Les ofrecemos hoy unas muy provechosas notas de Dom Alcuin Reid que Gregory Di Pippo ha hecho públicas (con permiso de su autor) a propósito del sentido que tiene la participación activa de los fieles en la liturgia. Es sabido que el Concilio Vaticano II puso un énfasis particular en la participación activa, plena y fructuosa de todo el Pueblo de Dios en la celebración eucarística, con la cual se justificó la reforma posterior de todos los ritos sagrados. Sin embargo, la liturgia que resultó de esa reforma no ha contribuido a resaltar el sentido profundo que tiene el misterio redentor que va envuelto en el Santo Sacrificio, destacándose más los aspectos externos (como las respuestas de los fieles o el canto) e, incluso, algunos meramente contingentes (como la elocuencia del sacerdote). El texto que ahora compartimos reitera la advertencia que hacía ya en 2007 el papa Benedicto XVI: "la participación activa deseada por el Concilio se ha de comprender en términos más sustanciales, partiendo de una mayor toma de conciencia del misterio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana" (Exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, núm. 52). En otras palabras, se trata de orar la liturgia, haciéndonos parte con ella de la unión del alma con Dios, dejando de lado lo que es sólo humano.
Como bien dice el autor, Dom Alcuin Reid no necesita presentación porque es una de las voces más autorizadas del mundo tradicional. Conferenciante litúrgico de renombre internacional, es el fundador y prior del Monasterio de San Benito (Monastère Saint-Benoît) situado en la diócesis de Fréjus-Toulon, Francia, del cual dimos referencia en la entrada que publicamos sobre el monasticismo benedictino tradicional. Es asimismo autor del libro The Organic Development of the Liturgy (Ignatius Press, 2005), que fue prologado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger y que ha sido traducido a varios idiomas.
Como bien dice el autor, Dom Alcuin Reid no necesita presentación porque es una de las voces más autorizadas del mundo tradicional. Conferenciante litúrgico de renombre internacional, es el fundador y prior del Monasterio de San Benito (Monastère Saint-Benoît) situado en la diócesis de Fréjus-Toulon, Francia, del cual dimos referencia en la entrada que publicamos sobre el monasticismo benedictino tradicional. Es asimismo autor del libro The Organic Development of the Liturgy (Ignatius Press, 2005), que fue prologado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger y que ha sido traducido a varios idiomas.
El artículo fue publicado en New Liturgical Movement. La traducción pertenece a la Redacción y las imágenes son las que acompañan el artículo original.
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“Orar la liturgia”
Una conferencia de Dom Alcuin Reid
Gregory Di Pippo
Durante el pasado mes de noviembre, la Parroquia
Santo Tomás de Aquino, en College Station, Texas, recibió a Dom Alcuin Reid,
quien no necesita ser presentado a nuestros lectores y quien dio una
conferencia, con el título “Orar la liturgia”, durante un encuentro litúrgico.
La conferencia, junto con las preguntas y respuestas que la siguieron, está disponible en el sitio web de la Red-C Catholic Radio, y puede ser bajada
gratis como archivo mp3. Como se dice al comienzo de la grabación, Dom Alcuin
Reid estuvo en Texas en una campaña para reunir fondos para la comunidad de la
que es Prior, el Monasterio Saint Benoît en La Garde-Freinet, Francia (diócesis
de Fréjus-Toulon), a fin de comprar una propiedad que está a la venta en la
región, y que le vendría muy bien para el futuro monasterio (véase el sitio webde la comunidad para mayores informaciones).
Dom Alcuin Reid
Dom Alcuin Reid tuvo la gentileza de
proporcionarnos un resumen de su conferencia.
La sagrada liturgia no es cualquier tipo de
actividad: tiene, por así decirlo, su propio “lenguaje”. Pero éste no está
compuesto, en primer lugar y sobre todo, por palabras. Una de las paradojas de
nuestro tiempo es que la introducción de las lenguas vernáculas ha producido
como resultado el que miremos los ritos litúrgicos, primeramente, como un texto
hablado e inmediatamente comprensible. La gente ha llegado a esperar que todo
en la liturgia sea tan transparente e inmediato como cualquier otro mensaje o
información con que se tope en los medios impresos o electrónicos o que reciban
en sus propios implementos personales.
Por cierto, los ritos litúrgicos
incluyen palabras, y éstas tienen un significado propio que debiera caer dentro
de los límites de nuestra inteligencia (si están en latín, mediante el uso de
un misal o de su traducción en un folleto). Pero, en nuestra sociedad saturada
de palabras quizá nos hemos olvidado de que la liturgia es, primero que nada,
una acción, no un discurso. La liturgia no es un conjunto de palabras que se
nos lee, o que es leído por nosotros, o junto con nosotros, sino que es, más
bien, un rito, un complejo de acciones, gestos y sonidos que tiene lugar en
determinados lugares. Sí: incluye palabras, pero el uso que la liturgia les da
va más allá de la comunicación eficiente de informaciones o ideas a que estamos
acostumbrados.
Lo que es importante en un rito
litúrgico no es simplemente lo que se dice: lo que resulta crucial es lo que se
hace. Y no tanto lo que hacemos nosotros, no: lo que importa es lo que Dios
Todopoderoso hace. Hay algo que ocurre en la liturgia que no depende de
nosotros, y es en la dinámica de eso que ocurre, de esa acción, donde debemos
entrar. En eso consiste la verdadera participación en la liturgia.
La Santa Misa celebrada durante el encuentro litúrgico
Lo que se realiza en la liturgia lo
realiza Cristo, no nosotros, porque la liturgia es el culto que Cristo ofrece
en su Iglesia por el poder del Espíritu Santo a Dios Padre. Esto no es algo
que, fundamentalmente, hagamos nosotros. Nosotros, ciertamente, por el derecho
que nos da nuestro bautismo, podemos participar en esa ofrenda, y de hecho, es
deber nuestro bautismal hacerlo del mejor modo que podamos y de acuerdo con
nuestra vocación personal. Pero la liturgia es, primero y antes que nada, la
acción de Cristo en el mundo de hoy a través de los ritos de su Iglesia. Debido
a esto y por medio de esto es que nosotros somos capaces de participar en su
acción salvífica, la redención de nuestros pecados que Él nos procuró en la
cruz, y la esperanza de vida eterna que se manifiesta en su gloriosa
resurrección. En resumen, la sagrada liturgia es la acción salvadora de Cristo
en el mundo actual. […]
Comprender que la liturgia es una
acción, no un texto, y de que en realidad es, primariamente y sobre todo, la
acción de Cristo mismo, es crucial si he de participar en cualquier rito
litúrgico, si he de involucrarme consciente y verdaderamente en esa acción, si
he, realmente, de orar la sagrada liturgia. De otro modo, seré un simple
espectador, posiblemente un espectador aburrido, o quizá incluso uno que está
muy entretenido. Pero la liturgia no es un espectáculo o entretención que uno
mira, sino una acción en la que debo involucrarme. Es culto. Y es oración. […]
Por tanto, orar la liturgia, que es
sencillamente la verdadera o real (a veces se la llama “activa”) participación
en ella, no consiste tanto en decir las palabras adecuadas, “tomando parte en
las respuestas” o “uniéndose al canto” (tales cosas son medios, no fines), como
en sumergirme en la acción de la liturgia, perderme en ella, dejándome atrapar
por ella.
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