martes, 5 de noviembre de 2019

¿Por qué no celebran la reforma litúrgica?

Les ofrecemos hoy un nuevo artículo del Dr. Peter Kwasniewski, en el cual desarrolla una sugerente conjetura acerca de los motivos para la curiosa falta de celebraciones del cincuentenario de la promulgación del Misal reformado por parte de los adherentes del Novus Ordo.

El artículo fue publicado originalmente en New Liturgical Movement (y después republicado por Rorate Caeli) y ha sido traducido por la Redacción. 

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¿Por qué el “establishment” litúrgico no está celebrando el aniversario 50 del Novus Ordo?

Peter Kwasniewski

Un artículo publicado en New Liturgical Movement el jueves 24 de octubre (Lessons from the Sixties:Selective Synodality and Princely Protests) comienza del siguiente modo: “Es realmente sorprendente cuán poco se está conmemorando, en el año en curso, la reforma litúrgica de Pablo VI, especialmente el Novus Ordo Missae, promulgado hace cincuenta años”. Durante todo este año 2019 he estado pensando lo mismo.

Debiera resultarnos sumamente extraño, al menos en un primer análisis, que los comités litúrgicos, los dicasterios vaticanos, los departamentos de teología, las cancillerías, las órdenes religiosas y todo el resto del aparato burocrático posconciliar no esté entregado a una enorme celebración de las bodas de oro de la nueva Misa promulgada por Pablo VI el 3 de abril de 1969, que entró en vigencia, en la mayoría de los países, el primer domingo de Adviento de ese año, el 30 de noviembre (en forma análoga Summorum Pontificum se promulgó el 7 de julio de 2007, pero no entró en vigor sino en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de septiembre).

Por cierto, se podría pensar que si algo hay que merezca brindis, fiestas y palmaditas de orgullo en la espalda, habría de ser precisamente este monumental cambio moderno de imagen. Sin embargo, la cantidad de eventos, peor todavía, la cantidad de menciones hechas por los amigos del rito paulino, pueden contarse con los dedos de una mano. En cambio, el total de eventos celebratorios de los aniversarios, más bien modestos, de Summorum Pontificum (5 años, 10 años…), ya es de dos dígitos. Quizá lo más prominente (y no particularmente prominente) fue un artículo de L’Osservatore Romano, del 6 de abril de 2019, escrito por el P. Corrado Maggioni, S.M.M., Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que se publicó en inglés en PrayTell el 17 de abril [Nota de la Redacción: véase aquí la traducción castellana de ese artículo]. 

¿Cómo entender este sorprendente silencio? Creo que la respuesta puede compendiarse en el otro título que pensé poner a este artículo: “El agujero negro de la memoria: sobre la destrucción del conocimiento de la Tradición”.

Lo que me hizo llegar a pensar de este modo fue un interesante diálogo en Facebook, del cual voy a reproducir los segmentos más valiosos. El intercambio comenzó así:

“Me he topado con muchos que se llaman a sí mismos católicos, y que jamás han tenido ni la menor idea de que se hicieron cambios, que ignoran absolutamente lo que significa 'Novus Ordo'. Hasta tal punto se ha reescrito totalmente la historia”.

Otra persona intervino:

“Mientras estaba en la universidad, tuve una vaga conciencia de que, antes del Concilio Vaticano II, la Misa era en latín, pero pensé que la liturgia era exactamente igual a la que teníamos en la capilla de Steubenville, sólo que en latín. Pero después asistí a la Misa Tradicional por pura curiosidad, y descubrí cuándo equivocado estaba”.

La primera persona respondió:

“Yo supuse exactamente lo mismo. Hubiera sido necesaria la fuerza para convencerme de la idea de que alguien hubiera podido descaradamente confeccionar algo nuevo en un comité. No fue sino hasta que puse los dos textos uno al lado del otro y los comparé que me di cuenta de que habíamos sido engañados durante toda la vida. Comencé entonces a leer a Michael Davies y ahí fue el fin de todo”.

Una tercera persona intervino entonces:

“Yo me convertí al catolicismo desde el anglicanismo, luego de habérmelo leído todo en el camino. El Novus Ordo (aunque no me enteré entonces, ni por muchos años, de que se lo llamaba así) fue para mí un pequeño shock, pero pensé que las cosas eran simplemente así y tenía que tomarlas tal como eran. Ni siquiera supe que la Misa en latín todavía existía. Me arrepentí de la conversión, pero luego regresé y creeré siempre que no fue una mera coincidencia el que, después de confesarme, la Misa de día de semana a la que asistí haya sido la Misa Tradicional. Después de esto, viví lo normal en estos casos (lectura de Michael Davies, etcétera), experimenté toda la rabia ('Me han engañado'), hasta que lo superé. Bendito sea Dios”.

