miércoles, 14 de enero de 2015

Celebración versus Deum del Papa Francisco en la Capilla Sixtina

El pasado domingo 11 de enero, fiesta del Bautismo del Señor en el calendario del Novus Ordo, S.S. el Papa Francisco celebró la Santa Misa en la Capilla Sixtina del Vaticano, bautizando además a 33 niños, hijos de funcionarios de la Santa Sede. 

Es de destacar que el Romano Pontífice, como lo había hecho en otra ocasión y como lo hiciese también S.S. el Papa Emérito Benedicto XVI, celebró la Misa ad absidem (si bien no ad Orientem, debido a que el altar de la Capilla Sixtina, por la disposición de ésta, está construido hacia el Occidente) y no versus populum sobre un altar móvil, como se ha hecho en otras ocasiones (entre ellas la celebrada junto a los cardenales participantes del cónclave el 14 de marzo de 2014, al día siguiente de su elección como 265° sucesor de Pedro). 

Esto nos recuerda que nada obsta en el Novus Ordo para que la Santa Misa se celebre ad Orientem o coram Deo, como ocurre siempre en el Usus antiquior. Sobre el sentido teológico y litúrgico de esta orientación litúrgica, que constituye una venerable tradición en el rito romano, dedicamos hace un tiempo un artículo en esta bitácora.

Aquí les presentamos algunas fotos (© Fotografia Felici) de la Misa celebrada por el Papa en la señalada ocasión:



Durante la homilía, el Santo Padre hizo presente a los fieles el carácter necesario de la Iglesia respecto de todo cristiano, como lo enseñan el IV Concilio de Letrán (1215, D 714), el Concilio de Florencia (D 714) y el sostenido Magisterio Pontificio (D 423, 468, 570b, 1473, 1647, 1677, 1955, 2286, 2288):

«[…] [L]a Palabra de Dios hace crecer la fe. Y gracias a la fe nosotros somos generados de Dios. Es esto lo que sucede en el Bautismo. Hemos escuchado al apóstol Juan: "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios" (1 Jn 5,1). En esta fe sus niños son bautizados. Hoy es su fe, queridos padres, padrinos y madrinas. Es la fe de la Iglesia, en la cual estos pequeños reciben el bautismo. Pero mañana, con la gracia de Dios, será su propia fe, su personal “sí” a Jesucristo, que nos dona el amor del Padre.

Decía: es la fe de la Iglesia. Esto es muy importante. El Bautismo nos incorpora en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe viene transmitida de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de María, nuestra Madre, la fe de san José, de san Pedro, de san Andrés, de san Juan, la fe de los Apóstoles y de los Mártires, que ha llegado hasta nosotros, a través del bautismo. ¡Una cadena de transmisión de fe! ¡Y esto es muy bello! Es pasar de mano en mano la luz de la fe: lo expresaremos dentro de poco con el gesto de encender las velas del gran cirio pascual. El gran cirio representa Cristo resucitado, vivo en medio a nosotros. Ustedes, familias, tomen de Él la luz de la fe para transmitirla a sus hijos. Esta luz la toman en la Iglesia, en el cuerpo de Cristo, en el pueblo de Dios que camina en todo tiempo y en todo lugar.

Enseñen a sus hijos que no se puede ser cristianos fuera de la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre y nos hace crecer en el amor a Jesucristo» [destacado de la Redacción].



Esta homilía reitera lo enseñado por el Sumo Pontífice en su homilía del pasado primero de enero, Fiesta de la Madre de Dios en el calendario reformado:

«[…] Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María están siempre unidas y éste es precisamente el misterio de la mujer en la comunidad eclesial, y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una "dicotomía absurda", como escribió el beato Pablo VI (cf. exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 16). No se puede «amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia» (ibíd.). En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos [destacado de la Redacción].

Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.

Queridos hermanos y hermanas. Jesucristo es la bendición para todo hombre y para toda la humanidad. La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor. Esta es precisamente la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo. Y María, la primera y perfecta discípula de Jesús, la primera y perfecta creyente, modelo de la Iglesia en camino, es la que abre esta vía de la maternidad de la Iglesia y sostiene siempre su misión materna dirigida a todos los hombres. Su testimonio materno y discreto camina con la Iglesia desde el principio. Ella, la Madre de Dios, es también Madre de la Iglesia y, a través de la Iglesia, es Madre de todos los hombres y de todos los pueblos».

Actualización [9 de enero de 2017]: Con ocasión de la Fiesta del Bautismo del Señor, cuando el Santo Padre oficia algunos bautismos, el papa Francisco ha celebrado en la Capilla Sixtina vuelto hacia el Oriente. Desde 2008, tal ha sido la costumbre, eliminándose el altar exento que era usual en la época de San Juan Pablo II y los primeros años de Benedicto XVI. Véase la noticia que publica Secretum meum mihi y Catholicvs

domingo, 11 de enero de 2015

El beato Rolando Rivi, joven mártir de la sotana

El beato Rolando Rivi (1931-1945) fue un joven seminarista italiano muerto por partisanos comunistas durante la última fase de la Segunda Guerra Mundial. Nació en San Valentino di Castellarano, en la región de la Emilia-Romaña, en el seno de una piadosa familia católica, compuesta por los padres Roberto Rivi e Alberina Canovi y sus tres hijos, de los cuales Rolando era el segundo. Siguiendo el modelo del párroco de la localidad, don Olinto Marzocchini, desde muy temprano se despertó en Rolando una profunda inclinación espiritual, la que se manifestó en una intensa vida interior y sacramental. Ayudaba a diario en la Misa parrroquial, recibiendo diariamente la Eucaristía y frecuentando semanalmente el sacramento de la Confesión.


