogo”[6].
¡Después de 1961 años de historia de la Iglesia, se nos informa por primera vez
que Nuestro Señor no encomendó a la Iglesia simplemente proclamar el Evangelio
y hacer discípulos en todas las naciones, sino también “dialogar” con otras
religiones, “actividad que está comenzando a ser comprendida sólo de modo
gradual”!
Puesto que el
“diálogo” se ha convertido súbitamente en parte de su encargo divino, DP
recomienda que “haya cursos especiales y sesiones de estudio para entrenar a la
gente tanto en el diálogo como en la proclamación”. Pero, ¿cómo se entrena para
el diálogo interreligioso si la misma Iglesia está comenzando sólo gradualmente
a comprenderlo? Ni siquiera se sugiere una respuesta. DP informa además que la
Iglesia Católica “está invitada por el Espíritu a alentar a todas las
instituciones religiosas a encontrarse, a comenzar a colaborar, y a purificarse
para poder promover la verdad y la vida, la
santidad, la justicia, el amor y la paz…”. No hay aquí la más mínima
sugerencia de que la misión de la Iglesia es lograr conversos a la verdadera
religión a fin de salvar almas. Más bien, se presenta a la Iglesia como
colaboradora de otras religiones para que las otras religiones se hagan más
santas y promuevan la paz y la justicia a través del “diálogo interreligioso”,
que la Iglesia está sólo gradualmente comenzando a entender. Este tema ha
continuado sin interrupción durante el actual Pontificado.
DP sí reconoce
que, a pesar de la obligación, recién descubierta, de la Iglesia de entrar en
diálogo interreligioso, “es útil puntualizar una vez más que proclamar el
nombre de Jesús e invitar a las gentes a convertirse en sus discípulos es un
deber sagrado e importante que la Iglesia no puede descuidar. La Evangelización
quedaría incompleta sin él…”[7].
Es más bien curioso dar, al imperativo proferido por el mismo Cristo, la
formulación de que la evangelización quedaría “incompleta” sin una “invitación”
a hacerse discípulo de Cristo: “el que crea y se bautice, se salvará: el que no
crea, se condenará”. También es curioso que el documento ni siquiera sugiere
que la “invitación” a hacerse discípulo de Cristo implica hacerse formalmente
miembro de la Iglesia católica romana. Uno de los indicios de los virus del
ecumenismo y del diálogo es que las palabras “Iglesia católica” han
desaparecido casi completamente de los pronunciamientos del Vaticano
postconciliar. En línea con estos asombrosos desarrollos, DP omite mencionar,
siquiera una vez, a la Iglesia católica.
Cualquier no-católico que lea DP no
tendrá ni la menor idea de que la proclamación del Evangelio tiene que ver con
que la gente se haga parte de la Iglesia que Cristo fundó para la salvación de
las almas.
De hecho, el
propósito mismo del “diálogo” y del “diálogo interreligioso” es evitar dar, al
interlocutor no-católico, la idea de que únicamente la Iglesia católica habla
con autoridad de su divino fundador y de que está en posesión de la totalidad
de Su revelación al hombre. Por ejemplo, al presentar la Instrucción vaticana sobre el “diálogo” en 1968, el Cardenal König
declaró a la prensa: “El diálogo pone a los participantes en pie de igualdad. No se considera al católico como en posesión
de toda la verdad, sino como a alguien que tiene fe y busca la verdad con otros, tanto creyentes como no creyentes”[8].
Haciendo una comparación entre los terroristas islámicos y los católicos
“fundamentalistas”, Francisco tocó precisamente este tema: “Nosotros, los
católicos, tenemos algunos –no algunos, muchos- que proclaman tener la verdad
absoluta y andan por ahí ensuciando a los demás con calumnias, con
difamaciones, y obran mal, obran mal”[9].
