El escritor inglés Evelyn Waugh
(1903-1966) es recordado por sus mordaces novelas satíricas de juventud sobre
la clase alta inglesa, como Decadencia y
caída (Decline and Fall, 1928), Cuerpos viles (Vile Bodies, 1930) o Un
puñado de polvo (A Handful of Dust,
1934). Sin embargo, su fama está cimentada por sobre todo en aquella obra
maestra de su período de madurez que es Retorno a Brideshead (Brideshead Revisited,
1945), novela que fuera magistralmente llevada a la televisión en la aclamada
miniserie (1981) protagonizada por Jeremy Irons y, más recientemente (2008),
también al cine en una olvidable adaptación que, para muchos, pese a su cuidada
estética y a la brillante actuación de Emma Thompson, traiciona el espíritu original de la obra.
El tema central de Retorno a Brideshead es, según lo señaló
el mismo autor, la operación de “lo que la teología llama «la intervención de
la gracia divina», es decir, el acto de amor unilateral e inmerecido por el que
Dios llama continuamente las almas hacia Sí” (memorándum de Waugh de 18 de
febrero de 1947 a los estudios Metro-Goldwyn-Meyer), a propósito de la amistad del protagonista
y narrador, Charles Ryder, con los Marchmain, antigua familia aristocrática
inglesa de recusantes católicos. El trágico destino de cada uno de los
integrantes de dicha familia, entrelazado a aquel de Charles Ryder, sirve de
fresco para una poderosa y a la vez delicada y profunda historia sobre la
conversión y la acción de la gracia divina. El trasfondo biográfico de la
novela es la propia conversión de Waugh al catolicismo en 1930, la que causó la
consternación de sus familiares y amigos. Debe tenerse en cuenta que, incluso bien avanzado el siglo XX, los católicos ingleses, pese a encontrarse luego de las
reformas legales de la llamada Emancipación Católica de los siglos XVIII y XIX en
una situación notablemente mejor que aquella de las persecuciones posteriores a
la reforma protestante, aún sufrían en la sociedad numerosas discriminaciones
injustas.
Los últimos años de vida de
Evelyn Waugh se vieron ensombrecidos por la inquietud y la enorme desazón que
le produjeran las vertiginosas reformas emprendidas en la Iglesia durante y luego
del Concilio Vaticano II (1962-1965), en particular la reforma litúrgica. Pese
a que no alcanzó a vivir para ver la promulgación del Novus
Ordo (1969), fue testigo de las reformas introducidas por la instrucción Inter oecumenici de la Sagrada
Congregación de Ritos al Ordinario de la Misa (1964), mientras las sesiones
del Concilio aún no llegaban a su fin. Especialmente desconcertante para Waugh
fue la introducción del uso generalizado de la lengua vernácula para todas las funciones litúrgicas – dicho sea de paso, de un modo que
fue mucho más allá de lo previsto por los Padres Conciliares en la
Constitución Sacrosantum Concilium (1963) sobre
la liturgia –. La consternación de Waugh y de tantos otros católicos ingleses
era por cierto muy esperable, dada la especial devoción que en dicho país se le
tenía a la Misa por la cual murieron numerosos mártires de la Reforma protestante inglesa, muchos de ellos sacerdotes ajusticiados por el simple hecho de celebrar la Misa clandestinamente para los fieles católicos perseguidos.
En 1933, tres años después de su
conversión, Waugh escribió el relato fantástico Out of Depth, en el cual un hombre es trasportado cinco siglos al
futuro, comprobando que la ciudad de Londres había caído en la decadencia y en
la barbarie, resultándole al protagonista todo extraño e irreconocible, hasta
que entra en una antigua iglesia y descubre a un sacerdote de raza negra
celebrando la Misa:
“Y después –cuánto después no
podría decirlo – algo que era nuevo y sin embargo atemporal. La palabra
“Misión” pintada en un cartel; un hombre negro vestido como un fraile dominico…
y una claridad creciente. Rip sabía que, saliendo de la extrañeza, se había
hecho presente algo familiar; una forma en el caos. Algo se estaba llevando a
cabo. Algo se estaba llevando a cabo que Rip conocía; algo que veinticinco
siglos no habían cambiado. […] El sacerdote volvió hacia ellos su anodino rostro negro: «Ite, missa est».”