Muy pronto se hizo evidente su vocación sacerdotal, la que sus padres apoyaron, entrando al seminario de Marola en el otoño de 1942, con apenas once años. Sin embargo, sus estudios se vieron prontamente interrumpidos en 1944, luego de la Ocupación alemana, viéndose forzado a retornar a casa. Pese a no haber alcanzado a recibir ni siquiera las órdenes menores, no cesó de sentirse seminarista e insistió en usar el traje talar, en contra del parecer de sus padres, preocupados por los gestos de odio antirreligioso acaecidos en la zona, especialmente los numerosos asesinatos de sacerdotes que comenzaban a hacerse usuales en el así llamado «Triángulo de la muerte». El 10 de abril de 1945, luego de haber ayudado en Misa, fue secuestrado por un grupo de partisanos comunistas, quienes obligaron al muchacho, de apenas catorce años, a seguirlos a un bosque cercano a Monchio, Palagano (provincia de Módena). Luego de tres días de sufrir toda clase de humillaciones, golpes y torturas a manos de sus captores, fue obligado a quitarse la sotana que hasta entonces vestía con orgullo. A las tres de la tarde, semidesnudo y en medio del bosque, los partisanos le dieron muerte con tiros de pistola mientras Rolando reafirmaba en oración su amistad con Jesús y su infinito amor y misericordia. Los asesinos anudaron su sotana y la convirtieron en una pelota para jugar al fútbol. 

Con ayuda de indicaciones de algunos partisanos, el 14 de abril, el padre del muchacho y el sacerdote don Alberto Camellini hallaron el cuerpo cubierto de magulladuras y con dos heridas de bala, una en la sien izquierda y otra a la altura del corazón. El cadáver fue transportado a Monchio, donde tuvieron lugar las exequias y la inhumación de los restos mortales. Después de la Liberación, el cuerpo de Rolando fue llevado el 29 de mayo de 1945 al cementerio de San Valentino, permaneciendo allí hasta el 26 de junio de 1997, fecha en que fue transportado en una solemne ceremonia al interior de la iglesia, en atención a que su tumba se había convertido en un frecuentado sitio de peregrinación. En su lápida se puede leer aquella frase que tantas veces repitiera como fundamentación de su negativa a desprenderse del traje talar: Io sono di Gesù (yo soy de Jesús).




Luego de la curación de un niño inglés de una grave forma de leucemia atribuida a su intercesión, reconocida como milagrosa por la Iglesia, el 7 de enero de 2006 se abrió en la arquidiócesis de Módena su causa de canonización. En mayo de 2012, la comisión de teólogos censores de la Congregación para las Causas de los Santos aprobó la calificación de la muerte de Rolando como un martirio acaecido in odium fidei. El 28 de marzo de 2013, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para promulgar el decreto que reconoce el martirio. En el aniversario de la muerte del beato y ante su próxima beatificación, Su Excia. Revma don Massimo Camisasca, obispo de Reggio Emilia-Guastalle, visitó el 13 de abril de 2013 el lugar donde fue martirizado el joven y, posteriormente, también su tumba en la iglesia de San Valentino, orando con emoción y fervor para implorar la intercesión del nuevo beato por “los jóvenes, seminaristas y sacerdotes de nuestra Iglesia”.


                                                                                            Agenzia Redacon ©


Finalmente, el 5 de octubre de 2013 se celebró la ceremonia de beatificación en Módena, presidida por Su Emcia. Revma. el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y con la asistencia de miles de fieles.


El martirio del beato Rolando Rivi es de una inmensa actualidad, en un tiempo en que nos llegan a diario noticias de tantos cristianos, especialmente en el Oriente Próximo, que mueren por no claudicar en su Fe. Por sobre todo, su negativa a desprenderse de su sotana en cuanto símbolo de su pertenencia a Cristo es un poderoso testimonio en defensa de la identidad católica y de la manifestación de ésta en la esfera pública. 

Lo es en primer lugar respecto de los clérigos, siendo un llamado, en conformidad con las disposiciones del derecho canónico vigentes, especialmente el canon 284 CIC, a no abandonar el uso del traje eclesiástico y a no dejarse motivar por respetos humanos, que solamente sirven a aquel laicismo que pretende relegar la Fe al ámbito estrictamente privado. El sacrificio del beato Rivi es un recordatorio para los clérigos de que el traje eclesiástico es signo de la sacralidad, sobrenaturalidad y la particularidad del ministerio sacerdotal, reforzándolos así en su vocación, y de que, en cuanto poderosa herramienta de Evangelización, es un grave mal privar a los fieles de la posibilidad de reconocerlos en todo momento como Ministros de Nuestro Señor Jesucristo. En una instrucción dada por encargo del papa Benedicto XVI el 15 de octubre de 2012 sobre el uso obligatorio del traje eclesiástico en la curia romana, se recordaba que dicho uso cobra especial importancia en «un tiempo en el cual cada uno está especialmente llamado a renovar la conciencia y la coherencia de la propia identidad». 

