La liturgia hispánica o visigótica es la liturgia que se consolidó en torno al siglo VI en la península ibérica, en el Reino visigodo de Toledo, y que fue practicada en los territorios hispánicos hasta el siglo XI, tanto en áreas bajo dominio cristiano como musulmán. Se conoce también como rito mozárabe, aunque esta expresión indica al mismo tiempo la población hispánica que, consentida por el derecho islámico como tributaria, vivió en la España musulmana hasta fines del siglo XI conservando su religión cristiana e incluso su organización eclesiástica y judicial, y también la lengua romance, heredera del latín vulgar visigótico, con elementos del árabe, que hablaban cristianos y musulmanes en la España islámica.
Historia de la liturgia hispánica
La organización de una historia de la liturgia hispánica es muy difícil, debido a que la mayoría de las fuentes literarias pertenecen, las más antiguas, a los siglos VII y VIII, aunque la mayor parte del repertorio utilizado en Hispania y la Galia Narbonense se nos ha transmitido en códices procedentes de los siglos VIII al XII, con un importante número de copias realizadas en los talleres toledanos ya en el siglo XIV, con la consecuente pérdida de fidelidad a las notaciones musicales, que los copistas ya no conocían. Se sabe poco sobre el origen y la formación de la liturgia hispánica y sobre el canto asociado a ella. Obviamente, el origen se halla en relación con la expansión del cristianismo en la península ibérica durante los primeros siglos de nuestra era. Las provincias de Hispania figuran entre las que más pronto fueron cristianizadas en la parte occidental del Imperio romano.
Tras la caída del Imperio romano de Occidente (476) y con la instauración en Hispania de los invasores germánicos en reinos que se convierten al cristianismo (el reino suevo en el siglo V y el reino visigodo en el siglo VI), se consolida la unidad y especificidad de la Iglesia hispana, aferrada a la tradición latina y en continua lucha con el priscilianismo, el arrianismo y el paganismo de la élite dirigente y el pueblo. En el resto de la península la iglesia vivía al margen del Estado y en penuria debido al arrianismo de los visigodos, que se convierten al catolicismo junto con el rey Recaredo y su corte en el año 587 durante el III Concilio de Toledo.
La fortaleza de la Iglesia hispana se ve reflejada tanto en su actividad conciliar (se celebraron catorce concilios nacionales en Toledo, más numerosísimos provinciales) como en la cantidad de eruditos eclesiásticos. La fijación y la riqueza de la liturgia hispánica queda reflejada en los cánones conciliares y en los escritos eclesiásticos, y la organización de los distintos cantos se asume en los diversos misales, códices litúrgicos y reglas monásticas. En este período cristaliza también la influencia de otras liturgias cristianas: de la ambrosiana se recoge el Himno; se incorporan tradiciones de la liturgia romana, como la Schola; y las melodías melismáticas de origen oriental se multiplican por la presencia bizantina, de más de cien años, en la costa oriental de la península.
Fachada principal de la catedral de Toledo. La cúpula de la derecha corresponde a la capilla mozárabe del Corpus Christi, destinada por el Cardenal Cisneros al culto hispano-mozárabe
(Foto: Wikimedia Commons)
Tras la conquista musulmana de la península ibérica en 711, la vitalidad y originalidad de la liturgia hispánica se ve extrañamente salvaguardada, tanto en los núcleos cristianos que quedan aislados al norte, como en las comunidades cristianas que permanecen bajo dominio musulmán. Pronto, las marcas pirenaicas fueron abandonando la liturgia hispánica, con la implantación ya en el siglo IX del rito romano en muchas de sus iglesias. Este fenómeno no ocurrió en el resto de los núcleos cristianos, fundamentalmente Navarra y Asturias, que mantuvieron como seña de identidad la herencia visigoda y son reacios a asimilar el rito romano. La progresiva presión sobre la población cristiana en los territorios de ocupación musulmana provoca un creciente movimiento migratorio hacia la parte septentrional de la península. El traslado de esta población y la creación de nuevos asentamientos mozárabes en zona cristiana dan origen a dos tradiciones litúrgicas que evolucionan de manera diferente, y una tercera centrada en los monasterios hispánicos:
(a) La tradición toledana, más conservadora, en territorio musulmán. Su centro original fue, seguramente, Sevilla. Posteriormente, tras la emigración de mozárabes al norte, se desarrolla en diversas localizaciones, principalmente en el reino de León.
