domingo, 9 de diciembre de 2018

El Sacrista del papa y los tesoros de la sacristía pontificia

En una entrada anterior hemos tratado de la Sacristía papal, integrada hoy en la Oficina para la Celebraciones Pontificias del Romano Pontífice, pero conviene volver a ella para relatar cuál era el sentido histórico de ese oficio y el contenido del Tesoro Vaticano. 

Antiguamente, dicha dependencia estaba a cargo del Sacrista del papa. Hasta 1991, año en que se suprimió el oficio, la costumbre fue que éste estuviese confiado a un religioso proveniente de la Orden de San Agustín (históricamente conocida como Orden de Ermitaños de San Agustín), quien recibía la designación de prefecto. Hay crónicas de que ya en 1287 un agustino de nombre Novellis ejercía el cargo. Mediante una bula de 1497, el papa Alejandro VI mandó que este oficio se confiriese siempre a un agustino, aun cuando no fuese prelado. Con el tiempo, el Sacrista del papa siempre fue un obispo titular (llamados hasta 1882 obispos in partibus infidelium, pues por lo general su sede había quedado en medio de las tierras ocupadas por infieles)El último de ellos fue el holandés Pietro Canisio van Lierde O.S.A. (1907-1995).


La Sacristía Papal

El Sacrista del papa tenía bajo su custodia todos los ornamentos, vasos de oro y de plata, cruces, incensarios, cálices, relicarios y otras cosas preciosas guardadas en la sacristía papal. Sin embargo, hay que tener presente que ella no conserva un tesoro tan antiguo como el que es posible encontrar en otras sedes europeas. El Vaticano sufrió un expolio considerable por parte de Napoleón Bonaparte cuando éste ocupó Roma en 1798, puesto que sus tropas se llevaron muchísimas cosas como parte de su botín: cálices, cruces, báculos. Movimos por el furor laicista de la recién declara República Romana, los soldados franceses quemaron asimismo muchas vestiduras litúrgicas para aprovechar el oro que éstas contenían. Además, cuando fue acordado el Tratado de Tolentino en 1797, el papa Pío VI (1775-1799) ya había debido vender muchos objetos preciosos para pagar la compensación acordada con Napoleón en el armisticio de Bolonia (1796) y que ascendía a 10 millones de libras tornesas en especie y 5 millones en diamantes, que debían pagarse antes del 5 de marzo de ese mismo año junto con las 1.600.000 restantes; más otros 15 millones adicionales debían ser pagados antes de abril, junto con 800 caballos y otras tantas reses. 




Vitrinas de la Sacristía Papal

De hecho, esto explica el origen de la llamada "tiara de papel maché". Cuando tras la muerte de Pío VI en Valence (Francia) fue elegido Pío VII (1800-1823), su coronación tuvo que celebrarse improvisadamente en el Monasterio de San Jorge de Venecia por hallarse la ciudad de Roma bajo ocupación francesa. Dado que no había tiara con que coronar al nuevo Sumo Pontífice, se fabricó urgentemente una para la ceremonia. Se hizo de cartón piedra  (papel maché) forrado con tela y galones y se adornó con ricas joyas cedidas por damas de la nobleza veneciana. A falta de otra, esta tiara fue usada durante algunos años por el nuevo Papa, y recién en 1820 se la sustituyó por otra confeccionada en plata. Con todo, debido a su peso ligero y comodidad, que la hacía una buena alternativa respecto de las antiguas tiaras, sobre todo el Santo Padre tenía más edad, la tiara de papel maché siguió siendo utilizada por algunos años. Su último uso fue en 1845, cuando una nueva tiara ligera, pero de metal, fue mandada fabricar para el papa Gregorio XVI (1831-1846). 

Por lo demás, Napoléon se burló también de Pío VII con una tiara. Después de su coronación en París, donde el propio emperador se había puesto la corona en presencia del Papa, en 1804 regaló a éste una tiara muy bella y preciosa repleta de esmeraldas (todas ellas provenientes del expolio practicado a la tiara de Pío VI), pero que en su interior estaba llena de madera. El resultado era una tiara de algo más de 8 kilos de peso (aquella de Pablo VI en forma de bala pesaba, por ejemplo, 4 kilos y medio) y demasiado pequeña para una cabeza humana, de suerte que no pudo ser utilizada por su destinatario. Se dice que el gesto fue para hacerle entender al Papa que su reino había terminado, al punto que contenía grabados los nombres de varias victorias bélicas de Napoléon, y que un cardenal reemplazó con versos tomados de las Escrituras. Durante la insurrección de 1831, esta tiara fue enterrada en los Jardines Vaticanos y sufrió importantes daños como consecuencia de esta desesperada medida por preservarla. Fue restaurada en 1834 y se aprovechó de ajustar el tamaño de su copa para permitir que pudiese ser vestida. El beato Pío IX (1846-1878) la utilizó en varias ocasiones, comenzando por su Misa de coronación celebrada el 21 de junio de 1846 y concluyendo en 1870 con ocasión de las ceremonias del Concilio Vaticano I. Se cuenta, empero, que este Papa utilizaba ocasionalmente la tiara de papel maché durante las largas ceremonias y, especialmente, cuando no podía ser visto desde corta distancia. Con excepción de una esmeralda y ocho rubíes, Benedicto XV (1914-1922) hizo remover todas las piedras preciosas de este tiara y sustituirlas por réplicas de cristal coloreado. El dinero obtenido con la venta de las joyas originales fue destinado a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. 


