El siguiente breve artículo ilustra cómo el debate en torno a la “nueva” Misa es un debate sobre una “nueva religión”, surgida de una “nueva” fe, ajena absolutamente a la fe cuyo Depósito la Iglesia ha guardado, con el auxilio divino, durante 20 siglos. El punto álgido es, igual como lo fue en la llamada “reforma” del siglo XVI, el carácter “propiciatorio” y “expiatorio” de la Misa, más que su carácter sacrificial: el propio Thomas Cranmer aceptaba éste; pero no que tuviera una finalidad propiciatoria. No estamos, pues, frente a una cuestión de “sensibilidades”, cosa que ya quedó clara hace bastante tiempo, ni ante una “puesta al día” o aggiornamento de la “presentación” de la fe, sino ante una radical destrucción de la fe revelada a la Iglesia y conservada por la Tradición, y su reemplazo por algo absolutamente diferente, construido con elementos aislados tomados de la fe verdadera y descontextualizados, cuyo verdadero sentido queda entregado a la interpretación arbitraria de las diversas herejías poscristianas. De ahí que ese nuevo rito sea usado como proyectil, incluso por altos sectores de la jerarquía eclesiástica, para herir a los fieles que siguen siendo fieles.
El artículo fue publicado el pasado 11 de febrero por Riposte Catholique y ha sido traducido por la Redacción.
Recomendamos también esta entrada donde reproducimos algunos puntos del Catecismo de San Pío X y del Catecismo de la Iglesia Católica sobre los fines y frutos de la Santa Misa.
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El sacrificio propiciatorio: el gran miedo de los modernistas
Aline y Alain Weidert, miembros de
la famosa “conferencia de los bautizados/as”, ya conocidos por su hostilidad hacia todo reconocimiento canónico de la FSSPX, firman una columna en La Croix en que explican que es
necesario abandonar la forma antigua de la liturgia, en nombre de una fe que se
presenta como nueva, opuesta a la teología llamada negativa. No hablar más de
pecado, de sacrificio, de reparación, de infierno… Queda claro que no
compartimos con ellos la misma fe, y no podemos estar en comunión con estas
personas. Pero no está tan claro que los fieles de la Misa reformada estén de
acuerdo con el razonamiento que ambos exponen. Extracto:
“Nuestras Misas están todavía lamentablemente cargadas con un pesado carácter sacrificial “expiatorio” de finalidad “propiciatoria”, cuyo fin es aniquilar los pecados (mencionados 20 veces), servirnos de salvación y poner las almas a salvo de la venganza divina. “Propiciación” que defienden justamente, con dientes y uñas, las comunidades Ecclesia Dei, con sus sacerdotes sacrificadores, formados para decir el Santo Sacrificio de la Misa, verdadera inmolación.
“El número de Misas de reparación llega, entre ellas, hasta la obsesión, ¡al punto de que si diez sacerdotes concelebran con su obispo, son nueve misas menos dichas por la salvación de las almas! El número de signos de la cruz (47) es limítrofe con la magia. “El sacramento de la Eucaristía” es entre ellas “antídoto” contra los pecados (Concilio de Trento, sesión XXIII).
“Es de esta parte sumergida de la Misa tridentina, deriva histórica curiosamente silenciada (¿tabú?) en los debates actuales, que debemos seguir tratando de salir. Desde el Concilio Vaticano II hay un largo camino hacia el dato inicial de una Eucaristía positiva, de un “¡Haced esto en memoria mía!” en que todos están invitados al cotidiano Sacramento de la Alianza: “Que así como esta agua se mezcla con el vino para el sacramento de la Alianza, así podamos también nosotros unirnos a la divinidad de Aquel que ha asumido nuestra humanidad”. Sacramento de la Alianza, noción nueva en esta oración, desde el Concilio Vaticano II.
“[…] Lo grave sería no que hubiera menos Misas por falta de sacerdotes, sino que la vida de los bautizados no fuera Alianza, vida ofrecida, palabra dada. La Misa, fuente, culminación y centro no significa algo repetitivo, exclusivo. Jesús no celebró más que una; en cambio toda su existencia fue Eucaristía, Sacramento de la Alianza. Es pues la vida de los bautizados, entendida como Sacramento-Alianza-Eucaristía, lo que salvará a la forma-Iglesia agotada, desmoronada. El agua humana adquiere en ella el color de lo divino, el vino toma en ella el sabor del agua; su “unidad”, su alianza, es verdadero “instrumento de salud”. Fin de la obsesión con el pecado, que no es sino el “reverso” de la salvación (Catecismo de la Iglesia Católica, 389)”.
Esto es una columna surgida de los años 70. Como se puede sospechar, los autores ya no son jóvenes; pero, por discreción, no revelaremos su edad.
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