Surgió una pregunta: 

“¿Por qué hay tanta ignorancia entre los católicos no sólo de la historia en general, sino incluso de la historia reciente? Cincuenta años no es un período tan largo… Uno pensaría que una Iglesia que tiene 2.000 años estaría interesada en que sus miembros supieran lo grandioso que fue el que la vieja y polvorienta liturgia fuera reemplazada por un nuevo y brillante modelo”. 

A esta pregunta se dio la siguiente repuesta:

“La respuesta al puzzle es que ya no se espera en absoluto que se sepa que existe algo llamado Novus Ordo. Se supone que, simplemente, es 'la Misa'. Punto. Se supone que, con cada año que pasa, el hecho de que hubo cambios en la liturgia va cayendo al 'agujero negro' de la memoria. Se está muriendo la gente que recuerda bien la antigua Misa, esa gente que sabe cuán radicalmente diferente a la antigua es la nueva, y que recuerda con cuánta violencia se hizo los cambios. O sea, esa gente que no se dio simplemente por vencida ni se fue hace tiempo. Se supone que los católicos que todavía practican su fe no saben que existió un 'antiguo rito' ni que existe un 'rito nuevo'. El proyecto revolucionario consiste, en la etapa actual, en negar que haya existido cosa alguna que pueda llamarse 'la antigua fe'. En todo caso, esta es la razón de que estén furiosos como gatos metidos en un saco porque todavía hay tradicionalistas, y porque el movimiento tradicionalista está ganando terreno. Se suponía que los tradicionalistas habían desaparecido o habían sido desalojados, y el hecho de que haya tradicionalistas nuevos, gente como yo, que jamás supo, allá afuera, de la existencia del antiguo rito, y que haya ahora familias con doce hijos que van a la Missa Cantata, y todo eso del homeschooling y demás… Combínese eso con la capacidad de Internet de hacer que todo el mundo se entere de lo que realmente pasa, y además con muchas fotos hermosas, y se entiende que estén siendo víctimas de apoplejía”.


Víctimas de apoplejía, quizá; en todo caso, extrañamente silenciosos. ¿Cuántos sitios web hay que sigan una línea reformista dura? No muchos. Quizá uno solo: PrayTell. ¿Cuántos sitios web siguen una línea tradicionalista dura? Una buena cantidad. O sea, parece que los progresistas se han quedado sin combustible, o se mueven sin aplomo, o se quedan sin personal a bordo, o piensan que hablar mucho de ello tiene el riesgo de hacer que todavía más católicos conozcan algunos temas prohibidos y, por lo tanto, haya más posibles defecciones.

Un lector de OnePeterFive escribió al editor:

“Desde la escuela, ya buscaba a Dios, pero la plenitud, la realidad y la belleza de la Iglesia y de su Tradición me fue desconocida hasta que descubrí OnePeterFive… Declaro que mi encuentro con la Tradición fue una segunda conversión, porque mi experiencia inmediatamente después de mi bautismo y confirmación en la Iglesia de Francisco estuvo separada de todo conocimiento de que la Iglesia, con anterioridad a 1960, fue diferente de lo que es hoy”.

Exacto. El éxito de la “transformación de todas las formas” depende, al cabo, de que mucha gente en la Iglesia no sepa lo que pasó antes de 1969, o no se imagine que nuestro culto y nuestra vida podría, o debería, ser diferente de lo que el Vaticano, o la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, o la cancillería episcopal o [llénese aquí el espacio en blanco] quieren que pensemos que debe ser.

