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sábado, 16 de abril de 2022

Viernes Santo

Miniatura de Evangeliario de Ada
(Imagen: Wikicommons)

El texto del Evangelio de hoy es el siguiente (Jn 18, 1-40; 19, 1-42):

Prisión de Jesús

Diciendo esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. Judas, el que había de traicionarle, conocía el sitio, porque muchas veces concurría allí Jesús con sus discípulos. Judas, pues, tomando la cohorte y los alguaciles de los pontífices y fariseos, vino allí con linternas, y hachas, y armas. Conociendo Jesús todo lo que iba a sucederle, salió y les dijo: ¿A quién buscáis? Respondiéronle: A Jesús Nazareno. Él les dijo: Yo soy. Judas, el traidor, estaba con ellos. Así que les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron en tierra. Otra vez les preguntó: ¿A quién buscáis? Ellos dijeron: A Jesús Nazareno. Respondió Jesús: Ya os dije que Yo soy; si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos. Para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste no se perdió ninguno. Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió a un siervo del pontífice, cortándole la oreja derecha. Este siervo se llamaba Malco. Pero Jesús dijo a Pedro: Mete la espada en la vaina; el cáliz que me dio mi Padre, ¿no he de beberlo? La guardia, pues, y el tribuno, y los alguaciles de los judíos se apoderaron de Jesús y le ataron. Y le condujeron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, pontífice aquel año.

Jesús en el palacio del Sumo Pontífice

Era Caifás el que había aconsejado a los judíos: “Conviene que un hombre muera por el pueblo”. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del pontífice y entró al tiempo que Jesús en el atrio del pontífice, mientras que Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió, pues, el otro discípulo, conocido del pontífice, y habló a la portera e introdujo a Pedro. La portera dijo a Pedro: ¿Eres tú acaso de los discípulos de este hombre? Él dijo: No soy. Los siervos del pontífice y los alguaciles habían preparado un brasero, porque hacía frío, y se calentaban, y Pedro estaba también con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote preguntó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. Respondióle Jesús: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre enseñé en las sinagogas y en el templo, adonde concurren todos los judíos; nada hablé en secreto, ¿qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído qué es lo que Yo les he hablado; ellos deben saber lo que les he dicho. Habiendo dicho esto Jesús, uno de los ministros, que estaba a su lado, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al Sumo Sacerdote? Jesús le contestó: Si hablé mal, muéstrame en qué, y si bien, ¿por qué me pegas? Anás le envió atado a Caifás, el Sumo Sacerdote. Entretanto, Simón Pedro estaba de pie calentándose, y le dijeron: ¿No eres tú también de sus discípulos? Negó él, y dijo: No soy. Díjole uno de los siervos del pontífice, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja: ¿No te he visto yo en el huerto con Él? Pedro negó de nuevo, y al instante cantó el gallo.

Jesús ante Pilato

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana. Ellos no entraron en el pretorio por no contaminarse, para poder comer la Pascua. Salió, pues, Pilato fuera y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Ellos respondieron, diciéndole: Si no fuera malhechor, no te lo traeríamos. Díjoles Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Le dijeron entonces los judíos: Es que a nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie. Para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, significando de qué muerte había de morir. Entró Pilato de nuevo en el pretorio, y, llamando a Jesús, le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros de mí? Pilato contestó: ¿Soy yo judío por ventura? Tu nación y los pontífices te han entregado a mí, ¿qué has hecho? Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. Pilato le dijo: ¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún crimen. Hay entre vosotros costumbre de que os suelte a uno en la Pascua ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? Entonces de nuevo gritaron diciendo: ¡No a éste, sino a Barrabás! Era Barrabás un bandolero. Tomó entonces Pilato a Jesús y mandó azotarle. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le vistieron un manto de púrpura y, acercándose a Él, le decían: Salve, rey de los judíos, y le daban bofetadas. Otra vez salió fuera Pilato y les dijo: Aquí os lo traigo, para que veáis que no hallo en El ningún crimen. Salió, pues, Jesús fuera con la corona de espinas y el manto de púrpura, y Pilato les dijo: Ahí tenéis al hombre. Cuando le vieron los príncipes de los sacerdotes y sus satélites, gritaron diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! Díjoles Pilato: Tomadlo vosotros y crucificadlo, pues yo no hallo crimen en Él. Respondieron los judíos: Nosotros tenemos una ley, y, según la ley, debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó estas palabras, temió más, y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Jesús no le dio respuesta ninguna. Díjole entonces Pilato: ¿A mí no me respondes? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? Respondióle Jesús: No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto; por esto el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado. Desde entonces Pilato buscaba librarle; pero los judíos gritaron diciéndole: Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey va contra el César. Pero los judíos gritaron diciéndole: Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey va contra el César. Cuando oyó Pilato estas palabras, sacó a Jesús fuera y se sentó en el tribunal, en el sitio llamado “lithóstrotos”, en hebreo “gabbatha.” Era el día de la Parasceve, preparación de la Pascua, alrededor de la hora sexta. Dijo a los judíos: Ahí tenéis a vuestro rey. Pero ellos gritaron: ¡Quita, quita! ¡Crucifícale! Díjoles Pilato: ¿A vuestro rey voy a crucificar? Contestaron los príncipes de los sacerdotes: Nosotros no tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que le crucificasen. 

La crucifixión 

Tomaron, pues, a Jesús; que, llevando su cruz, salió al sitio llamado Calvario, que en hebreo se dice “Gólgota”, donde le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. Escribió Pilato un título y lo puso sobre la cruz; estaba escrito: Jesús Nazareno, rey de los judíos. Muchos de los judíos leyeron ese título, porque estaba cerca de la ciudad el sitio donde fue crucificado Jesús, y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. Dijeron, pues, a Pilato los príncipes de los sacerdotes de los judíos: No escribas rey de los judíos, sino que Él ha dicho: Soy rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo escrito, escrito está. Los soldados, una vez que hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida toda desde arriba. Dijéronse, pues, unos a otros: No la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella para ver a quién le toca, a fin de que se cumpliese la Escritura: “Dividiéronse mis vestidos y sobre mi túnica echaron suertes”. Es lo que hicieron los soldados. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaban allí, dijo a la madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Muerte de Jesús

Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed: Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en un venablo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando hubo gustado el vinagre, dijo Jesús: Todo está acabado, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos, como era el día de la Parasceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el día de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas y los quitasen. Vinieron, pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con Él; pero llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; él sabe que dice verdad, para que vosotros creáis; porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: “No romperéis ni uno de sus huesos”. Y otra Escritura dice también: “Mirarán al que traspasaron”.

Sepultura de Jesús

Después de esto, rogó a Pilato José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque secreto por temor de los judíos, que le permitiese tomar el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y tomó su cuerpo. Llegó Nicodemo, el mismo que había venido a Él de noche al principio, y trajo una mezcla de mirra y áloe, como unas cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo fajaron con bandas y aromas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Había cerca del sitio donde fue crucificado un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual nadie aún había sido depositado. Allí, a causa de la Parasceve de los judíos, por estar cerca el monumento, pusieron a Jesús.

El Greco, La Crucifixión, 1597-1600, Museo del Prado
(Imagen: Museo del Prado)

***

En la narración de la Pasión según San Juan, que se lee en el oficio de hoy, los autores espirituales suelen destacar, entre las innumerables riquezas que sirven de fundamento a la contemplación, lo que se dice de San Pedro. “Iba Simón Pedro siguiendo a Jesús, con otro discípulo, conocido del Pontífice. Este otro discípulo entró con Jesús en el palacio del Pontífice”, y, como era amigo de la portera, le franqueó después la entrada a Pedro. En la narración de la Pasión que ofrece San Lucas, que se ha leído el Miércoles Santo, se dice que “Pedro le seguía de lejos”, y en el Evangelio de San Marcos, el evangelista más cercano a San Pedro, cuya narración leímos el Martes Santo, y que seguramente recogió los recuerdos de labios del propio Pedro, se dice que “Pedro le fue siguiendo a lo lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote”.

Detengámonos en este pasaje. Pedro siguió a Jesús, pero “de lejos”. El seguir de lejos a Jesús, sin comprometerse “exageradamente” con el Maestro (la exageración aquí ¿no es acaso posible? ¿no está la virtud en el medio, al cual suele llamarse aurea mediocritas?) lleva a menudo a negarlo, que es lo que Pedro terminó haciendo al poco rato. Este “seguir de lejos” es uno de los más graves peligros de la vida espiritual porque es, también, uno de los menos visibles (“¿acaso no vamos, después de todo, siguiendo a Jesús?”), pero acaba, cuando la prueba se hace dura y brutal, en la negación, que es lo que ocurrió a Pedro a poco de entrar en el patio del Pontífice.