Dibujo del diseño original de la tiara regalada por Napoleón a Pío VII en 1804
(Imagen: Wikipedia)

Después del expolio napoleónico, en el Tesoro Vaticano han quedado algunas vestiduras de Urbano VIII (1623-1644) y de Paulo V (1605-1621), y algunos cálices góticos que son los más antiguos. Entre los más preciosos se conserva el de Pío IX, usado por primera vez para celebrar la Misa en que se proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1854. Hay también objetos de valor de León XIII (1878-1903), San Pío X (1903-1914), Benedicto XV (1914-1922) y Pío XI (1922-1939). Entre los objetos preciosos, hay también una tiara donada por Isabel II de España y la mitra ofrecida a León XIII por Guillermo II, emperador de Alemania, con ocasión del sexagésimo aniversario de sacerdocio (1897). El Tesoro Vaticano puede ser visitado por los fieles (véase aquí la información). 




Casulla y mitra pertenecientes a Pío XI

Algunos de estos objetos se usan todavía, como las mitras y las capas pluviales. Para elegir cuál de ellas se utilizará en una función litúrgica, el Custodio del Sagrario Apostólico se pone de acuerdo con el Maestro de ceremonias litúrgicas pontificias y seleccionan la más conveniente. Las vestiduras más antiguas, como las de Paulo V, son difíciles de utilizar, y las de Urbano VIII ya no se usan. Hay otros objetos litúrgicos, en cambio, como la capa pluvial de Benedicto XV y la de San Juan XXIII que Benedicto XVI usó en 2008 para el Te Deum de acción de gracias de fin de año. Entre los ornamentos de valor, hay una casulla romana roja que se remonta al siglo XVI. Desde el punto de vista estético, tal vez unas de las vestiduras más bellas son aquellas que el beato Pablo VI mandó realizar él mismo. También durante el Año Santo de 2000, San Juan Pablo II encargó muchas otras, y algo similar hizo Francisco cuando asumió el ministerio petrino. Respecto a los cálices, se suelen emplear todos los que existe en la sacristía papal. La cruz pectoral más antigua que se conserva se remonta a Pío IX y es también la más valiosa.


Benedicto XVI durante las Vísperas de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (31 de diciembre de 2008)


Dalmática perteneciente al beato Pío IX

El Sacrista del papa tenía diversos cometidos. Cuando el Santo Padre celebraba pontifical o privadamente, aquél probaba el pan y el vino del siguiente modo: si lo hace pontificalmente, el cardenal que le sirve de diácono presentaba tres hostias al sacrista y se come dos de ellas; si celebra particularmente, antes del ofertorio le presenta dos hostias al sacrista y éste se come una de ellas, y un camarero le echaba en una taza dorada de plata agua y vino de las vinajeras. El sacrista cuidaba de conservar y renovar cada ocho días una gran hostia consagrada para dar el viático al Papa in articulo mortis, correspondiéndole administrarle la extremaunción, dado que era su párroco.

Cuando el Papa viajaba, el Sacrista ejercía una especie de jurisdicción especial sobre todos los que lo acompañaban, y en señala de ella llevaba un bastón en la mano. Incluso, la brida de la mula del Santo Padre era sostenía por dos espolistas, uno criado del Papa y otro del Sacrista. Distribuía a los cardenales las Misas que debían celebrar solemnemente, después de haber manifestado la primera distribución hecha al primer cardenal presbítero. Repartía también a los prelados asistentes las Misas que debían decir en la capilla del papa. Distribuía igualmente las reliquias y firmaba los memoriales de las indulgencias, que pedían para sí o para otros los peregrinos que visitaban el Vaticano (cumple recordar que la práctica de las indulgencias fue regulada por la Congregación de las Indulgencias, creada por Clemente VIII e integrada a la Curia Romana en 1669, cuyas competencias fueron transferidas en 1908 al Santo Oficio y en 1917 a la Penitenciaria apostólica)


La Sacristía Papal

Si el Sacrista era obispo o estaba constituido en dignidad, tenía asiento en la capilla en presencia del Papa entre los prelados asistentes. Si no se hallaba presente el Santo Padre, se sentaba entre los prelados según su antigüedad sin tener en consideración su condición de prelado asistente; si no tenía la dignidad episcopal, ocupa su puesto después del último obispo o del último abad mitrado. En este último caso, llevaba igualmente muceta y mantelete como los prelados de Roma. 

Cuando moría el Papa, el Sacrista entraba en el cónclave en calidad de primer conclavista, decía diariamente la Misa para los cardenales y les administraba los sacramentos, lo mismo que al resto de las personas que formaban parte del encierro. La Constitución Universi Dominici gregis (1996) todavía prevé el ingreso de dos religiosos adscritos la Sacristía Pontificia, quienes acompañan al Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y a dos ceremonieros (artículo 46). Las confesiones son oídas por algunos religiosos de varias lenguas que también ingresan a la clausura de la Casa Santa Marta (artículo 46). 


La Sacristía Papal

El Sacrista era en otro tiempo el bibliotecario del Papa. Fue Sixto IV (1471-1484) quien separó ambos oficios mediante la bula Ad decorem militantis Ecclesiae (15 de junio de 1475) y le asignó un presupuesto fijo para la conservación del patrimonio bibliográfico que conservaba la Santa Sede. Muy preocupado por el cultivo de las artes, nombró bibliotecario a Bartolomeo Platina (1421-1481), autor entre otras obras de una vida de los papas (Vitæ Pontificum, 1479), quien elaboró un primer catálogo en 1481. La Biblioteca Apostólica Vaticana poseía entonces más de 3.500 manuscritos, lo que la convertía en la mayor del mundo occidental. 

Para acabar, les ofrecemos un vídeo con un reportaje sobre monseñor Pietro Canisio van Lierde O.S.A., la última persona que sirvió el cargo de Sacrista del papa, abolido en 1991.


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