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martes, 29 de junio de 2021

Un recuerdo del papa Benedicto XVI al cumplir 70 años de su ordenación sacerdotal

Hoy, 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el papa emérito Benedicto XVI celebra el 70° aniversario de su ordenación sacerdotal. La Asociación Litúrgica Magnificat quiere rendirle un homenaje desde esta bitácora a quien tanto hizo por devolver la visibilidad a la liturgia tradicional de la Iglesia a través del motu proprio Summorum Pontificum (2007). Con ese fin les ofrecemos una galería fotográfica de las cuatro ocasiones en que el cardenal Ratzinger celebró la Santa Misa de siempre y de las que ha quedado registro, además de compartir una anécdota de su estadía en la Abadía de Fontgombault con ocasión de las Jornadas litúrgicas celebradas en ese lugar hace 20 años. 

(Foto: Hoc Signo)

Nacido el 16 de abril de 1927, Joseph Ratzinger recibió la ordenación sacerdote el 29 de junio de 1951 en la catedral de Frisinga (Alemania) junto con su hermano Georg, fallecido el 1° de julio de 2020. El sacramento le fue conferido por el cardenal Michael von Faulhaber (1869-1952), entonces arzobispo de Múnich y Frisinga. Sobre ese momento, que el futuro Benedicto XVI recuerda como el más importante de su vida y donde sintió una "conciencia de menesterosidad", dejó escrita una anécdota: "En el momento en que el anciano arzobispo me impuso las manos, un pajarito, tal vez una alondra, voló desde el altar de la catedral y trinó una pequeña canción alegre". El sitio New Liturgical Movement ha dedicado dos artículos a la ordenación sacerdotal del futuro papa Benedicto XVI (véase aquí y aquí). Joseph Ratzinger cantó su primera Misa el 8 de julio de ese año en la parroquia de San Oswaldo, situada en la capital comarcal de Traunstein. El 30 de julio de 1951, dijo también la Santa Misa en la Iglesia de San Nicolás de Rimsting, lugar de nacimiento de su madre. El 24 de marzo de 1977, poco después de haber celebrado sus bodas de plata sacerdotales, Joseph Ratzinger fue consagrado arzobispo de Múnich y Frisinga, y el 27 de junio el papa Pablo VI lo creó cardenal bajo el título de Sancta Maria Consolatrice al Tiburtino. Para escudo episcopal eligió el lema "Cooperatores veritatis". El 25 de noviembre de 1981, el papa Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que ocupará hasta el final de su pontificado. El 19 de abril de 2005 fue electo por el cónclave como el 265° Romano Pontífice de la Iglesia católica, adoptando el nombre de Benedicto XVI. Su pontificado concluyó el 28 de febrero de 2013 al hacerse efectiva su renuncia al ministerio petrino. Desde entonces vive retirado en el Monasterio Mater Ecclesiae, al interior de la Ciudad del Vaticano. 

En una reciente entrevista concedida a Il Timone, el cardenal Robert Sarah, Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha señalado que, "en la historia, Benedicto XVI será recordado, además de como un gran teólogo, como el Papa del Summorum Pontificum, de la paz litúrgica, el puente ecuménico hacia el Oriente cristiano a través de la liturgia latino-gregoriana, la voluntad de recuperación de las raíces cristianas y la unidad de Europa contra todo laicismo vacuo y desestructurador de la cultura europea". Sin duda, su mayor legado es haber devuelto la posibilidad de celebrar la Santa Misa de siempre sin restricciones, permitiendo que las nuevas generaciones pudiesen acercarse a ese tesoro de nuestra fe católica. 

Primera Misa de Joseph Ratzinger
(Foto: Pinterest)

En 1989, un año después del motu proprio Ecclesia Dei que creó la Pontificia Comisión de ese nombre y permitió el surgimiento y regularización de varios institutos tradicionales, el cardenal Joseph Ratzinger visitó la localidad alemana de Weimar y celebró ahí una Misa Pontifical según el antiguo rito romano en una Iglesia del Sagrado Corazón repleta de fieles. Volvió al lugar una década más tarde. El 17 de abril de 1999 celebró nuevamente una Misa pontifical, que fue organizada por la asociación de fieles Pro Missa Tridentina, junto con Una Voce Deutschland uno de los dos capítulos oficiales de la Federación Internacional Una Voce (FIUV) en Alemania. Sobre esa última Misa publicamos en su día una entrada en esta bitácora (véase aquí más información). 




