Les ofrecemos hoy una entrevista concedida por el Dr. Peter Kwasniewski a la revista italiana Radice Cristiane, que dirige el Prof. Roberto de Mattei. En ella, el conocido autor y conferencista estadounidense se refiere a la función insustituible que desempeña y seguirá cumpliendo en el futuro la Misa de siempre en la salvación de una Iglesia agotada tras cincuenta años de un experimento conciliar que no resultó, pues los frutos que dio el último Concilio ecuménico están lejos de ser la primavera eclesial que se anunciaba cuando fue convocado.
La búsqueda de Dios es imposible en cualquier ambiente que reciba el mensaje conciliar sin crítica, como si nada hubiese pasado en este medio siglo, como si el cambio en los ritos fuese una mera cuestión de formas de culto sin mayores consecuencias. Esto es especialmente acentuado en aquellos "nuevos movimientos" que por mucho tiempo parecieron ser el oasis en medio del descalabro generalizado de las viejas órdenes y congregaciones, y que hoy son el reflejo de la misma crisis que vive toda la Iglesia, con iguales problemas, denuncias, extravío de la fe y carencia de vocaciones. El problema es que esos movimientos se caracterizan por una matriz conservadora y por la adhesión necesaria a todas las decisiones de la jerarquía, suspendiendo el propio juicio, y es sabido que el conservador no es más que "un progresista paralizado que deja pudrir el meollo y se obstina en mantener artificialmente una cáscara podrida", como decía Juan Manuel de Prada a propósito del libro intitulado La sociedad tradicional y sus enemigos de José Miguel Gambra. Porque, a fin de cuentas, la restauración de la cultura cristiana depende de volver a los principios perennes sobre los que se ha sustentado la fe de la Iglesia, para darle a Dios el culto en espíritu y verdad que merece, aunque eso contraríe al mundo moderno, intentando la reconstrucción a partir de las ruinas que nos rodean.
La búsqueda de Dios es imposible en cualquier ambiente que reciba el mensaje conciliar sin crítica, como si nada hubiese pasado en este medio siglo, como si el cambio en los ritos fuese una mera cuestión de formas de culto sin mayores consecuencias. Esto es especialmente acentuado en aquellos "nuevos movimientos" que por mucho tiempo parecieron ser el oasis en medio del descalabro generalizado de las viejas órdenes y congregaciones, y que hoy son el reflejo de la misma crisis que vive toda la Iglesia, con iguales problemas, denuncias, extravío de la fe y carencia de vocaciones. El problema es que esos movimientos se caracterizan por una matriz conservadora y por la adhesión necesaria a todas las decisiones de la jerarquía, suspendiendo el propio juicio, y es sabido que el conservador no es más que "un progresista paralizado que deja pudrir el meollo y se obstina en mantener artificialmente una cáscara podrida", como decía Juan Manuel de Prada a propósito del libro intitulado La sociedad tradicional y sus enemigos de José Miguel Gambra. Porque, a fin de cuentas, la restauración de la cultura cristiana depende de volver a los principios perennes sobre los que se ha sustentado la fe de la Iglesia, para darle a Dios el culto en espíritu y verdad que merece, aunque eso contraríe al mundo moderno, intentando la reconstrucción a partir de las ruinas que nos rodean.
La entrevista fue publicada originalmente en italiano durante el mes de abril en la mencionada Radici Cristiane. La versión original en inglés de su texto apareció en New Liturgical Movement, de donde ha sido preparada esta versión castellana hecha por la Redacción. Las imágenes son las que acompañan esa versión original con las respuestas del Dr. Peter Kwasniewski.
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Reconstrucción del catolicismo sobre las ruinas de
experimento conciliar
Dr. Peter Kwasniewski
Dr. Peter Kwasniewski
La revista italiana Radici Cristiane, editada por Roberto de
Mattei, me invitó a dar la siguiente entrevista, que apareció en el número de
abril con el título “'L’usus antiquior' ci salverà – Intervista al dott. Peter Kwasniewski”. Se reproduce aquí el texto original en inglés, con la
autorización de Radici Cristiane.