Los autores espirituales suelen llamar tibieza a este “seguir de lejos”. Es decir, un creer y un amar, pero sin un verdadero ímpetu interior, sin una íntima pasión, dejándose siempre una vía de escape, por si acaso… Vía de escape que nuestra débil conciencia moral está siempre pronta a ofrecernos, en forma de justificaciones, de explicaciones que apelan a evitar la “exageración”, o a practicar el “discernimiento” que siempre encuentra excepciones, o a recurrir a discursos psicologizantes que nos recomiendan “dar rienda” para evitar el estrés, etc. A menudo se traduce la tibieza en un decir “Basta: es suficiente”. Pero decir “basta” en la vida espiritual, disminuyendo el tranco o deteniéndose, es retroceder. Lo dice nada menos que San Agustín. Así de simple: es perder lo ganado, es despreciar el bien que Dios nos ha concedido hasta ahora. Es un “volverse a las creaturas” para echarles otra mirada más, una mirada que añora, que echa de menos… y que instala la duda y debilita la voluntad, que el Señor nos ha ido fortaleciendo generosamente. 

Hay algunos grandes santos que han verdaderamente dado oídos a lo que dice el Señor: “mi yugo es suave, y mi carga ligera”. Y se han dado cuenta de que el Señor es verdaderamente nuestro Cireneo que, aún esa “carga ligera”, nos la hace todavía más fácil de llevar. Y han entonces tendido con máxima generosidad a la perfección, llegando a formular, como Santa Teresa de Ávila, el voto de hacer siempre lo que le pareciera más perfecto (o sea, de apartarse lo más radicalmente posible de ese “seguir de lejos” al Señor). Pero aun en la vida cotidiana del ser humano corriente, no necesariamente cristiano, se oye a cada instante el caso de madres que “lo dan todo por sus hijos” y, más todavía, sin un esfuerzo aparente. Es que el cariño es el gran Cireneo. Y Jesús, con el amor sobrenatural que nos comunica si “lo seguimos de cerca”, es el supremo Cireneo de la vida cristiana. 

Naturalmente, la autoexigencia, igual que la tibieza, puede ser una terrible enfermedad espiritual, sobre todo en naturalezas psicológicamente débiles, expuestas a caer en neurosis y obsesiones. Por eso resulta indispensable en la vida del alma contar con un director espiritual (lo que hoy suele denominarse, por la frenética huida de toda tradición, que es lo que impera, “acompañamiento espiritual”). Quizá se nos entenderá mejor si hablamos de un “gurú”, o si traemos a la mente la imagen de esos viejos “maestros” de las artes marciales que vemos en películas, quienes aconsejan, mirando desde afuera, nuestros esfuerzos, y nos guían con una crítica prudente y positiva, para evitar los excesos de una pasión religiosa desbocada (toda pasión es “desbocable”, y la religiosa no es una excepción).

Es aquí donde la Iglesia, en su milenaria sabiduría, ha hecho intervenir el tino y la medida, y ha propuesto siempre recurrir al consejo de quienes nos rodean (es lo que se conoce como “corrección fraterna”), pero especialmente al de quienes, entre ellos, son más experimentados y tienen más estudios. 

¿Cuán “lejos” es seguir a Jesús “de lejos”; cuán cerca es lo que se nos pide que le sigamos? Como en todo juicio, que versa siempre sobre una cuestión individual y específica, se requiere de un juez, un “director espiritual”, que nos ayude con su dictamen. Sin él, es difícil calibrar la proximidad o la lejanía de nuestro seguir a Jesús, de nuestra “imitación de Cristo”, en que se resume la práctica de la virtud sobrenatural.

Luis de Morales, La Piedad del Divino Morales, circa 1560, Museo del Ángel (Sevilla)
(Imagen: Gente de Paz)

Nota de la Redacción: Para la transcripción del relato de la Pasión según San Juan se ha utilizado la versión de la Biblia Nácar-Colunga, cuya traducción al castellano proviene de los textos originales en griego y hebreo. Los títulos para separar los distintos momentos vividos por Jesús entre la noche del Jueves Santo y la tarde del Viernes Santo están tomados del Misal diario y Vesperal de Dom Gaspar Lefebvre. 

sábado, 11 de abril de 2020

Meditación de Sábado Santo con San John Henry Newman

Con ocasión de este Sábado Santo, cuando esperamos con ansias la Resurrección de Nuestro Señor, les ofrecemos la traducción de un extracto del Discurso 16, intitulado "Nadie podía soportar ese peso, sino Dios", de San John Henry Newman (1801-1890), conocido cardenal y escritor inglés converso desde el anglicanismo. El texto fue publicado en inglés por The Catholic Thing y ha sido traducido por la Redacción. La imagen de la crucifixión está tomada de dicho artículo. 

***

Nadie podía soportar ese peso, sino Dios

John Henry Newman

Cristo, queridos hermanos, tenía que llevar el peso del pecado, de vuestros pecados, de los pecados de todo el mundo. El pecado es algo fácil para nosotros: creemos que es poca cosa, y no entendemos cómo es que Dios puede considerarlo tan grave. Nos cuesta forzar nuestra imaginación a creer que el pecado merece un castigo y, cuando incluso en este mundo es castigado, encontramos para ello una explicación acomodaticia o simplemente dejamos de pensar en el tema.

Pero meditemos en qué es el pecado en sí mismo: es una rebelión contra Dios, es la acción de un traidor que aspira a derrocar y matar a su soberano; es algo que -para decirlo violentamente- sería suficiente para que el Rector del mundo dejara de serlo, si tal cosa fuera posible.

El pecado es el enemigo mortal del que es todo Santo, por lo que Él y el pecado no pueden coexistir. Y así como el que es todo Santo expulsa al pecado de su presencia y lo arroja a la oscuridad exterior, así, si Dios pudiera dejar de ser Dios, es el pecado el que sería capaz de producir semejante efecto. Observad aquí, hermanos, que cuando el Amor Todopoderoso tomó carne y entró en el sistema de lo creado y se sometió a sus leyes, inmediatamente el pecado, antagonista del bien y de la verdad, aprovechándose de la oportunidad, voló a esa carne que Él había tomado y se pegó a ella y fue la muerte de ella.

La envidia de los fariseos, la traición de Judas y el enloquecimiento del pueblo no fueron sino el instrumento o la expresión de la enemistad que el pecado sintió por la Pureza Eterna tan pronto como ésta, en su infinita misericordia con los hombres, se puso al alcance. El pecado no podía tocar la majestad Divina, pero sí podía asaltarla del modo en que Ella permitió ser asaltada, es decir, mediante su humanidad. Y aquí, en la muerte de Dios encarnado, se nos enseña, hermanos míos, qué cosa es el pecado en sí mismo, y qué es lo que, entonces, en su momento y según su fuerza, le ocurrió a su naturaleza humana, a la que Él le permitió llenarse de horror y rechazo con sólo pensar en lo que le esperaba.

San John Henry Newman
(Imagen: Citas)

Entonces, ahí, en aquella hora, la más horrible de todas, cayó de rodillas el Salvador del mundo, despojándose de las defensas de su Divinidad, despachando a sus ángeles renuentes que, en miríadas, estaban listos para acudir a su llamado. Y abriendo los brazos, desnudando el pecho, sin pecado como era, se ofreció al ataque de su enemigo, de un enemigo cuyo aliento es pestilente y cuyo abrazo es agonía. Helo allí, arrodillado, paralizado, inmóvil, mientras el vil y horrible enemigo envolvía su Espíritu con un manto empapado en todo lo que hay de odioso y horrible en los crímenes humanos, que le apretaron el Corazón, y le llenaron la Mente, y se le introdujeron por cada sentido y por cada poro del alma, y lo cubrieron con lepra moral hasta que casi sintió que Él mismo era aquello que jamás podría ser, y que el enemigo hubiera querido que fuera.

¡Ah, qué horror cuando Él se miró y no se reconoció, y se sintió como un pecador sucio y aborrecible, sintiendo vívidamente esa masa de corrupción que le chorreaba desde la cabeza y le bajaba hasta el borde mismo de sus ropas! ¡Oh, qué confusión cuando sintió como que sus manos, y pies y miembros y corazón eran los del Malo, y no los de Dios!

[...]

¿Son éstas las manos del Inmaculado Cordero de Dios, antes inocente, pero ahora enrojecido por miles de bárbaros hechos de sangre? ¿Son éstos sus labios, que no pronuncian oraciones y alabanzas y bendiciones, sino que están ahora como desfigurados por maldiciones, y blasfemias y doctrinas de demonios? ¿Son éstos sus ojos, profanados por todas las perversas visiones y las fascinaciones idolátricas por las que los hombres han abandonado a su adorable Creador? Y en sus oídos suenan ruidos de rebelión y de lucha, y su corazón está congelado por la avaricia y la crueldad y la increencia, y hasta su memoria está cargada con todos los pecados que se han cometido desde la caída original en todas las regiones del mundo, y con la soberbia de los antiguos gigantes, y con la lujuria de las cinco ciudades, y con la pertinacia de Egipto y con la ambición de Babel, y con la ingratitud y burla de Israel.

Ah, ¿quién no conoce la miseria de ser acosado por un pensamiento que vuelve una y otra vez, a pesar del rechazo, y que perturba, cuando no seduce; o la de una imaginación odiosa y enferma, claramente no nuestra sino hecha entrar en nosotros a la fuerza desde el exterior; o del conocimiento depravado, adquirido por propia culpa o sin ella, del que el hombre pagaría caro para verse libre de inmediato y de una vez para siempre? Y son adversarios como éstos, Señor bendito, los que ahora se agolpan a tu alrededor por millones, y llegan en números mayores que los de langostas o de gusanos devoradores, o son como el granizo, y las moscas y las ranas que fueran enviadas al Faraón.