Pero el ejemplo del beato Rivi es también un llamado a los laicos para rechazar las presiones que, con el fin de evitar el rechazo de una sociedad fuertemente secularizada, los instan a disimular en lo exterior su condición de católicos y a negar así el Reinado Social de Cristo, quien ha de reinar no solamente en los corazones de los hombres, sino también en la sociedad toda.

Les dejamos aquí un interesante video sobre el uso de la sotana: 



Para quienes se interesen en la vida del Beato Rivi, existen varias biografías en diversos formatos, entre ellas la de Paolo Risso (Rolando Rivi. Un ragazzo per Gesù, 2004), que ha sido traducida al castellano en Ediciones del Alcázar. También puede visitarse el sitio oficial dedicado a Rolando Ravi, el seminarista mártir


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Actualización [6 de junio de 2016]: El sitio Infovaticana trae una interesante noticia relativa al aumento del uso de la sotana entre los jóvenes sacerdotes de Madrid, hecho que puede comprobarse al visitar las iglesias de la capital de España. No es raro, por ejemplo, encontrar sacerdotes de menos de cuarenta años sentados al confesionario vistiendo sotana y estola morada. El artículo reproduce también algunos fragmentos del Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros sancionado por el papa Benedicto XVI poco antes de su renuncia al ministerio pretrino, donde se recuerda a los sacerdotes que la sotana quiere ser signo exterior, hacia una sociedad secularizada, de una realidad permanente como es el orden sagrado. 

Actualización [12 de junio de 2016]: Como muestra de que la situación que comentábamos en la actualización del 6 de este mes no es un caso aislado, el sitio Acción litúrgica confirma que se trata de una tendencia que se observa en diversas partes del mundo. Concretamente, la noticia se refiere a un artículo publicado en The Herald Sun, un periódico de Melbourne, Australia, relativo al uso creciente de la sotana entre los sacerdotes jóvenes de ese país. El artículo viene ilustrado con una fotografía del Arzobispo de Sidney, S.E.R. Anthony Fisher OP, acompañado por dos jóvenes presbíteros recién ordenados. El artículo puede consultarse aquí (en inglés y previa suscripción). 

Actualización [29 de junio de 2016]: El sitio Messa in latino reproduce un interesante artículo publicado previamente en Aleteia sobre las siete ventajas de la sotana, escrito por el sacerdote español Jaime Tovar Patrón, capellán militar y autor de un interesante libro sobre la participación de sacerdotes en la Guerra Civil española. La versión original en español puede ser consultada aquí y aquí


Sacerdote sostiene a un soldado herido durante la rebelión de la base naval de Puerto Cabellos contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt (1962)


Actualización [14 de diciembre de 2016]: El sitio Que no te la cuenten ha publicado una entrada intitulada "De sotana por Estambul...". En ella se cuenta la visita que hicieron dos sacerdotes católicos a Turquía vistiendo sotanas, uno una de color claro y el otro la negra habitual. Los musulmanes incluso los elogiaron, diciéndoles que era un atuendo más formal y respetable para un sacerdote.

Actualización [27 de enero de 2018]: Messa in latino reproduce la recensión publicada en Cultura & Identità. Rivista di studi conservatori sobre una reciente biografía de San José Sánchez del Río Fuentes (1913-1928), un joven que murió martirizado durante la persecución cristera. Cuando uno de sus verdugos le preguntó qué quería que le dijera a sus padres, después de haber sufrido ya innumerables tormentos, el joven pudo decir con un gran esfuerzo de su parte la que sería su última frase: ¡Que viva Cristo Rey y que en el Cielo nos veremos! Enseguida recibió de su verdugo un disparo en la sien. 

Actualización [16 de mayo de 2019]: Religión en libertad ha publicado una traducción al español de un artículo sobre las vocaciones sacerdotales en Francia. Los nuevos sacerdotes franceses se sienten orgullosos de su ministerio y no ocultan su condición, siendo normal que vistan de sotana o clergyman. Aunque muchos de ellos celebran según ambas formas del rito romano, todos están fuertemente apegados a la Tradición de la Iglesia. 

martes, 6 de enero de 2015

La forma tradicional del rito romano y la participatio actuosa de los fieles

Cualquiera que asista habitualmente a la Santa Misa en la forma extraordinaria del rito romano notará de inmediato cómo florecen entre los fieles un reverente sentido de lo sagrado y el fervor eucarístico, así como toda clase de hermosas prácticas de piedad, creciendo constantemente el interés de éstos por formarse, para conocer y comprender mejor la liturgia. Pese a ello, una de las habituales incomprensiones respecto del usus antiquor de parte de aquellos que no están familiarizados con él es la objeción referida a que éste supuestamente haría más difícil la participación activa de los fieles en la liturgia en comparación con el Novus Ordo (tema que tratamos brevemente en una entrada anterior, en lo referente al uso del latín como lengua litúrgica). Es por ello que les ofrecemos a continuación la traducción de un interesante artículo de Peter Kwasniewski, profesor de teología y filosofía en el Wyoming Catholic College y de quien en esta bitácora ya hemos publicado un artículo, que aclara el señalado malentendido.




 
Cómo la Misa Tradicional promueve más participación activa que la Forma Ordinaria*

Peter Kwasniewski

Cuántas veces escuchan los amantes del Rito Romano clásico la objeción: “La Misa nueva es mejor que la antigua porque permite mayor participación activa de los fieles”, o “La Misa antigua simplemente tenía que ser reformada en algún momento, porque el sacerdote era el único que hacía algo, y los fieles eran todos espectadores mudos”. Mi objetivo en este artículo es refutar semejantes asertos y demostrar que lo cierto es precisamente lo contrario.