Radici Cristiane:
Estamos atravesando un histórico período de crisis en la Iglesia. Piénsese
solamente en la declinación en las vocaciones, en las iglesias cada vez más
vacías, en los abusos litúrgicos más y más numerosos… Sin embargo, en las
iglesias en que la Misa se celebra según el rito antiguo, hay una gran
presencia de gente joven. ¿Cómo se puede explicar esto?
Dr. Kwasniewski:
No es difícil explicar este fenómeno. El mundo contemporáneo pone constantes
tentaciones ante la juventud, ya sea con la atracción de modas intelectuales, o
con las ubicuas trampas morales contra la castidad y otros vicios. Por esta
razón la mayoría de los jóvenes en el mundo occidental ya se ha corrompido para
cuando llegan a adolescentes: son ateos radicales, hedonistas, materialistas,
hastiados, indiferentes a la verdad, adictos a las estimulaciones fáciles. Si,
en medio de este degradante pantano, queda algún joven que quiere realmente ir
contra esta tendencia y declarar su adhesión a la fe cristiana, buscará algo
que sea serio, exigente, contra-cultural, algo que pueda satisfacer los anhelos
del espíritu y los deseos del corazón.
Los jóvenes tienen que luchar en
Occidente para creer y adorar. Tiene, pues, que haber algo por lo que luchar.
La antigua liturgia romana y las costumbres, creencias, cultura artística y
visión del mundo que tienden a acompañarla ofrecen el tipo de marco rico,
complejo y de sentido omniabarcante, capaz de inspirar una sumisión confiada,
una búsqueda de la virtud, una motivación para seguir viviendo y para compartir
generosamente la vida. La gente es atraída hacia arriba por el culto de Dios
trascendente, y hacia adelante por el orgullo de recibir y repartir un gran
patrimonio. Se nos da un sentido de pertenencia, en una época en que tantos
están rechazando sus familias, su cultura, su identidad, e incluso su propio
yo. Se nos da un sentido de estabilidad en una época que es informe y vacía.
R.C:: La nueva
liturgia se diseñó para atraer al hombre moderno. ¿Qué cree usted que falló?
D.K.: Los ritos
litúrgicos reformados se caracterizan, tanto en los libros oficiales como en el
modo universal en que se los lleva a cabo, por un énfasis, muy moderno, en la
autonomía, la espontaneidad, la “apropiación” local, los estilos de música y
arte populares y seculares, y por un absoluto desprecio por el modo como
nuestros antepasados realizaron el culto durante todos los siglos de que
tenemos registros.
Todo esto es no sólo poco atractivo
para los que buscan seriamente, sino positivamente nauseabundo. No hay iglesia
que pueda florecer cuando, en vez de iniciar a la gente en los misterios
divinos que se ven, se oyen y se sienten como misteriosos, inspiradores de
reverencia, llenos de temor, intemporales, los pone meramente al alcance, en un
servicio de oración banal y verboso de contemporáneos que son prisioneros de su
propia contemporaneidad.
La causa número uno del éxodo de los
jóvenes es que la “Iglesia Vaticano II” no tiene absolutamente nada que ofrecer
a los hombres y mujeres jóvenes -ni espiritual, ni moral, ni intelectual ni
culturalmente- capaz de provocar su curiosidad, despertar su conciencia, capturar
su imaginación o abrir ante ellos un camino que sea totalmente diferente de
aquellos por los que transita nuestra sociedad.
El avance del Concilio Vaticano II con la juventud moderna
R.C.: En su
artículo “Cómo es que fracasan los mejores ataques a la Misa tradicional”, usted cita a Alice von Hildebrand, que dice que el diablo odia la Misa en el rito
antiguo. ¿Por qué?