No pasó mucho tiempo antes de que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe volviese a celebrar públicamente la Misa de siempre, cuando todavía regía la disciplina prevista por la instrucción Quattuor abhinc annos (1984), que dejaba en manos del ordinario del lugar la autorización para recurrir a los antiguos libros litúrgicos. En el mes de abril de 1990, dos años después de la creación de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), el cardenal Joseph Ratzinger hizo una visita al seminario internacional de la misma advocación que dicha institución tiene en la localidad de Wigratzbad (Opfenbach, Baviera, Alemania), donde se forman principalmente los seminaristas de habla francesa y alemana. Con ocasión de esa visita, el domingo 15 de abril celebró una Misa Pontifical de la que han quedado bastantes registros gráficos. En el sitio oficial de la FSSP es posible leer (en inglés) el texto de la homilía pronunciada por el cardenal Ratzinger en esa Misa.














Entre los días 22 y 24 de septiembre de 1995, el cardenal Joseph Ratzinger realizó una visita a la Abadía Sainte Madeleine del Barroux, Francia. El domingo 24 celebró una Misa Pontifical según el rito tradicional en la iglesia abacial. El día anterior, con ocasión de su visita a la vecina abadía femenina de Notre-Dame de l’Annonciation, también ofició la Misa según el antiguo rito romano. De esas visitas dio cuenta la revista The Latin Mass, vol. IV, núm. 4 (1995), pp. 10-14.


Entre el 22 y el 24 de julio de 2001 se celebraron en en la Abadía de Note Dame de Fontgombault unas Jornadas Litúrgicas convocadas por el abad Dom Antoine Forgeot OSB, con el propósito de iniciar un nuevo movimiento litúrgico en la Iglesia. Uno de los asistentes fue el cardenal Joseph Raztinger, entonces Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, quien dio una de las conferencias previstas en el programa e improvisó otra cuando le pidieron que pronunciase el discurso de cierre el lunes 24 de julio por la noche. Las demás intervenciones estuvieron a cargo de André Mutien Léonard, Stratford Caldecott, François Clément, Dom Cassian Folsom OSB, Dom Daniel Field OSB, André Rose, Dom Charbel Pazat de Lys OSB,  Robert Spaemann, Miguel Ayuso-Torres y Roberto de Mattei. A las 7.30 del martes 25, el cardenal se despidió para regresar a Roma. Antes de irse, Dom Forgeot lo invitó a entrar en la iglesia abacial en ese momento tan notable en que los monjes dicen sus Misas privadas en los distintos altares laterales. Situado en la parte trasera de la iglesia, el cardenal quedó cautivado, casi estupefacto. Se puso de rodillas sobre el suelo y rezó durante un largo rato. Al marcharse, ahora en el nártex de la abadía, le dijo en voz baja al padre abad, que aún recuerda su precisa inflexión de voz: "¡Esa es la Iglesia católica!" La anécdota ha sido relatada por Nicolas Diat en dos de sus libros: L'homme qui ne voulait pas être pape (Albin Michel, 2014) y Le grand bonheur (Fayard, 2020). 

Lo que el cardenal Ratzinger vio esa mañana de verano fue algo así: 



Nota de la Redacción: Las fotografías de la Misa celebrada en Weimar en 1999 proceden de aquí y aquí. Las fotos de la Misa de 1990 en el seminario de la FSSP están tomadas de aquí,  aquí y aquí. La portada de la revista The Latin Mass está tomada de aquí. Las dos fotografías de la Abadía de Sainte Madeleine de Fontgombault y la anécdota provienen de Rorate Caeli

domingo, 26 de julio de 2020

Una reciente Misa celebrada según el rito lionés

El domingo 28 de junio pasado, el apostolado de la Fraternidad de San Pedro (FSSP) en la ciudad francesa de Lyon celebró una Misa solemne en el tradicional rito lionés. La Misa fue celebrada en la Iglesia Colegiata de San Justo, con ocasión de la fiesta del Santo Patrono local, San Ireneo, obispo y mártir del siglo II. Se trata de la primera vez en que ella se celebra de manera solemne en los últimos tiempos (véase la Misa solemne celebrada en 1993 en presencia del arzobispo de Lyon en la entrada que dedicados a este rito). Presentamos a continuación una galería fotográfica de esa Misa, la que se acompaña de algunas glosas explicativas sobre la particularidad que presenta el concreto rito que muestra la imagen. Entre las fotos hay una de un interesante paramento, absolutamente único. Ciertamente es digno de encomio el clero de San Justo por sus esfuerzos por mantener y preservar esta hermosa parte del patrimonio litúrgico de la Iglesia. 