He aquí todos los pecados, los de los vivos y los muertos y los aún no nacidos, los de quienes se salvan y quienes se condenan, los de tu Pueblo y los de los gentiles, los de los pecadores y los de los santos. Se cuentan aquí a los más queridos por Ti, tus santos y tus escogidos, tus tres apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, que no están aquí como consuelo sino como acusadores, como los amigos de Job “arrojando ceniza al cielo” y amontonando maldiciones sobre tu Cabeza. Todos están aquí, con una sola excepción, una sola, porque ella, la única que podía consolarte, no está aquí, porque no tiene parte con el pecado. Ella, que estará cerca de Ti en la cruz, está lejos de ti en el huerto. Ella ha sido tu compañera y tu confidente toda tu vida, ella ha intercambiado contigo pensamientos puros y santas meditaciones durante treinta años. Pero sus oídos virginales no pueden dar crédito ni su inmaculado corazón concebir la visión que en este momento se te ha puesto delante de los ojos.

Nadie puede soportar este peso, sino Dios. A veces, has hecho presente, a algunos de tus santos, la visión de un solo pecado, tal como aparece a la luz de tu presencia, o la de pecados veniales, no mortales;  y esos santos nos han referido que semejante vista casi los hizo morir o, más bien, los hubiera hecho morir si no se les hubiera quitado de los ojos.


La Madre de Dios, con toda su santidad o, precisamente por ella, no podría haber concebido ni uno solo de los que forman la innumerable progenie de Satán que ahora te rodea. Es la larga historia del mundo, y Dios es el único que puede resistir su peso. Esperanzas arruinadas, votos quebrados, iluminaciones sofocadas, advertencias despreciadas, oportunidades perdidas; inocentes traicionados, jóvenes obstinados, penitentes que recaen, justos derrotados, viejos que flaquean; la sofística de falsas creencias, la violencia de la pasión, la pertinacia de la soberbia, la tiranía del hábito, el gusano del remordimiento, la agotadora fiebre de los cuidados, la angustia de la vergüenza, el dolor del desengaño, la enfermedad de la desesperanza; todas estos espectáculos crueles, lastimosos, todas las escenas descorazonadoras, asquerosas, detestables, enloquecedoras; y más todavía: los rostros macilentos, los labios convulsos, las mejillas enrojecidas, el duro entrecejo de los esclavos voluntarios del mal, todo, todo esto está ahora delante de Él, sobre Él, en Él. Está con Él en vez de esa inefable paz que ha habitado su alma desde el momento de su concepción. Está sobre Él, es casi suyo; y grita al Padre como si É fuera el criminal, no la víctima; y su agonía toma la forma de la culpa y la compunción. Él se arrepiente, Él confiesa, Él ejerce la contrición con una realidad y una virtud infinitamente más grandes que la de todos los santos y penitentes juntos, porque Él es la única víctima por todos nosotros, la única Satisfacción, el verdadero Arrepentido, casi el verdadero pecador…

Todavía no ha bebido hasta el fin ese cáliz, del cual la debilidad de su naturaleza quiso alejarse. La detención y las acusaciones, y las bofetadas, y la prisión, y el juicio, y las burlas, y el ser acarreado de un lado para otro, y los azotes, y la corona de espinas, y la lenta marcha al Calvario, y la crucifixión: todo eso está todavía por venir. Un día y una noche, hora tras hora, todo pasa lentamente antes de que llegue el fin y se complete la satisfacción.

martes, 28 de enero de 2020

FIUV Position Paper 28: Las oraciones del Viernes Santo por los judíos en la forma extraordinaria

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 28 y que versa sobre las oraciones del Viernes Santo por los judíos en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés se puede consultar aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de febrero de 2016. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 


***

Las oraciones de Viernes Santo por los judíos en la forma extraordinaria

Resumen

En 2008, Benedicto XVI compuso una nueva oración “Pro conversiones Iudaerum” para ser usada en las celebraciones litúrgicas de Viernes Santo según la forma extraordinaria. La petición que se hace en esta oración por la conversión de los judíos debe entenderse en el contexto escatológico de la teología paulina, patrística y más reciente, que prevé que la conversión colectiva de los judíos tendrá lugar en la etapa final de la historia. Es de este modo que los últimos documentos oficiales reconcilian el mandato misionero universal de la Iglesia con las circunstancias actuales, posteriores a la Shoa; documentos en los que no se contempla una misión específica dirigida al pueblo judío.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.


Texto

1. La oración “Pro conversione iudaerum”, una de las orationes sollemnes en la solemne liturgia del Viernes Santo, ha causado controversias desde hace años, y se discute hoy, una vez más, sobre cuán apropiada es la formulación usada en la forma extraordinaria. Este position paper aspira a poner esta oración en su contexto histórico y teológico y a defenderla a la luz de una comprensión correcta de la misma. 

El desarrollo de la oración hasta 2008

2. Las nueve orationes sollemnes de la ceremonia de Viernes Santo provienen del estrato más antiguo de los textos litúrgicos romanos, quizá del siglo III[1]. El investigador y beato Ildefonso Schuster comenta sobre ellas: “Al recitar una oración de tan venerable antigüedad, parece que nos ponemos en íntimo contacto espiritual con aquellas primeras generaciones de mártires y confesores de la fe, que usaron esas mismas palabras antes que nosotros y obtuvieron así las gracias necesarias para corresponder a su elevada vocación de ser testigos de la fe con su propia sangre”[2].

3. El conjunto de estas oraciones forma un todo coherente, tanto en intención como en tono, y cubre los diversos “órdenes” al interior de la Iglesia y diferentes categorías fuera de ella[3]. La oración por los judíos se diferenciaba de otras intercesiones en que no incluía una genuflexión, hasta la reforma de la Semana Santa de 1956.

4. Dichas oraciones permanecieron sin cambios hasta tiempos muy recientes[4]. La versión pre-1956 de la oración por los judíos y sus rúbricas es analizada en el Apéndice C. En el Apéndice A se da, de forma detallada, su historia moderna.

5. Benedicto XVI reemplazó el antiguo texto de la oración por los judíos por una nueva composición en 2008. Las críticas que se le hicieron a esta composición se aplicaron también al texto que reemplazaba. El significado de estos textos debe ser considerado a la luz de la teología de los Padres de la Iglesia, común hacia la época en que la oración original fue compuesta, y también a la luz de documentos magisteriales más recientes. Como este es un tema extenso, el tratamiento que le daremos aquí será necesariamente breve.

 Flectamus genua...levate

Los Padres y la Edad Media  

6. El punto central es el significado de la petición por la conversión de los judíos, tanto en la oración antigua como en la de 2008. El contexto teológico lo da el consenso patrístico sobre este tema, que se basa en San Pablo[5], del cual el papa San Gregorio Magno da un ejemplo típico: “llegará un día en que Él [Cristo] se dará a conocer también a la Sinagoga. Esto, sin duda, ocurrirá al fin del mundo”[6].

El foco escatológico de la oración por los judíos queda enfatizado por su referencia a los judíos como un todo, “ese pueblo” (“illius populi”)[7].

7. Otro elemento de la perspectiva patrística se asocia en particular con San Agustín de Hipona, quien atribuyó gran importancia a la prolongación de la existencia de la comunidad judía en su fidelidad a la ley de Moisés: “La increencia de los judíos es señal de un bien para nosotros, de modo que quienes no reciben estas verdades en su corazón para su propio bien portan en sus manos, sin embargo, para bien nuestro, las escrituras en que estas verdades se contienen”[8].

8. Así, el rechazo del Evangelio por los judíos no es indiferente, sino que, por el contrario, por un lado su conversión es algo que debe ser devotamente deseada, como presagio de la Segunda Venida, y por otro lado su increencia, mientras tanto, hace más creíbles las profecías de Cristo, que ellos conservan en sus Escrituras. Esto constituyó el fundamento teológico para la política concreta de tolerancia y caridad con los judíos, a pesar del lenguaje áspero que a veces los Padres emplean en relación con la falta de fe de los mismos.

9. El propio papa San Gregorio Magno confirmó tal política[9], la que fue reiterada, frente a la violencia contra los judíos que tuvo lugar en el contexto de las Cruzadas[10], en la Bula Sicut Iudaeis de Calixto II en 1120[11]. Esta última amenazó con la excomunión a todo el que robara alguna propiedad de los judíos, interfiriera en sus ritos religiosos o los forzara a bautizarse. En 1146, San Bernardo de Claraval, “el último de los Padres”, se hizo eco de San Agustín en su condena a los ataques contra los judíos, denominándolos “palabras vivas de la Escritura” y “testigos vivientes de nuestra redención”[12].

10. Esta resistencia teológica oficial a la violencia anti-semítica fue a su vez desafiada, sin embargo, en el siglo XIII. En especial, en 1238, Nicholas Donin[13] atacó el Talmud como algo que inducía a los judíos al error y la blasfemia, lo que debilitaba la idea de los judíos como testigos de la verdad[14]. En los siglos siguientes, se confiscó los escritos religiosos judíos para ser o examinados o destruidos, algunas veces por orden del Papa; se interrumpió las ceremonias en las sinagogas y se intentó un agresivo proselitismo por parte de miembros de varias órdenes religiosas; se llevó a cabo expulsiones masivas de judíos de muchos países europeos y se buscó justificación teológica incluso para el bautismo forzado[15].