D.K.: El diablo
odia la disciplina, el orden, la belleza, la humildad, el auto-sacrificio, la
alabanza litúrgica, la tradición y el sacerdocio. La antigua liturgia romana
-hablo aquí no sólo de la Misa, sino también del Oficio Divino y de todos los
ritos sacramentales- está empapada de orden y belleza, y pide inmensa humildad,
disciplina y auto-entrega a los ministros que realizan su celebración correcta
y condigna: suprime deliberadamente el individualismo y el deseo de “lucirse” o
de “ser uno mismo”, según la frase que se usa normalmente, y está ordenada
hacia la adoración y glorificación de Dios, con Cristo mismo como Sumo
Sacedote, y con todos los demás como sus servidores. Ella, paradojalmente,
edifica a los fieles y los beneficia precisamente porque es Cristocéntrica, no
antropocéntrica, como lo son la filosofía y la cultura modernas.
Lucifer, la más bella de las
criaturas de Dios, se enamoró de sí mismo. Su pecado fue de egocentrismo, de
auto-celebración. Por tanto, todo movimiento en liturgia encaminado hacia la
liberación del “ego” de los ministros o de los fieles, o hacia su aplauso o su
celebración, es diabólico en su origen y en sus efectos. La Iglesia, en su
sabiduría recibida de Dios, siempre comprendió el peligro de personalidades
“carismáticas” sin freno, y se protegió de ellas mediante ritos notables por su
objetividad, su estabilidad, su precisión, su claridad dogmática, sus exigencias
ascéticas, su nobleza estética. Estas características reaccionan, en y por sí
mismas, contra ciertas obstinadas tendencias de la naturaleza humana caída,
tales como el emocionalismo o el sentimentalismo, el relativismo, la
ambigüedad, el descuido, el permisivismo y el esteticismo (del cual una
peculiar mutación genética es la absoluta carencia de buen gusto y el descuido
de las apariencias).
La antigua liturgia da al sacerdote
el papel, sin ambigüedad alguna, de mediador sacramental y, en diversos grados,
también a sus asistentes. Este papel de mediador es un ícono viviente de la
Encarnación del único Mediador entre Dios y los hombres, contra quien se rebeló
Satán. La única “reforma litúrgica” que Satanás está siempre buscando es
apartar a la Iglesia de la Encarnación, de la economía sacramental enraizada en
la Carne Eucarística de Cristo, y de toda la estructura de ritos, ceremonias y
oraciones que la materializan.
En cada uno de sus aspectos, el usus antiquior es como un perpetuo
exorcismo del diablo, apuntando una y otra vez hacia el triunfo de Dios
encarnado sobre el antiguo enemigo de la naturaleza humana. El hecho mismo de
que la nueva liturgia haya abolido o abreviado los exorcismos cada vez que se
los encontró -en el rito del bautismo, en diversas bendiciones, ¡incluso en el
rito mismo del exorcismo!- dice más que una biblioteca.
En realidad, hay tanto que se podría
decir para desentrañar esta observación, extremadamente aguda, de Dietrich vonHildebrand, transmitida por su mujer. Se podría escribir un libro al respecto:
“El diablo en los detalles: la reforma litúrgica post-conciliar y el espíritu
de Satán”. Uno se pregunta si el confundido y atormentado Pablo VI percibía esta
misma verdad cuando dijo en 1972, poco después de la introducción de esa
monumental ruptura que fue el Novus Ordo:
“Por alguna grieta el humo de Satán ha entrado en el templo de Dios”. Quizá la
grieta no fue otra cosa que las incesantes reformas litúrgicas del siglo XX,
que culminaron en un cambio de la lex
orandi con proporciones de terremoto.
La supresión de
la cruz: psicoterapia para no creyentes
R.C.: En la
convención sobre el décimo aniversario de Summorum
Pontificum se dijo que “la celebración del antiguo rito significa una
mirada esperanzada hacia el futuro”. ¿En qué forma el regreso del usus antiquior es un modo efectivo de
contrarrestar la crisis de la Iglesia que vivimos hoy?