Actualmente estoy editando el manuscrito de la traducción de un muy buen libro de Michael Fiedrowicz, Die überlieferte Messe: Geschichte, Gestalt und Theologie des klassischen römischen Ritus [Nota de la Redacción: del cual nuestra bitácora publicó una reseña hace ya cinco años], que será publicado por Angelico con el título The Traditional Mass: History, Form, and Theology of the Classical Roman Rite. El siguiente párrafo resume, elocuentemente, los puntos que he presentado aquí:

"La celebración de la liturgia según su forma tradicional constituye, pues, un efectivo contrapeso a todos los achatamientos, reducciones, disoluciones y banalizaciones de la fe. Muchos de quienes no tienen familiaridad con la liturgia clásica y sólo conocen su forma re-creada, creen que lo que ven y oyen es la fe en su totalidad. Casi ninguno de ellos advierte que las oraciones de la Iglesia ya no combaten expresamente el error, ni ruegan por el regreso de los que se han extraviado, ni conceden una clara prioridad a lo celestial por sobre lo terreno; o que esas oraciones transforman a los santos en meros ejemplos de moralidad, o encubren la gravedad del pecado, o identifican a la Eucaristía con una mera cena. Casi nadie tiene conocimiento siquiera de las oraciones que la Iglesia pronunció, a lo largo de los siglos, en el lugar de la actual 'preparación de las ofrendas', ni sabe cómo aquellas oraciones demostraban la comprensión que la Iglesia tenía de la Misa como un sacrificio, ofrecido mediante las manos del sacerdote por vivos y difuntos”.

Recuerdo claramente que, a medida que descubría la Misa Tradicional en torno a los veinte años, me tropecé con importantes verdades de la fe -verdades enseñadas por la Biblia, los Padres de la Iglesia, los Concilios y, por cierto, por el misal tridentino- que habían sido enmudecidas, o hechas invisibles o incluso hechas desaparecer por el Novus Ordo. Y mis estudios posteriores han claramente confirmado la extensión de este sistémico sesgo. Por eso me gusta decir (aunque admito que es un poco exagerado) que “mi misal diario me transformó en tradicionalista”.

Los católicos que no se rindan confiadamente a los 2000 años de Tradición de la Iglesia no tendrán contacto con toda la doctrina y la moral del catolicismo. Esto es algo duro de oír, pero no es más que la enseñanza del Señor: “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mat. 16, 24). En cierto sentido, lo mismo es verdad de la Tradición: tenemos que negar nuestros prejuicios modernos, tomar el bendito peso de la Tradición, y seguirla, a fin de ser totalmente católicos.

Joseph Ratzinger se hizo famoso repitiendo que el olvido de Dios es el problema mayor de Occidente. En su prólogo al libro The Organic Development of the Liturgy, de Dom Alcuin Reid, escribió:

“Si la liturgia aparece en primer lugar como un taller para desarrollar nuestra actividad, se olvidará lo esencial: Dios. Porque la liturgia no es acerca de nosotros, sino acerca de Dios. El olvido de Dios es el peligro más inminente de nuestra época. Frente a ello, la liturgia debiera constituirse como un signo de la presencia de Dios. Pero, ¿qué ocurrirá si es que se consolida el hábito de olvidar a Dios en la liturgia, y si en ésta sólo pensamos en nosotros mismos?”


“En nuestros días, cuando en vastas regiones del mundo la fe está en peligro de morir como una llama que ya no tiene combustible, la absoluta prioridad es hacer a Dios presente en este mundo y mostrar a hombres y mujeres las vías de Dios. No de cualquier dios, sino del Dios que habló en el Sinaí, del Dios cuyo rostro reconocemos en ese amor que llega 'hasta el extremo' (cf. Jn. 13, 1) en Jesucristo, crucificado y resucitado. El problema, en este momento de nuestra historia, es que Dios está desapareciendo del horizonte humano y, con la disminución de la luz que viene de Dios, la humanidad está perdiendo el rumbo, con efectos evidentemente cada vez más destructivos”.

Hoy todavía es difícil para muchos en la Iglesia darse cuenta -ya sea porque ignoran el pasado (como querían los revolucionarios) o porque, conociéndolo, tienen miedo de hacer su tarea y unir los trazos- de que los cambios en la liturgia han efectivamente contribuido, de modo profundo y duradero, a esta crisis de nuestro olvido de Dios, y de que la cura principal para esta amnesia es la restauración del rito romano clásico.

 De la ordenación de un sacerdote de la Fraternidad de San Pedro en 2017

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Actualización [15 de abril de 2021]: Religión en libertad ha publicado un reportaje sobre la conversión de Maren Latham, una mujer educada durante la década de 1980 en una devota familia mormona de Alberta, Canadá. Tuvo una infancia feliz dedicada a la oración y estudio de las Escrituras. Sin embargo, durante su juventud comenzó a descubrir la música, el latín y la belleza de la liturgia católica, las cuales le harían replantearse sus creencias y la llevarían a bautizarse durante la Vigilia Pascual de 2018.

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