(b) La tradición castellano-leonesa, con importantes centros en los principales monasterios mesetarios: Frómista, Silos, Sahagún; y en catedrales como León, Oviedo, Pamplona y Burgos.
(c) A estas dos tradiciones litúrgicas se suma una tercera, la tradición riojana, centrada, sobre todo, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, y que surge del «pacto monástico» establecido por los diversos grupos de monjes mozárabes que se asientan por esas tierras tras emigrar de territorio musulmán.
San Millán de la Cogolla en la actualidad
(Foto: Wikimedia Commons)
A mediados del siglo XI, el rito hispánico comienza a ser suplantado por el rito romano. La situación se vuelve muy desfavorable para el rito hispánico bajo el reinado de Alfonso VI de León y Castilla (1039-1107). En 1080 declaró oficialmente la abolición de la liturgia hispánica y su substitución por la romana. El apego de la parte femenina de la familia real leonesa a este rito hizo que la Real Basílica de San Isidoro de León conservara el privilegio de seguir celebrando algunas ceremonias a la antigua usanza. Sin embargo, durante la conquista de Toledo (1085), vuelve a plantearse la pervivencia del rito hispánico, ya que la población mozárabe de la ciudad se negaba a abandonarlo, incluso narrando algunas crónicas juicios de ordalía que enfrentaron al rito romano y al hispánico, para decidir cuál prevalecería. Cualquiera sea el caso, acabó imponiéndose el rito romano, pero, como concesión en el pacto de conquista, seis parroquias toledanas obtuvieron permiso para conservar la antigua liturgia. El rito hispánico se mantuvo, a partir de esta fecha, sólo en las comunidades cristianas bajo dominio musulmán (los llamados mozárabes), aunque en progresiva decadencia.
Durante el resto del proceso conquistador, tanto castellano como aragonés, una de las cláusulas siempre presentes en los pactos de tregua o rendición era la renuncia del clero y del pueblo mozárabe al uso de la liturgia visigótica, por lo que los usos antiguos van desapareciendo cuando los diversos territorios son reincorporados a los reinos cristianos. Solo hubo una salvedad en la ciudad de Córdoba, reconquistada en el siglo XIII, pero la emigración de los mozárabes hacia el norte y la repoblación subsiguiente con pobladores castellanos hicieron que no perviviera más de cincuenta años.
Durante el resto del proceso conquistador, tanto castellano como aragonés, una de las cláusulas siempre presentes en los pactos de tregua o rendición era la renuncia del clero y del pueblo mozárabe al uso de la liturgia visigótica, por lo que los usos antiguos van desapareciendo cuando los diversos territorios son reincorporados a los reinos cristianos. Solo hubo una salvedad en la ciudad de Córdoba, reconquistada en el siglo XIII, pero la emigración de los mozárabes hacia el norte y la repoblación subsiguiente con pobladores castellanos hicieron que no perviviera más de cincuenta años.
Con todo ello, la liturgia fue perdiendo aceptación rápidamente y sólo se conservó en la ciudad de Toledo y en la basílica de San Isidoro de León, en condiciones bastante precarias. Así, en pleno proceso reformador de la Iglesia de la Corona de Castilla, con el apoyo de la reina Isabel la Católica (1451-1504), el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), arzobispo de Toledo, advierte la riqueza de la liturgia de los mozárabes y en 1495 crea una capilla en la Catedral de Toledo —la del Corpus Christi— para que se conservase la antigua liturgia, dotándola de renta para su mantenimiento y de sacerdotes del propio cabildo catedralicio (véase aquí los horarios de celebración). También acometió una importante labor de recopilación y ordenación litúrgica —cada parroquia celebraba la Misa y los oficios de manera diferente y la tradición oral que sustentaba el canto se iba perdiendo— y reunió gran cantidad de códices procedentes de todo el reino a partir de los cuales mandó hacer una reconstrucción de los textos y un estudio de los recursos litúrgicos, que culminó en la impresión de un nuevo misal y de un breviario. En ellos se transcribieron las melodías que aún se conservaban a la notación cuadrada, de suerte que los antiguos textos que había sobrevivido permitieron una reconstrucción aproximada de la liturgia tal y como era en la época visigoda, aunque no pudo hacerse lo mismo con el canto.