Los dos acólitos que llevan los cirios usan albas con cíngulo, tal como se hacía por lo general en la Edad Media. 


Nótese que las columnas de la iglesia están parcial o totalmente tapadas con cubiertas rojas, de acuerdo con la fiesta del día. Esta no es una costumbre especialmente lionesa, sino que  se usó extensamente en Europa, y se la conserva todavía en algunos lugares.




Cuando los acólitos no sostienen algo con las manos, cruzan éstas sobre el pecho, como vemos aquí.



Cuando el sacerdote está en el Misal, sólo lo acomapaña el diácono,


en tanto que el diácono se sienta en el primer sitial del coro.



Para el Misal se usa un cojín a modo de atril, igual que en el rito dominicano.



Los acólitos ponen los cirios en el suelo del presbiterio, al frente del altar, en vez de ponerlos en la credencia, que en las iglesias lionesas está detrás del altar principal.


El turiferario utiliza un paramento parecido a una estola, llamado “orfroi de tunique” (en castellano se lo denomina “ocofres”), que se asemeja a las bandas decoradas que forman los bordes frontales de la capa pluvial (llamadas en francés orfrois). Como su nombre lo indica, es un remanente de la túnica que usaba el subdiácono, ya que en la catedral sólo se permitía a ellos cumplir la función de turiferarios. En la foto, el turiferario sostiene el libro ante el sacerdote para la lectura silenciosa de la Epístola, el Gradual, etcétera.  



El diácono recibe el libro del Evangelio sentado en la sedilia.







El corporal es mucho más grande que el romano típico, y está hecho de tal modo que se lo puede desplegar y levantar para cubrir con él el cáliz, en tanto que en el rito romano se usa una pieza separada.  




Como en casi todos los usos medievales, el sacerdote extiende sus brazos en forma de cruz, inmediatamente después de la consagración. Así ocurre también, por ejemplo, en el rito dominicano. 


El diácono y el subdiácono recitan el Confíteor juntos desde el mismo costado.


La credencia está detrás del altar mayor, y tiene la forma de un altar pequeño.


Les dejamos finalmente un video de la Misa: 



Nota de la Redacción: Con ajustes de estilo y redacción, esta nota es una traducción de aquella publicada en New Liturgical Movement. Las imágenes son las que acompañan esa publicación, mientras que el video fue publicado por el mismo sitio en esta entrada. Para mayor información sobre el rito lionés, véase la entrada que le dedicamos en su oportunidad, y este artículo (en inglés) redactado con las fotos de la Misa aquí referida. 

martes, 12 de febrero de 2019

Hacia una concordia entre la FSSPX y la FSSP

Todos aquellos que formen parte del mundo tradicional habrán podido advertir que éste, desgraciadamente, no está exento de rencillas personales, sectarismo y sentimientos de autosuficiencia, lo que se hace patente en no pocos clérigos y laicos de las más diversas comunidades tradicionales, cuando todos debiesen remar hacia el puerto común del rico patrimonio doctrinal y litúrgico de la Iglesia. 

El artículo del Dr. Peter Kwasniewski que a continuación les presentamos aborda este problema desde la perspectiva específica de las relaciones entre la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX o SSPX), fundada por S.E.R. Mons. Marcel Lefebvre, y la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), nacida del quiebre posterior a las consagraciones episcopales de Écône de 1988, relaciones que siempre han estado marcadas por innumerables suspicacias mutuas. 

