En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 28 y que versa sobre las oraciones del Viernes Santo por los judíos en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés se puede consultar aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de febrero de 2016. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede.
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Las oraciones de Viernes Santo por los judíos en la forma extraordinaria
Resumen
En 2008, Benedicto XVI compuso una
nueva oración “Pro conversiones Iudaerum” para ser usada en las celebraciones
litúrgicas de Viernes Santo según la forma extraordinaria. La petición que se hace
en esta oración por la conversión de los judíos debe entenderse en el contexto
escatológico de la teología paulina, patrística y más reciente, que prevé que
la conversión colectiva de los judíos tendrá lugar en la etapa final de la
historia. Es de este modo que los últimos documentos oficiales reconcilian el
mandato misionero universal de la Iglesia con las circunstancias actuales, posteriores
a la Shoa; documentos en los que no se contempla una misión específica dirigida
al pueblo judío.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
(Foto: A Collection of Prayers)
Texto
1. La oración
“Pro conversione iudaerum”, una de
las orationes sollemnes en la solemne
liturgia del Viernes Santo, ha causado controversias desde hace años, y se
discute hoy, una vez más, sobre cuán apropiada es la formulación usada en la
forma extraordinaria. Este position paper
aspira a poner esta oración en su contexto histórico y teológico y a defenderla
a la luz de una comprensión correcta de la misma.
El desarrollo de la oración hasta 2008
2. Las nueve orationes sollemnes de la ceremonia de Viernes Santo provienen del estrato más antiguo de los textos litúrgicos romanos, quizá del siglo III[1]. El investigador y beato Ildefonso Schuster comenta sobre ellas: “Al recitar una oración de tan venerable antigüedad, parece que nos ponemos en íntimo contacto espiritual con aquellas primeras generaciones de mártires y confesores de la fe, que usaron esas mismas palabras antes que nosotros y obtuvieron así las gracias necesarias para corresponder a su elevada vocación de ser testigos de la fe con su propia sangre”[2].
3. El conjunto de estas oraciones forma un todo coherente, tanto en intención como en tono, y cubre los diversos “órdenes” al interior de la Iglesia y diferentes categorías fuera de ella[3]. La oración por los judíos se diferenciaba de otras intercesiones en que no incluía una genuflexión, hasta la reforma de la Semana Santa de 1956.
4. Dichas oraciones permanecieron sin cambios hasta tiempos muy recientes[4]. La versión pre-1956 de la oración por los judíos y sus rúbricas es analizada en el Apéndice C. En el Apéndice A se da, de forma detallada, su historia moderna.
5. Benedicto XVI reemplazó el antiguo texto de la oración por los judíos por una nueva composición en 2008. Las críticas que se le hicieron a esta composición se aplicaron también al texto que reemplazaba. El significado de estos textos debe ser considerado a la luz de la teología de los Padres de la Iglesia, común hacia la época en que la oración original fue compuesta, y también a la luz de documentos magisteriales más recientes. Como este es un tema extenso, el tratamiento que le daremos aquí será necesariamente breve.
Flectamus genua...levate
Los Padres y la Edad Media
6. El punto central es el significado de la petición por la conversión de los judíos, tanto en la oración antigua como en la de 2008. El contexto teológico lo da el consenso patrístico sobre este tema, que se basa en San Pablo[5], del cual el papa San Gregorio Magno da un ejemplo típico: “llegará un día en que Él [Cristo] se dará a conocer también a la Sinagoga. Esto, sin duda, ocurrirá al fin del mundo”[6].
El foco escatológico de la oración por los judíos queda enfatizado por su referencia a los judíos como un todo, “ese pueblo” (“illius populi”)[7].
7. Otro elemento de la perspectiva patrística se asocia en particular con San Agustín de Hipona, quien atribuyó gran importancia a la prolongación de la existencia de la comunidad judía en su fidelidad a la ley de Moisés: “La increencia de los judíos es señal de un bien para nosotros, de modo que quienes no reciben estas verdades en su corazón para su propio bien portan en sus manos, sin embargo, para bien nuestro, las escrituras en que estas verdades se contienen”[8].
8. Así, el rechazo del Evangelio por los judíos no es indiferente, sino que, por el contrario, por un lado su conversión es algo que debe ser devotamente deseada, como presagio de la Segunda Venida, y por otro lado su increencia, mientras tanto, hace más creíbles las profecías de Cristo, que ellos conservan en sus Escrituras. Esto constituyó el fundamento teológico para la política concreta de tolerancia y caridad con los judíos, a pesar del lenguaje áspero que a veces los Padres emplean en relación con la falta de fe de los mismos.
9. El propio papa San Gregorio Magno confirmó tal política[9], la que fue reiterada, frente a la violencia contra los judíos que tuvo lugar en el contexto de las Cruzadas[10], en la Bula Sicut Iudaeis de Calixto II en 1120[11]. Esta última amenazó con la excomunión a todo el que robara alguna propiedad de los judíos, interfiriera en sus ritos religiosos o los forzara a bautizarse. En 1146, San Bernardo de Claraval, “el último de los Padres”, se hizo eco de San Agustín en su condena a los ataques contra los judíos, denominándolos “palabras vivas de la Escritura” y “testigos vivientes de nuestra redención”[12].
10. Esta resistencia teológica oficial a la violencia anti-semítica fue a su vez desafiada, sin embargo, en el siglo XIII. En especial, en 1238, Nicholas Donin[13] atacó el Talmud como algo que inducía a los judíos al error y la blasfemia, lo que debilitaba la idea de los judíos como testigos de la verdad[14]. En los siglos siguientes, se confiscó los escritos religiosos judíos para ser o examinados o destruidos, algunas veces por orden del Papa; se interrumpió las ceremonias en las sinagogas y se intentó un agresivo proselitismo por parte de miembros de varias órdenes religiosas; se llevó a cabo expulsiones masivas de judíos de muchos países europeos y se buscó justificación teológica incluso para el bautismo forzado[15].
11. Debe
subrayarse que esta trágica época de la historia de la Iglesia no puede
cargarse a la cuenta de la teología de los Padres, de la cual provenía la oración
por los judíos, sino que fue causada precisamente por el rechazo de esa
teología. Durante este período se hicieron esfuerzos por defender la visión
patrística, especialmente por Santo Tomás de Aquino, y por refutar los
argumentos de Donin sobre el Talmud[16],
refutación que fue definitivamente aceptada en el Concilio de Trento[17],
en contraste con el pensamiento de Martín Lutero[18].
Es la posición patrística, tomista y tridentina la que, junto con el magisterio
posterior que consideraremos en la siguiente sección, constituye la perenne
enseñanza de la Iglesia, que es el contexto propio para la interpretación de la
oración por los judíos, tanto en sus fundamentos históricos como teológicos, y
que es la definitiva para los católicos que adhieren a la forma extraordinaria.