Retrato del Cardenal Cisneros (copia decimonónica de un original de Juan de Borgoña, Museo del Prado)
(Imagen: Wikipedia Commons)
Se conservan manuscritos de los siglos IX al XI con prácticamente todo el canto mozárabe o hispánico, pero desgraciadamente están escritos en una notación neumática que no indica los intervalos y, por tanto, no puede leerse. Sólo 21 de la gran cantidad de cantos conservados pueden leerse, al encontrarse transcritos en la notación aquitana de un manuscrito más tardío del siglo XII. De ahí que ni siquiera las melodías restauradas por el cardenal Cisneros sean realmente auténticas, a excepción de algunos recitativos conservados por vía oral.
En el siglo XVIII, el cardenal Francisco Antonio de Lorenzana (1722-1804), al haberse agotado los misales de la reforma de Cisneros, hizo una nueva edición, cuidada y anotada, sin pretender la modificación del texto en el cuerpo del Misal.
Edición de 1755 del llamado Missale mixtum mozárabe
(Foto: New Liturgical Movement)
Pero no es hasta el siglo XX, y con la excusa de adaptar el rito hispánico a los planteamientos de la Constitución apostólica sobre la sagrada liturgia del Concilio Vaticano II, cuando se aborda una nueva revisión del Misal, que ya no sólo pretendía mantener al día la celebración en Toledo, sino restaurar la pureza primitiva de los textos y del orden de celebración, expurgando los elementos romanizantes introducidos al rito a lo largo de los siglos y, en especial, con ocasión de la reforma de Cisneros. San Juan Pablo II amplía los permisos para el uso de esta liturgia a cualquier lugar de España, donde la devoción o el interés histórico-litúrgico lo requirieran.
La revisión fue promovida por el Cardenal Primado de España, Marcelo González Martín (1918-2004), en su doble calidad de arzobispo de Toledo y de presidente de la Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal. Se nombró una comisión de expertos sacerdotes toledanos y de otras diócesis, así como de congregaciones religiosas, que en un trabajo de nueve años, consultando archivos y bibliotecas, manuscritos y códices publicados, lograron restituir el Misal Hispánico a su auténtica y genuina pureza, eliminando las adherencias romanizantes que se habían agregado a través de los siglos e incorporando lo que se había perdido en leccionarios, fiestas de algunos santos, etcétera. En 1992 fue presentado el primer volumen del Nuevo Misal Hispano-Mozárabe al papa Juan Pablo II, quien celebró la Santa Misa en este rito, el 28 de mayo de 1992, solemnidad de la Ascensión del Señor, convirtiéndose en el primer papa que lo utilizaba en Roma.
S.E.R. Mons. Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España, celebra una Misa mozárabe en el altar mayor de la catedral de Toledo con ocasión de la fiesta de San Ildefonso (23 de enero de 2012)
(Foto: New Liturgical Movement)
Estructuras litúrgicas - La Misa hispánica
Las diversas tradiciones litúrgicas hispánicas (la castellano-leonesa, la toledana y la riojana) son perceptibles en el orden de los elementos litúrgicos dentro de sus estructuras, más que en su esquema general. Esto quiere decir que la Liturgia hispánica, pese a sus diversas manifestaciones regionales, mantiene una fuerte unidad estructural, comparable a la del rito romano. De todas maneras, esta variedad dentro de la diversidad no es evidente, ya que los diversos manuscritos nos transmiten sólo las piezas que se creen necesarias, omitiendo las que se cantan todos los días (únicamente conocidas gracias a la tradición oral toledana, recogida en la reforma de Cisneros) y los recitativos. Además, aunque el corpus litúrgico tiene un carácter cerrado, en la mayoría de los lugares se mantienen costumbres devocionales propias, que fueron reflejadas por los copistas.
Podemos distinguir claramente, en primer lugar, la Misa, universal e idéntica para todas las iglesias y monasterios, y el oficio divino, rezo particular y distintivo para cada iglesia episcopal —ordo cathedralis— y cada monasterio —ordo monasticus—. Noticias sobre el Oficio Divino mozárabe pueden encontrarse aquí.
En la Misa mozárabe se usan dos libros, el Missale Omnium Offerentium y el misal completo. El Missale Omnium Offerentium contiene lo que en la rito romano se llamaría el Ordinario y el Canon. Puesto que casi toda la Misa varía con el día, este libro contiene una Misa completa (como, por ejemplo, la de Santiago el Mayor) con todos la partes que la forman, fijas o variables, en su orden apropiado. En todos los demás días las variables se leen del Misal completo. Para mayores detalles sobre los libros litúrgicos del rito mozárabe, véase aquí.