Pese a que dicho enfoque se refiere en particular a estas dos comunidades tradicionales, todos podemos sacar lecciones de este artículo para la situación particular de cada uno y esforzarnos por superar las rencillas y la pequeñez de la que ninguno de nosotros está libre, pensando en que cualquier esfuerzo que hagamos debe ser hecho para la mayor gloria de Dios. Es preciso acoger este llamado del Dr. Kwasniewski a una mayor cordialidad entre todos los grupos tradicionales, pues no podemos olvidar que nuestra meta primordial es común a todos, y no es otra que la restauración de la Fe de siempre y del culto auténtico "en espíritu y verdad" dentro de la Iglesia. No debemos olvidar que hoy en día el conocimiento de la Fe y de la liturgia perennes son una gracia de Dios y no un mérito nuestro, y es preciso, por consiguiente, nunca dejar de ser humildes, confiando en que lo poco que hagamos será el Señor quien lo multiplicará.

El artículo fue publicado originalmente en New Liturgical Movement y ha sido traducido por la Redacción.


***

La necesidad de humildad y apoyo mutuos entre la FSSPX y la FSSP

Peter Kwasniewski

Todos conocemos la reciente decisión del Papa de suprimir la Pontificia Comisión Pontificia Ecclesia Dei. En reacción, el Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX) emitió esta declaración desdeñosa:

Una conclusión es evidente: como las llamadas comunidades Ecclesia Dei han preservado "sus tradiciones espirituales y litúrgicas", claramente no tienen relevancia en esta discusión. El hecho de que permanezcan vinculadas a una sección de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es meramente incidental. Tienen la Misa, las "tradiciones espirituales y litúrgicas", pero no toda la doctrina que esto conlleva. Eso es lo que siempre ha reprochado la Fraternidad San Pío X a Dom Gérard [fundador del monasterio benedictino en Le Barroux, que trabajó con Monseñor Lefebvre hasta 1988] y a todos aquellos que creyeron que debían romper la unidad de la Tradición para negociar un acuerdo exclusivamente práctico. La crisis de la Iglesia no puede reducirse tan sólo a una cuestión espiritual o litúrgica. Es algo mucho más profundo, porque tiene que ver con la esencia misma de la fe y la doctrina de la Revelación, el derecho de Cristo Rey a reinar aquí sobre los hombres y sobre las sociedades.

Esta afirmación es, por decir lo menos, curiosa. Si la liturgia es realmente la teología primaria de la Iglesia y realmente creemos el axioma de lex orandi, lex credendi, entonces mantener el antiquior usus y la espiritualidad ascética-mística que lo sustenta comporta, en la práctica, conservar "la esencia misma de la fe y la doctrina de la Revelación", que incluye, por cierto, una primacía de honor y jurisdicción por parte del Sumo Pontífice. De hecho, todo lo que los católicos creen, incluido "el derecho de Cristo Rey a reinar aquí sobre los hombres y sobre las sociedades", el cual no está del todo claro en la liturgia reformada[1], se puede deducir directamente de la liturgia romana preconciliar que todas las comunidades Ecclesia Dei guardan como un tesoro.

Es más, podríamos dar vuelta las cosas y decir que son las comunidades Ecclesia Dei las que están recuperando la antigua tradición litúrgica que se encuentra en las ceremonias de la Semana Santa anterior a 1955 y en otros aspectos de la práctica tradicional del antiguo rito romano (por ejemplo, octavas, colectas adicionales, duplicidad de lecturas, casullas plegadas, últimos Evangelios apropiados, etcétera), mientras que la FSSPX, que yo sepa, continúa tranquilamente celebrando la Santa Misa con las supresiones y distorsiones introducidas por Pío XII y Juan XXIII. Independientemente de sus otras magníficas cualidades, monseñor Lefebvre fue algo ingenuo acerca de la magnitud del daño que ya se había hecho a la liturgia antes de 1962. Si se aferraba a este "último misal" para contener la marea de incipiente sedevacantismo, su conducta se parece mucho a una versión diferente de "romper la unidad de la Tradición para negociar un acuerdo exclusivamente práctico" [2 y apéndice].

Por otro lado, los miembros de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP) no han dudado en disparar a lo largo de los años a esos padres rebeldes cuyos hijos se han marchado. Uno de sus fundadores dijo sin rodeos: "Rezo mucho por mis viejos y buenos amigos [en la FSSPX] para que se unan a la Iglesia" (!) y "vuelvan sin ninguna condición", "aceptando la autoridad del magisterio vivo".