12. En Lumen Gentium (núm. 16) y Nostra aetate (núm. 4), el Concilio Vaticano II se refirió a las
relaciones con los judíos en línea con las enseñanzas de los Padres. Nostra aetate expresó la esperanza
escatológica en la conversión de los judíos: “En la compañía de los Profetas y
del mismo Apóstol, la Iglesia espera aquel día, conocido sólo de Dios, en que
todos los pueblos se dirigirán al Señor con una sola voz y lo 'servirán hombro
con hombro' (Soph. 3, 19)”[19].
Al mismo tiempo, Lumen Gentium reafirmó la misión de la
Iglesia: “Por lo cual, a fin de promover la
gloria de Dios y procurar la salvación de todos ellos, y teniendo presente el
mandato del Señor de “predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc. 16, 15), la
Iglesia alienta las misiones con cuidado y atención”[20].
13. La oración
por los judíos de la forma ordinaria los llama a alcanzar “la plenitud de la
redención”. La falta de especificación sobre los medios de salvación[21]
ha dado origen a controversias, en las que algunos argumentan que el Antiguo
Testamento es una vía de salvación para los judíos de hoy. Otras oraciones de
la forma ordinaria son, sin embargo, claras. Las Vísperas de Domingo de
Resurrección incluyen la oración “Que Israel te [Cristo] reconozca como el
Mesías largamente esperado”. En el Apéndice B se da otros ejemplos[22].
La posición patrística delineada anteriormente (núm. 6-8) está ilustrada con
muchos pasajes en el Oficio de Lectura de la forma ordinaria.
14. Estas
oraciones no debieran causar asombro en absoluto, puesto que reflejan el deseo
de Dios de que todos se salven[23]
y el deseo de los cristianos de que el Señor vuelva en gloria y majestad[24].
De hecho, en una, al menos, de las versiones estándar de sus plegarias
cotidianas[25], los
judíos también oran por la conversión de “todos los impíos de la tierra”. El
Rabbi Jacob Neusner, al responder a las críticas que se hicieron a la versión
de 2008 de la oración por los judíos, hizo ver el paralelismo existente con la oración
por los judíos, y escribió: “La oración católica expresa el
mismo espíritu altruista que caracteriza a la fe del judaísmo”[26].
15. En algunos
documentos oficiales de la Santa Sede se ha creído necesario, en repetidas
ocasiones, condenar la idea de que los judíos pudieran salvarse por otra vía
que la vida, muerte y resurrección de Jesucristo[27].
La reciente declaración de la Comisión para las Relaciones Religiosas con los
Judíos lo ha expresado de modo enfático: “La idea de que puede haber dos
caminos diferentes para salvarse, el camino judío sin Cristo y el camino con
Cristo, que la fe cristiana identifica con Jesús de Nazaret, pondría en
peligro, de hecho, los fundamentos de la fe cristiana. El confesar la mediación
salvadora universal y, por tanto, también exclusiva, de Jesucristo, es algo que
pertenece al centro mismo de la fe cristiana”[28].
Benedicto XVI durante los oficios de Viernes Santo (Novus Ordo)
(Foto: The Latin Mass Society)
Las críticas a
la Oración de 2008
16. Las
críticas a la oración por los judíos de 2008 se refieren a tres aspectos
diferentes de ella[29].
Primero, se le critica por el uso de un lenguaje que habla de “iluminación”, lo
que sugiere que los judíos están actualmente en un estado de obscuridad.
Resulta difícil sostener esa crítica, sin embargo, dado que la frase refleja el
lenguaje de San Pablo (2 Cor. 4, 3-6)[30].
El uso por San Pablo de un lenguaje enérgico e incluso áspero prolonga la
tradición de los profetas del Antiguo Testamento y del Señor.
17. En segundo
lugar, algunos críticos de la oración parecen no aceptar que toda salvación
tiene lugar por medio de Cristo. Como ya se dijo, la Iglesia jamás podría
aceptar la validez de semejante crítica, que alcanza al corazón mismo de la fe
cristiana.
18. Tercero,
tenemos la cuestión de la misión hacia los judíos. Aquí el contexto histórico
tiene especial importancia. La renovación del debate sobre las relaciones con
los judíos, que llevó a cabo el Concilio Vaticano II, tuvo lugar a la sombra de
la Shoa, en que la supervivencia del pueblo judío fue cuestionada como nunca
antes en la historia. La rápida asimilación de algunas comunidades judías desde
la Segunda Guerra Mundial parece plantear la misma cuestión, por medios no
violentos. Todo intento sistemático de convertir a los judíos al cristianismo,
si llegara a tener éxito, sería visto también como un peligro.
19. A la luz
de la enseñanza de los Padres sobre el papel de los judíos en la historia de la
salvación, no existe justificación alguna para sostener que la oración por los
judíos de 2008, o sus antecesoras en misales anteriores del rito romano,
implica un compromiso con el proyecto sistemático de hacer desaparecer el
judaísmo. Los Padres, con San Pablo antes de ellos y Santo Tomás de Aquino
después de ellos, esperaban que continuara existiendo una colectividad no
cristiana judía hasta los últimos tiempos, y atribuyeron a esta comunidad,
hasta entonces, un importante papel simbólico, e igualmente en la fase final de
la historia. Hay que enfatizar asimismo la compatibilidad de esta expectativa
con el imperativo misionero universal, con la conversión al cristianismo de
judíos individuales, y con el deseo de la completa conversión de los judíos, relacionada,
como está, con el deseo del regreso del Señor en gloria y majestad.
20. La Iglesia
tiene que aceptar las sensibilidades del tiempo actual, luego de la Shoah, y
debe también permanecer fiel a su misión, que le ha sido confiada por Cristo,
su Cabeza. Es de lógica que el compromiso con un “proselitismo selectivo” no es
consecuencia de la vocación misionera universal de la Iglesia, ya que a la
Iglesia no le es posible seleccionar todas las colectividades simultáneamente,
y es razonable tomar en cuenta los factores históricos, políticos y culturales
al decidir dónde debieran concentrarse los esfuerzos misioneros. La respuesta
correcta a esta última crítica de la oración por los judíos debe, con los
documentos citados en la sección anterior, seguir explicando la enseñanza de la
Iglesia, y no ceder a la presión por ocultarla[31].
Oficios de Viernes Santo en la forma tradicional del rito romano
(Foto: Transalpine Redemptorists)
Apéndice A
Los textos de las Oraciones por los judíos
La forma de la
oración usada hasta 1956
Invitación
Oremos también
por los infieles judíos: que Dios Todopoderoso remueva el velo de sus corazones
para que también ellos puedan reconocer a Jesucristo, Nuestro Señor.