Gerbrand van den Eeckhout, Cristo en la sinagoga de Nazareth (1658, National Gallery of Ireland)
(Imagen: PubHist)

11. Debe subrayarse que esta trágica época de la historia de la Iglesia no puede cargarse a la cuenta de la teología de los Padres, de la cual provenía la oración por los judíos, sino que fue causada precisamente por el rechazo de esa teología. Durante este período se hicieron esfuerzos por defender la visión patrística, especialmente por Santo Tomás de Aquino, y por refutar los argumentos de Donin sobre el Talmud[16], refutación que fue definitivamente aceptada en el Concilio de Trento[17], en contraste con el pensamiento de Martín Lutero[18]. Es la posición patrística, tomista y tridentina la que, junto con el magisterio posterior que consideraremos en la siguiente sección, constituye la perenne enseñanza de la Iglesia, que es el contexto propio para la interpretación de la oración por los judíos, tanto en sus fundamentos históricos como teológicos, y que es la definitiva para los católicos que adhieren a la forma extraordinaria.

12. En Lumen Gentium (núm. 16) y Nostra aetate (núm. 4), el Concilio Vaticano II se refirió a las relaciones con los judíos en línea con las enseñanzas de los Padres. Nostra aetate expresó la esperanza escatológica en la conversión de los judíos: “En la compañía de los Profetas y del mismo Apóstol, la Iglesia espera aquel día, conocido sólo de Dios, en que todos los pueblos se dirigirán al Señor con una sola voz y lo 'servirán hombro con hombro' (Soph. 3, 19)”[19].

Al mismo tiempo, Lumen Gentium reafirmó la misión de la Iglesia: “Por lo cual, a fin de promover la gloria de Dios y procurar la salvación de todos ellos, y teniendo presente el mandato del Señor de “predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc. 16, 15), la Iglesia alienta las misiones con cuidado y atención”[20].

13. La oración por los judíos de la forma ordinaria los llama a alcanzar “la plenitud de la redención”. La falta de especificación sobre los medios de salvación[21] ha dado origen a controversias, en las que algunos argumentan que el Antiguo Testamento es una vía de salvación para los judíos de hoy. Otras oraciones de la forma ordinaria son, sin embargo, claras. Las Vísperas de Domingo de Resurrección incluyen la oración “Que Israel te [Cristo] reconozca como el Mesías largamente esperado”. En el Apéndice B se da otros ejemplos[22]. La posición patrística delineada anteriormente (núm. 6-8) está ilustrada con muchos pasajes en el Oficio de Lectura de la forma ordinaria.

14. Estas oraciones no debieran causar asombro en absoluto, puesto que reflejan el deseo de Dios de que todos se salven[23] y el deseo de los cristianos de que el Señor vuelva en gloria y majestad[24]. De hecho, en una, al menos, de las versiones estándar de sus plegarias cotidianas[25], los judíos también oran por la conversión de “todos los impíos de la tierra”. El Rabbi Jacob Neusner, al responder a las críticas que se hicieron a la versión de 2008 de la oración por los judíos, hizo ver el paralelismo existente con la oración por los judíos, y escribió: “La oración católica expresa el mismo espíritu altruista que caracteriza a la fe del judaísmo”[26].

15. En algunos documentos oficiales de la Santa Sede se ha creído necesario, en repetidas ocasiones, condenar la idea de que los judíos pudieran salvarse por otra vía que la vida, muerte y resurrección de Jesucristo[27]. La reciente declaración de la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos lo ha expresado de modo enfático: “La idea de que puede haber dos caminos diferentes para salvarse, el camino judío sin Cristo y el camino con Cristo, que la fe cristiana identifica con Jesús de Nazaret, pondría en peligro, de hecho, los fundamentos de la fe cristiana. El confesar la mediación salvadora universal y, por tanto, también exclusiva, de Jesucristo, es algo que pertenece al centro mismo de la fe cristiana”[28].

 Benedicto XVI durante los oficios de Viernes Santo (Novus Ordo)

Las críticas a la Oración de 2008

16. Las críticas a la oración por los judíos de 2008 se refieren a tres aspectos diferentes de ella[29]. Primero, se le critica por el uso de un lenguaje que habla de “iluminación”, lo que sugiere que los judíos están actualmente en un estado de obscuridad. Resulta difícil sostener esa crítica, sin embargo, dado que la frase refleja el lenguaje de San Pablo (2 Cor. 4, 3-6)[30]. El uso por San Pablo de un lenguaje enérgico e incluso áspero prolonga la tradición de los profetas del Antiguo Testamento y del Señor.

17. En segundo lugar, algunos críticos de la oración parecen no aceptar que toda salvación tiene lugar por medio de Cristo. Como ya se dijo, la Iglesia jamás podría aceptar la validez de semejante crítica, que alcanza al corazón mismo de la fe cristiana.

18. Tercero, tenemos la cuestión de la misión hacia los judíos. Aquí el contexto histórico tiene especial importancia. La renovación del debate sobre las relaciones con los judíos, que llevó a cabo el Concilio Vaticano II, tuvo lugar a la sombra de la Shoa, en que la supervivencia del pueblo judío fue cuestionada como nunca antes en la historia. La rápida asimilación de algunas comunidades judías desde la Segunda Guerra Mundial parece plantear la misma cuestión, por medios no violentos. Todo intento sistemático de convertir a los judíos al cristianismo, si llegara a tener éxito, sería visto también como un peligro.   

19. A la luz de la enseñanza de los Padres sobre el papel de los judíos en la historia de la salvación, no existe justificación alguna para sostener que la oración por los judíos de 2008, o sus antecesoras en misales anteriores del rito romano, implica un compromiso con el proyecto sistemático de hacer desaparecer el judaísmo. Los Padres, con San Pablo antes de ellos y Santo Tomás de Aquino después de ellos, esperaban que continuara existiendo una colectividad no cristiana judía hasta los últimos tiempos, y atribuyeron a esta comunidad, hasta entonces, un importante papel simbólico, e igualmente en la fase final de la historia. Hay que enfatizar asimismo la compatibilidad de esta expectativa con el imperativo misionero universal, con la conversión al cristianismo de judíos individuales, y con el deseo de la completa conversión de los judíos, relacionada, como está, con el deseo del regreso del Señor en gloria y majestad.

20. La Iglesia tiene que aceptar las sensibilidades del tiempo actual, luego de la Shoah, y debe también permanecer fiel a su misión, que le ha sido confiada por Cristo, su Cabeza. Es de lógica que el compromiso con un “proselitismo selectivo” no es consecuencia de la vocación misionera universal de la Iglesia, ya que a la Iglesia no le es posible seleccionar todas las colectividades simultáneamente, y es razonable tomar en cuenta los factores históricos, políticos y culturales al decidir dónde debieran concentrarse los esfuerzos misioneros. La respuesta correcta a esta última crítica de la oración por los judíos debe, con los documentos citados en la sección anterior, seguir explicando la enseñanza de la Iglesia, y no ceder a la presión por ocultarla[31].

 Oficios de Viernes Santo en la forma tradicional del rito romano

Apéndice A

Los textos de las Oraciones por los judíos

La forma de la oración usada hasta 1956

Invitación

Oremos también por los infieles judíos: que Dios Todopoderoso remueva el velo de sus corazones para que también ellos puedan reconocer a Jesucristo, Nuestro Señor.

Rúbrica

(No se responde “Amen” ni se dice “Oremos” ni “Arrodillaos” o “Levantaos”, sino que se dice inmediatamente):

Colecta

Omnipotente y Eterno Dios, que no excluyes de tu misericordia ni siquiera a la infidelidad de los judíos, oye las súplicas que te dirigimos por la ceguera de ese pueblo, para que reconociendo la luz de tu Verdad, que es Cristo, pueda ser liberado de su obscuridad. Por el mismo Señor Nuestro Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amen.

Invitación

Oremus et pro perfidis Judæis: ut Deus et Dominus noster auferat velamen de cordibus eorum; ut et ipsi agnoscant Jesum Christum, Dominum nostrum.

Rúbrica

(Non respondetur ‘Amen’, nec dicitur ‘Oremus’, aut ‘Flectamus genua’, aut ‘Levate’, sed statim dicitur:)

Colecta

Omnipotens sempiterne Deus, qui etiam judaicam perfidiam a tua misericordia non repellis: exaudi preces nostras, quas pro illius populi obcæcatione deferimus; ut, agnita veritatis tuæ luce, quæ Christus est, a suis tenebris eruantur. Per eundem Dominum nostrum Jesum Christum Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus: per omnia sæcula sæculorum. Amen.

En 1948, la Sagrada Congregación de Ritos declaró que “perfidi iudaei” y “iudaica perfidia” podían traducirse al vernáculo, en los libros para uso de los laicos, como “infidelitas, infideles in credendo[32].

En la reforma de la Semana Santa de 1956, el “Amen” y genuflexión se insertaron al igual que en las demás plegarias de las orationes sollemnes.