No critico ni criticaría los juicios de conciencia que llevaron a la fundación del FSSP en julio de 1988. Algunos católicos de buena voluntad han estado en desacuerdo y continuarán discrepando en sus interpretaciones del paso dramático que dio monseñor Lefebvre, pero no hay duda de que actuó libremente contra las disposiciones del derecho canónico y de un solemne mandato papal para desistir de consagrar obispos. Creo que si a uno se le da la opción, debe asistir a una Misa de usus antiquior ofrecida por un sacerdote en plena comunión con la Iglesia, aunque reconociendo que, en la crisis actual, "plena comunión" a menudo no tiene mayor significado en la práctica.

Es perturbador ver a una fraternidad sacerdotal atacar, o hablar desdeñosamente, de la otra. Entiendo por qué sucede esto, ya que hay serios problemas en juego; pero todavía me pregunto si se dan cuenta de la gravedad de una situación eclesial en la que el lema que debe prevalecer ha de ser "todos manos a la obra". En mi experiencia, los laicos tienen un mayor sentido de la importancia de ser flexibles y "tradi-ecuménicos" en esta fase terminal que experimenta el cáncer posconciliar.

Podríamos reflexionar sobre la ironía divina que se produce en los propios nombres de las fraternidades, que sugieren dos caras, como la del antiguo dios romano Jano.


Veamos en primer lugar la fraternidad sacerdotal nombrada en honor a San Pío X. Todos los católicos admiran a este Papa por su condena decidida del modernismo, esa "síntesis de todas las herejías", y sus esfuerzos vigorosos (aunque desafortunadamente no exitosos) para reprimir a los modernistas; por su inequívoca condena del principio de la separación de Iglesia y Estado en su encíclica Vehementer Nos; por su promoción del canto gregoriano en Tra le Sollecitudini y su condena del uso de pianos en la iglesia, que todavía está vigente, aunque a menudo se hace caso omiso de ella; por su estímulo de una edad más temprana para recibir la primera comunión y de la práctica de la comunión frecuente para los que se hallan bien dispuestos.

Sin embargo, hay una mancha en su escudo papal: la violencia que le hizo al Breviario Romano con sus reformas radicales de 1911. Muchos Papas han agregado esta o aquella pequeña característica a la liturgia: una nueva fiesta, un nuevo prefacio, una nueva octava, las oraciones al pie del altar después del Último Evangelio; muchos han modificado las rúbricas; muy ocasionalmente se ha eliminado algún elemento considerado fruto de un crecimiento excesivo, como ocurrió con la eliminación por parte de Pío V de ciertos santos obviamente legendarios del calendario de la Missale Romanum de 1570[3]. Pero nunca un Papa se atrevió a alterar de manera tan radical y minuciosa ninguno de los antiguos oficios litúrgicos de la Iglesia latina. Cuando Pío X hizo desmantelar y reconfigurar el Breviarium Romanum a principios del siglo XX, no se limitó a dejar de lado algo que se había compuesto en el siglo XVI, como afirman algunos liturgistas; estaba alterando una regla de oración tan antigua que sus orígenes no pueden ser discernidos. De hecho, hay fuertes razones para pensar que la recitación diaria de los salmos de Laudate (148–150), de la cual deriva su nombre la hora de Laudes, se puede rastrear hasta los judíos de la época de Cristo y, por tanto, su recitación, con gran probabilidad, fue practicada por Nuestro Señor en sus oraciones durante Su paso por esta tierra.

Hubo problemas con el breviario a principios del siglo XX. Nadie discute este punto. Pero la solución de Pío X no fue mantener el oficio tal como estaba modificando sus rúbricas para que (por ejemplo) el ciclo semanal de 150 salmos fuese priorizado sobre los salmos festivos, o tal vez algunas horas, como Maitines, se volviesen opcionales para el clero secular a fin de conservar la integridad y la armonía del breviario en su conjunto. En cambio, Pío X se convirtió en el primer Papa en la historia de la Iglesia latina que, al gastar libremente el abundante capital de ultramontanismo que existía, puso el peso de su oficio detrás de la construcción de un nuevo Oficio Divino[4]. De esta manera, proporcionó la premisa de contructivismo papal que después permitió a Pío XII renovar la Semana Santa de manera similar entre 1948 y 1955, y a Pablo VI transformar todo el conjunto del rito romano desde 1963 hasta mediados de la década de 1970. Paradójicamente, el Papa que luchó valientemente contra el modernismo doctrinal fue un ejemplo del modernismo litúrgico, rompiendo el principio de la inviolabilidad de la Tradición inmemorial con el propósito de aliviar las cargas pastorales. Si esto no suena inquietantemente familiar, debería hacerlo[5].