Participación activa/actual

A aquellos que se toman el tiempo de sentarse y leer Sacrosantum Concilium a menudo les sorprende cuánto de este documento es desconocido, desatendido o contradicho por la práctica católica actual. A menudo hay en ella frases de gran riqueza, pero, sin embargo, el modo en que han sido transformadas en eslóganes ha minado su sentido y profundidad.

La más notoria víctima de este proceso de simplificación periodística ha sido la noción de “participación activa” o participatio actuosa – la cual, de hecho, se traduce mejor como “participación actual”, donde actual tiene el sentido filosófico de entrar realmente en posesión de algo, más que tener una capacidad no realizada para ello. En inglés contemporáneo, “active” (activo) es lo contrario de pasivo o receptivo, mientras que “actual” (actual o efectivo) es lo contrario de potencial. Así, puedo ser actualmente receptivo a la palabra de Dios; puedo estar actualizando plenamente mi capacidad para que en la Misa los cantos, oraciones y ceremonias operen sobre mí, sin que yo haga nada que pueda ser llamado activo (active) en inglés contemporáneo. Como lo explicó San Juan Pablo II en su discurso a los obispos norteamericanos en 1998:

Participación activa ciertamente significa que, en los estos, en la palabra, en la canción y en el servicio todos los miembros de la comunidad toman parte en un acto de adoración, que es cualquier cosa menos inerte o pasivo. La participación activa no excluye, sin embargo, la pasividad activa del silencio, de la quietud y del escuchar: más aún, la exige. Los fieles no son pasivos, por ejemplo, cuando escuchan las lecturas o la homilía, o cuando siguen las oraciones del celebrante, y los cantos y la música de la liturgia. Estas son experiencias de silencio y quietud, pero son por sí mismas profundamente activas. En una cultura que no favorece ni promueve la quietud meditativa, el arte de la escucha interior se aprende sólo con dificultad. Aquí vemos cómo la liturgia, pese a que siempre debe ser debidamente inculturada, debe también ser contracultural. [enlace]  

Si su coro o schola canta cantos del proprio o motetes en la Misa, o si a usted le gustaría ver que esto ocurra algún día, asegúrese de tener este texto de Juan Pablo II a mano para la persona que objeta: “¡Pero la gente tiene que cantarlo todo!”. Dom Alcuin Reid explicó la intención del Concilio muy sucintamente en una entrevista en diciembre pasado [Nota de la Redacción: en diciembre de 2013]:

El Concilio llamó a una participatio actuosa, que es primeramente nuestra conexión interna con la acción litúrgica – con aquello que Jesucristo está haciendo en su Iglesia en los ritos litúrgicos. Esta participación se refiere a dónde están mi mente y mi corazón. Nuestras acciones externas en la liturgia sirven y favorecen esto. Pero participatio actuosa no es primeramente y ante todo actividad externa, o desempeñar un determinado ministerio litúrgico. Esto, desgraciadamente, ha sido un malentendido común de la intención del Concilio. [enlace]

Ahora bien, aun habiendo hecho a un lado el malentendido común sobre “actual”, resulta extremadamente curioso que la expresión completa de Sacrosantum Concilium 14 sea raramente citada: “La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma” (en el original: “Valde cupit Mater Ecclesia ut fideles universi ad plenam illam, consciam atque actuosam liturgicarum celebrationum participationem ducantur, quae ab ipsius Liturgiae natura postulatur”). ¿Qué ocurrió con “plena” y “consciente”?




Participación consciente

Exploremos la cuestión más detenidamente. Luego de varias décadas de asistir a la Misa tanto en la Forma Ordinaria (FO) como en la Forma Extraordinaria (FE), ambas celebradas conforme con las rúbricas, he llegado a la convicción que existe paradójicamente una posibilidad mucho mayor de no prestar atención conscientemente a la Misa en lengua vernácula, precisamente debido a su familiaridad: se convierte en una especie de acción refleja, las palabras pueden entrar y salir mientras la mente está muy lejos. La lengua vernácula es nuestra zona de comodidad cotidiana, no nos llama la atención. Ésta es la explicación de por qué cuando nos encontramos en un lugar ajetreado en donde una gran cantidad de personas están hablando, tendemos a no notar siquiera que estén hablando – mientras que, cuando oímos un idioma extranjero distinto de nuestra lengua madre, nuestra atención es súbitamente capturada por éste.

Por supuesto, esta falta de atención puede suceder con cualquier lenguaje: como alguien lo expresó, puedo estar haciendo finanzas en mi cabeza mientras canto el Credo en latín, si lo he estado cantando cada semana por años. Sin embargo, parece evidente que este peligro está menos presente en el usus antiquior por dos motivos:

En primer lugar, por su mismo carácter extranjero, exige algún esfuerzo para adentrarse en él, le exige al fiel una decisión acerca de si desea entrar verdaderamente en él o no. No tiene prácticamente ningún sentido estar sentado allí a menos que se esté dispuesto a hacer algo para participar de la Misa o, al menos, para comenzar a rezar. El uso de un misal diario, muy extendido en las comunidades tradicional, es un medio poderoso de asimilar la mente y el corazón de la Iglesia en la oración y, para mí en lo personal, seguir las oraciones en mi misal ha significado una formación de décadas de mi propia mente y corazón, dándome un sabor de las cosas espirituales, ejemplos de santidad, reglas de ascetismo, aspiraciones y resoluciones. Cuando asisto a la FE, participo siempre de un modo mucho más activo en la Misa, porque hay más por hacer (volveré sobre este punto) y parece mucho más natural usar el misal para ayudarme a hacerlo.