En 1959, la Sagrada Congregación de Ritos dispuso que se suprimieran las palabras “perfidis” y “perfidiam”, para que la Invitación dijera “Oremos por los judíos” y, la Colecta, “Omnipotente y Eterno Dios, que no excluyes de tu misericordia ni a los judíos”[33].

La antigua oración, con los cambios aquí referidos, es la versión que se encuentra en el Misal Romano de 1962, usado por la forma extraordinaria.

Sin embargo, en 2008 Benedicto XVI sustituyó la invitación y la colecta en la forma extraordinaria del modo siguiente:

Invitación

Oremos por los judíos: Que nuestro Dios y Señor ilumine sus corazones para que puedan reconocer a Jesucristo como el Salvador de todos los hombres.

Colecta

Arrodillaos. Levantaos.

Omnipotente y Eterno Dios, que quieres que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad, concede propicio que, junto con todos los pueblos que entran a tu Iglesia, todo Israel pueda salvarse. Por Cristo Nuestro Señor. Amen.

Invitación

Oremus et pro Iudaeis: Ut Deus et Dominus noster illuminet corda eorum, ut agnoscant Iesum Christum salvatorem ómnium hominum.

Colecta

Oremus. Flectamus genua. Levate.

Omnipotens sempiterne Deus, qui vis ut omnes homines salvi fiant et ad agnitionem veritatis veniant, concede propitius, ut plenitudine gentium in Ecclesiam Tuam intrante omnis Israel salvus fiat. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

Como parte de la reforma litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II, se hizo una serie de cambios al Misal de 1962 en anticipación de la promulgación del nuevo Misal de 1970. En 1965 la Oración por los judíos se sustituyó por la siguiente[34]:

Invitación

Oremos por los judíos, para que Dios nuestro Señor haga brillar sobre ellos la luz de su faz, para que también ellos reconozcan a Nuestro Señor Jesucristo, Redentor de todos.

Colecta

Oremos. Arrodillaos. Levantaos.

Omnipotente y Eterno Dios, que conferiste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha misericordioso las preces de tu Iglesia, para que el pueblo que de antiguo adquiriste pueda venir a la plenitud de la redención. Por Cristo Nuestro Señor. Amen[35].

Invitación

Oremus et pro Iudæis: ut Deus et Dominus noster faciem suam super eos illuminare dignetur; ut et ipsi agnoscant omnium Redemptorem, Iesum Christum Dominum nostrum.

Colecta

Oremus. Flectamus genua. Levate.

Omnipotens sempiterne Deus, qui promisiones tuas Abrahae et semini eius contulisti: Ecclesiae tuae preces clementer exaudi; ut populus acquisitionis antiquae ad Redemptionis mereatur plenitudinem pervenire. Per Christum Dominum nostrum. R. Amen.

El arzobispo Annibale Bugnini, arquitecto de las reformas, comenta de éste y de otros cambios menores que se hizo al mismo tiempo que el de las Orationes solemnes“Es siempre poco agradable tener que alterar textos venerables que, durante siglos, han alimentado efectivamente la piedad cristiana y están rodeados de la fragancia espiritual de los tiempos heroicos de los comienzos de la Iglesia. Se pensó, sin embargo, que era necesario enfrentar la tarea, para que nadie pudiera experimentar un tropiezo espiritual en la oración de la Iglesia”[36].

La Oración por los judíos en la forma ordinaria (Misal de 1970, versión española[*])

Invitación

Oremos por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza. 

Rúbrica

Oración en silencio. Luego el sacerdote dice:

Colecta

Oremos [Arrodillaos. Levantaos].

Dios Todopoderoso y eterno, que prometiste llenar de bendiciones a Abraham y a sus descendencia, escucha las súplicas de tu Iglesia, y concede al pueblo de la primitiva alianza alcanzar la plenitud de la redención. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. 

Invitación

Oremus et pro Iudæis, ut, ad quos prius locutus est Dominus Deus noster, eis tribuat in sui nominis amore et in sui fœderis fidelitate proficere.

Rúbrica

Oratio in silentio. Deinde sacerdos:

Colecta

Oremus. [Flectamus genua. Levate.][37]

Omnipotens sempiterne Deus, qui promissiones tuas Abrahæ eiusque semini contulisti, Ecclesiæ tuæ preces clementer exaudi, ut populus acquisitionis prioris ad redemptionis mereatur plenitudinem pervenire. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

Apéndice B

Las oraciones para la conversión de los judíos en la forma ordinaria de la Liturgia de las Horas.

Oración de la mañana, 31 de diciembre (VII día de la octava de Navidad)[38]:

Cristo, Hijo de David, plenitud de las profecías, te rogamos que el pueblo judío te acepte como el Mesías esperado.

Christe, Deus et homo, qui Dóminus es David et fílius eius, prophetías adímplens, te rogámus, ut Israel te Messíam agnóscat.

Laudes, 2 de enero:

Simeón y Ana te proclamaron su Salvador, concédenos que el pueblo judío acepte tu mensaje [Evangelio] anunciado desde antiguo.

Christe, quem, ab ángelis glorificátum et a pastóribus annuntiátum, Símeon et Anna conféssi sunt et prædicavérunt, te rogámus, ut Evangélium tuum a pópulo promissiónis recipiátur.

Oración de la tarde durante el tiempo de Pascua (durante siete semanas)

Que todas las naciones te alaben como su Rey y Señor, haz de Israel el pueblo que llamas tuyo.

Omnes gentes tibi regi et Deo psallant, et Israel fiat posséssio tua.

Oración de la tarde del miércoles de las semanas II y IV del tiempo de Pascua

Tú que escogiste del pueblo judío a los primeros discípulos de Cristo, muestra a los hijos de Israel que has cumplido tus promesas.

R.: Salva a tu pueblo por la victoria de Cristo.

Tu, qui primítias discipulórum Fílii tui ex Iudáico pópulo elegísti, fíliis Israel repromissiónem revéla, quæ ad patres eórum facta est.

Per victóriam Christi salva redémptos tuos.

Oración de la tarde, Domingo de Pascua y su octava, y domingos 3º y 5º del tiempo de Pascua

Que Israel reconozca en Ti al Mesías que ha esperado por tanto tiempo, llena a todos los hombres del conocimiento de tu gloria.

R: Rey victorioso, óyenos.

Israel in te Christum spei suæ agnóscat et omnis terra cognitióne tuæ glóriæ repleátur.

Victor Rex, exáudi nos.

La desazón que estas oraciones producen en los países de habla alemana se refleja en el modo cómo se ha traducido algunas de ellas. Así, la oración citada anteriormente de la Oración de la mañana del 31 de diciembre dice así en alemán[39]:

In dir erfüllt sich alles, was die Propheten verkundet haben; -hilf uns, dass wir auch in unserem Leben die Hand Gottes erkennen.

[En Ti todo lo que fue proclamado por los profetas se ha cumplido: ayúdanos a reconocer a Dios en nuestras vidas.]

De modo similar la oración, citada más arriba, de la Oración de la mañana del 2 de enero, dice en alemán:

Christus, von den Engeln besungen, von den Hirten kundgemacht, von Simeon und Anna gepriesen; - gib, dass wir deine Frohe Botschaft annehmen.

[Oh Cristo, a quien cantaron los ángeles, que fuiste anunciado por los pastores y alabado por Simeón y Ana, concédenos que podamos aceptar la Buena Nueva.]

Apéndice C

La oración pre-1956

La Oración por la conversión de los judíos, en la forma usada hasta 1956, ha sido criticada por tres conceptos: por el uso de las palabras perfidus/perfidia; por otros términos excesivamente duros aplicados a los judíos; y por la rúbrica que omite la genuflexión que se hace en otras orationes sollemnes.

Para facilitar una correcta comprensión de la oración y, por extensión, de la tradición litúrgica de la que es parte, hay que analizar brevemente estos tres puntos. En esta clarificación no nos ocupamos de la cuestión de la justificación de los sucesivos cambios que se ha hecho a la oración, mencionados en el Apéndice A.

El uso de perfidus (-a, -um, adjetivo) y perfidia (-ae, sustantivo).

En latín clásico, el significado de perfidia y términos relacionados es cercano al del término inglés perfidy y perfidious: Juvenal usa perfidus para significar bellaco. El decreto de 1948 de la Sagrada Congregación de Ritos sobre el significado de estos términos en el contexto de la oración ya ha sido mencionado: se dijo que las frases podían traducirse legítimamente no como “pérfidos judíos” y “perfidia judía”, sino como “infieles judíos” e “infidelidad de la fe” (de los judíos)[40]. Esta declaración fue resultado de una consulta sobre la traducción a idiomas modernos que (como lo expresó la Congregación) “suenan ofensivas”[41].

Las palabras en latín fueron defendidas oficialmente en el contexto de la reforma de la Semana Santa de 1956, cuyo Ordo Hedomadae Sanctae dice que “los judíos de nuestro tiempo se han quejado de los términos perfidis Iudaeis y iudaicam perfidiam”, pero el empleo de este término ciertamente no ha surgido de un antisemitismo, ya que simplemente -y sin sentido peyorativo- indica ausencia de fe”[42].

Este modo de entender las palabras fue posteriormente defendido por el latinista cardenal Augustin Bea[43], quien escribía: “Aunque en los oídos modernos este adjetivo tiene un eco peyorativo, en el latín medieval de los tiempos que su composición significaba, simplemente, descreído”[44].