D.K: La solución
de la confusión en que hemos caído por una larga serie de malas decisiones, es
simple y, al mismo tiempo, extremadamente difícil: tenemos que tomar las
decisiones contrarias, una y otra vez. La Iglesia necesita dejar de pensar en
nuevas estrategias, nuevos programas, nuevas iniciativas pastorales y en todas
las mediciones estadísticas de éxito, y lanzarse resueltamente, una vez más, a
proclamar el Evangelio entero, incluyendo sus “pasajes duros”; a la celebración
de una liturgia solemne y bella; a construir monasterios y comunidades
religiosas sobre la base del usus
antiquior; a cultivar un curriculum
intelectualmente robusto en los seminarios y universidades; a alentar familias
grandes, como antiguamente, y a promover la educación por los padres en el
hogar [homeschooling]. Sólo si se emprende en serio un camino contra-cultural
habrá esperanzas, a largo plazo, para el catolicismo. Como creyente, estoy
convencido de que la fe va a sobrevivir y a prosperar nuevamente, pero sólo
donde se lleven a cabo tales acciones, o hasta el punto en que ellas sean
llevadas a cabo.
R.C.: ¿Qué se
puede hacer para transmitir a las futuras generaciones, y hacerles comprender,
la importancia de la Misa según el usus
antiquior?
D.K.: Lo primero
y más importante es que continúe aumentando la cantidad de lugares donde se
celebre la antigua liturgia, a pesar de las presiones en contra. En estos
tiempos de hostilidad oficial, especialmente en Europa, los sacerdotes a menudo
tendrán que aprender y decir la antigua Misa en secreto, como en la Inglaterra
de Isabel I tuvieron que hacer los misioneros jesuitas encubiertos.
Como nadie puede creer en aquello
que no ha oído, tampoco puede un católico aprender a pensar y vivir como
católico sin acceso al más importante tesoro de la fe, es decir, al rito romano
en su plenitud. En cada oportunidad y en cada lugar que se celebre esta Misa,
los fieles invariablemente se harán presentes en ella.
Recuerdo que en la universidad
teníamos un capellán que celebraba la Misa tradicional en privado, pero todo el
que estaba interesado, sabía que se la celebraba y muchos estudiantes
aprovecharon esta oportunidad -incluso futuros miembros de la Fraternidad
Sacerdotal de San Pedro-. Así fue como me introdujeron al rito antiguo: ¡como a
una disciplina arcani, tal como en la
Iglesia primitiva! Incluso hoy, después de tantos años de Ecclesia Dei y de Summorum
Pontificum, suele ocurrir a menudo que tenemos que luchar para hacer un
lugar a la Misa de todos los tiempos.
Hay mucha gente hoy que se está
“convirtiendo” desde el “catolicismo liviano” del Novus Ordo a la fe tradicional, motivada en parte por la farsa del
pontificado del papa Francisco. Pero hay también niños que crecen en familias
católicas y que la reciben junto con la leche materna, por decirlo así: para
ellos, aprender la liturgia antigua no es diferente de aprender el alfabeto o
el catecismo. Conozco a no pocos adultos en los Estados Unidos que, habiendo fielmente
asistido a la Misa antigua desde su niñez, no han asistido jamás al Novus Ordo, o lo conocen por primera vez
cuando llegan a la universidad. Para mí, esto es una señal enormemente
esperanzadora: hay una nueva generación incontaminada por los falsos supuestos
y principios de la reforma litúrgica, que puede llevar adelante la tradición
católica, hacia el futuro, y que, viniendo desde afuera, puede fácilmente ver
el Novus Ordo como la ruina que es y
que siempre será, por mucho que se la acicale y se la haga ver bonita.
La transmisión de
la Tradición. Una Misa cada vez
R.C.: ¿Piensa usted que el movimiento tradicionalista tiene debilidades que necesitarían ser
superadas?
D.K.: Sí. Creo
que a menudo podemos tomar como algo normal el tener las riquezas que poseemos,
casi “acaparándolas”, sin hacer nada fuera de lo común por tratar de atraer a
otros a nuestro movimiento, para que reciban las bendiciones que nosotros, sin
mérito alguno de nuestra parte, hemos descubierto, sin las cuales no podríamos
vivir.