Las diversas tradiciones litúrgicas hispánicas (la castellano-leonesa, la toledana y la riojana) son perceptibles en el orden de los elementos litúrgicos dentro de sus estructuras, más que en su esquema general. Esto quiere decir que la Liturgia hispánica, pese a sus diversas manifestaciones regionales, mantiene una fuerte unidad estructural, comparable a la del rito romano. De todas maneras, esta variedad dentro de la diversidad no es evidente, ya que los diversos manuscritos nos transmiten sólo las piezas que se creen necesarias, omitiendo las que se cantan todos los días (únicamente conocidas gracias a la tradición oral toledana, recogida en la reforma de Cisneros) y los recitativos. Además, aunque el corpus litúrgico tiene un carácter cerrado, en la mayoría de los lugares se mantienen costumbres devocionales propias, que fueron reflejadas por los copistas.
Podemos distinguir claramente, en primer lugar, la Misa, universal e idéntica para todas las iglesias y monasterios, y el oficio divino, rezo particular y distintivo para cada iglesia episcopal —ordo cathedralis— y cada monasterio —ordo monasticus—. Noticias sobre el Oficio Divino mozárabe pueden encontrarse aquí.
En la Misa mozárabe se usan dos libros, el Missale Omnium Offerentium y el misal completo. El Missale Omnium Offerentium contiene lo que en la rito romano se llamaría el Ordinario y el Canon. Puesto que casi toda la Misa varía con el día, este libro contiene una Misa completa (como, por ejemplo, la de Santiago el Mayor) con todos la partes que la forman, fijas o variables, en su orden apropiado. En todos los demás días las variables se leen del Misal completo. Para mayores detalles sobre los libros litúrgicos del rito mozárabe, véase aquí.
Edición del Omnium Offerentium
(Foto: New Liturgical Movement)
La Santa Misa, como en el resto de los ritos cristianos, consta de dos partes: la Misa de los catecúmenos, hoy llamada habitualmente Liturgia de la Palabra (compuesta por lecturas y cantos) y la Misa de los Fieles, hoy conocida como Liturgia eucarística (compuesta por oraciones y ritos). El esquema primigenio, y que más o menos ha mantenido la reforma del rito que se hizo bajo el patrocinio de Cisneros, es el que sigue a continuación. No se pretende ofrecer aquí un examen pormenorizado del rito, sino meramente familiarizar a nuestros lectores con el esquema básico de la liturgia mozárabe según ésta era celebrada hasta el Concilio Vaticano II, destacando donde corresponda algunas de sus particularidades en comparación con el rito romano, así como algunas diferencias entre el rito primitivo y aquel posterior a la reforma de Cisneros.
S.E.R. Mons. Braulio Rodríguez Plaza celebra Misa mozárabe en el Real Colegio de España (Bolonia, Italia)
(Foto: New Liturgical Movement)
I. Misa de los catecúmenos.
- Oraciones al pie del altar y demás ritos introductorios. Las oraciones al pie del altar con toda probabilidad no son de origen mozárabe y fueron introducidas como un elemento romanizante añadido. En la reforma del Cisneros fueron incorporadas en una formulación similar al rito romano, con algunas variantes en el texto, sirviendo probablemente de modelo los misales del uso romano toledano medieval. El Confíteor difiere de la forma romana y hay versículos y
respuestas antes de él, luego de lo cual sigue el Aufer a nobis, en una forma más larga que la
romana. Cuando el sacerdote sube al altar, besa éste diciendo el In nomine, y procede a la salutación de la cruz, lo que probablemente también está tomado del uso toledano (romano) medieval. Siguen otras oraciones y, según varias fuentes, en este momento tenía originalmente lugar la preparación del cáliz, de modo similar a la Misa rezada en el rito dominicano (según algunos estudiosos del rito mozárabe, en la Misa solemne la preparación del cáliz tenía lugar originalmente en un momento posterior, durante la Epístola, mientras otros consideran que la rúbrica en este sentido no era considerada y la preparación se hacía invariablemente al comienzo de la Misa).
-Antiphona ad prelegendum. Es una antífona de carácter neumático o medianamente adornada, que corresponde al introito del rito romano o la ingressa del rito ambrosiano.