Esta postura se apoya en diversos diccionarios de latín tardío[45], y el autor latino clave en el establecimiento de este uso fue San Cipriano de Cartago, quien continuamente usaba perfidus como una variante de incredulus (descreído), y perfidia en oposición a fides (fe), según explica detalladamente el investigador Antoon Bastiaensen[46].

Es lamentable que, cuando quitó el adjetivo “perfidus” de la invitación y el sustantivo “perfidia” de la colecta, Juan XXIII no los haya reemplazado con otra palabra, porque lo natural hubiera sido leer el latín de la versión de 1959 aplicado a todos los judíos, independientemente de su situación de creencia.

El Prefacio al decreto de promulgación de la reforma de Semana Santa de 1956, en que se cambió el lenguaje original, advierte el problema[47] y observa lo siguiente: “En la nueva versión de los salmos [el salterio latino de 1947] se evita expresiones que han adquirido otro sentido en las lenguas modernas”.

Esto expone a la luz, de modo no intencional, un problema fundamental, porque el intento de evitar expresiones latinas en la liturgia y las Escrituras que sugieren (por etimología o por casualidad) un significado erróneo en alguna lengua moderna, sería claramente tan impracticable como dañino para el papel del latín de mantener la estabilidad de la oración de la Iglesia a través del tiempo.

Otras expresiones duras

Otros aspectos de la oración que ocasionaron dificultades fueron el uso de la imaginería de “ceguera” y “velo” sobre el corazón del pueblo judío. Estas expresiones no aparecen en la oración de 2008, aunque sí hace una referencia a la “iluminación”. Este lenguaje, sin embargo, está tomado directamente de la forma cómo San Pablo ve el rechazo de Cristo por los judíos. La frase “levantar el velo de sus corazones” es una cita directa de 2 Cor. 3, 15, y la imaginería de “ceguera” y “luz” está tomada de 2 Cor. 4, 3-6.

Otras oraciones de esta serie, por la conversión de los paganos y de los heréticos y cismáticos, emplean también un lenguaje muy vívido y fuerte[48], que, como ya se ha dicho, ocupa un lugar en la tradición de uso de tal lenguaje, que se remonta hasta los profetas del Antiguo Testamento. Por otra parte, en la antigua tradición litúrgica latina, tal como la hemos recibido en la actualidad, son raras las referencias a quienes están fuera de la Iglesia[49]. El objeto mucho más frecuente de lenguaje poco amable en la forma extraordinaria está constituido por los fieles, clérigos y laicos. La expresión de nuestra condición pecadora y de nuestra necesidad de la gracia es un tema constante en la tradición litúrgica, un tema “negativo” al que los reformadores procuraron restar importancia en la preparación del Misal de 1970[50]. Este lenguaje de pecado es usado invariablemente en el contexto de la esperanza de conversión, jamás como expresión de condenación, sino de caridad.

La genuflexión

La ausencia de genuflexión entre la invitación y la colecta en las rúbricas pre-1956 se remonta a los documentos litúrgicos más antiguos, aunque no existe unanimidad en este punto[51]. Se la explica en el Ordo Lateranensis (circa 1120) y en el Ordo Romanus XII (circa 1190) refiriéndola al hecho de que los judíos doblaron sus rodillas como burla de Cristo en el curso de la pasión[52]. Esta es la explicación dada, en los comentarios litúrgicos modernos, por Dom Prosper Guéranger[53]  y Pius Parsch[54]. Aunque el arrodillarse como burla se lo asocia más, en el arte devoto, con los soldados romanos durante la coronación de espinas, se describe a los líderes judíos haciendo burla de Cristo durante su juicio o después de él en Mc. 14, 65 y Lc. 22, 63, así como también durante la crucifixión por parte de los jefes de los sacerdotes en Mt. 27, 42, y de algunos de los criminales crucificados, según Mt 27, 44, Mc. 15,32 y Lc. 23, 29. Esto concuerda con el patrón que se encuentra en los Evangelios sinópticos, en que primero los judíos, luego los gentiles y después todos juntos se burlan del Señor. Esta burla cumple muchas profecías, especialmente el salmo 21 (22) 7-8[55], e Isaías 53, 3[56] refiere el rechazo y la burla por su propio pueblo.

Existe un paralelo de esto en la Misa del Jueves Santo en que, desde los más remotos tiempos, se omite la Pax (beso de la paz)[57]. Los comentaristas litúrgicos medievales explican que no sería adecuado el beso, ya que en este día recordamos la traición de Judas Iscariote con un beso[58].



[1] Jungmann, J., The Mass of the Roman Rite (trad. de Francis Brunner C.SS.R, Nueva York, Benzinger Brothers, 1955), vol. I, pp. 481-482. Jungmann hace ver que en estas oraciones, “cuyo eco se remonta al primer siglo, encontramos la oración general de la Iglesia con exactamente las mismas palabras que se usaban […] desde el siglo III”. Las notas al pie explican la frase “eco del siglo I” con una cita de San Clemente Romano a los Corintios (circa 59-61), cuya lista de peticiones anticipa, de modo asombroso, las orationes sollemnes. Jungmann explica que estas oraciones se decían, en un comienzo, durante todo el año. Cfr. el análisis de Goddard, P., Festa Paschalia: A history of the Holy Week liturgy in the Roman Rite (Leominster, Gracewing, 2011), pp. 174 y ss. El erudito anglicano G.C. Willis advierte que las colectas usan la prosa rítmica llamada cursus, un estilo que se usó desde el siglo IV hasta el siglo VII, aunque no la mayoría de las oraciones de invitación, por lo que presume que éstas deben haber sido compuestas antes del siglo IV. Véase Willis, C.G., “The Solemn Prayers of Goof Friday”, en Essays in Early Roman Liturgy (Londres, SPCK, 1964), pp. 1-48, especialmente pp. 45-47.

[2] Schuster, I., The Sacramentary (Liber Sacramentorum): Historical and Liturgical Notes on the Roman Missal (trad. Arthur Levelis-Marke, Londres, Burns Oats, 1925), vol. II, p. 211.

[3] Las oraciones, específicamente, son: por la Santa Iglesia [pro Sancta Ecclesia], por el Papa [pro Summo Pontifice], por todos los órdenes de los fieles [pro Omnibus ordinibus gradibusque fidelium], por los gobernantes [pro res publicas moderantibus], por los catecúmenos [pro catechumenis], por las necesidades de los fieles [pro fidelium necessitatibus], por la unidad de la Iglesia, o sea, por los heréticos y cismáticos [pro unitate Ecclesiae], por la conversión de los judíos [pro conversione Iudæorum], y por la conversión de los paganos [pro conversione infidelium].

[4] La antigua oración por el emperador fue adaptada para aplicarse a los gobernantes en general y luego al emperador Habsburgo, y no se dijo después de 1918. La oración revisada (“pro res publicas moderantibus”) usó frases de la oración por el emperador y de otra colecta del Sacramentario Leonino: “Auxiliare, Domine, temporibus nostris” (Mohlberg, Sacramentarium Veronense, 1966, p. 64, núm. 480).

[5] A lo largo de la historia de la discusión teológica, las palabras de San Pablo en Rom. 11, 25-29 han sido centrales: “el endurecimiento vino a una parte de Israel hasta que entrase la plenitud de las naciones, y entonces todo Israel será salvo, según está escrito: 'Vendrá de Sión el Libertador para alejar de Jacob las impiedades. Y esta será mi alianza con ellos cuando borre sus pecados'. Por lo que toca al Evangelio, son enemigos a causa de vosotros; mas, según la elección son amados a causa de los padres, pues los dones y la vocación de Dios son sin arrepentimiento”.

[6] San Gregorio Magno, Magna Moralia in Iob. Véase también San Agustín, Cuestiones sobre los evangelios de Mateo y Lucas, libro 2, q. 33, que habla sobre la parábola del hijo pródigo: “Él [el hermano mayor] está airado incluso hasta hoy, y todavía no quiere entrar. Cuando la plenitud de los gentiles haya entrado, su padre saldrá en el tiempo oportuno para que todo Israel pueda salvarse”. San Juan Damasceno, Sobre la Fe Ortodoxa, libro 4, 26, dice: “Enoch y Elías el Tesbita  serán enviados y harán volverse el corazón de los padres a los hijos, es decir, la sinagoga a Nuestro Señor Jesucristo y a la predicación de los apóstoles”. Esta interpretación está supuesta también en el comentario de San Beda al libro de Tobit.

[7] No ocurre lo mismo en otras oraciones similares por los heréticos y cismáticos ni por los paganos.

[8] Citado en Boguslawski, S., Thomas Aquinas on the Jews (Nueva York, Paulist Press, 2008), p. 68.

[9] San Gregorio Magno aprobaba la conversión de los judíos siempre que no fuera a la fuerza, y ordenó que se les permitiera celebrar libremente sus festivales, sin interferencia, y prohibió además la demolición de sinagogas con el fin de construir iglesias, prescribiendo que en aquellos lugares en que tal cosa hubiera tenido lugar, la comunidad judía fuera compensada por la pérdida de su propiedad, y que si sus libros sagrados hubieran sido confiscados, les fueran devueltos. Veáse Markus, R. A., Gregory the Great and His World (Cambridge, Cambridge University Press, 1997). pp. 76-80.