Es una triste ironía que, apenas
unos años después de esta alegoría sobre la inmutabilidad de la Misa, ésta fuera
modificada hasta el punto de tornarse irreconocible para muchos. En la
homilía de la Misa de Réquiem de Waugh en la Catedral de Westminster, el P. Philip
Caraman, S.J., destacó el hecho que “durante gran parte de su vida, (la Misa)
siguió siendo (para Evelyn Waugh) lo que había sido por siglos, la misma y reconocible
en todo lugar, cuando todo lo demás estaba amenazado por el cambio”.
La preocupación y la perplejidad de Waugh respecto de los cambios litúrgicos están plasmados en un interesante libro, A Bitter Trial (Ignatius Press, 2011, segunda edición ampliada), editado por Dom Alcuin Reed y prologado por Joseph Pierce, y que recomendamos vivamente a nuestros lectores. El libro reúne, junto con un famoso artículo de Waugh para la revista The Spectator (“The Same Again, Please”, publicado el 23 de noviembre de 1962), el intercambio epistolar sobre las reformas a la liturgia entre el escritor inglés y el Cardenal Heenan (1905-1975), Arzobispo de Westminster (1963-1975), al cual la publicación del mencionado artículo de Waugh dio lugar.
El Cardenal Heenan es especialmente recordado por su participación en el Concilio Vaticano II, donde expresó su oposición a las posiciones progresistas, especialmente aquellas defendidas por algunos peritos teológicos. También se le recuerda por el apoyo que le brindó al llamado “indulto de Agatha Christie” (1971), indulto concedido por el Papa Pablo VI para Inglaterra y Gales que permitía, bajo ciertas condiciones y previa autorización del respectivo ordinario del lugar, la celebración según el Usus antiquior y que fue otorgado en respuesta a una solicitud en ese sentido suscrita por importantes miembros de la sociedad inglesa, muchos de ellos no católicos, como la escritora de misterio por la cual el indulto lleva su apodo, así como por Vladimir Ashkenazy, Yehudi Menuhin, Robert Graves, Nancy Mitford, Iris Murdoch, Joan Sutherland y los obispos anglicanos de Exeter y Ripon, entre otras personalidades. Fue el Cardenal Heenan quien transmitió la petición al Papa, quien dio lugar a ella, convirtiéndose en el primer indulto general para la celebración de la Misa Tradicional, aunque, a diferencia de la carta Quattuor abhinc annos (1984) y los motu proprios Ecclesia Dei (1988) y Summorum Pontificum (2007), su aplicación se restringía, como se señaló, a Inglaterra y Gales. En el Cardenal Heenan encontró Waugh un pastor comprensivo y que, hasta cierto punto, compartía sus preocupaciones relativas a los problemas y falencias presentes en las reformas litúrgicas, lo que imaginamos le permitió al novelista encontrar algún consuelo en lo que, como lo resume el título del libro citando una carta de Waugh de 1965 a Heenan, fue “una amarga prueba” para el afamado escritor inglés.
Cabe mencionar que Evelyn
Waugh desempeñó, junto con Sir Arnold Lunn y Hugh Ross Williamson, un papel esencial en la fundación en 1965 de la Latin Mass Society of England and Wales,
asociación que, hasta el día de hoy y de modo ininterrumpido desde su fundación, promueve la
liturgia tradicional en Inglaterra y Gales, garantizando en particular el
derecho de los fieles a tener la posibilidad de participar de ésta en sus
respectivos lugares de residencia y que ofrece asimismo diversos medios de
formación en la liturgia tradicional para sacerdotes y ministrantes.
Para preservar la memoria de Evelyn Waugh y promover el estudio de su persona y obra fue fundada en Inglaterra la Evelyn Waugh Society. Gran parte de su obra literaria ha sido traducida al castellano y puede encontrarse en las librerías
nacionales (Doubting Hall ofrece, en inglés, un recorrido a través de ella). Entre esos trabajos se cuenta una autobiografía inconclusa, intitulada A Little Learning (Una educación incompleta), publicada en 1964. Sus diarios escritos entre 1919 y 1965 fueron editados en 1976 por Michael Davies (1936-2004), segundo presidente de la Federación Internacional Una Voce entre 1992 y 2004. A Bitter Trial, en fin, puede
adquirirse directamente en la editorial o en Amazon, disponible en papel y también
en formato electrónico.
