En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 4 y que versa sobre la orientación litúrgica, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de abril de 2012. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede, así como una numeración (a y b) donde se desarrollan las perspectivas histórica y teológica relacionada con la orientación litúrgica. Finalmente, como nota de la Redacción, se indican algunas entradas relacionadas con el tema abordado por este Position Paper y publicadas con anterioridad en esta bitácora.
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La orientación litúrgica
Resumen
Texto
Resumen
La celebración ad orientem (hacia el Oriente) es una muy visible diferencia entre la Forma Extraordinaria y la mayoría de las celebraciones en la Forma Ordinaria del Rito Romano. Las celebraciones versus populum era conocidas en los primeros siglos y posteriormente en algunas iglesias (notablemente en la Basílica de San Pedro en Roma), pero la celebración ad orientem era más común y, en cualquier caso, el valor de la práctica no puede ser determinada exclusivamente por la práctica antigua. Más bien, como el Papa Benedicto ha argumentado, la celebración ad orientem enfatiza tanto la naturaleza escatológica de la liturgia como la orientación común del sacerdote y los fieles hacia el Señor, por oposición a un excesivo enfoque de los fieles en el sacerdote (y viceversa). También enfatiza la naturaleza sacrificial de la Misa. De todas estas maneras es central al carácter y valor de la Forma Extraordinaria como un todo.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
S.E. Revma. Mons. Mark Davies, obispo de Shrewsbury (Inglaterra), celebrando ad orientem (Forma Extraordinaria)
(Foto: Offerimus Tibi Domine)
Texto
1. Para el espectador corriente, una de
las diferencias más impactantes entre la forma extraordinaria y la ordinaria del rito romano es
la celebración de esta última, casi siempre, con el sacerdote de cara al pueblo
(versus populum), en tanto que la
primera se celebra con el sacerdote enfrentando la misma dirección que el
pueblo (ad orientem, versus apsidem).
Muchos se sorprenden cuando se les informa que la celebración de la forma
ordinaria puede legítimamente realizarse ad
orientem y, además, que el cambio en cuestión, que ha tenido un efecto tan
profundo en los edificios eclesiásticos y en la arquitectura católicos, no se
menciona en la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium (1963). El propósito de
este ensayo es hacer un balance del valor de la práctica tradicional .
2. Vale la pena tomar nota, brevemente,
de la posición actual de las normas de la Iglesia en este punto, en cuanto se
refieren a la forma ordinaria. Las sucesivas ediciones reformadas del misal
romano presuponen una celebración ad
orientem, e indican al celebrante darse vuelta para enfrentar al pueblo cuando
ello es necesario, pero dicen también que “cada vez que sea posible es
deseable” la existencia de un altar separado de la pared [1].
Cuando ello no es posible, debido a la necesidad de preservar altares
existentes con valor histórico o artístico o a la estrechez del espacio, se
hace inevitable la celebración ad
orientem. Cuando es posible, se
puede celebrar en cualquiera de las dos orientaciones. No existe, por lo tanto,
justificación para la destrucción de altares históricos, para la creación de
altares secundarios [2]
o para hacer imposible la celebración ad
orientem [3].
3. El tema de la orientación litúrgica necesita considerarse doblemente desde una perspectiva histórica (a) y una teológica (b).
(a) La cuestión histórica
(a) La cuestión histórica
4. El importante estudio de Otto
Nussbaum, que pretendió demostrar que la celebración versus populum fue la norma durante los cuatro primeros siglos de
la Cristiandad, inclinó la prueba en favor de las celebraciones versus populum cada
vez que los datos de la arqueología no las hicieran imposibles, argumentando
que la celebración ad orientem
enfatiza la naturaleza sacrificial de la Eucaristía, énfasis que es resultado
de un desarrollo más tardío [4].
Contra este argumento puede decirse no sólo que el aspecto sacrificial de la
Eucaristía es enfatizado por algunos testigos muy antiguos [5],
sino que concebir la Eucaristía como una cena compartida no habría, de hecho, formado
en la mente de los cristianos de los primeros siglos la idea de sentarse en
lados opuestos de la mesa, sino que en ellos surgió, más bien, la
representación de un conjunto de personas inclinándose hacia la misma dirección [6],
tal como lo muestra el arte cristiano primitivo [7].
