Según lo anunciáramos recientemente, ha aparecido bajo el sello Angelico Press el libro Resurgimiento en medio de la crisis: Sagrada liturgia, Misa tradicional y renovación en la iglesia (publicada originalmente en inglés en 2014), del Dr. Peter Kwasniewski, asiduo colaborador de esta bitácora (véase aquí la entrada que le dedicamos al libro en su día). La
traducción es obra de Augusto Merino, también colaborador estable de
esta bitácora, y nuestra Asociación estuvo a cargo del trabajo de
edición y asumió el financimiento de este proceso. El libro,
disponible en tapa dura y en rústica, puede adquirirse, además de en la página web de la editorial, aquí (envío desde EE.UU.) o aquí (envío desde España).
Hoy, además, queremos presentarles una recensión de la obra remitida por un lector, la que esperamos anime a muchos a leer este libro imprescindible para todo católico interesado en la auténtica renovación litúrgica, que no es otra cosa que el regreso al origen, vale decir, a la Misa de siempre.
Hoy, además, queremos presentarles una recensión de la obra remitida por un lector, la que esperamos anime a muchos a leer este libro imprescindible para todo católico interesado en la auténtica renovación litúrgica, que no es otra cosa que el regreso al origen, vale decir, a la Misa de siempre.
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Kwasniewski, P., Resurgimiento en medio de la crisis. Sagrada liturgia, Misa tradicional y renovación en la Iglesia, trad. de Augusto Merino Medina, Nueva York, Angelico Press, 2019, 288 pp.
Un católico perplejo
Peter Kwasniewski es uno de los más
importantes escritores católicos contemporáneos, ampliamente versado en
filosofía y teología y, además, un importante compositor de música sagrada. Desde
que, en su juventud, descubrió la Misa tradicional, que la Iglesia posterior al Concilio Vaticano II quiso ocultar infructuosamente a los fieles haciendo
como que había sido abolida, Kwasniewski experimentó una verdadera epifanía que
lo ha llevado a dedicar toda su intensa actividad al estudio de la liturgia
tradicional de la Iglesia y, ahora último, específicamente de la Sagrada
Tradición, fuente de la Revelación Divina, de cuyo seno ha nacido -y en cuyo
seno sigue existiendo lleno de vigor- este rito sagrado que el propio Vaticano
II calificó de “raíz y cumbre de la vida cristiana”.
Este libro, que ya había sido
publicado en inglés y en otros siete idiomas, está prologado, en su edición
castellana, por Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana,
Kasajistán, quien, junto con un grupo de egregios prelados, encabeza el
movimiento de regreso a la Sagrada Tradición de la Iglesia, especialmente en lo
que se refiere a la liturgia de la Misa.
El libro tiene como base algunas
publicaciones anteriores del autor, pero la clara unidad de su texto atestigua
la coherencia de su pensamiento a lo largo del tiempo, y la fuerza con que
Kwasniewski se expresa revela cuán profundamente siente él las ideas
expresadas. Por su parte, el vigoroso impacto que produce en el lector ver
reunidos en un solo libro todo el espectro de temas que se centran en la
liturgia demuestra cuán actuales son las ideas expuestas, cuán vigentes, cuán
importantes en los tiempos que corren, y cuán obligada resulta su lectura.
Con gran acierto, Kwasniewski aborda
en el primer capítulo el tema de la solemnidad de las celebraciones litúrgicas.
En realidad, tal es el mejor punto de partida, por cuanto el pecado capital de
la “nueva Misa” de Pablo VI es, quizá, la pérdida de la sacralidad, del sentido
de lo sagrado, que con tanta fuerza emergía del milenario rito romano. Lo que
era, en la teología católica tradicional, esencialmente un “sacrificio”, con su
connotación de “hacer sagrada” alguna realidad, ha sido reemplazado por una
banal reunión dominical de la “asamblea” parroquial, donde las cosas se dan en
el nivel prosaico de cualquier asamblea humana. Los gestos sagrados han sido
reemplazados por gestos “de acogida”, de “simpatía”, de “fraternidad”, en una
perspectiva horizontal en que todo lo referido a Dios pasa a segundo plano -si
es que se lo retiene del todo-.