Rúbrica
(No se
responde “Amen” ni se dice “Oremos” ni “Arrodillaos” o “Levantaos”, sino que se
dice inmediatamente):
Colecta
Omnipotente y
Eterno Dios, que no excluyes de tu misericordia ni siquiera a la infidelidad de
los judíos, oye las súplicas que te dirigimos por la ceguera de ese pueblo,
para que reconociendo la luz de tu Verdad, que es Cristo, pueda ser liberado de
su obscuridad. Por el mismo Señor Nuestro Jesucristo, que vive y reina contigo
en unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amen.
Invitación
Oremus et pro perfidis Judæis: ut Deus
et Dominus noster auferat velamen de cordibus eorum; ut et ipsi agnoscant Jesum
Christum, Dominum nostrum.
Rúbrica
(Non respondetur ‘Amen’, nec dicitur
‘Oremus’, aut ‘Flectamus genua’, aut ‘Levate’, sed statim dicitur:)
Colecta
Omnipotens sempiterne Deus, qui etiam
judaicam perfidiam a tua misericordia non repellis: exaudi preces nostras, quas
pro illius populi obcæcatione deferimus; ut, agnita veritatis tuæ luce, quæ
Christus est, a suis tenebris eruantur. Per eundem Dominum nostrum Jesum
Christum Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti,
Deus: per omnia sæcula sæculorum. Amen.
En
1948, la Sagrada Congregación de Ritos declaró que “perfidi iudaei” y “iudaica
perfidia” podían traducirse al vernáculo, en los libros para uso de los laicos,
como “infidelitas, infideles in credendo”[32].
En
la reforma de la Semana Santa de 1956, el “Amen” y genuflexión se insertaron al
igual que en las demás plegarias de las orationes
sollemnes.
En
1959, la Sagrada Congregación de Ritos dispuso que se suprimieran las palabras
“perfidis” y “perfidiam”, para que la Invitación dijera “Oremos por los judíos”
y, la Colecta, “Omnipotente y Eterno Dios, que no excluyes de tu misericordia ni a los
judíos”[33].
La
antigua oración, con los cambios aquí referidos, es la versión que se encuentra
en el Misal Romano de 1962, usado por la forma extraordinaria.
Sin embargo, en
2008 Benedicto XVI sustituyó la invitación y la colecta en la forma extraordinaria del modo siguiente:
Invitación
Oremos por los judíos: Que nuestro
Dios y Señor ilumine sus corazones para que puedan reconocer a Jesucristo como
el Salvador de todos los hombres.
Colecta
Arrodillaos. Levantaos.
Omnipotente y Eterno Dios, que quieres que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad, concede propicio que, junto con todos los pueblos que entran a tu Iglesia, todo Israel pueda salvarse. Por Cristo Nuestro Señor. Amen.
Invitación
Oremus et pro Iudaeis: Ut Deus et
Dominus noster illuminet corda eorum, ut agnoscant Iesum Christum salvatorem ómnium
hominum.
Colecta
Oremus. Flectamus genua. Levate.
Omnipotens sempiterne Deus, qui vis ut
omnes homines salvi fiant et ad agnitionem veritatis veniant, concede
propitius, ut plenitudine gentium in Ecclesiam Tuam intrante omnis Israel
salvus fiat. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
Como
parte de la reforma litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II, se hizo una
serie de cambios al Misal de 1962 en anticipación de la promulgación del nuevo
Misal de 1970. En 1965 la Oración por los judíos se sustituyó por la siguiente[34]:
Invitación
Oremos por los judíos, para que Dios
nuestro Señor haga brillar sobre ellos la luz de su faz, para que también ellos
reconozcan a Nuestro Señor Jesucristo, Redentor de todos.
Colecta
Oremos. Arrodillaos. Levantaos.
Omnipotente y Eterno Dios, que
conferiste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha misericordioso
las preces de tu Iglesia, para que el pueblo que de antiguo adquiriste pueda
venir a la plenitud de la redención. Por Cristo Nuestro Señor. Amen[35].
Invitación
Oremus et pro Iudæis: ut Deus et
Dominus noster faciem suam super eos illuminare dignetur; ut et ipsi agnoscant
omnium Redemptorem, Iesum Christum Dominum nostrum.
Colecta
Oremus. Flectamus genua. Levate.
Omnipotens sempiterne Deus, qui
promisiones tuas Abrahae et semini eius contulisti: Ecclesiae tuae preces
clementer exaudi; ut populus acquisitionis antiquae ad Redemptionis mereatur
plenitudinem pervenire. Per Christum Dominum nostrum. R. Amen.
El
arzobispo Annibale Bugnini, arquitecto de las reformas, comenta de éste y de
otros cambios menores que se hizo al mismo tiempo que el de las Orationes solemnes: “Es
siempre poco agradable tener que alterar textos venerables que, durante siglos,
han alimentado efectivamente la piedad cristiana y están rodeados de la
fragancia espiritual de los tiempos heroicos de los comienzos de la Iglesia. Se
pensó, sin embargo, que era necesario enfrentar la tarea, para que nadie
pudiera experimentar un tropiezo espiritual en la oración de la Iglesia”[36].
La Oración por los judíos en la
forma ordinaria (Misal de 1970, versión española[*])
Invitación
Oremos por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza.
Rúbrica
Oración en silencio. Luego el sacerdote dice:
Colecta
Oremos [Arrodillaos. Levantaos].
Dios Todopoderoso y eterno, que prometiste llenar de bendiciones a Abraham y a sus descendencia, escucha las súplicas de tu Iglesia, y concede al pueblo de la primitiva alianza alcanzar la plenitud de la redención. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Invitación
Oremus et pro Iudæis, ut, ad quos
prius locutus est Dominus Deus noster, eis tribuat in sui nominis amore et in
sui fœderis fidelitate proficere.
Rúbrica
Oratio in silentio. Deinde sacerdos:
Colecta
Omnipotens sempiterne Deus, qui
promissiones tuas Abrahæ eiusque semini contulisti, Ecclesiæ tuæ preces
clementer exaudi, ut populus acquisitionis prioris ad redemptionis mereatur
plenitudinem pervenire. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
Apéndice B
Las oraciones para la
conversión de los judíos en la forma ordinaria de la Liturgia de las Horas.
Oración de la mañana, 31 de diciembre (VII día de la octava de
Navidad)[38]:
Cristo, Hijo de David, plenitud de las
profecías, te rogamos que el pueblo judío te acepte como el Mesías esperado.
Christe, Deus et homo, qui Dóminus es
David et fílius eius, prophetías adímplens, te rogámus, ut Israel te
Messíam agnóscat.
Laudes, 2 de enero:
Simeón y Ana te proclamaron su
Salvador, concédenos que el pueblo judío acepte tu mensaje [Evangelio]
anunciado desde antiguo.