Actualización [3 de marzo de 2015]: En la bitácora Wanderer revisited se ha publicado una serie de siete entradas dedicadas a la relación entre Evelyn Waugh y la liturgia, las que pueden ser del interés de nuestros lectores y por eso enlazamos como actualización a esta entrada. En ellas se recogen (i y ii) los párrafos más significativos del artículo publicado en The Spectator el 22 de noviembre de 1962 (primera y segunda parte), (iii) una carta a Lady Acton, (iv) otras dirigidas al editor del periódico The Catholic Herald (que dio lugar, a su vez, a [v] un intercambio epistolar entre el escritor y el arzobispo de Westminster, el cardenal Heenan) y (vi) a personajes de la jerarquía sobre la reforma litúrgica (dos al cardenal Heenan y una a Mons. McReavy, quien se dedicaba a responder las consultas que le dirigían a la revista Clergy Review). Cierra la serie la traducción de (vii) varias cartas a amigos y una entrada de su diario escrita la Pascua anterior a su muerte.
Vale la pena reproducir aquí el dolor con que el autor vivió la aplicación del propio de la Misa reformado en 1965, según viene descrito en Wanderer revisited:
La profunda tristeza que asolaba el alma de Evelyn le impedía, como había ocurrido en años anteriores, esperar con ansias la Pascua de 1966. Sabía que no podría suportar la misa bullanguera y en inglés que se celebraría ese día en su parroquia. Le pidió entonces encarecidamente a sus amigos, los monjes de la abadía benedictina de Downside, que alguno de ellos le celebrara para él y su familia la misa tradicional latina en una pequeña capilla ubicada cerca de su casa. Los monjes se negaron. Finalmente, consiguió que el P. Philip Caraman, s.j., de Londres, accediera a ir a Somerset y celebrara la misa que él tanto añoraba.
Al terminar la celebración pascual, Evelyn había cambiado. Estaba feliz y conversador como en los viejos tiempos. Su familia no cabía en sí de felicidad: habían recuperado a su marido y a su padre.
De regreso a la casa, y mientras se preparaban para el almuerzo, Evelyn sufrió una descompensación y falleció a los pocos minutos.
Era el 10 de abril de 1966. Tres años después, la liturgia católica cambiaría radicalmente con la promulgación del nuevo misal. El entonces prefecto de la Congregación del Culto Divino, cardenal Alfredo Ottaviani (1890-1979), junto al cardenal Antonio Bacci (1885-1971), antiguo encargado de la correspondencia con príncipes y documentos en latín de la Secretaría de Estado, dirigieron una sincera carta al papa Pablo VI acompañada de un breve examen crítico del nuevo misal. Ahí se decía:
[...] el nuevo Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.
Actualización [22 de julio de 2015]: En el núm. 289-290 de la Revista Verbo, correspondiente al año 1990, viene un artículo de Joaquín Torrente García de la Mata intitulado "Las cartas de Evelyn Waugh". Su lectura es interesante, porque contiene muchos fragmentes tomados de su correspondencia y que confirman lo dicho en esta entrada y en la actualización precedente, y es ahora posible en línea desde este enlace. Asimismo, hace unas semanas The Wanderer ha publicado una entrada con el título "Testigos de la catástrofe", donde recoge diversos testigos de cómo se vivió la reforma litúrgica en el Reino Unido.
Actualización [22 de abril de 2016]: El sitio Bensonians ha publicado la traducción al español de un artículo originalmente aparecido en Rorate Caeli y escrito por un sacerdote diocesano recientemente ordenado, que firma bajo el nombre de Monseñor l'Abbé en dicho sitio. Se trata de un análisis comparativo de la exhortación apostólica Amoris Laetitia a la luz de la novela Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh.