Por lo tanto, el santo bajo cuya advocación se ha puesto la FSSPX nos muestra dos dimensiones en tensión: el ferviente promotor del dogma católico y el extenso pontificado que trató una parte de la liturgia como si fuera un mecanismo para ser reconstruido en lugar de un organismo vivo para ser alimentado o una herencia de los santos para ser atesorada. 

 Un ícono del ultramontanismo: la pintura de Batoni que representa a Benedicto XIV promulgando una bula inspirada por el Espíritu Santo y por San Pedro y San Pablo

Por su parte, el patrón celestial de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro también nos ofrece dos aristas en tensión: el Pedro que confesó a Cristo como el Hijo de Dios y recibió las llaves del Reino de los cielos; y el Pedro que trató de protestar con la insensatez de Cristo y recibió su reprensión: "Aléjate de mí, Satanás". Vemos en el Nuevo Testamento a Pedro que predicó la homilía en el primer Pentecostés y conquistó miles de almas para la Iglesia; pero también vemos a Pedro que, por respetos humanos, negó a su Maestro en la Pasión, y luego se negó a asociarse con los judíos conversos, por lo que mereció la dura reprensión de su compañero, el apóstol Pablo. Como señaló Joseph Ratzinger en su libro  Llamados a la comunión [original: Zur Gemeinschaft gerufen. Kirche heute verstehen. Friburgo/Basilea/Viena, 1991], el largo curso de la historia de la Iglesia ha mostrado los dos rostros de Pedro, cuando sus sucesores actuaron como una roca estable de ortodoxia doctrinal y gobierno seguro, o como hombres que se desenvolvieron por su cuenta, con una iniciativa falible, ambiciosa, mundana, perversa y comprometida.

Dejando a un lado esta dualidad generalizada entre el cargo y el titular, podemos decir que es probable que el patrocinio de San Pedro tome una de dos formas en la Iglesia Católica posterior a Trento y, especialmente, en el período que sigue al Concilio Vaticano I. El santo puede simbolizar la adhesión a la Tradición apostólica auténtica, que se enfrentará contra el protestantismo y su descendencia en cuestiones de dogma, moral y culto; o puede simbolizar el espíritu del ultramontanismo, una falsa exaltación del Papa, un culto a la personalidad papal, que algunos han llamado hiperpapalismo o papolatría.

Las manifestaciones del ultramontanismo contemporáneo pueden ser obvias o sutiles. Para las manifestaciones obvias, sólo necesitamos mirar al círculo de aduladores que aplauden cada palabra y gesto del Papa sin importar de qué se trate. Una manifestación sutil es el silencio desalentador por parte de muchos tradicionalistas respecto de las declaraciones y acciones más espantosas del Papa, donde se evidencia el deseo de proyectar una imagen de conformidad en público mientras se lo rechaza en privado. Uno comprende por qué, en un momento de persecución, los miembros de las comunidades religiosas tradicionales mantendrían sus labios cerrados por temor a represalias; pero uno pensaría que, por respeto propio, los miembros de tales comunidades se habrían de abstener de hablar en contra de los católicos que levantan sus voces para protestar contra las desviaciones abiertas de la Tradición dominical, apostólica y eclesiástica que se observan en el Vicario de Cristo.

La ironía reside, entonces, en que una fraternidad que ha perdido el favor de los Papas debido a su batalla franca contra el modernismo, está dedicada a un Papa que era a la vez un anti-modernista y, en cierto modo, un proto-modernista; mientras que la otra, que siempre ha retenido el favor pontificio debido a su disposición a abstenerse de criticar explícitamente a cualquier Papa, sin importar qué haga, está dedicada al primer Papa, quien fue una roca de fe y un obstáculo, y se ha convertido, en nuestros tiempos, en un símbolo reivindicado tanto por el carisma permanente de la Verdad como por el pseudo-carisma de "hágase mi voluntad" (fiat voluntas mea).