Christe, quem, ab ángelis
glorificátum et a pastóribus annuntiátum, Símeon et Anna conféssi sunt et
prædicavérunt, te rogámus, ut Evangélium tuum a pópulo promissiónis
recipiátur.
Oración de la tarde durante el tiempo de Pascua (durante
siete semanas)
Que todas las naciones te alaben como
su Rey y Señor, haz de Israel el pueblo que llamas tuyo.
Omnes gentes tibi regi et Deo
psallant, et Israel fiat posséssio tua.
Oración de la tarde del miércoles de las semanas II y IV del
tiempo de Pascua
Tú que escogiste del pueblo judío a
los primeros discípulos de Cristo, muestra a los hijos de Israel que has
cumplido tus promesas.
R.: Salva a tu pueblo por la victoria
de Cristo.
Tu, qui primítias discipulórum Fílii
tui ex Iudáico pópulo elegísti, fíliis Israel repromissiónem revéla, quæ
ad patres eórum facta est.
℟ Per
victóriam Christi salva redémptos tuos.
Oración
de la tarde, Domingo de Pascua y su octava, y domingos 3º y 5º del tiempo de
Pascua
Que Israel reconozca en Ti al Mesías que
ha esperado por tanto tiempo, llena a todos los hombres del conocimiento de tu
gloria.
R: Rey victorioso, óyenos.
Israel in te Christum spei suæ agnóscat
et omnis terra cognitióne tuæ glóriæ repleátur.
℟ Victor Rex,
exáudi nos.
La
desazón que estas oraciones producen en los países de habla alemana se refleja
en el modo cómo se ha traducido algunas de ellas. Así, la oración citada
anteriormente de la Oración de la mañana del 31 de diciembre dice así en alemán[39]:
In dir erfüllt sich
alles, was die Propheten verkundet
haben; -hilf uns, dass wir auch in unserem Leben die Hand Gottes erkennen.
[En Ti todo lo que fue proclamado por los profetas se ha cumplido: ayúdanos a reconocer a Dios en nuestras vidas.]
De
modo similar la oración, citada más arriba, de la Oración de la mañana del 2 de
enero, dice en alemán:
Christus, von den Engeln besungen, von
den Hirten kundgemacht, von Simeon und Anna gepriesen; - gib, dass wir deine
Frohe Botschaft annehmen.
[Oh Cristo, a quien cantaron los ángeles, que fuiste anunciado por los pastores y alabado por Simeón y Ana, concédenos que podamos aceptar la Buena Nueva.]
Apéndice C
La oración pre-1956
La
Oración por la conversión de los judíos, en la forma usada hasta 1956, ha sido
criticada por tres conceptos: por el uso de las palabras perfidus/perfidia; por otros términos excesivamente duros aplicados
a los judíos; y por la rúbrica que omite la genuflexión que se hace en otras orationes sollemnes.
Para
facilitar una correcta comprensión de la oración y, por extensión, de la
tradición litúrgica de la que es parte, hay que analizar brevemente estos tres
puntos. En esta clarificación no nos ocupamos de la cuestión de la
justificación de los sucesivos cambios que se ha hecho a la oración,
mencionados en el Apéndice A.
El uso de perfidus (-a, -um, adjetivo)
y perfidia (-ae, sustantivo).
En
latín clásico, el significado de perfidia
y términos relacionados es cercano al del término inglés perfidy y perfidious:
Juvenal usa perfidus para significar bellaco.
El decreto de 1948 de la Sagrada Congregación de Ritos sobre el significado de
estos términos en el contexto de la oración ya ha sido mencionado: se dijo que
las frases podían traducirse legítimamente no como “pérfidos judíos” y
“perfidia judía”, sino como “infieles judíos” e “infidelidad de la fe” (de los
judíos)[40].
Esta declaración fue resultado de una consulta sobre la traducción a idiomas
modernos que (como lo expresó la Congregación) “suenan ofensivas”[41].
Las
palabras en latín fueron defendidas oficialmente en el contexto de la reforma
de la Semana Santa de 1956, cuyo Ordo
Hedomadae Sanctae dice que “los
judíos de nuestro tiempo se han quejado de los términos perfidis Iudaeis y iudaicam
perfidiam”, pero el empleo de este término ciertamente no ha surgido de un
antisemitismo, ya que simplemente -y sin sentido peyorativo- indica ausencia
de fe”[42].
Este
modo de entender las palabras fue posteriormente defendido por el latinista
cardenal Augustin Bea[43],
quien escribía: “Aunque
en los oídos modernos este adjetivo tiene un eco peyorativo, en el latín
medieval de los tiempos que su composición significaba, simplemente, descreído”[44].
Esta
postura se apoya en diversos diccionarios de latín tardío[45],
y el autor latino clave en el establecimiento de este uso fue San Cipriano de
Cartago, quien continuamente usaba perfidus
como una variante de incredulus (descreído),
y perfidia en oposición a fides (fe),
según explica detalladamente el investigador Antoon Bastiaensen[46].
Es
lamentable que, cuando quitó el adjetivo “perfidus”
de la invitación y el sustantivo “perfidia”
de la colecta, Juan XXIII no los haya reemplazado con otra palabra, porque lo
natural hubiera sido leer el latín de la versión de 1959 aplicado a todos los
judíos, independientemente de su situación de creencia.
El
Prefacio al decreto de promulgación de la reforma de Semana Santa de 1956, en
que se cambió el lenguaje original, advierte el problema[47]
y observa lo siguiente: “En
la nueva versión de los salmos [el salterio latino de 1947] se evita
expresiones que han adquirido otro sentido en las lenguas modernas”.
Esto
expone a la luz, de modo no intencional, un problema fundamental, porque el intento
de evitar expresiones latinas en la liturgia y las Escrituras que sugieren (por
etimología o por casualidad) un significado erróneo en alguna lengua moderna,
sería claramente tan impracticable como dañino para el papel del latín de
mantener la estabilidad de la oración de la Iglesia a través del tiempo.
Otras expresiones duras
Otros
aspectos de la oración que ocasionaron dificultades fueron el uso de la
imaginería de “ceguera” y “velo” sobre el corazón del pueblo judío. Estas
expresiones no aparecen en la oración de 2008, aunque sí hace una referencia a
la “iluminación”. Este lenguaje, sin embargo, está tomado directamente de la
forma cómo San Pablo ve el rechazo de Cristo por los judíos. La frase “levantar
el velo de sus corazones” es una cita directa de 2 Cor. 3, 15, y la imaginería
de “ceguera” y “luz” está tomada de 2 Cor. 4, 3-6.
Otras
oraciones de esta serie, por la conversión de los paganos y de los heréticos y
cismáticos, emplean también un lenguaje muy vívido y fuerte[48],
que, como ya se ha dicho, ocupa un lugar en la tradición de uso de tal
lenguaje, que se remonta hasta los profetas del Antiguo Testamento. Por otra
parte, en la antigua tradición litúrgica latina, tal como la hemos recibido en
la actualidad, son raras las referencias a quienes están fuera de la Iglesia[49].