-Gloria. De la antiphona ad prelegendum se pasa directamente al Gloria y no al Kyrie, como es el caso en el rito romano. El Gloria es con toda probabilidad un añadido romanizante y, según algunos estudiosos, reemplazó probablemente al Trisagion bizantino (Graecum).
-Oración colecta.
-Lectura de las profecías del Antiguo Testamento. Durante la Cuaresma se hacen dos lecturas del Antiguo Testamento, las cuales se sustituyen durante el Tiempo pascual por perícopas del Apocalipsis.
-Antiphona ad prelegendum. Es una antífona de carácter neumático o medianamente adornada, que corresponde al introito del rito romano o la ingressa del rito ambrosiano.
-Gloria. De la antiphona ad prelegendum se pasa directamente al Gloria y no al Kyrie, como es el caso en el rito romano. El Gloria es con toda probabilidad un añadido romanizante y, según algunos estudiosos, reemplazó probablemente al Trisagion bizantino (Graecum).
-Oración colecta.
-Lectura de las profecías del Antiguo Testamento. Durante la Cuaresma se hacen dos lecturas del Antiguo Testamento, las cuales se sustituyen durante el Tiempo pascual por perícopas del Apocalipsis.
Profecía de la Fiesta de la Natividad, Missale Gothicum (1804)
-Benedictiones. Se interpreta en las Misas solemnes y en las fiestas de los mártires.
Suele estar construido en forma salmodial, aunque muy adornado y su
texto hace referencia al Trium puerorum del Libro de Daniel, que el Misal romano señala como una oración del sacerdote cuando regresa a la sacristía.
-Psallendum y, en Cuaresma, los Threni o Trenos. El primero corresponde a un salmo responsorial, correspondiente al Gradual de la liturgia romana. Suele ir muy adornado con largos y complicados melismas. En los ejemplos más antiguos el psallendum tiene una estructura responsorial, como lo tiene el gradual primitivo en el canto gregoriano. La estructura melódica sigue una línea modal que comienza con un íncipit a una quinta o cuarta bajo el tenor melódico, sobre el que se silabea el resto del versículo. Si el texto es largo y se divide en varios hemistiquios, aparece una flexa entre ellos, y, al final, una cadencia que vuelve a bajar a la quinta o cuarta inicial. Enseguida, el cantor continúa con el siguiente versículo del
salmo, al que vuelve a responder el pueblo o el coro con el versículo
inicial. Estos versículos cantados en solitario por el cantor o lector son los
que, poco a poco, van adquiriendo adornos: largos melismas para el
lucimiento del intérprete, que se desarrollan sobre las sílabas largas. Ya en época mozárabe, el psallendum es cantado seguido por cantor y coro, sin respuesta del pueblo, perdiendo así su estructura responsorial. Los trenos, por su parte, se corresponden en gran medida con el Tracto de los libros litúrgicos romanos. Un ejemplo del Psallendum, correspondiente a la Fiesta de la Invención de la Santa Cruz, puede escucharse aquí.
-Clamores. Se cantaban hasta el siglo XVI después del Psallendum en algunas solemnidades, formando un todo con él. Constaba de una primera sección que concluía con la aclamación Deo gratias y un versículo. Después se repetía el estribillo del Psallendum. No fueron recogidos por la reforma del Cardenal Cisneros.
-Epístola. Antes de leer la Epístola, el diácono o el sacerdote proclamaba "Silentium facite", un llamado a guardar silencio, e inmediatamente después se leía la epístola. A la lectura de la Epístola, a diferencia del rito romano, sigue directamente el Evangelio .
-Evangelio. Se usan velas e incienso, "more romanum".
-Laudes vel Alleluia. Se componen de versos del aleluya y de salmos. Se suprime en Cuaresma. Más detalles pueden encontrarse aquí. Un ejemplo puede escucharse aquí.
Para mayores detalles sobre la Misa de los Catecúmenos en el rito en examen, véase aquí.
Hymnus trium puerorum en el Omnium Offerentium, uno de los dos misales del rito mozárabe
(Foto: New Liturgical Movement)
Psallendum de la fiesta de la Natividad
(Foto: New Liturgical Movement)
-Epístola. Antes de leer la Epístola, el diácono o el sacerdote proclamaba "Silentium facite", un llamado a guardar silencio, e inmediatamente después se leía la epístola. A la lectura de la Epístola, a diferencia del rito romano, sigue directamente el Evangelio .