[10] Otros factores de la ola de violencia antisemita incluyeron la legislación que obligaba a los judíos a ganarse la vida en el comercio bancario y la usura, lo cual contribuyó a su impopularidad.

[11] Se conoce esta Bula también como “Constitución de los judíos”.

[12] Carta de San Bernardo a los ingleses, citada por Boguslawski, Thomas Aquinas on the Jews, cit., p. 22.

[13] Nicholas Donin de la Rochelle fue un judío converso al cristianismo y fraile franciscano que vivió durante el siglo XIII. 

[14] Otro judío converso, el fraile dominico Paul Christian, desarrolló una línea complementaria de ataques teológicos a la teoría previamente predominante, acusando a los judíos de deicidio (en 1269 ó 1270), de lo cual deducía que “merecen ser matados, y ¡ay de las criaturas que los toleren!”. Esta argumentación fue eficazmente demolida por Santo Tomás de Aquino en su comentario a 1 Cor. 2, 8. Véase Decosimo, D., Ethics as a Work of Charity (Stanford CA, Stanford University Press, 2014), p. 25.

[15] La idea de que, a pesar de la violencia antisemita del siglo anterior, el siglo XIII fue testigo de un marcado deterioro de las condiciones de los judíos europeos, relacionado con estas críticas del consenso anterior sobre el papel de este pueblo en la historia de la salvación, es la tesis del importante estudio de Cohen,J., The Friars and the Jews: A Study in the Development of Medieval anti-Semitism (Ithaca NY, Cornell University Press, 1982). El involucramiento de Santo Tomás de Aquino en este desarrollo ha sido superado por investigaciones más recientes, especialmente Boguslawski. Thomas Aquinas on the Jews, cit., y Decosimo, Ethics as a Work of Charity, cit. La defensa del bautismo forzado fue hecha por Duns Scoto, quien hizo sólo un gesto simbólico a la opinión patrística sobre la importancia de la conversión de los judíos antes de la Segunda Venida, sugiriendo que se permitiera a un grupo de judíos vivir en una isla, completamente aislados de la comunidad cristiana. Véase Krop, H. A., “Duns Scotus and the Jews: Scholastic theology and forced conversion in the 13th century”, Netherlands Archief voor Kerkgeschiedenis, núm. 69 (1989) pp. 161-175.

[16] Especialmente por Raimundo Martí y su obra Pugio fidei Christianae, publicado circa 1270.

[17] La Congregación del Índice pidió que se suprimiera solamente un muy pequeño número de versículos relativos a Nuestro Señor. Esta decisión significó que el Talmud pudiera ser impreso y distribuido libremente, por lo que se refería a la Iglesia. 

[18] Las opiniones tardías de Martín Lutero sobre los judíos están expuestas en su tratado en alemán Sobre los judíos y sus mentiras (Von den Juden und iren Lügen). Lutero propone, además de atacar a los judíos en su integridad física y en su religión, la destrucción de sus sinagogas, su expulsión e incluso su asesinato. En 1998, la Iglesia Luterana de Baviera publicó un documento en que se aparta de estas opiniones de Lutero: “Es imperativo que la Iglesia Luterana, que reconoce su deuda con el trabajo y la tradición de Martín Lutero, tome seriamente en cuenta sus pronunciamientos anti-judíos, reconozca su función teológica y reflexione sobre sus consecuencias: debe distanciarse de toda [expresión] de anti-judaísmo en la teología luterana (Christians and Jews: A Declaration of the Lutheran Church of Bavaria, 24 de noviembre de 1998).  

[19] Concilio Vaticano II, Declaración Nostra aetate sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas (1965), núm. 4: ‘Una cum Prophetis eodemque Apostolo Ecclesia diem Deo soli notum expectat, quo populi omnes una voce Dominum invocabunt et 'servient ei humero uno' (Soph. 3, 9)”.

[20] Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia (1964), núm. 16: Qua propter ad gloriam Dei et salutem istorum omnium promovendam, Ecclesia, memor mandati Domini dicentis: 'Praedicate evangelium omni creaturae' (Mc 16,15), missiones fovere sedulo curat.

[21] La invitación de la oración de 1970 es casi idéntica a la versión promulgada en la reforma interina de 1965, pero se cambió la colecta: la versión 1965 pedía que los judíos “reconozcan a Jesucristo nuestro Señor como Redentor de todos los hombres” (véase Apéndice A).

[22] Véase también Hech. 4, 5-12: San Pedro, un judío que se dirige a judíos (los Sumos Sacerdotes y sus familias), les dice que “de todos los nombres dados a los hombres, éste [el nombre de Jesucristo] es el único por el que pueden salvarse” (Et non est in alio aliquo salus nec enim nomen aliud est sub caelo datum hominibus in quo oportet nos salvos fieri).

[23] Por ejemplo, “Vivo Yo, dice el Señor, no quiero la muerte del malvado, sino que se convierta y viva” (Ez. 23, 11). “Es voluntad de nuestro Padre que está en los cielos que no perezca ni uno solo de estos pequeños” (Mt. 18, 14). “Dios os trata con paciencia por vuestro bien, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe. 3, 9). “Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2, 4).

[24] Por ejemplo, esto es lo que se pide en la petición de la Oración del Señor “Que venga tu reino” (Mt. 6, 10; Lc. 11, 2), y también en la exclamación “Marana tha”: ven pronto, Señor Jesús (1 Cor. 16, 2; Apoc. 22, 20; Didajé 10, 6).

[25] El Rabbi Neusner se remite al Libro autorizado de oraciones cotidianas de las Congregaciones Judías Unidas del Imperio Británico (Londres, 1952). La petición por la conversión de los “impíos” no forma parte de la oración que se usa hoy por los judíos británicos, y la historia de esta oración es compleja.

[26] Die Tagespost, 23 de febrero de 2008. El texto completo de este artículo puede leerse en inglés aquí

[27] Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, “Notas sobre el modo correcto de presentar a los judíos y el judaísmo en la predicación de la catequesis en la Iglesia católica” (1985), núm. 7: “Por virtud de su divina misión, la Iglesia, que ha de ser 'el medio universal de salvación', la única en que 'se puede obtener la plenitud de los medios de salvación' (Unit. Red.3), debe, por su propia esencia, proclamar a Jesucristo al mundo (Cf. Guías y Sugerencias). En efecto, creemos que es mediante Él que vamos al Padre (Cf. Jo, 14, 6), y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti como único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado (Jo., 17, 33)Jesús afirma (ibid. 10, 16) que 'habrá un solo rebaño y un solo pastor'. La Iglesia y el judaísmo no pueden, pues, ser vistos como dos vías paralelas de salvación y la Iglesia debe dar testimonio de Cristo como Redentor de todos los hombres, 'manteniendo el más estricto respeto por la libertad religiosa, de acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II' (Declaración Dignitatis Humanae)” (Guías y Sugerencias, I). Véase también Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y universalidad salvífica de Cristo y la Iglesia (2000), núm. 13: “Fue en la conciencia del don único de la salvación universal concedido por el Padre a través de Jesucristo en el Espíritu (cf. Ef. 1, 3-14) que los primeros cristianos se encontraron con el pueblo judío, mostrándole la plenitud de la salvación que va más allá de la Ley”.

[29] Las primeras críticas, en 2007, provinieron de grupos fuera de la Iglesia, especialmente la “Anti-Defamation Ligue” de los Estados Unidos, y también de otros en su interior. La publicación de la oración de Benedicto XVI en 2008 tuvo lugar poco antes del comienzo del Katholikentag alemán de 2008, que se celebró en Osnabrück, importante reunión bienal de los católicos de habla alemana. Una serie de colaboradores judíos se retiraron de este evento en señal de protesta, y se formularon muchas críticas durante la reunión que fueron posteriormente publicadas en la prensa alemana. Más recientemente, la Conferencia de los Obispos de Inglaterra y Gales aprobó una declaración crítica de la oración de Benedicto XVI, que incluye este pasaje: “El pueblo judío continúa creciendo en el amor de Dios y en la fidelidad a su alianza, una alianza que -como lo expresó claramente San Juan Pablo II en 1980- no ha sido revocada. En cambio, la oración compuesta en 2008 para ser usada en la forma extraordinaria de la liturgia ha vuelto a ser una oración por la conversión de los judíos al cristianismo” (Conferencia de los Obispos de Inglaterra y Gales, Resolución sobre la Oración por los judíos del Viernes Santo, publicada el 24 de noviembre de 2015).

[30] “Y si nuestro Evangelio está oculto, está oculto de aquéllos que están perdidos, en quienes el dios de este mundo ha cegado la mente de los no creyentes para que la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios, no los alumbre” (“Quod si etiam opertum est Evangelium nostrum in his qui pereunt est opertum, in quibus deus huius saeculi excaecavit mentes infidelium ut non fulgeat illis illuminatio evangelii gloriae Christi qui est imago Dei).