En segundo lugar, la Misa tradicional está tan enfocada en Dios y dirigida hacia su adoración, que para aquel que se encuentra mentalmente atento a lo que está sucediendo, se representan ineluctablemente los sagrados misterios, aunque solo sea en el nivel más simple y fundamental, de reconocer la realidad divina y adorar a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Temo decir que no nos queda completamente claro que la mayoría de los católicos que asisten a liturgias en lengua vernácula en la FO se encuentren alguna vez confrontados inequívoca e irresistiblemente con la realidad de Dios y la exigencia de su adoración. O, para ponerlo de otra forma, las formas tradicionales de la liturgia, forman estas inclinaciones en el alma, mientras que las nuevas formas de la liturgia las presuponen. Si no se tiene la comprensión y el estado de ánimo correcto, el Novus Ordo hará muy poco para formarlo, mientras que en la FE los dará o bien dirigirá hacia dicha comprensión y ánimo. Cuando se asiste a la FE, uno se encuentra atraído hacia algo en ella, o desanimado por las exigencias que ésta presenta. De cualquier manera, la tibieza de alma no es una opción.

Plena participación

Ya hablamos suficientemente sobre la participación “consciente” ¿Qué podemos decir sobre la “plena” participación? Nuevamente, por muy sorprendente que pueda resultar en atención a las críticas tendenciosas, la Misa tradicional permite a los fieles una participación más plena en la liturgia, puesto que hay más oportunidades en las cuales participar, sean verbales, no verbales, espirituales y corporales; de hecho, existe un mucho mayor involucramiento corporal, si se siguen las prácticas acostumbradas. Este punto merece una especial atención.

Tanto en la Misa solemne como en la no solemne, uno puede persignarse en ocho ocasiones:
  • Al In nomine Patris…
  • Al Adjutorium nostrum…
  • Al Adjutorium nostrum…
  • Al Indulgentiam…
  • Al Cum Sancto Spiritu (fin del Gloria)
  • Al Et vitam venturi (fin del Credo)
  • Al Benedictus (en el Sanctus)
  • en el Confiteor si se repite en la Comunión y,
  • En la bendición final.
A lo anterior, algunos se persignan al momento de la elevación de la Hostia y del Cáliz. Y por supuesto, la Señal de la Cruz se hace en dos ocasiones, con la lectura del Evangelio y con la lectura del último Evangelio.

Asimismo, un fiel se golpea el pecho en cerca de 15 oportunidades:
  • En tres ocasiones con el mea culpa del Confiteor;
  • En tres ocasiones con el Agnus Dei;
  • En tres ocasiones con el tercer Confiteor (si es que se reza);
  • En tres ocasiones con el Domine non sum dignus;
  • En tres ocasiones con el Salve Regina (O clemens, O dulcis, O pia).
Los católicos tradicionales han aprendido a inclinar levemente la cabeza al momento de escuchar el nombre de Jesús, y durante otros momentos de la liturgia, como cuando pasa el sacerdote en procesión o cuando el turiferario inciensa al pueblo. Asimismo, genuflectan al “Et incarnatus est” del Credo en cualquier época del año, no solo durante la Navidad o la Anunciación, como señala el Novus Ordo. También al momento de la bendición final y al escuchar las palabras “Et verbum caro factum est” (existen asimismo otras momentos en el calendario tradicional donde se invita a los fieles a hacer una genuflexión).


Aunque las posturas de las fieles durante ciertos momentos en la Misa no se encuentran reguladas, como sí sucede en el Novus Ordo, en una misa rezada los fieles permanecerán de rodillas durante largo tiempo (desde el comienzo hasta el Evangelio, y desde el Sanctus hasta el último Evangelio), lo que es una disciplina demandante y que mantiene al fiel verdaderamente consciente de que está en un lugar especialmente santo, tomando parte del sacrificio. En la Misa Mayor dominical habrá múltiples elevaciones, inclinaciones de cabeza, genuflexiones, permanecer de rodillas y también sentados, lo que conjuntamente con la señal de la cruz, los golpes en el pecho, las inclinaciones de cabeza y el canto responsorial, corresponden a aquello que los educadores llaman un ambiente TPR (Respuesta Física Total, en sus siglas en inglés). El fiel se encuentra volcado en cuerpo y alma a la adoración, durante todo momento, algo sucede que mantiene la mente atenta en lo que se está haciendo. La FO ha tendido a abandonar muchos de estos elementos corporales en favor de una mera comprensión auditiva y respuestas verbales, los que, por sí mismos, constituyen una forma empobrecida de participación, y que ciertamente resulta incompleta.

Probablemente lo más distintivo de todo sea el silencio reservado al momento central de la Misa tradicional. En que el sacerdote no lee la Plegaria Eucarística a los fieles, sino que ofrece el Canon silenciosamente a Dios, y siempre ad Orientem. Se facilita rezar las palabras del Canon en unión con el sacerdote, o si uno así lo prefiere, unirse en oración no verbal con el sacrificio. Esto hace al Canon de la misa un momento de mayor intensidad en la plena, consciente y actual participación que con la constante estimulación auricular por la lectura del Canon que se hace en el Novus Ordo.