Estas sobrias reflexiones, me parece, deberían animar a todos -ya sea perseverando tranquilamente bajo el patrocinio de la Iglesia y la tiara de Pedro, o luchando valientemente a campo abierto mientras sangran las heridas de la irregularidad- hacia una profunda humildad en agradecer a Dios por todos y cada uno de los dones que Él ha dado a los católicos amantes de la Tradición en este tiempo de guerra espiritual cada vez más intensa. Es un momento para hacer alianzas en nombre de la doctrina perenne, la moral sana y la liturgia auténtica, no para librar batalla en dos frentes.


Notas

[1] Consulte este artículo y este otro para obtener una explicación más detallada de cómo la nueva versión (posterior a Pablo VI) de la fiesta de Cristo Rey difiere notablemente de la preconciliar instituida por Pío XI.

[2] Por lo tanto, no nos sorprende para nada encontrar a ciertos miembros fundadores de la FSSP, que alguna vez estuvieron junto a monseñor Lefebvre, alabándolo por su "enfoque pastoral" de la liturgia. Usan esto para justificar aberraciones, como recitar las lecturas en lengua vernácula hacia el pueblo en vez de entonarlas en latín mirando hacia el oeste o al norte en una Misa cantada o incluso en una Misa solemne. El término "pastoral", de hecho, recuerda las aspiraciones de Jungmann, Parsch, Bouyer, Bugnini y muchos otros, cuya "sabiduría pastoral" acumulada dio origen al Novus Ordo Missae con toda su celebrada pastoralidad. Véase el apéndice que sigue, agregado el 5 de febrero de 2019.

[3] La afirmación de que el papa Pío V "eliminó muchas secuencias" se ha convertido en una leyenda urbana. Con el conservadurismo clásico romano, el Misal de la Curia Romana, el predecesor medieval del Misal de San Pío V, simplemente no había recibido en su origen muchas secuencias. Después de 1570, cuando las iglesias pasaron de sus propios usos locales a los de Roma, abandonaron las secuencias porque no estaban en el Misal romano. Lo mismo sucedió con algunos misales que, aunque conservan sus usos propios, como los premonstratenses, los reformularon en imitación del Misal romano.

[4] Por "constructivismo papal" me refiero a una actitud cartesiana propia de la técnica, por la cual el Papa se ve a sí mismo como el "dueño y poseedor" de los ritos litúrgicos, perdiendo la actitud de profunda piedad hacia la herencia familiar que debe guardar hacia las cosas sagradas.

[5] El obispo Athanasius Schneider tuvo el coraje de abordar este tema en una entrevista, que vale la pena citar extensamente para los lectores que aún no la han visto:

La reforma del Breviario bajo Pío X, en 1911, desafortunadamente también fue una reforma revolucionaria. Para mí es un enigma cómo este Papa pudo hacer esto, porque cambió por completo la estructura de distribución del salterio que la Iglesia romana mantuvo casi de manera inviolable desde los tiempos del papa Gregorio I e incluso desde antes. Así que, ya desde el siglo VI, tal vez incluso antes, la Iglesia romana conservó sustancialmente, durante al menos 1300 años, siempre el orden de la distribución de salmos en el Breviario durante la semana. El orden de los salmos se llamó cursus romanus, cursus, que significa curso o secuencia: los salmos se ejecutan durante la semana, de domingo a sábado. Fue algo muy armonioso, muy lógico, cuando lo observas. Y Pío X , de manera completa y radical, cambió la distribución completa de los salmos. Nunca había sucedido algo así en la Iglesia romana. Esto es para mí un enigma. ¿Cómo podía haber hecho él tal revolución?