[31] En su defensa de la oración de 2008 por los judíos, el Cardenal Walter Kasper reflexionaba sobre la necesidad de honestidad en todo diálogo teológico: “Sólo es posible un diálogo sincero entre judíos y cristianos […] en primer lugar, por una parte, sobre la base de una común fe en Dios, Creador del cielo y de la tierra, y en las promesas hechas a Abraham y a los Padres y, por otra parte, en la conciencia -y respeto- de la diferencia fundamental que consiste en la fe en Jesús como Mesías y Redentor de todos los hombres”.

[32] Sagrada Congregación de Ritos, Decreto de 10 de junio de 1948 (AAS 40, 1948, p. 342).

[33] Sagrada Congregación de Ritos, Decreto de 19 de marzo de 1959.

[34] Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, Instructio Variationes in Ordinem hebdomadae sanctae inducendae (1965).

[35] Traducción de RPD. 

[36] Bugnini, A., The Reform of the Liturgy. 1948-1975 (trad. de Matthew J. O’Connell, Collegeville MN, The Liturgical Press, 1990), p. 119.

[*] Nota de la Redacción: La traducción castellana que aquí se ofrece proviene del Misal romano diario, editado bajo la dirección del Rvdo. James Socias, Woodridge (Illinois), Midwest Theological Forum, 3a ed., 2008, p. 381. 

[37]Flectamus genua. Levate” (Arrodillaos. Levantaos) es opcional.

[38] Las traducciones al inglés son las que se usan normalmente en Inglaterra y Gales.

[39] Esta traducción al alemán fue aprobada por los obispos de las Conferencias de habla alemana en 1978.

[40] Declaración de la Sagrada Congregación de Ritos: “En la doble oración en que la Santa Madre Iglesia, en las oraciones solemne de la Feria VI in Parasceve [Viernes Santo] implora la misericordia de Dios también para el pueblo judío, tienen lugar estas palabras: 'perfidi Iudaei' y 'Iudaica perfidia'. Además, ha habido una consulta acerca del verdadero sentido de esta locución latina, especialmente porque en varias traducciones a las lenguas vulgares para uso de los fieles, esas palabras se han expresado en locuciones que parecen ofensivas a los oídos de ese pueblo. Consultada al respecto, esta Sagrada Congregación ha resuelto declarar solamente lo siguiente: que, en las traducciones a lenguas vulgares, no se censura las locuciones cuyo sentido es 'infidelitas', 'infideles in credendo'. Roma, 10 de junio de 1948. C. Cardenal Micara, obispo de Velletri, Prefecto, P. A. Carinci, Arzobispo de Seleucia, Secretario” (In bina illa precatione qua sancta Mater Ecclesia in orationibus solemnibus feriae sextae in Parasceve etiam pro populo hebraico Dei misericordiam implorat, haec verba occurrunt: 'perfidi iudaei', et 'iudaica perfidia'. Porro quaesitum est de vero sensu istius locutionis latinae, praesertim cum in variis translationibus, ad usum fidelium in linguas vulgares factis, illa verba expressa fuerint locutionibus quae auribus istius populi offensivae videantur. ‘Sacra haec Congregatio, de re interrogata, haec tantum declarare censuit: Non improbari, in translationibus in linguas vulgares, locutiones quarum sensus sit: 'infidelitas, infideles in credendo'”). 

[41] Eugenio (Israel) Zolli, Rabino Principal de Roma, que se convirtió al catolicismo en 1945, informó de una conversación privada con Pío XII en que planteó este problema: es natural ver el Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos como resultado de esto. Véase Weisbord, R./Sillanpoa, W., The Chief Rabbi, the Pope, and the Holocaust: An Era in Vatican-Jewish Relations (New Brunswick NJ: Transaction Productions, 1992), p. 171.

[42] Etiam Iudaei moderni agebant contra voces perfidis Iudaeis et iudaicam perfidiam: usus huius vocis omnino ortus non est ex antisemitismo, nam simpliciter et non sensu peiorativo significat absentiam fidei.  Schmidt, H.A.P., Ordo Hebdomadae Sanctae, p. 790.

[43] El Cardenal Bea tuvo a su cargo una nueva traducción latina de los salmos, que se promulgó por Pío XII en 1947. Véase FIV, Positio Paper 5: El uso de la Vulgata y los antiguos salterios latinos.

[44] Bea, A., The Church and the Jewish People: A Commentary on the Second Vatican Council’s Declaration on the Relation of the Church to Non-Christian Religions’ (Philip Loretz, Nueva York, Harper and Row, 1966), p. 22.

[45] El libro estándar es Niermeyer, J. F., Mediae Latinitatis Lexicon Minus (Leiden, Brill, 1976), que traduce “perfidia” (p. 788) como “increencia, no creencia, herejía”, y “perfidus” como “increyente, no creyente, increencia, herético”. Véase también Souter, A., A Glossary of Later Latin to 600 A.D. (Oxford, OUP, 1949), p. 295: perfidus: “infiel, increyente” (desde Cipriano en adelante); “perfidia”: “increencia, no creencia, herejía, por ejemplo, la fe judía, (desde Cipriano en adelante); y Blaise, Dictionnaire Latin-Francais des Auteurs chrétiens (París, Librairie des Méridiens, 1954), p. 673: perfiduslos infieles, los musulmanes.  Adverbio perfide”: de un modo contrario a la fe.    

[46] Bastiaensen, A., “Les vocables perfidus et perfidia et leur application aux Juifs dans la Chretienté”, Journal of Eastern Christian Studies, vol. 60 (2008), pp. 215-229, especialmente pp. 218 y ss. 

[47] Bugnini, A./Braga, C., Ordo Hebdomadae Sanctae Instauratus (Roma, Bibliotheca “Ephemerides Liturgicae” Sectio Historica, Edizioni Liturgiche,  1956), columna de p. 115, nota al pie 14.

[48] La oración por la unidad de la Iglesia (por heréticos y cismáticos) precede inmediatamente a la oración por los judíos en las orationes sollemnes, y pide a Dios “mirar las almas engañadas por el fraude diabólico, para que abandonando la depravación herética, el corazón de los que yerran pueda recobrar la salud y volver a la unidad de la salud” (ad animas diabolica fraude deceptas: ut omni haeretica pravitate deposita, errantium corda resipiscant, et ad veritatis tuae redeant unitatem). La oración por la conversión de los paganos, que sigue inmediatamente a la oración por los judíos, pide a Dios que “remueva la iniquidad de sus corazones” (auferat iniquitatem a cordibus eorum”), “y los libre del culto a los ídolos” (libera eos ab idolorum cultura). Queda claro, por estas oraciones, que ellas se dirigen a la situación objetiva de aquellos a quienes se refieren, y no a su culpabilidad subjetiva por estar en esa situación.

[49] A veces se encuentra comentarios como éste en el Leccionario, por ejemplo, en la colecta de la Misa votiva por la defensa de la Iglesia (pro Ecclesiae defensione”), que se refiere a los “pueblos paganos que se confían en su ferocidad” (gentes paganorum, quae in sua feritate confidunt).

[50] La supresión de la “teología negativa” de los textos litúrgicos de la reforma post-conciliar es clarísima en la revisión de las colectas, y sus principios son explicados por el miembro del Consilium Matías Augé CMF (“Le Collette del Proprio del Tempo nel Nuovo Messale”, Ephemerides Liturgicae, núm. 84, 1970, pp. 275-298, especialmente pp. 275-278). La desaparición de las referencias a la ira de Dios, a la condición humana pecadora y otros temas relacionados es ilustrada por Cekada, A., Work of Human Hands: a Theological Critique of the Mass of Paul VI (West Chester OH, Philothea Press, 2010), pp. 224-234.

[51] Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 176. La excepción es el sacramentario Gelasiano Antiguo, del que sobrevive sólo una copia. Los sacramentarios Gelasianos posteriores, que derivan de ella, omiten la genuflexión en este punto, y Goddard sugiere que la inclusión de la genuflexión en el primer manuscrito es una mera inadvertencia (p. 177).

[52] Como dice Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 177: “No existe motivo para dudar de que ésta fue la razón de esta práctica”. 

[53] Vol. 6, p. 485.

[54] Vol. II, p. 334.

[55] “Pero yo soy un gusano, no un hombre, oprobio de los hombres, despreciado por el pueblo. Todos los que me ven se ríen de mí burlándose; hablan con los labios, menean la cabeza” (Ego autem sum vermis et non homo obprobrium hominum et dispectio plebis. omnes videntes me subsannant me dimittunt labium movent caput”).

[56] “Despreciado, el último de los hombres, varón de dolores, acostumbrado a la enfermedad, y su aspecto era como de uno oculto y despreciado, por lo que no lo tuvimos en cuenta” (“Despectum et novissimum virorum virum dolorum et scientem infirmitatem et quasi absconditus vultus eius et despectus unde nec reputavimus eum).

[57] Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 145.

[58] Goddard cita a John de Avranches (+ 1079), Liber de officiis ecclesiasticis. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 165, nota 110. Véase Delamare, R., Le De officiis ecclesiasticis de Jean d’Avranches, archévêque de Rouen (1067–79): étude liturgique et publication du texte inédit du manuscrit H. 304 de la Bibliothèque de la Faculté de Montpellier (París, Bibliothèque Liturgique, núm. 22, 1923), p. 32. La misma obra reitera igual interpretación de la genuflexión omitida en la oración por los judíos del Viernes Santo (en la edición recién mencionada, p. 34).