Una cultura de oración

Una observación del blog The Sensible Bond coincide perfectamente con el análisis precedente:
Uno puede todavía sostener que el nuevo rito es íntegramente católico, y aun así considerar que la cultura de la Forma Extraordinaria, donde se supone que el pueblo permanece pasivo, tiende a enseñar al pueblo a rezar de forma independiente, mientras que la cultura de la Forma Ordinaria a menudo tiende a crear una dinámica en que los fieles en la iglesia meramente conversan entre sí, a menos que sean animados activamente por un ministro.
Lo que hemos visto, en consecuencia, es una conclusión que se opone a la sabiduría convencional. La “activa participación” en la manera que es habitualmente entendida e implementada en el ámbito del Novus Ordo, en realidad genera pasividad, mientras que el católico que recibe en una aparente pasividad todo el contenido que le puede entregar la Misa tradicional está actualizado en mayor medida su potencial de culto a Dios. En consecuencia, si lo que se busca es cumplir con el llamado del Concilio de lograr una completa, consciente y actual participación en la liturgia, no es necesario buscar más allá de la Misa tradicional, donde, con el debido tiempo y esfuerzos, se encontrará una participación mayor que aquella que permite la liturgia reformada.


* El artículo fue publicado originalmente en el sitio New Liturgical Movement. La traducción desde el inglés ha sido realizada por la Redacción, y las fotos son gentileza de los sitios New Liturgical Movement (1 y 4) y Sancte Pater (2 y 3).

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Actualización [16 de marzo de 2015 ]: En una artículo complementario, aparecido con esta fecha en el sitio New Liturgical Movement, el autor vuelve sobre el tema de la participatio actuosa, efectuando algunas precisiones sobre el artículo que aquí publicamos y reformulando un párrafo de éste. El segundo artículo puede ser consultado aquí (en inglés).

sábado, 3 de enero de 2015

Evelyn Waugh y la reforma litúrgica


El escritor inglés Evelyn Waugh (1903-1966) es recordado por sus mordaces novelas satíricas de juventud sobre la clase alta inglesa, como Decadencia y caída (Decline and Fall, 1928), Cuerpos viles (Vile Bodies, 1930) o Un puñado de polvo (A Handful of Dust, 1934). Sin embargo, su fama está cimentada por sobre todo en aquella obra maestra de su período de madurez que es Retorno a Brideshead (Brideshead Revisited, 1945), novela que fuera magistralmente llevada a la televisión en la aclamada miniserie (1981) protagonizada por Jeremy Irons y, más recientemente (2008), también al cine en una olvidable adaptación que, para muchos, pese a su cuidada estética y a la brillante actuación de Emma Thompson, traiciona el espíritu original de la obra. 


El tema central de Retorno a Brideshead es, según lo señaló el mismo autor, la operación de “lo que la teología llama «la intervención de la gracia divina», es decir, el acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas hacia Sí” (memorándum de Waugh de 18 de febrero de 1947 a los estudios Metro-Goldwyn-Meyer), a propósito de la amistad del protagonista y narrador, Charles Ryder, con los Marchmain, antigua familia aristocrática inglesa de recusantes católicos. El trágico destino de cada uno de los integrantes de dicha familia, entrelazado a aquel de Charles Ryder, sirve de fresco para una poderosa y a la vez delicada y profunda historia sobre la conversión y la acción de la gracia divina. El trasfondo biográfico de la novela es la propia conversión de Waugh al catolicismo en 1930, la que causó la consternación de sus familiares y amigos. Debe tenerse en cuenta que, incluso bien avanzado el siglo XX, los católicos ingleses, pese a encontrarse luego de las reformas legales de la llamada Emancipación Católica de los siglos XVIII y XIX en una situación notablemente mejor que aquella de las persecuciones posteriores a la reforma protestante, aún sufrían en la sociedad numerosas discriminaciones injustas. 


Los últimos años de vida de Evelyn Waugh se vieron ensombrecidos por la inquietud y la enorme desazón que le produjeran las vertiginosas reformas emprendidas en la Iglesia durante y luego del Concilio Vaticano II (1962-1965), en particular la reforma litúrgica. Pese a que no alcanzó a vivir para ver la promulgación del Novus Ordo (1969), fue testigo de las reformas introducidas por la instrucción Inter oecumenici de la Sagrada Congregación de Ritos al Ordinario de la Misa (1964), mientras las sesiones del Concilio aún no llegaban a su fin. Especialmente desconcertante para Waugh fue la introducción del uso generalizado de la lengua vernácula para todas las funciones litúrgicas – dicho sea de paso, de un modo que fue mucho más allá de lo previsto por los Padres Conciliares en la Constitución Sacrosantum Concilium (1963) sobre la liturgia –. La consternación de Waugh y de tantos otros católicos ingleses era por cierto muy esperable, dada la especial devoción que en dicho país se le tenía a la Misa por la cual murieron numerosos mártires de la Reforma protestante inglesa, muchos de ellos sacerdotes ajusticiados por el simple hecho de celebrar la Misa clandestinamente para los fieles católicos perseguidos.