El Papa Juan Pablo II junto a líderes de otras religiones en el Encuentro de Asís de 1986
Sin duda el
punto culminante de la fiebre causada por el virus del diálogo fue el Día
Mundial de la Oración por la Paz en Asís, en octubre de 1986. En la plaza
frente a la Basílica de San Francisco de Asís, los “representantes de las
grandes religiones del mundo” fueron, uno a uno, rezando sus oraciones por la
paz. Estas “oraciones” incluyeron la cantilena de los chamanes de los indios
americanos. El Papa se fotografió haciendo la fila de los “líderes religiosos”,
que incluía rabíes, muftíes, monjes budistas y una variedad de ministros
protestantes, todos sosteniendo matas de olivo en maceteros. La publicación
oficial del Vaticano sobre el Día Mundial de la Oración por la Paz en Asís, con
el título de “Día Mundial de la Oración por la Paz”, rinde homenaje a las
“grandes religiones del mundo” destacando sus rezos, que incluyeron una oración
animista al Gran Dedo Pulgar[10].
Las “grandes religiones del mundo” son homenajeadas por el Vaticano en orden
alfabético: oración budista por la paz; oración hindú por la paz; oracion jainista
por la paz; oración musulmana por la paz; oración shintoísta por la paz;
oración sikh por la paz; oración africana tradicional por la paz (oración al
“Gran Dedo Pulgar”); oración por la paz amerindia tradicional; oración
zoroástrica por la paz. Como una señal deslumbrante del resultado final del
ecumenismo y el diálogo en la Iglesia, la única oración que no se incluye en el
libro oficial es la oración Católica
por la paz. Hay sólo una oración cristiana por la paz, que aparece después de
las oraciones de las “grandes religiones del mundo” –y después de la oración
judía. Se subsumió al catolicismo en una cristiandad genérica.
Al comienzo de esta
lista de oraciones de las religiones mundiales, hay una notable declaración del
Cardenal Roger Etchegaray, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo
Interreligioso. Según Etchegaray, “Cada una de las religiones que profesamos
tiene, como una de sus metas, la paz interior, y la paz entre los individuos y
naciones. Cada una persigue este objetivo según su modo propio e irreemplazable”[11].
Parece difícil encajar la noción de que hay algo “irreemplazable” en las falsas
religiones con la enseñanza católica de
fide de que la revelación de Dios a su Iglesia es completa y autosuficiente
para las necesidades espirituales del hombre. Nuestro Señor vino –así se enseñó
siempre a los católicos- precisamente para reemplazar
las falsas religiones con Su religión, hasta el punto de que incluso el Antiguo
Testamento es sustituído por voluntad divina. Aun así, los miembros de todas
las “grandes religiones del mundo” fueron invitados a Asís y se les pidió sus
oraciones “irreemplazables” por la paz mundial –las “irreemplazables” oraciones
de los falsos pastores que predican el aborto, la contracepción, el divorcio,
la poligamia, el tratamiento de las mujeres como perros, la reencarnación de
los seres humanos en animales, la guerra santa contra los infieles cristianos e
incontables otras mentiras, supersticiones y abominaciones a los ojos de Dios.
Diez años
después del “Día Mundial de la Oración por la Paz”, el Cardenal Etchegaray dijo
algo que sería increíble si no hubiera aparecido en el sitio web del propio
Vaticano: “El espíritu de Asís planea sobre las aguas burbujeantes de las
religiones y ya crea maravillas de diálogo
fraternal… ¡Espíritu de Asís, ven a nosotros!”[12].
¿Qué es, precisamente, el “Espíritu de Asís”? ¿Qué ha producido en el mundo el
“espíritu de Asís” para que los católicos debieran pedir que descienda sobre
ellos? Cuando un Cardenal de la Santa Sede públicamente se entusiasma con un
novel espíritu que planea sobre las burbujeantes aguas de las falsas
religiones, invoca a este novel espíritu para que descienda sobre los fieles y
alaba a las falsas religiones como “irreemplazables”, instintivamente los
católicos con el más mínimo sentido de la Tradición se yerguen y se oponen.