Y en el orden de un desarrollo que
revela, de por sí, el potente concepto que el autor tiene de la Misa, se habla
a continuación de la “palabrería” de que está infectado el rito de Pablo VI: se
trata de un rito “ilustrado”, en que se subraya la supuesta “comprensibilidad”
de los ritos y en que, por tanto, se echa mano del lenguaje verbal como supremo
medio de comunicación. La verbosidad, la palabrería de la Misa de Pablo VI es
su rasgo más inmediatamente perceptible y, quizá, más importante, también. Los
reformadores litúrgicos que la inventaron creían que lo más necesario era hacer
participar en ella a los fieles, y para tal fin no discurrieron nada mejor que
hacerla “comprensible” por la palabra, reducida a un lenguaje cotidiano
desprovisto de toda dignidad, una palabra llena del didacticismo de la
Ilustración, y prescindiendo del lenguaje no verbal, que es mil veces más
influyente en el alma y, sobre todo, del silencio, que marca esa “soledad” en
que se da el íntimo contacto con Dios y que, además, simboliza, en la Misa
tradicional, la soledad del celebrante que, de modo similar a lo que hacía el
Sumo Sacerdote judío cuanto entraba solo en el Sancta Sanctorum una vez al año,
entra solo en el tiempo sagrado del Canon, corazón del rito.
Peter Kwasniewski
Tuvo razón el Concilio Vaticano II
cuando, en aquella confusa constitución Sacrosanctum Concilium, llena de
ocultas “bombas de tiempo” que habrían de estallar en las décadas posteriores,
dijo que la Misa es la “raíz y la cumbre” de la vida cristiana. No hay nada que
forme más y de más excelente modo el alma y la sensibilidad de un católico que
el milenario rito de la Misa tradicional. Y por eso su desmantelamiento de
signos y símbolos sagrados, su auténtica “demolición” (en términos de algunos
honestos reformadores litúrgicos que contemplaron posteriormente, con espanto,
lo que habían hecho), es la más eficaz herramienta para la “descatolificación”
de los fieles, lo que significa, al cabo, la pérdida de la fe. Y tal es, en
efecto, el oculto propósito perseguido por Bugnini en el siglo XX, tal como lo
fue el de Cranmer, en el siglo XVI: el cambio de la fe católica por otra. Cuál
sea esa otra fe es algo incierto: por el momento, sí es posible afirmar que se
apuntó a una fe protestante, pero no se sabe, a la larga, en qué fe -cristiana
o no- ha de terminar el proceso, visto el camino de degeneración que el propio
protestantismo ha venido recorriendo desde hace no menos de doscientos años.
Ese “desmantelamiento” de la Misa
queda bien resumido en las “cinco llagas” de que ha escrito Mons. Schneider,
que Kwasniewski aborda en otro capítulo, entre las que destaca, por su
importancia simbólica, la supresión -hecha contra la voluntad del propio
Concilio- del latín, como lengua sagrada. Son, en lo fundamental, llagas que
desacralizan la Misa y, con ello, van reduciendo la vida cristiana entera, que
aquella formaba tan maravillosamente, a una especie de ética humanística de
tono masónico, en que los temas que predominan son el cuidado del medioambiente
y la protección de las especies en peligro (salvo de los humanos en gestación),
la promoción de un cristianismo que “no es una amenaza para nadie” y, al cabo,
de una especie de religión universal que abarca en su monstruoso seno todo tipo
de creencias y de prácticas, sin importar cuán aberrantes o incoherentes sean.
El último capítulo de este libro es
un estupendo clarinazo sobre lo que debe hacerse si se quiere recuperar todo lo
que la destructiva “reforma” litúrgica de Pablo VI arrasó impíamente. Una
vuelta a la salud de la fe católica exige tres cosas: la restauración del
antiguo rito de la Misa (punto en el cual el autor, en sus últimas
publicaciones, insiste de modo cada vez más enérgico, sin concesiones a
soluciones “intermedias”, como la teoría de las “dos formas”); recuperación de
la teología de Santo Tomás de Aquino y de la “philosophia perennis” que le
sirve de apoyo, a fin de contrarrestar el esmog intelectual del que surgió la
“nouvelle théologie” y su expresión litúrgica y, finalmente, la proclamación de
la “doctrina social” de la Iglesia, es decir, no sólo de lo que ella ha dicho
sobre la “cuestión social” surgida en los últimos dos siglos, sino de todo el
pensamiento católico sobre la polis y la vida colectiva, tal como se ha venido
configurando, a partir de la fe apostólica, a lo largo de los siglos. Este
capítulo es de lo más iluminador, dentro de su concisión, que se ha escrito en
los últimos años, y unifica espléndidamente tres temas que, a poco avanzar en
el análisis de la actual crisis de la Iglesia, aparecen como los más centrales
y pertinentes.
Este libro de Kwasniewski sin duda
habrá de causar en el lector un gran impacto en su primera lectura, y ello
sugiere que merece absolutamente una segunda lectura meditada.
No existe en castellano, hoy por
hoy, ningún otro texto comparable a éste en claridad, vigor, profundidad y
capacidad de motivar una acción eficaz, sobre todo entre los laicos, a quienes
parece haberles caído la principal responsabilidad, en estos aciagos tiempos,
de revigorizar a la fe católica, maltratada por los jerarcas, incluso los más
altos, de la Iglesia.
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