Actualización [20 de julio de 2016]: El sitio El búho escrutador ha publicado la traducción de un sencillo e interesante artículo aparecido en Catholic Herald, donde Clare Bowskill recuerda un aspecto importante en la vida de Evelyn Waugh y que marcó dolorosamente sus últimos años: el respetuoso combate por preservar el rito antiguo de la Santa Misa y su fuerte oposición a la introducción de la lengua vernácula en Inglaterra. Su publicación coincide con el quincuagésimo aniversario de la muerte del autor inglés, ocurrida el 10 de abril de 1966.
Actualización [26 de julio de 2016]: Evelyn Waugh fue instrumental, junto a Sir Arnold Lunn y Hugh Ross Williamson, en la fundación de la Latin Mass Society en la Pascua de 1965. Aunque rechazó el ofrecimiento de la presidencia de dicha institución, posiblemente por sus problemas de salud, continuó apoyando la organización hasta su muerte en 1966. Para conmemorar el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, el pasado viernes 8 de julio la Latin Mass Society organizó unas vísperas pontificales en la iglesia católica St. Mary Magdalen de Wandsworth, Londres en memoria de Evelyn Waugh, celebradas por el arzobispo Gullickson, nuncio apostólico en Suiza, con música renacentista de Asola y Palestrina, y del contemporáneo de Waugh Edward Elgar. Véase aquí las fotografías de dicha ceremonia, y también la entrada que le dedica el sitio Infocaótica.
Actualización [19 de enero de 2017]: La bitácora El sosiego acantilado reproduce un fragmento tomado del libro Escritores conversos escrito por Joseph Pierce, donde se habla del impacto que supuso para Evelyn Waugh la reforma litúrgica emprendida por el Concilio Vaticano II y consumada con la aprobación de un nuevo ordinario para la Misa en 1970, el que aquél no alcanzó a conocer. El título de la entrada es muy sugerente y está tomado de la correspondencia del autor inglés: "Todavía no me rociado de gasolina". Pese a los cambios litúrgicos, que lo sumieron en estado de angustia nerviosa y precipitaron su muerte, decía que no había hecho tal cosa porque se aferraba a la fe de siempre, aunque ya sin la alegría que la Misa tradicional proclama desde su inicio con la recitación alternada del Salmo 42.
Actualización [3 de marzo de 2015]: En la bitácora Wanderer revisited se ha publicado una serie de siete entradas dedicadas a la relación entre Evelyn Waugh y la liturgia, las que pueden ser del interés de nuestros lectores y por eso enlazamos como actualización a esta entrada. En ellas se recogen (i y ii) los párrafos más significativos del artículo publicado en The Spectator el 22 de noviembre de 1962 (primera y segunda parte), (iii) una carta a Lady Acton, (iv) otras dirigidas al editor del periódico The Catholic Herald (que dio lugar, a su vez, a [v] un intercambio epistolar entre el escritor y el arzobispo de Westminster, el cardenal Heenan) y (vi) a personajes de la jerarquía sobre la reforma litúrgica (dos al cardenal Heenan y una a Mons. McReavy, quien se dedicaba a responder las consultas que le dirigían a la revista Clergy Review). Cierra la serie la traducción de (vii) varias cartas a amigos y una entrada de su diario escrita la Pascua anterior a su muerte.
La profunda tristeza que asolaba el alma de Evelyn le impedía, como había ocurrido en años anteriores, esperar con ansias la Pascua de 1966. Sabía que no podría suportar la misa bullanguera y en inglés que se celebraría ese día en su parroquia. Le pidió entonces encarecidamente a sus amigos, los monjes de la abadía benedictina de Downside, que alguno de ellos le celebrara para él y su familia la misa tradicional latina en una pequeña capilla ubicada cerca de su casa. Los monjes se negaron. Finalmente, consiguió que el P. Philip Caraman, s.j., de Londres, accediera a ir a Somerset y celebrara la misa que él tanto añoraba.
Al terminar la celebración pascual, Evelyn había cambiado. Estaba feliz y conversador como en los viejos tiempos. Su familia no cabía en sí de felicidad: habían recuperado a su marido y a su padre.
De regreso a la casa, y mientras se preparaban para el almuerzo, Evelyn sufrió una descompensación y falleció a los pocos minutos.