El objeto mucho más frecuente de lenguaje poco amable en la forma
extraordinaria está constituido por los fieles, clérigos y laicos. La expresión
de nuestra condición pecadora y de nuestra necesidad de la gracia es un tema
constante en la tradición litúrgica, un tema “negativo” al que los reformadores
procuraron restar importancia en la preparación del Misal de 1970[50].
Este lenguaje de pecado es usado invariablemente en el contexto de la esperanza
de conversión, jamás como expresión de condenación, sino de caridad.
La genuflexión
La
ausencia de genuflexión entre la invitación y la colecta en las rúbricas
pre-1956 se remonta a los documentos litúrgicos más antiguos, aunque no existe
unanimidad en este punto[51].
Se la explica en el Ordo Lateranensis
(circa 1120) y en el Ordo Romanus XII
(circa 1190) refiriéndola al hecho de que los judíos doblaron sus rodillas como
burla de Cristo en el curso de la pasión[52].
Esta es la explicación dada, en los comentarios litúrgicos modernos, por Dom
Prosper Guéranger[53] y Pius Parsch[54].
Aunque el arrodillarse como burla se lo asocia más, en el arte devoto, con los
soldados romanos durante la coronación de espinas, se describe a los líderes
judíos haciendo burla de Cristo durante su juicio o después de él en Mc. 14,
65 y Lc. 22, 63, así como también durante la crucifixión por parte de los jefes
de los sacerdotes en Mt. 27, 42, y de algunos de los criminales crucificados,
según Mt 27, 44, Mc. 15,32 y Lc. 23, 29. Esto concuerda con el patrón que se
encuentra en los Evangelios sinópticos, en que primero los judíos, luego los
gentiles y después todos juntos se burlan del Señor. Esta burla cumple muchas
profecías, especialmente el salmo 21 (22) 7-8[55],
e Isaías 53, 3[56]
refiere el rechazo y la burla por su propio pueblo.
Existe
un paralelo de esto en la Misa del Jueves Santo en que, desde los más remotos
tiempos, se omite la Pax (beso de la
paz)[57].
Los comentaristas litúrgicos medievales explican que no sería adecuado el beso,
ya que en este día recordamos la traición de Judas Iscariote con un beso[58].
[1] Jungmann, J., The Mass of the Roman Rite (trad. de Francis Brunner C.SS.R, Nueva York, Benzinger
Brothers, 1955), vol. I, pp. 481-482. Jungmann hace ver que en estas oraciones, “cuyo eco se remonta al
primer siglo, encontramos la oración general de la Iglesia con exactamente las
mismas palabras que se usaban […] desde el siglo III”. Las notas al pie explican
la frase “eco del siglo I” con una cita de San Clemente Romano a los
Corintios (circa 59-61), cuya lista de peticiones anticipa, de modo asombroso, las
orationes sollemnes. Jungmann explica
que estas oraciones se decían, en un comienzo, durante todo el año. Cfr. el
análisis de Goddard, P., Festa Paschalia: A history of the Holy Week liturgy in the Roman Rite (Leominster, Gracewing, 2011), pp. 174 y ss. El erudito anglicano G.C. Willis advierte que las
colectas usan la prosa rítmica llamada cursus,
un estilo que se usó desde el siglo IV hasta el siglo VII, aunque no la mayoría de
las oraciones de invitación, por lo que presume que éstas deben haber sido
compuestas antes del siglo IV. Véase Willis, C.G., “The Solemn Prayers of Goof Friday”, en Essays
in Early Roman Liturgy (Londres, SPCK, 1964), pp. 1-48, especialmente pp. 45-47.
[2] Schuster, I., The Sacramentary (Liber Sacramentorum):
Historical and Liturgical Notes on the Roman Missal (trad. Arthur Levelis-Marke, Londres, Burns Oats, 1925), vol. II, p. 211.
[3] Las oraciones, específicamente, son: por la Santa Iglesia [“pro
Sancta Ecclesia”], por el Papa [“pro Summo Pontifice”], por todos los órdenes
de los fieles [“pro Omnibus ordinibus gradibusque fidelium”], por los
gobernantes [“pro res publicas moderantibus”], por los catecúmenos [“pro
catechumenis”], por las necesidades de los fieles [“pro fidelium
necessitatibus”], por la unidad de la Iglesia, o sea, por los heréticos y
cismáticos [“pro unitate Ecclesiae”], por la conversión de los judíos [“pro
conversione Iudæorum”], y por la conversión de los paganos [“pro conversione
infidelium”].
[4] La antigua oración por el emperador fue adaptada para aplicarse a
los gobernantes en general y luego al emperador Habsburgo, y no se dijo después
de 1918. La oración revisada (“pro res publicas moderantibus”) usó frases de la
oración por el emperador y de otra colecta del Sacramentario Leonino: “Auxiliare, Domine, temporibus nostris” (Mohlberg, Sacramentarium Veronense, 1966, p. 64, núm. 480).
[5] A lo largo de la historia de la discusión teológica, las palabras
de San Pablo en Rom. 11, 25-29 han sido centrales: “el endurecimiento vino a
una parte de Israel hasta que entrase la plenitud de las naciones, y entonces
todo Israel será salvo, según está escrito: 'Vendrá de Sión el Libertador para
alejar de Jacob las impiedades. Y esta será mi alianza con ellos cuando borre
sus pecados'. Por lo que toca al Evangelio, son enemigos a causa de vosotros;
mas, según la elección son amados a causa de los padres, pues los dones y la
vocación de Dios son sin arrepentimiento”.
[6] San Gregorio Magno, Magna Moralia in Iob. Véase también San Agustín, Cuestiones sobre los evangelios de
Mateo y Lucas, libro 2, q. 33, que habla sobre la parábola del hijo pródigo:
“Él [el hermano mayor] está airado incluso hasta hoy, y todavía no quiere
entrar. Cuando la plenitud de los gentiles haya entrado, su padre saldrá en el
tiempo oportuno para que todo Israel pueda salvarse”. San Juan Damasceno, Sobre la Fe Ortodoxa, libro 4, 26, dice: “Enoch y Elías el Tesbita serán enviados y harán volverse el corazón de
los padres a los hijos, es decir, la sinagoga a Nuestro Señor Jesucristo y a la
predicación de los apóstoles”. Esta interpretación está supuesta también en el
comentario de San Beda al libro de Tobit.
[7] No ocurre lo mismo en otras oraciones similares por los heréticos y
cismáticos ni por los paganos.
[8] Citado en Boguslawski, S., Thomas Aquinas on the Jews (Nueva York, Paulist Press, 2008), p. 68.
