En la entrada del martes pasado explicamos las maneras en que el obispo puede celebrar la Santa Misa conforme a la forma extraordinaria. Ahí veíamos que el obispo puede celebrar pontificalmente desde el trono o desde el faldistorio. Hoy queremos insistir sobre ambos elementos litúrgicos y precisar su utilización.
El trono o cátedra del obispo
Se denomina cátedra (del griego καθέδρα, que significa sede) el lugar que ocupa el obispo en su catedral, desde el que preside las celebraciones litúrgicas. Por extensión, el mismo nombre recibe aquella especie de púlpito con asiento donde los catedráticos y maestros leen y explican las ciencias a sus discípulos. De ahí deriva asimismo el término catedral con que se designa la iglesia mayor de una diócesis donde se sitúa la sede del obispo.
S.E.R. Robert C. Morlino, obispo de Madison (Wisconsin, EE.UU.) celebra una Pontifical (Usus antiquior) al trono
(Foto: New Liturgical Movement)
Se han encontrado cátedras episcopales en las catacumbas y se encuentran en el testero de los cubículum talladas en la misma roca y teniendo forma de sillón de brazos con respaldo. Se sabe que las cátedras de los apóstoles y por los primeros obispos eran guardadas celosamente en las iglesias, llegando a ser símbolo de autoridad y magisterio superior. En Roma, la sede de San Pedro fue enseguida objeto de culto litúrgico, como evocación de su suprema paternidad espiritual. Desde el siglo II comienza a representarse a Cristo sentado en la cátedra, como Maestro que enseña a los apóstoles situados a su alrededor.
En las primeras basílicas y durante la época románica estuvo la cátedra en el fondo del ábside o de la capilla mayor levantada sobre el suelo con tres o más escalones. Ostentaba una rica ornamentación formada con relieves cuando la silla era de piedra o mármol, ricamente adornada con mosaicos o esculturas, añadiéndose incrustaciones de marfil si constaba de madera. De este tipo es la cátedra del Papa en la Basílica de San Juan de Letrán, que el Papa hacía llevar para celebrar la Misa en las iglesias estacionales de Roma. Excepcionalmente, el obispo se desplazada de la sede y subía a un ambón cuando deseaba ser mejor entendido, como era costumbre de San Juan Crisóstomo. Al trasladarse el coro al medio de la catedral, se cambió igualmente la posición de la cátedra del obispo aunque también se situara en el presbiterio. Desde el siglo XIV, la cubre un dosel de respeto. Del baldaquino o palio como trono de los obispos habla Inocencio III (1198-1216) como ornamento litúrgico usado ya en el siglo XII.
En las primeras basílicas y durante la época románica estuvo la cátedra en el fondo del ábside o de la capilla mayor levantada sobre el suelo con tres o más escalones. Ostentaba una rica ornamentación formada con relieves cuando la silla era de piedra o mármol, ricamente adornada con mosaicos o esculturas, añadiéndose incrustaciones de marfil si constaba de madera. De este tipo es la cátedra del Papa en la Basílica de San Juan de Letrán, que el Papa hacía llevar para celebrar la Misa en las iglesias estacionales de Roma. Excepcionalmente, el obispo se desplazada de la sede y subía a un ambón cuando deseaba ser mejor entendido, como era costumbre de San Juan Crisóstomo. Al trasladarse el coro al medio de la catedral, se cambió igualmente la posición de la cátedra del obispo aunque también se situara en el presbiterio. Desde el siglo XIV, la cubre un dosel de respeto. Del baldaquino o palio como trono de los obispos habla Inocencio III (1198-1216) como ornamento litúrgico usado ya en el siglo XII.
Al fondo, la cátedra papal en San Juan de Letrán
(Foto: Wikimedia Commons)
La cátedra es un símbolo de autoridad, pues representan el magisterio y la jurisdicción del obispo sobre la porción del pueblo de Dios que se le ha confiado y que procede directamente de los Apóstoles. Por eso, la liturgia representa esta dignidad de la cátedra mediante la ceremonia de la entronización, que forma parte desde la más alta antigüedad del ritual de consagración de los obispos y del mismo Papa. El Pontifical Romano tradicional, siguiendo en esto a los más antiguos rituales medievales, prescribe que, si el nuevo obispo es consagrado en su iglesia propia, después de que haya recibido las insignias pontificales, sea llevado solemnemente por el consagrante a sentarse sobre la cátedra episcopal, con el fin no sólo de tomar por medio de él posesión simbólica de la diócesis, sino especialmente de designar de manera explícita a los fieles en su persona al que será para ellos pastor, maestro y sumo sacerdote.
De ahí que en la catedral de cada diócesis únicamente se pueda sentar el obispo diocesano o el obispo a quien éste se lo permita expresamente. En cambio, las Misas papales siempre se celebran “al trono”, porque la jurisdicción del Papa es suprema. Los cardenales, salvo cuando están en la Ciudad Eterna, también celebran “al trono”. Un arzobispo también puede celebrar “al trono” en las catedrales de las diócesis sufragáneas de su arquidiócesis.