Era el 10 de abril de 1966. Tres años después, la liturgia católica cambiaría radicalmente con la promulgación del nuevo misal. El entonces prefecto de la Congregación del Culto Divino, cardenal Alfredo Ottaviani (1890-1979), junto al cardenal Antonio Bacci (1885-1971), antiguo encargado de la correspondencia con príncipes y documentos en latín de la Secretaría de Estado, dirigieron una sincera carta al papa Pablo VI acompañada de un breve examen crítico del nuevo misal. Ahí se decía:
[...] el nuevo Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.
Actualización [22 de julio de 2015]: En el núm. 289-290 de la Revista Verbo, correspondiente al año 1990, viene un artículo de Joaquín Torrente García de la Mata intitulado "Las cartas de Evelyn Waugh". Su lectura es interesante, porque contiene muchos fragmentes tomados de su correspondencia y que confirman lo dicho en esta entrada y en la actualización precedente, y es ahora posible en línea desde este enlace. Asimismo, hace unas semanas The Wanderer ha publicado una entrada con el título "Testigos de la catástrofe", donde recoge diversos testigos de cómo se vivió la reforma litúrgica en el Reino Unido.
Actualización [22 de abril de 2016]: El sitio Bensonians ha publicado la traducción al español de un artículo originalmente aparecido en Rorate Caeli y escrito por un sacerdote diocesano recientemente ordenado, que firma bajo el nombre de Monseñor l'Abbé en dicho sitio. Se trata de un análisis comparativo de la exhortación apostólica Amoris Laetitia a la luz de la novela Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh.
Actualización [20 de julio de 2016]: El sitio El búho escrutador ha publicado la traducción de un sencillo e interesante artículo aparecido en Catholic Herald, donde Clare Bowskill recuerda un aspecto importante en la vida de Evelyn Waugh y que marcó dolorosamente sus últimos años: el respetuoso combate por preservar el rito antiguo de la Santa Misa y su fuerte oposición a la introducción de la lengua vernácula en Inglaterra. Su publicación coincide con el quincuagésimo aniversario de la muerte del autor inglés, ocurrida el 10 de abril de 1966.
Actualización [26 de julio de 2016]: Evelyn Waugh fue instrumental, junto a Sir Arnold Lunn y Hugh Ross Williamson, en la fundación de la Latin Mass Society en la Pascua de 1965. Aunque rechazó el ofrecimiento de la presidencia de dicha institución, posiblemente por sus problemas de salud, continuó apoyando la organización hasta su muerte en 1966. Para conmemorar el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, el pasado viernes 8 de julio la Latin Mass Society organizó unas vísperas pontificales en la iglesia católica St. Mary Magdalen de Wandsworth, Londres en memoria de Evelyn Waugh, celebradas por el arzobispo Gullickson, nuncio apostólico en Suiza, con música renacentista de Asola y Palestrina, y del contemporáneo de Waugh Edward Elgar. Véase aquí las fotografías de dicha ceremonia, y también la entrada que le dedica el sitio Infocaótica.
Actualización [19 de enero de 2017]: La bitácora El sosiego acantilado reproduce un fragmento tomado del libro Escritores conversos escrito por Joseph Pierce, donde se habla del impacto que supuso para Evelyn Waugh la reforma litúrgica emprendida por el Concilio Vaticano II y consumada con la aprobación de un nuevo ordinario para la Misa en 1970, el que aquél no alcanzó a conocer. El título de la entrada es muy sugerente y está tomado de la correspondencia del autor inglés: "Todavía no me rociado de gasolina". Pese a los cambios litúrgicos, que lo sumieron en estado de angustia nerviosa y precipitaron su muerte, decía que no había hecho tal cosa porque se aferraba a la fe de siempre, aunque ya sin la alegría que la Misa tradicional proclama desde su inicio con la recitación alternada del Salmo 42.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Política de comentarios: Todos los comentarios estarán sujetos a control previo y deben ser formulados de manera respetuosa. Aquellos que no cumplan con este requisito, especialmente cuando sean de índole grosera o injuriosa, no serán publicados por los administradores de esta bitácora. Quienes reincidan en esta conducta serán bloqueados definitivamente.