En 1933, tres años después de su conversión, Waugh escribió el relato fantástico Out of Depth, en el cual un hombre es trasportado cinco siglos al futuro, comprobando que la ciudad de Londres había caído en la decadencia y en la barbarie, resultándole al protagonista todo extraño e irreconocible, hasta que entra en una antigua iglesia y descubre a un sacerdote de raza negra celebrando la Misa:

“Y después –cuánto después no podría decirlo – algo que era nuevo y sin embargo atemporal. La palabra “Misión” pintada en un cartel; un hombre negro vestido como un fraile dominico… y una claridad creciente. Rip sabía que, saliendo de la extrañeza, se había hecho presente algo familiar; una forma en el caos. Algo se estaba llevando a cabo. Algo se estaba llevando a cabo que Rip conocía; algo que veinticinco siglos no habían cambiado. […] El sacerdote volvió hacia ellos su anodino rostro negro: «Ite, missa est».
Es una triste ironía que, apenas unos años después de esta alegoría sobre la inmutabilidad de la Misa, ésta fuera modificada hasta el punto de tornarse irreconocible para muchos. En la homilía de la Misa de Réquiem de Waugh en la Catedral de Westminster, el P. Philip Caraman, S.J., destacó el hecho que “durante gran parte de su vida, (la Misa) siguió siendo (para Evelyn Waugh) lo que había sido por siglos, la misma y reconocible en todo lugar, cuando todo lo demás estaba amenazado por el cambio”. 

La preocupación y la perplejidad de Waugh respecto de los cambios litúrgicos están plasmados en un interesante libro, A Bitter Trial (Ignatius Press, 2011, segunda edición ampliada), editado por Dom Alcuin Reed y prologado por Joseph Pierce, y que recomendamos vivamente a nuestros lectores. El libro reúne, junto con un famoso artículo de Waugh para la revista The Spectator (“The Same Again, Please”, publicado el 23 de noviembre de 1962), el intercambio epistolar sobre las reformas a la liturgia entre el escritor inglés y el Cardenal Heenan (1905-1975), Arzobispo de Westminster (1963-1975), al cual la publicación del mencionado artículo de Waugh dio lugar. 


El Cardenal Heenan es especialmente recordado por su participación en el Concilio Vaticano II, donde expresó su oposición a las posiciones progresistas, especialmente aquellas defendidas por algunos peritos teológicos. También se le recuerda por el apoyo que le brindó al llamado “indulto de Agatha Christie” (1971), indulto concedido por el Papa Pablo VI para Inglaterra y Gales que permitía, bajo ciertas condiciones y previa autorización del respectivo ordinario del lugar, la celebración según el Usus antiquior y que fue otorgado en respuesta a una solicitud en ese sentido suscrita por importantes miembros de la sociedad inglesa, muchos de ellos no católicos, como la escritora de misterio por la cual el indulto lleva su apodo, así como por Vladimir Ashkenazy, Yehudi Menuhin, Robert Graves, Nancy Mitford, Iris Murdoch, Joan Sutherland y los obispos anglicanos de Exeter y Ripon, entre otras personalidades. Fue el Cardenal Heenan quien transmitió la petición al Papa, quien dio lugar a ella, convirtiéndose en el primer indulto general para la celebración de la Misa Tradicional, aunque, a diferencia de la carta Quattuor abhinc annos (1984) y los motu proprios Ecclesia Dei (1988) y Summorum Pontificum (2007), su aplicación se restringía, como se señaló, a Inglaterra y Gales. En el Cardenal Heenan encontró Waugh un pastor comprensivo y que, hasta cierto punto, compartía sus preocupaciones relativas a los problemas y falencias presentes en las reformas litúrgicas, lo que imaginamos le permitió al novelista encontrar algún consuelo en lo que, como lo resume el título del libro citando una carta de Waugh de 1965 a Heenan, fue “una amarga prueba” para el afamado escritor inglés.


Cabe mencionar que Evelyn Waugh desempeñó, junto con Sir Arnold Lunn y Hugh Ross Williamson, un papel esencial en la fundación en 1965 de la Latin Mass Society of England and Wales, asociación que, hasta el día de hoy y de modo ininterrumpido desde su fundación, promueve la liturgia tradicional en Inglaterra y Gales, garantizando en particular el derecho de los fieles a tener la posibilidad de participar de ésta en sus respectivos lugares de residencia y que ofrece asimismo diversos medios de formación en la liturgia tradicional para sacerdotes y ministrantes.

Para preservar la memoria de Evelyn Waugh y promover el estudio de su persona y obra fue fundada en Inglaterra la Evelyn Waugh Society. Gran parte de su obra literaria ha sido traducida al castellano y puede encontrarse en las librerías nacionales (Doubting Hall ofrece, en inglés, un recorrido a través de ella). Entre esos trabajos se cuenta una autobiografía inconclusa, intitulada A Little Learning (Una educación incompleta), publicada en 1964. Sus diarios escritos entre 1919 y 1965 fueron editados en 1976 por Michael Davies (1936-2004), segundo presidente de la Federación Internacional Una Voce entre 1992 y 2004. A Bitter Trial, en fin, puede adquirirse directamente en la editorial o en Amazon, disponible en papel y también en formato electrónico.

Actualización [3 de marzo de 2015]: En la bitácora Wanderer revisited se ha publicado una serie de siete entradas dedicadas a la relación entre Evelyn Waugh y la liturgia, las que pueden ser del interés de nuestros lectores y por eso enlazamos como actualización a esta entrada. En ellas se recogen (i y ii) los párrafos más significativos del artículo publicado en The Spectator el 22 de noviembre de 1962 (primera y segunda parte), (iii) una carta a Lady Acton, (iv) otras dirigidas al editor del periódico The Catholic Herald (que dio lugar, a su vez, a [v] un intercambio epistolar entre el escritor y el arzobispo de Westminster, el cardenal Heenan) y (vi) a personajes de la jerarquía sobre la reforma litúrgica (dos al cardenal Heenan y una a Mons. McReavy, quien se dedicaba a responder las consultas que le dirigían a la revista Clergy Review). Cierra la serie la traducción de (vii) varias cartas a amigos y una entrada de su diario escrita la Pascua anterior a su muerte. 