[9] San Gregorio Magno aprobaba la conversión de los judíos siempre
que no fuera a la fuerza, y ordenó que se les permitiera celebrar libremente
sus festivales, sin interferencia, y prohibió además la demolición de sinagogas
con el fin de construir iglesias, prescribiendo que en aquellos lugares en que
tal cosa hubiera tenido lugar, la comunidad judía fuera compensada por la
pérdida de su propiedad, y que si sus libros sagrados hubieran sido
confiscados, les fueran devueltos. Veáse Markus, R. A., Gregory the Great and His
World (Cambridge, Cambridge University Press, 1997). pp. 76-80.
[10] Otros factores de la ola de violencia antisemita incluyeron la
legislación que obligaba a los judíos a ganarse la vida en el comercio bancario
y la usura, lo cual contribuyó a su impopularidad.
[11] Se conoce esta Bula también como “Constitución de los judíos”.
[12] Carta de San Bernardo a los ingleses, citada por Boguslawski, Thomas Aquinas on the Jews, cit., p. 22.
[13] Nicholas Donin de la Rochelle fue un judío converso al
cristianismo y fraile franciscano que vivió durante el siglo XIII.
[14] Otro judío converso, el fraile dominico Paul Christian,
desarrolló una línea complementaria de ataques teológicos a la teoría
previamente predominante, acusando a los judíos de deicidio (en 1269 ó 1270),
de lo cual deducía que “merecen ser matados, y ¡ay de las criaturas que los
toleren!”. Esta argumentación fue eficazmente demolida por Santo Tomás de
Aquino en su comentario a 1 Cor. 2, 8. Véase Decosimo, D., Ethics as a Work of
Charity (Stanford CA, Stanford University Press, 2014), p. 25.
[15] La idea de que, a pesar de la violencia antisemita del siglo
anterior, el siglo XIII fue testigo de un marcado deterioro de las condiciones de
los judíos europeos, relacionado con estas críticas del consenso anterior sobre
el papel de este pueblo en la historia de la salvación, es la tesis del
importante estudio de Cohen,J., The Friars and the Jews: A Study in the Development of Medieval anti-Semitism (Ithaca NY, Cornell University Press,
1982). El involucramiento de Santo Tomás de Aquino en este desarrollo ha sido superado
por investigaciones más recientes, especialmente Boguslawski. Thomas Aquinas on the Jews, cit., y Decosimo, Ethics as a Work of Charity, cit. La defensa del bautismo forzado fue hecha por Duns Scoto,
quien hizo sólo un gesto simbólico a la opinión patrística sobre la importancia
de la conversión de los judíos antes de la Segunda Venida, sugiriendo que se
permitiera a un grupo de judíos vivir en una isla, completamente aislados de la
comunidad cristiana. Véase Krop, H. A., “Duns Scotus and the Jews: Scholastic
theology and forced conversion in the 13th century”, Netherlands Archief voor
Kerkgeschiedenis, núm. 69 (1989) pp. 161-175.
[16] Especialmente por Raimundo Martí y su obra Pugio fidei Christianae, publicado circa 1270.
[17] La Congregación del Índice pidió que se suprimiera solamente un
muy pequeño número de versículos relativos a Nuestro Señor. Esta decisión
significó que el Talmud pudiera ser impreso y distribuido libremente, por lo
que se refería a la Iglesia.
[18] Las opiniones tardías de Martín Lutero sobre los judíos están
expuestas en su tratado en alemán Sobre los judíos y sus mentiras (Von den Juden und iren Lügen). Lutero propone, además de atacar a los judíos en su
integridad física y en su religión, la destrucción de sus sinagogas, su
expulsión e incluso su asesinato. En 1998, la Iglesia Luterana de Baviera
publicó un documento en que se aparta de estas opiniones de Lutero: “Es
imperativo que la Iglesia Luterana, que reconoce su deuda con el trabajo y la
tradición de Martín Lutero, tome seriamente en cuenta sus pronunciamientos
anti-judíos, reconozca su función teológica y reflexione sobre sus
consecuencias: debe distanciarse de toda [expresión] de anti-judaísmo en la
teología luterana (Christians and Jews: A Declaration of the Lutheran Church of
Bavaria, 24 de noviembre de 1998).
[19] Concilio Vaticano II, Declaración Nostra aetate sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas (1965), núm. 4: ‘“Una cum Prophetis eodemque Apostolo Ecclesia diem
Deo soli notum expectat, quo populi omnes una voce Dominum invocabunt et 'servient ei humero uno' (Soph. 3, 9)”.
[20] Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia (1964), núm. 16: “Qua
propter ad gloriam Dei et salutem istorum omnium promovendam, Ecclesia, memor
mandati Domini dicentis: 'Praedicate evangelium omni creaturae' (Mc 16,15),
missiones fovere sedulo curat”.
[21] La invitación de la oración de 1970 es casi idéntica a la versión
promulgada en la reforma interina de 1965, pero se cambió la colecta: la
versión 1965 pedía que los judíos “reconozcan a Jesucristo nuestro Señor como
Redentor de todos los hombres” (véase Apéndice A).
[22] Véase también Hech. 4, 5-12: San Pedro, un judío que se dirige a
judíos (los Sumos Sacerdotes y sus familias), les dice que “de todos los
nombres dados a los hombres, éste [el nombre de Jesucristo] es el único por el
que pueden salvarse” (“Et non est in alio aliquo salus nec enim nomen aliud est
sub caelo datum hominibus in quo oportet nos salvos fieri”).
[23] Por ejemplo, “Vivo Yo, dice el Señor, no quiero la muerte del
malvado, sino que se convierta y viva” (Ez. 23, 11). “Es voluntad de nuestro
Padre que está en los cielos que no perezca ni uno solo de estos pequeños” (Mt.
18, 14). “Dios os trata con paciencia por vuestro bien, porque no quiere que
nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe. 3, 9). “Dios quiere que
todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2,
4).
[24] Por ejemplo, esto es lo que se pide en la petición de la Oración
del Señor “Que venga tu reino” (Mt. 6, 10; Lc. 11, 2), y también en la
exclamación “Marana tha”: ven pronto, Señor Jesús (1 Cor. 16, 2; Apoc. 22, 20;
Didajé 10, 6).
[25] El Rabbi Neusner se remite al Libro autorizado de oraciones
cotidianas de las Congregaciones Judías Unidas del Imperio Británico (Londres,
1952). La petición por la conversión de los “impíos” no forma parte de la
oración que se usa hoy por los judíos británicos, y la historia de esta oración
es compleja.
[26] Die Tagespost, 23 de febrero de 2008. El texto completo de este
artículo puede leerse en inglés aquí.