Por supuesto, Pío X tenía algunos motivos pastorales para descargar a los sacerdotes seculares, para aligerar su carga. Pero esto podría hacerse de una manera que no afecte, sustancialmente, el orden de los salmos, que la Iglesia romana siempre mantuvo. El problema era Maitines, porque tenía 12 salmos en el oficio semanal, y para algunos sacerdotes diocesanos esto era demasiado. El Papa pudo haber evitado tocar el cursus romanus psalmorum y haber permitido a los sacerdotes diocesanos orar, tal vez solo la mitad de ellos, seis por ejemplo. Así Maitines ya estaría aligerado. Pero para los sacerdotes del clero regular y las monjas que tienen que orar como su primer deber, el rezo de este oficio permanecería entero. Desafortunadamente, el Papa cambió todo, incluso para las monjas y para todos los religiosos, tal vez con los benedictinos como la única excepción, a quienes se les permitió conservar su salmodia tradicional. Así que repito: sería suficiente hacer una provisión específicamente pensada para el clero que está en el trabajo pastoral para aligerar la carga de rezar tal cantidad de salmos, sin cambiar sustancialmente el orden o la estructura de la liturgia romana del primer milenio que refleja el oficio.

Espero que, en el futuro, la Iglesia vuelva a la Semana Santa tradicional, aquella de antes de 1955, sustancialmente, quizás con algunas modificaciones leves que no afectarán la esencia. Y lo mismo con el Breviario, para volver a aquel anterior a Pío X, al que llamo "el Breviario de siempre", tal vez con algunas modificaciones que serían razonables. Pero repito: no tocar la sustancia de ninguno de ellos. E insisto: la Iglesia tiene que hacer todas estas cosas con mucho cuidado, y ella siempre lo había hecho con sabiduría en el pasado. Los Papas deben ser conscientes de que no son los dueños de la liturgia y los ritos, sino sus custodios y guardianes.


APÉNDICE

Varias personas me han escrito para decirme que monseñor Lefebvre decidió que los libros de 1962 fueran vinculantes simplemente porque eran la última edición típica promulgada por una autoridad legítima, antes de las devastaciones desatadas por Consilium. Las Instrucciones de 1964 y 1967 no debían seguirse porque se referían expresamente a la Constitución Sacrosanctum Concilium, de la cual monseñor Lefebvre se había vuelto escéptico (aunque fue signatario en 1963), y especialmente porque implementaron el programa de Consilium. Es posible que monseñor Lefebvre, como el mismo papa Juan XXXIII, quien todavía celebró la Misa de Presanctificados incluso después de que su predecesor la hubiera abolido, hubiese preferido los ritos anteriores a 1962, pero vio que él, como obispo o superior, no tendría derecho a hacer una elección tan trascendental por su cuenta, y eso habría oscurecido su posición sobre el papado.

De nuevo, hay aquí una cierta ironía: la proximidad de las comunidades Ecclesia Dei con Roma (lo que sus críticos consideran como haberse vendido) les ha permitido adquirir el derecho de usar los ritos más antiguos (antes de Pío XII) para celebrar la Semana Santa, mientras que la FSSPX, que se encuentra a una distancia mayor, es canónicamente indefensa en este sentido. En algún momento, podrían solicitar formalmente el derecho de volver a una edición anterior del Misal, pero dada la naturaleza sensible del diálogo doctrinal, este tema naturalmente tenderá a ser uno de los puntos más bajos dentro de la lista de cuestiones a tratar.

Como señaló el  Rvdo. John Hunwicke recientemente, nuestra visión litúrgica es 20/20. En la década de 1950 e incluso a lo largo de la década de 1960, la trayectoria desde el Breviario de Pío X hasta la Semana Santa de Pío XII y el Novus Ordo de Pablo VI no estaba clara para la mayoría de los observadores. En ese momento, monseñor Lefebvre y otros pueden haber considerado todas las acciones de Pío X como cubiertas por su santidad, y todas las reformas de Pío XII como moderadas y merecedoras de aceptación. Fue solo después, cuando se hizo evidente el horror total del constructivismo, el presentismo, el utilitarismo, el racionalismo y el voluntarismo papal de la "reforma" de Pablo VI, que comenzó a surgir una crítica más completa del programa reformista llevado a cabo durante todo el siglo XX. Hoy en día, esta crítica está cada vez más extendida, pero en 1965, 1970 ó 1975 uno la habría buscado en gran medida en vano.

Nota de la Redacción: Las fotografías e imágenes son las que acompañan el artículo original en New Liturgical Movement.