Vale la pena reproducir aquí el dolor con que el autor vivió la aplicación del propio de la Misa reformado en 1965, según viene descrito en Wanderer revisited

La profunda tristeza que asolaba el alma de Evelyn le impedía, como había ocurrido en años anteriores, esperar con ansias la Pascua de 1966. Sabía que no podría suportar la misa bullanguera y en inglés que se celebraría ese día en su parroquia. Le pidió entonces encarecidamente a sus amigos, los monjes de la abadía benedictina de Downside, que alguno de ellos le celebrara para él y su familia la misa tradicional latina en una pequeña capilla ubicada cerca de su casa. Los monjes se negaron. Finalmente, consiguió que el P. Philip Caraman, s.j., de Londres, accediera a ir a Somerset y celebrara la misa que él tanto añoraba.

Al terminar la celebración pascual, Evelyn había cambiado. Estaba feliz y conversador como en los viejos tiempos. Su familia no cabía en sí de felicidad: habían recuperado a su marido y a su padre.

De regreso a la casa, y mientras se preparaban para el almuerzo, Evelyn sufrió una descompensación y falleció a los pocos minutos.

Era el 10 de abril de 1966. Tres años después, la liturgia católica cambiaría radicalmente con la promulgación del nuevo misal.  El entonces prefecto de la Congregación del Culto Divino, cardenal Alfredo Ottaviani (1890-1979), junto al cardenal Antonio Bacci (1885-1971), antiguo encargado de la correspondencia con príncipes y documentos en latín de la Secretaría de Estado, dirigieron una sincera carta al papa Pablo VI acompañada de un breve examen crítico del nuevo misal. Ahí se decía: 

[...] el nuevo Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.

Actualización [22 de julio de 2015]: En el núm. 289-290 de la Revista Verbo, correspondiente al año 1990, viene un artículo de Joaquín Torrente García de la Mata intitulado "Las cartas de Evelyn Waugh". Su lectura es interesante, porque contiene muchos fragmentes tomados de su correspondencia y que confirman lo dicho en esta entrada y en la actualización precedente, y es ahora posible en línea desde este enlace. Asimismo, hace unas semanas The Wanderer ha publicado una entrada con el título "Testigos de la catástrofe", donde recoge diversos testigos de cómo se vivió la reforma litúrgica en el Reino Unido. 

Actualización [22 de abril de 2016]: El sitio Bensonians ha publicado la traducción al español de un artículo originalmente aparecido en Rorate Caeli y escrito por un sacerdote diocesano recientemente ordenado, que firma bajo el nombre de Monseñor l'Abbé  en dicho sitio. Se trata de un análisis comparativo de la exhortación apostólica Amoris Laetitia a la luz de la novela Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh. 

Actualización [20 de julio de 2016]: El sitio El búho escrutador ha publicado la traducción de un sencillo e interesante artículo aparecido en Catholic Herald, donde Clare Bowskill recuerda un aspecto importante en la vida de Evelyn Waugh y que marcó dolorosamente sus últimos años: el respetuoso combate por preservar el rito antiguo de la Santa Misa y su fuerte oposición a la introducción de la lengua vernácula en Inglaterra. Su publicación coincide con el quincuagésimo aniversario de la muerte del autor inglés, ocurrida el 10 de abril de 1966.

Actualización [26 de julio de 2016]: Evelyn Waugh fue instrumental, junto a Sir Arnold Lunn y Hugh Ross Williamson, en la fundación de la Latin Mass Society en la Pascua de 1965. Aunque rechazó el ofrecimiento de la presidencia de dicha institución, posiblemente por sus problemas de salud, continuó apoyando la organización hasta su muerte en 1966. Para conmemorar el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, el pasado viernes 8 de julio  la Latin Mass Society organizó unas vísperas pontificales en la iglesia católica St. Mary Magdalen de Wandsworth, Londres en memoria de Evelyn Waugh, celebradas por el arzobispo Gullickson, nuncio apostólico en Suiza, con música renacentista de Asola y Palestrina, y del contemporáneo de Waugh Edward Elgar. Véase aquí las fotografías de dicha ceremonia, y también la entrada que le dedica el sitio Infocaótica

Actualización [19 de enero de 2017]: La bitácora El sosiego acantilado reproduce un fragmento tomado del libro Escritores conversos escrito por Joseph Pierce, donde se habla del impacto que supuso para Evelyn Waugh la reforma litúrgica emprendida por el Concilio Vaticano II y consumada con la aprobación de un nuevo ordinario para la Misa en 1970, el que aquél no alcanzó a conocer. El título de la entrada es muy sugerente y está tomado de la correspondencia del autor inglés: "Todavía no me rociado de gasolina". Pese a los cambios litúrgicos, que lo sumieron en estado de angustia nerviosa y precipitaron su muerte, decía que no había hecho tal cosa porque se aferraba a la fe de siempre, aunque ya sin la alegría que la Misa tradicional proclama desde su inicio con la recitación alternada del Salmo 42.