Misa mozárabe en la Basílica de San Pedro (2015). En la procesión del Evangelio, el evangeliario es llevado cubierto por un velo humeral y, luego del Evangelio, es llevado de igual manera para ser besado por el celebrante
(Foto: New Liturgical Movement)
(Foto: New Liturgical Movement)
-Evangelio. Se usan velas e incienso, "more romanum".
-Laudes vel Alleluia. Se componen de versos del aleluya y de salmos. Se suprime en Cuaresma. Más detalles pueden encontrarse aquí. Un ejemplo puede escucharse aquí.
Para mayores detalles sobre la Misa de los Catecúmenos en el rito en examen, véase aquí.
Misa mozárabe en la Basílica de San Pedro (2015). Luego de la inciensación del ofertorio (Sacrificium), los vasos sagrados son cubiertos por un velo hasta la Plegaria eucarística
(Foto: New Liturgical Movement)
II. Misa de los Fieles
-Preces o Preca. Son cantos que sólo se recitaban en la Cuaresma con un carácter penitencial. Tenían forma letánica, a la que se respondía con una pequeña aclamación (habitualmente, miserere nobis).
-Sacrificium. Es variable y se corresponde aproximadamente con el Ofertorio del rito romano. Para detalles de las oraciones del Sacrificium, véase aquí.
-Lavabo.
-Missa. Oración variable.
-Aclamación Agios. Otra particularidad de este rito, proveniente de la liturgia bizantina. No reemplaza al Sanctus. Es seguida de una especie de letanía comprimida.
Agios
(Foto: New Liturgical Movement)
Agios y letanía
(Foto: New Liturgical Movement)
-Alia oratio (oración variable).
-Nomina. Recuerdo de los santos, los difuntos y los oferentes.
-Oración Post nomina.
-Rito de la paz. A diferencia del rito romano, tiene lugar aquí y no luego de la Consagración y antes de la Comunión. Comienza con una oración ad pacem variable.
Oración Ad pacem durante una Misa mozárabe solemne (rito revisado) celebrada en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén (Roma)
-Ad Sanctus. Responsorio que introduce el Sanctus. Sólo se cantaba en grandes solemnidades.
-Aclamación y Sanctus. Levemente distinto de la fórmula romana e incluye al final el agios bizantino. Un ejemplo puede escucharse aquí.
Sanctus
(Foto: New Liturgical Movement)
-Oración Post Sanctus. Variable.
-Rito de la consagración. Contiene numerosas particularidades, las que son examinadas aquí. La fórmula de la consagración tiene pequeñas variantes respecto de aquellas contenidas en el Canon romano, pero en la práctica se empleaba siempre la fórmula romana.
Miza mozárabe solemne (rito revisado) en la Basílica romana de la Santa Cruz en Jerusalén (2016)
-Doxología. Elevación y ostensión de la Hostia.
-Credo. Otra particularidad del rito, pues en el rito romano se recita luego del Evangelio y la homilía. Se cree que en el rito mozárabe probablemente reemplazó la oración más antigua del confractorium. Tiene algunas variantes textuales menores. Además de su ubicación, es propio de este rito el que el sacerdote invite a la recitación del Credo mientras mantiene elevados la Hostia y el Cáliz.
-Fracción del Pan. -Ad confractionem panis. Antífona que se cantaba en el momento de la fracción del pan. Originariamente tenía forma responsorial, pero perdió el verso, quedando el cuerpo del responsorio como una antífona adornada y larga.
-Fracción del Pan. Cabe consignar que la fracción de la Hostia tiene numerosas particularidades (con muchas similaridades con lo prescrito en los misales galicanos y celtas, además de ciertos paralelos con el rito bizantino de la proskomide) y es un rito bastante complejo en comparación con cualquier otro rito todavía existente en la Iglesia occidental (para más detalles, véase aquí).