De ahí que en la catedral de cada diócesis únicamente se pueda sentar el obispo diocesano o el obispo a quien éste se lo permita expresamente. En cambio, las Misas papales siempre se celebran “al trono”, porque la jurisdicción del Papa es suprema. Los cardenales, salvo cuando están en la Ciudad Eterna, también celebran “al trono”. Un arzobispo también puede celebrar “al trono” en las catedrales de las diócesis sufragáneas de su arquidiócesis.
Hasta la reforma litúrgica, y aunque el Ceremonial de los obispos preveía la posición antigua en medio del ábside, el lado de la cátedra sólo ser a la izquierda del altar, vale decir, al lado del Evangelio que el obispo tiene por misión predicar, pues desde ahí, sentado, daba su sermón y podía ver lo que ocurría en la ceremonia. Esta ubicación estaba ya en el Ordo Romano V, donde se decía que, durante el sacrificio, el obispo se desplazada al lado izquierdo del altar. Por lo general, se trataba de una silla de madera, móvil. Actualmente, no existen indicaciones expresas y puede situarse donde la mejor disposición del presbiterio lo aconseje. Lo usual suele ser, con todo, que el trono quede situado detrás del altar, como en las basílicas romanas.
S.E.R. Mons. Thomas Wenski, Arzobispo de Miami (Florida, EE.UU.) lee la homilía durante una Misa pontifical (Usus antiquior)
(Foto: New Liturgical Movement)
En principio, la funda y cojines del trono, y si es posible también las cortinas, lambrequines, toldo y dosel del baldaquino que lo cubre, deben conformarse al color litúrgico correspondiente a la celebración.
El faldistorio
El faldistorio (del bajo latín faldistorium, y éste del occitano antiguo faldestol, de donde proviene "facistol") es el nombre que recibe un asiento especial que usan los obispos en algunas funciones pontificales, cuya apariencia es la de una silla sin respaldo, con cuatro pilares pequeños en los ángulos y las patas en forma de tijera que puede trasladarse fácilmente. Se ordena cubrirlo con seda de color rojo, verde, violeta y blanco para que corresponda con el tiempo litúrgico o el rango del prelado. Es posible que alguna vez fuera como un taburete y acompañara al obispo en sus viajes.
S.E.R. Mons. Robert Morlino celebra una Misa pontifical desde el faldistorio
(Foto: Father Z's Blog)
El faldistorio recuerda la silla curul, como se denominaba al sitial sobre el cual los magistrados veteranos o los promagistrados que poseían imperium tenían derecho a sentarse durante la Repúlica romana y el Imperio. En su construcción se empleaban diversos materiales, incluso de los más costosos. Por ejemplo, el rey Carlos, rey de Nápoles, le regaló al Papa Clemente IV (1265-1268) uno hecho de oro y piedras preciosas. Algunos eran de plata, de metal dorado, de ébano o de madera. A veces eran ricamente tallados, terminaban en pies como garras y las cuatro esquinas en la parte superior representaban el cuello y la cabeza de animales. Los cubrían con telas de seda de una textura rica en oro y plata. El antiguo ritual inglés prescribía un faldistorio para la consagración de un obispo. De Hugo Pudsey, obispo de Durham (m. 1195), se nos dice que, al tomar la cruz para la guerra santa, entre las cosas que había hecho para llevar consigo, había una magnífica silla de plata.
El uso del faldistorio depende de la forma del rito romano de que se trate. En la forma extraordinaria, el obispo lo utiliza en funciones pontificales fuera de su catedral, si no ha recibido la autorización de usar el trono, o dentro de ella si no está en su cátedra; también la usan otros prelados que gozan del privilegio de pontificales completos. Las rúbricas lo prescriben como asiento en el otorgamiento del bautismo y las órdenes sagradas, en la consagración de los óleos el Jueves Santo, en las ceremonias del Viernes Santo y, en general, en todas aquellas situaciones en las cuales la posición del obispo celebrante queda en lateral con respecto al altar e impide el empleo de la cátedra. En ese caso, el faldistorio se sitúa frente al altar. Se prescribe también su uso como un genuflexorium en la puerta de la iglesia en la recepción solemne de un obispo, en el altar del Santísimo Sacramento y ante el altar mayor. En el rito reformado se prevé la opción de que las funciones litúrgicas sean presididas por el obispo desde la cátedra o desde “una sede” especial colocada frente al altar (Ceremonial de los obispos, nn. 493, 499, 532, 546, 576).
Faldistorio usado por el Papa Pío XI
(Foto: New Liturgical Movement)
El hecho de que el Papa siempre celebre “al trono” no significa que no se utilice el faldistorio en la liturgia papal. Se hace uso de él, pero no como asiento, sino con función de reclinatorio. De esta manera, el Santo Padre pone las rodillas sobre un cojín y recarga los brazos y el tronco sobre el faldistorio. Los cardenales utilizan el faldistorio en Roma, donde no puede sentarse al trono.
En el anglicanismo, el faldistorio es una especie de reclinatorio donde se recita una letanía. También reciben este nombre los reclinatorios tapizados que se disponen para el soberano británico y su consorte durante los servicios religiosos más importantes, tales como coronaciones y bodas.
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