A pesar de lo que decía sobre el
secreto, la mayor parte del tiempo estamos (al menos por ahora), “en la superficie”,
y somos totalmente capaces de anunciar lo que hacemos y por qué. Quienes aman
las tradiciones de la Iglesia necesitan ser, con inteligencia, celosos de la
promoción del usus antiquior,
mediante panfletos y publicaciones, charlas, conferencias, reuniones sociales,
grupos de estudio, invitaciones a extranjeros y, sobre todo, con tolerancia con
aquellos que demuestran interés o están comenzando a venir pero no están todavía
“a tono” en lo relacionado con su modo de hablar o de vestirse, o de pensar en
lo social y lo político, etcétera. Necesitamos ser muy pacientes con ellos,
recordando que supuesto cuán escondida o incluso suprimida ha estado la fe en
los últimos cincuenta años- una conversión intelectual y moral al auténtico
catolicismo puede tomar un tiempo muy largo, a veces años o décadas. En mi vida
personal, me tomó muchos años de experiencias, conversaciones y estudio
alcanzar las conclusiones a que he llegado hoy, incluso si hoy, al mirar hacia
atrás, veo que era tan obvio. Como conclusión, trato siempre de acordarme cómo
se veían las cosas cuando era un ultramontano o papólatra más, y cómo me parecen hoy.
Cuán triste sería si las personas
que andan buscando se sintieran criticadas o no bienvenidas entre nosotros. Sé
que debe haber ciertos estándares de vestido y de comportamiento; pero
necesitamos, de algún modo, seguir procurando llegar al católico medio e,
incluso, a los “ninis”, los que no tienen ninguna religión. El más importante
trabajo de evangelización jamás emprendido será, en el futuro, la
reconstrucción del auténtico catolicismo a partir de las ruinas del experimento conciliar.
Actualización [23 de octubre de 2019]: La Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos está en medio de la noticia por el propósito empecinado del gobierno socialista de España de exhumar el cadáver de Francisco Franco Bahamonde, jefe de Estado de ese país entre 1939 y 1795, antes de que se celebren las próximas elecciones generales. La fecha fijada es mañana, jueves 24 de octubre. El prior de la abadía, Dom Santiago Cantera OSB, ha sido un valiente defensor de la inviolabilidad del templo, hoy bajo asedio de la Guardia Civil, y del derecho de los muertos a descansar en paz en su lugar de sepultura. Pero en medio de las tribulaciones Dios reparte su gracia. Es así como Infocatólica reporta que, pese a todos estos lamentables hechos, han ingresado a la abadía dos nuevos postulantes, a los que pronto se unirá un tercero, todos los cuales tienen entre 20 y 29 años. Por cierto, la actitud del prior contrasta con la declaración pública de la Conferencia Episcopal Española, que reconoce que el Estado tiene el derecho de profanar una tumba situada en medio de una basílica menor y así consumar un ataque iconoclasta e ideológico en contra un lugar pensado para ser un punto de unión entre los bandos a través de la fe de Quien dio su vida por la salvación del mundo.
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Actualización [23 de octubre de 2019]: La Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos está en medio de la noticia por el propósito empecinado del gobierno socialista de España de exhumar el cadáver de Francisco Franco Bahamonde, jefe de Estado de ese país entre 1939 y 1795, antes de que se celebren las próximas elecciones generales. La fecha fijada es mañana, jueves 24 de octubre. El prior de la abadía, Dom Santiago Cantera OSB, ha sido un valiente defensor de la inviolabilidad del templo, hoy bajo asedio de la Guardia Civil, y del derecho de los muertos a descansar en paz en su lugar de sepultura. Pero en medio de las tribulaciones Dios reparte su gracia. Es así como Infocatólica reporta que, pese a todos estos lamentables hechos, han ingresado a la abadía dos nuevos postulantes, a los que pronto se unirá un tercero, todos los cuales tienen entre 20 y 29 años. Por cierto, la actitud del prior contrasta con la declaración pública de la Conferencia Episcopal Española, que reconoce que el Estado tiene el derecho de profanar una tumba situada en medio de una basílica menor y así consumar un ataque iconoclasta e ideológico en contra un lugar pensado para ser un punto de unión entre los bandos a través de la fe de Quien dio su vida por la salvación del mundo.
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