Imagen de la rúbrica de la fracción de la Hostia en una edición del Misal mozárabe de 1804 (Missale Gothicum), que muestra la disposición en cruz de los fragmentos y del nombre que recibe cada uno, nombres tomados de los misterior de la vida de Nuestro Señor
(Imagen: New Liturgical Movement)
La misma rúbrica se conserva en el Misal mozárabe reformado. En la imagen se ve como los fragmentos comienzan a formar una cruz
(Foto: New Liturgical Movement)
-Pater Noster. A cada versículo los fieles respondían intercaladamente "Amén", excepto "Panem nostrum quotidianum da nobis hodie", cuando la contestación es "Quia Deus es". Existe evidencia de que primigeniamente era rezado conjuntamente por el sacerdote y los fieles, como ocurre hoy en la liturgia romana reformada. Un ejemplo puede escucharse aquí:
-Sancta Sanctis. Proveniente de la liturgia bizantina (también presente en misales galicanos), el sacerdote pronuncia esta oración mientras pone en el cáliz la partícula de la Hostia llamada "Regnum". Durante el tiempo pascual y la octava de Corpus, es reemplazada por otra oración, repetida tres veces por el sacerdote, cada vez en un tono de voz más fuerte, que reza: "Vicit Leo ex tribu Juda, radix David, Alleluia", respondiendo cada vez la schola "Qui sedes super cherubim, radix David, Alleluia".
-Bendición sacerdotal. Variable.
-Canto Ad accedentes. Su texto, que comienza con la antífona "Gustate et videte quam suavis est Dominus", puede leerse aquí y escucharse aquí:
-Comunión. El sacerdote comulga durante el canto del Ad accedentes, consumiendo primero la partícula más grande, llamada "Gloria", seguida de las demás partículas en orden inverso al seguido al momento de la fracción. Antes de ello, recita una oración que también se encuentra en el Uso de Salisbury (Sarum) y que se cree que fue tomada por Cisneros del Misal romano toledano medieval. A la comunión del sacerdote sigue la de los fieles, la que originalmente tenía lugar siempre bajo las dos Especies.
-Canto Repletum o Refecti.
-Oración Completuria. Se corresponde con la Poscomunión del rito romano.
-Despedida. Hay dos formas, una para los días ordinarios ("Missa acta est in nomine D. N. J. C. perficiamus cum pace. R. Deo gratias"), y otra para las fiestas más importantes ("Solemnita completa sunt in nomine D. N. J. C. votum nostrum sit acceptum cum pace. R. Deo gratias"). Sigue después el "Salve Regina” con versículo, responsos y la colecta, "Concede nos famulos tuos etc.", que no es mozárabe, y después la de la bendición "In unitate Sancti Spiritus benedicat vos Pater et Filius".
Como se puede ver, los elementos fijos de la Misa mozárabe son muy pocos. Ellos son: las Preparaciones; generalmente el Gloria; las Oraciones del Ofertorio; los Nomina; la Pax, pero no su oración; el Sursum Corda; el Sanctus; las palabras de la Institución con su oración preliminar; una oración que sigue al Post-Pridie; el Credo; la parte de la Fracción del sacerdote, Conmixtura y Comunión; la Oración del Señor y el Embolismo, pero no su introducción y el Salve Regina y la Bendición.
Las variables que ocupan en tiempo y espacio escrito la mayor parte de la Misa son: El Officium (Introito); la Oratio después del Gloria, la Profecía (lectura del Antiguo Testamento), el Psallendo; la Epístola; el Evangelio; el Lauda; el Sacrificium; Ad Missam Oratio; Alia Oratio; Post Nomina; Ad Pacem; Illatio; Post-Sanctus; Post-Pridie; Antiphona ad Confractionem Panis; Ad Orationem Dominicam; la Bendición; Ad Accedentes; Communio; Poscomunión; despedida. A esto se puede añadir los cantos adicionales de ciertos días.
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Nota de la Redacción: Para la redacción de esta entrada se han tenido especialmente a la vista la serie sobre el rito mozárabe publicada por Shawn Tribe en el sitio New Liturgical Movement (véase aquí, aquí, aquí, aquí y aquí), la traducción castellana de la Enciclopedia Católica disponible aquí, así como la entrada correspondiente de la versión castellana de Wikipedia. También en el sitio de la Catedral de Toledo hay una sección dedicada al rito mozárabe.
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Actualización [17 de abril de 2019]: Según informa el sitio Religión en libertad, en la sesión plenaria de la Conferencia Episcopal Española realizada entre el 1° y el 5 de abril pasado, fue aprobada la creación de una Congregación para el Rito Hispano-Mozárabe, la que contará con unos estatutos propios que serán remitidos a la Congregación para el Culto Divino para su aprobación.
Quizás les interese visitar "La Ermita" (www.hispanomozarabe.es) sitio dedicado en exclusiva al Rito Hispano-mozárabe con abundante material litúrgico.
ResponderBorrarMuchas gracias por su comentario y por el enlace. Un cordial saludo en Jesús y María,
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