[27] Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, “Notas sobre el modo correcto de presentar a los judíos y el judaísmo en la predicación de la catequesis en la Iglesia católica” (1985), núm. 7: “Por virtud de su divina
misión, la Iglesia, que ha de ser 'el medio universal de salvación', la única
en que 'se puede obtener la plenitud de los medios de salvación' (Unit. Red.3), debe, por su propia esencia, proclamar a Jesucristo al mundo” (Cf. Guías y
Sugerencias). En efecto, creemos que es mediante Él que vamos al Padre (Cf.
Jo, 14, 6), “y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti como único Dios
verdadero y a Jesucristo a quien has enviado” (Jo., 17, 33). “Jesús afirma
(ibid. 10, 16) que 'habrá un solo rebaño y un solo pastor'. La Iglesia y el
judaísmo no pueden, pues, ser vistos como dos vías paralelas de salvación y la
Iglesia debe dar testimonio de Cristo como Redentor de todos los hombres, 'manteniendo el más estricto respeto por la libertad religiosa, de acuerdo con
las enseñanzas del Concilio Vaticano II' (Declaración Dignitatis Humanae)”
(Guías y Sugerencias, I). Véase también Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y universalidad salvífica de Cristo y la Iglesia (2000), núm. 13: “Fue en la conciencia del don único de la salvación universal concedido por
el Padre a través de Jesucristo en el Espíritu (cf. Ef. 1, 3-14) que los
primeros cristianos se encontraron con el pueblo judío, mostrándole la plenitud
de la salvación que va más allá de la Ley”.
[28] Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, “Los dones y la vocación de Dios son irrevocables (Rom. 11, 29). Reflexión sobre las cuestiones teológicas relativas a las relaciones católico-judías con ocasión del aniversario 50 de Nostra Aetate (núm. 4)” (2015), núm. 35.
[29] Las primeras críticas, en 2007, provinieron de grupos fuera de la
Iglesia, especialmente la “Anti-Defamation Ligue” de los Estados Unidos, y
también de otros en su interior. La publicación de la oración de Benedicto XVI
en 2008 tuvo lugar poco antes del comienzo del Katholikentag alemán de 2008,
que se celebró en Osnabrück, importante reunión bienal de los católicos de
habla alemana. Una serie de colaboradores judíos se retiraron de este evento en
señal de protesta, y se formularon muchas críticas durante la reunión que
fueron posteriormente publicadas en la prensa alemana. Más recientemente, la
Conferencia de los Obispos de Inglaterra y Gales aprobó una declaración crítica
de la oración de Benedicto XVI, que incluye este pasaje: “El pueblo judío
continúa creciendo en el amor de Dios y en la fidelidad a su alianza, una
alianza que -como lo expresó claramente San Juan Pablo II en 1980- no ha sido
revocada. En cambio, la oración compuesta en 2008 para ser usada en la forma extraordinaria de la liturgia ha vuelto a ser una oración por la conversión de
los judíos al cristianismo” (Conferencia de los Obispos de Inglaterra y Gales,
Resolución sobre la Oración por los judíos del Viernes Santo, publicada el 24
de noviembre de 2015).
[30] “Y si nuestro Evangelio está oculto, está oculto de aquéllos que
están perdidos, en quienes el dios de este mundo ha cegado la mente de los no
creyentes para que la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que es la
imagen de Dios, no los alumbre” (“Quod si etiam opertum est Evangelium nostrum
in his qui pereunt est opertum, in quibus deus huius saeculi excaecavit mentes
infidelium ut non fulgeat illis illuminatio evangelii gloriae Christi qui est
imago Dei”).
[31] En su defensa de la oración de 2008 por los judíos, el Cardenal
Walter Kasper reflexionaba sobre la necesidad de honestidad en todo diálogo
teológico: “Sólo es posible un diálogo sincero entre judíos y cristianos […] en
primer lugar, por una parte, sobre la base de una común fe en Dios, Creador del
cielo y de la tierra, y en las promesas hechas a Abraham y a los Padres y, por
otra parte, en la conciencia -y respeto- de la diferencia fundamental que
consiste en la fe en Jesús como Mesías y Redentor de todos los hombres”.
[32] Sagrada Congregación de Ritos, Decreto de 10 de junio de 1948
(AAS 40, 1948, p. 342).
[33] Sagrada Congregación de Ritos, Decreto de 19 de marzo de 1959.
[34] Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, Instructio Variationes in Ordinem hebdomadae sanctae inducendae (1965).
[35] Traducción de RPD.
[36] Bugnini, A., The Reform of the Liturgy. 1948-1975
(trad. de Matthew J. O’Connell, Collegeville MN, The Liturgical Press, 1990), p. 119.
[*] Nota de la Redacción: La traducción castellana que aquí se ofrece proviene del Misal romano diario, editado bajo la dirección del Rvdo. James Socias, Woodridge (Illinois), Midwest Theological Forum, 3a ed., 2008, p. 381.
[*] Nota de la Redacción: La traducción castellana que aquí se ofrece proviene del Misal romano diario, editado bajo la dirección del Rvdo. James Socias, Woodridge (Illinois), Midwest Theological Forum, 3a ed., 2008, p. 381.
[37] “Flectamus
genua. Levate” (Arrodillaos. Levantaos) es opcional.
[38] Las traducciones al inglés son las que se usan normalmente en
Inglaterra y Gales.
[39] Esta traducción al alemán fue aprobada por los obispos de las
Conferencias de habla alemana en 1978.
[40] Declaración de la Sagrada Congregación de Ritos: “En la doble
oración en que la Santa Madre Iglesia, en las oraciones solemne de la Feria VI
in Parasceve [Viernes Santo] implora la misericordia de Dios también para el
pueblo judío, tienen lugar estas palabras: 'perfidi Iudaei' y 'Iudaica
perfidia'. Además, ha habido una consulta acerca del verdadero sentido de esta
locución latina, especialmente porque en varias traducciones a las lenguas
vulgares para uso de los fieles, esas palabras se han expresado en locuciones
que parecen ofensivas a los oídos de ese pueblo. Consultada al respecto, esta
Sagrada Congregación ha resuelto declarar solamente lo siguiente: que, en las
traducciones a lenguas vulgares, no se censura las locuciones cuyo sentido es 'infidelitas', 'infideles in credendo'. Roma, 10 de junio de 1948. C. Cardenal
Micara, obispo de Velletri, Prefecto, P. A. Carinci, Arzobispo de Seleucia,
Secretario” (“In bina illa precatione qua sancta Mater Ecclesia in orationibus
solemnibus feriae sextae in Parasceve etiam pro populo hebraico Dei
misericordiam implorat, haec verba occurrunt: 'perfidi iudaei',
et 'iudaica perfidia'. Porro quaesitum est de vero sensu istius
locutionis latinae, praesertim cum in variis translationibus, ad usum fidelium
in linguas vulgares factis, illa verba expressa fuerint locutionibus quae
auribus istius populi offensivae videantur. ‘Sacra haec Congregatio, de re
interrogata, haec tantum declarare censuit: Non improbari, in
translationibus in linguas vulgares, locutiones quarum sensus sit: 'infidelitas, infideles in credendo'”).