Monjes trapistas de Tibhirine (Algeria) martirizados por islamistas en 1996
El “Espíritu de
Asís”, como el ecumenismo y el diálogo, no ha producido nada sino más de sí
mismo –al estilo de los virus-. Los acontecimientos del 11 de septiembre de
2001 son una burla al “Espíritu de Asís”, cosa que no hay para qué analizar
aquí; ya han sido impresos a fuego en la memoria del mundo. Baste decir que, en
los años siguientes al Día Mundial de Oración por la Paz de 1986 (repetido en
1993, 1999 y 2002), los militantes musulmanes se han dedicado a asesinar, violar,
esclavizar y despojar a decenas de miles de cristianos en varias naciones. En
India, los fundamentalistas hindúes han torturado y matado sacerdotes y monjas
de forma rutinaria desde que los “representantes de las grandes religiones del
mundo” sostuvieron en sus manos los olivos en maceteros para ser fotografiados.
Cuando el gobierno nacionalista hindú de la India hizo estallar tres bombas
atómicas subterráneas en 1998, la gente en Nueva Delhi bailaba en las calles,
gritando alabanzas a sus dioses hindúes[13]
-incluído Shiva, el Destructor. Quizá las alabanzas hindúes fueron dirigidas a
la mujer de Shiva, Kali, la diosa de la muerte y la destrucción. Shiva es un
ídolo muy popular en algunas partes de la India, donde la gente le sacrifica
cabras. ¿Irreemplazable?
[1] La opinión de Amerio tiene un peso considerable, ya que fue perito
en el Vaticano II, consejero del obispo de Lugano, y miembro de la Comisión
Central Preparatoria del Concilio. Estuvo, pues, en íntimo contacto con el
proceso por el que se creó los documentos del Concilio.
[2] L’Osservatore Romano, edición italiana, 3
de septiembre de 1976: “La Chiesa, al Concilio, ha ricominciato ad amare questo mondo, aprirsi ad esso, e farsi
‘dialogo’…” (énfasis en el original).
[3] Discurso de 23 de noviembre de 1973.
[4] Diálogo y Proclamación (1991), n. 4b.
[5] Ibid., n. 42.
[6] Ibid., n. 82.
[7] Ibid., n. 76.
[8] Amerio, Iota Unum, p. 355, citando a I.C.I., n. 322, de 15 de
octubre de 1968, p. 20.
[9] “Noi cattolici ne abbiamo alcuni, non
alcuni, tanti, che credono di avere la verità assoluta e vanno avanti sporcando
gli altri con la calunnia, con la diffamazione, e fanno male, fanno male”. Conferenza Stampa del Santo Padre durante el vuelo de regreso de la
República Centroafricana, 30 de noviembre, 2015, @vatican.va.
[10] Asís: Día Mundial de la Oración por la Paz, publicación del
Comisión Pontificia Justicia y Paz (1987), pp. 39, 49.
[11] Ibid., p. 39, 49.
[12] Card. Roger Etchegaray, “The Spirit
of Assissi”, @vatican.va.
[13] New York Times, 17 de mayo de 1998.
[14] EWTN y los demás medios católicos importantes no mostraron imágenes
de los sacrilegios que se cometieron en esas estancias, aunque las imágenes
fueron transmitidas, sin censura, por la televisión italiana, tal como el Vaticano
quería que se hiciese. Quien quiera que haya seguido la cobertura de EWTN de
aquel acontecimiento, no llegó a tener idea de lo que el propio aparato
vaticano estaba orgulloso de exhibir a todos. ¿Por qué ocultar la información,
si no hay en ella nada malo?
[15] “Musulmanes aterrados llenan los campos de refugiados en India”,
CNN.com, 12 de marzo de 2002; “Las tácticas de Israel provocan un feroz
desacuerdo en el gabinete y censuras en el extranjero”, New York Times, 14 de marzo de 2002, p. A15.
[16] “Oración por la paz de Israelitas y Palestinos el domingo en los
jardines vaticanos”, 6 de junio de 2014, lastampa.it
[17] Cf. comentario en
http://www.dici.org/en/news/reactions-to-the-israeli-palestinian-prayer-in-the-vatican-gardens/.
[18] Cf. “Israel-Gaza Conflict of 2014:
50-day War by Numbers,” August 27, 2014 @ independent.co.uk/
[19] L’Osservatore Romano, 28 de mayo de
1998, p. 11.
[20] Warren H.
Carroll, The Cleaving of Christendom,
Vol. IV (Front Royal, Virginia: Christendom Press, 2000), p. 355.
[21] Ibid., p. 356.
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