[41] Eugenio (Israel) Zolli, Rabino Principal de Roma, que se
convirtió al catolicismo en 1945, informó de una conversación privada con Pío
XII en que planteó este problema: es natural ver el Decreto de la Sagrada
Congregación de Ritos como resultado de esto. Véase Weisbord, R./Sillanpoa, W., The Chief Rabbi, the Pope, and the Holocaust: An Era in
Vatican-Jewish Relations (New Brunswick NJ: Transaction Productions, 1992), p. 171.
[42] “Etiam Iudaei moderni agebant contra voces perfidis Iudaeis et iudaicam
perfidiam: usus huius vocis omnino ortus non est ex antisemitismo, nam
simpliciter et non sensu peiorativo significat absentiam fidei”. Schmidt, H.A.P., Ordo Hebdomadae Sanctae, p. 790.
[43] El Cardenal Bea tuvo a su cargo una nueva traducción latina de
los salmos, que se promulgó por Pío XII en 1947. Véase FIV, Positio Paper 5: El uso de la Vulgata y los antiguos salterios latinos.
[44] Bea, A., The Church and the Jewish People: A
Commentary on the Second Vatican Council’s Declaration on the Relation of the
Church to Non-Christian Religions’ (Philip Loretz, Nueva York, Harper and Row, 1966), p. 22.
[45] El libro estándar es Niermeyer, J. F., Mediae Latinitatis Lexicon
Minus (Leiden, Brill, 1976), que traduce “perfidia” (p. 788) como “increencia, no
creencia, herejía”, y “perfidus” como “increyente, no creyente, increencia,
herético”. Véase también Souter, A., A Glossary of Later Latin to 600
A.D. (Oxford, OUP, 1949), p. 295: “perfidus”: “infiel, increyente” (desde Cipriano
en adelante); “perfidia”: “increencia, no creencia, herejía, por ejemplo, la fe judía”, (desde Cipriano en adelante); y Blaise, Dictionnaire Latin-Francais des Auteurs
chrétiens (París, Librairie des Méridiens, 1954), p. 673: “perfidus”: “los infieles, los musulmanes”. Adverbio “perfide”: “de un modo contrario a la
fe”.
[46] Bastiaensen, A., “Les vocables perfidus et perfidia et
leur application aux Juifs dans la Chretienté”, Journal of Eastern Christian
Studies, vol. 60 (2008), pp. 215-229, especialmente pp. 218 y ss.
[47] Bugnini, A./Braga, C., Ordo Hebdomadae Sanctae Instauratus (Roma, Bibliotheca
“Ephemerides Liturgicae” Sectio Historica, Edizioni Liturgiche, 1956), columna de p. 115, nota al pie 14.
[48] La oración por la unidad de la Iglesia (por heréticos y
cismáticos) precede inmediatamente a la oración por los judíos en las orationes sollemnes, y pide a Dios
“mirar las almas engañadas por el fraude diabólico, para que abandonando la
depravación herética, el corazón de los que yerran pueda recobrar la salud y
volver a la unidad de la salud” (“ad animas diabolica fraude deceptas: ut omni
haeretica pravitate deposita, errantium corda resipiscant, et ad veritatis tuae
redeant unitatem”). La oración por la conversión de los paganos, que sigue
inmediatamente a la oración por los judíos, pide a Dios que “remueva la
iniquidad de sus corazones” (“auferat iniquitatem a cordibus eorum”), “y los
libre del culto a los ídolos” (“libera eos ab idolorum cultura”). Queda claro,
por estas oraciones, que ellas se dirigen a la situación objetiva de aquellos a
quienes se refieren, y no a su culpabilidad subjetiva por estar en esa
situación.
[49] A veces se encuentra comentarios como éste en el Leccionario, por
ejemplo, en la colecta de la Misa votiva por la defensa de la Iglesia (“pro
Ecclesiae defensione”), que se refiere a los “pueblos paganos que se confían en
su ferocidad” (“gentes paganorum, quae in sua feritate confidunt”).
[50] La supresión de la “teología negativa” de los textos litúrgicos
de la reforma post-conciliar es clarísima en la revisión de las colectas, y sus
principios son explicados por el miembro del Consilium Matías Augé CMF (“Le
Collette del Proprio del Tempo nel Nuovo Messale”, Ephemerides Liturgicae, núm. 84, 1970, pp. 275-298, especialmente pp. 275-278). La desaparición de las referencias a la ira de
Dios, a la condición humana pecadora y otros temas relacionados es ilustrada
por Cekada, A., Work of Human Hands: a Theological Critique of the Mass of
Paul VI (West Chester OH, Philothea Press, 2010), pp. 224-234.
[51] Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 176. La excepción es el sacramentario
Gelasiano Antiguo, del que sobrevive sólo una copia. Los sacramentarios
Gelasianos posteriores, que derivan de ella, omiten la genuflexión en este
punto, y Goddard sugiere que la inclusión de la genuflexión en el primer
manuscrito es una mera inadvertencia (p. 177).
[52] Como dice Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 177: “No existe motivo para dudar de que ésta fue
la razón de esta práctica”.
[53] Vol. 6, p. 485.
[54] Vol. II, p. 334.
[55] “Pero yo soy un gusano, no un hombre, oprobio de los hombres,
despreciado por el pueblo. Todos los que me ven se ríen de mí burlándose;
hablan con los labios, menean la cabeza” (“Ego autem sum vermis et non homo
obprobrium hominum et dispectio plebis. omnes videntes me subsannant me
dimittunt labium movent caput”).
[56] “Despreciado, el último de los hombres, varón de dolores,
acostumbrado a la enfermedad, y su aspecto era como de uno oculto y
despreciado, por lo que no lo tuvimos en cuenta” (“Despectum et novissimum
virorum virum dolorum et scientem infirmitatem et quasi absconditus vultus eius
et despectus unde nec reputavimus eum”).
[57] Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 145.
[58] Goddard cita a John de Avranches (+ 1079), Liber de officiis
ecclesiasticis. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 165, nota 110. Véase Delamare, R., Le De
officiis ecclesiasticis de Jean d’Avranches, archévêque de
Rouen (1067–79): étude liturgique et publication du texte inédit du manuscrit
H. 304 de la Bibliothèque de la Faculté de Montpellier (París, Bibliothèque Liturgique, núm. 22, 1923), p. 32. La misma obra reitera igual interpretación de
la genuflexión omitida en la oración por los judíos del Viernes Santo (en la
edición recién mencionada, p. 34).
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