5. Es verdad que durante los cuatro
primeros siglos se construyó algunas iglesias de tal modo que el celebrante
miraba hacia la nave por encima del altar, y que se las orientó otras veces de
tal modo que la puerta principal quedaba al oriente y el ábside en el
occidente. No está muy claro cómo se actuó en tales casos. Si se recuerda la
poderosa tradición de la oración hacia el Oriente, una posibilidad es que los
fieles, para la anáfora, se dieran vuelta hacia el Oriente, dando la espalda al
altar [8].
Otra es que ellos no se situaran en la nave central sino principalmente en las
naves laterales, desde las cuales podían dar vuelta la cabeza desde el altar
hacia el Oriente [9].
Una tercera posibilidad es que, en las iglesias con puertas situadas al
oriente, el celebrante pudiera en muchos casos celebrar ad apsidem, orientado hacia un “Oriente litúrgico”, indicado por
los espléndidos mosaicos del ábside [10].
La arqueología no sirve mucho de guía en este punto.
6. Resulta claro que el ejemplo de la basílica de San Pedro del Vaticano en Roma fue seguido en el diseño de muchas otras iglesias [11], pero la configuración arquitectónica de esa propia basílica estuvo determinado, en cada una de
las etapas de su desarrollo, por la relación entre el altar y la Confessio, es decir, la tumba de San
Pedro. Este muy especial problema de diseño fue resuelto poniendo las puertas
de la basílica al oriente, con lo cual la celebración tenía que realizarse de
cara a la nave. Se dio una situación similar en otras iglesias con santuarios
importantes, especialmente en la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén [12]. Por
lo tanto, estos venerables ejemplos de diseño de templos no pueden servir de
argumento para decidir cuál es la práctica cristiana más antigua, ni cuáles
eran las actitudes de aquellos tiempos en materia de participación litúrgica.
7. Finalmente, se debe tomar en cuenta
que la celebración versus populum en
la disposición de las grandes basílicas romanas de los primeros siglos no tiene
los significados pastorales o litúrgicos que en ella desearían encontrar a
veces los partidarios de la celebración versus
populum. En aquellos tiempos la distancia entre el altar y la mayor parte
de los fieles y la antigua práctica de orar mirando hacia arriba constituían un
obstáculo para la sensación de intimidad doméstica, el contacto visual o la visión
clara de las ceremonias. De hecho, en los primeros siglos no se realizaban
ceremonias en el altar durante la anáfora [13].
8. Aunque en los primeros tiempos se dio
en verdad la celebración versus populum,
ella constituyó una práctica minoritaria y no hay razón alguna para
considerarla como una norma [14].
Tal como hemos dicho en el Position Paper 3, el papa Pío XII nos previene
contra deseo de privilegiar las prácticas antiguas por sobre los desarrollos
posteriores [15].
La clave del asunto reside en la racionalidad teológica de la práctica
tradicional evolucionada.
El Siervo de Dios Pío XII celebrando la Santa Misa en su oratorio privado
(b) La cuestión teológica.
9. El culto de cara al oriente es un culto de cara al Señor, porque de acuerdo con la antigua tradición, el Señor se fue
hacia el oriente y ha de regresar de nuevo desde el Oriente [16].
El sol levante tiene, por este motivo, un profundo simbolismo. Volverse al
Oriente, por lo tanto, introduce en la liturgia un importante elemento
escatológico: la espera del regreso del Señor. Y expresa también cuál es la
dirección del viaje que el pueblo ha emprendido: es hacia el Señor [17].
Como el Cardenal Christoph Schönborn lo ha dicho, la celebración ad orientem manifiesta la actitud de
adorar “obviam Sponso”, “de cara al
Esposo” y, por ahí, “el encuentro con el Esposo, y una anticipación de la
venida final de Cristo” [18].
10. Además del simbolismo del Oriente
nos encontramos con el tema del sacerdote y los fieles orando en la misma
dirección, es decir, de su unidad en la oración. Yuxtaponiendo las dos ideas,
el Santo Padre [Benedicto XVI] escribe:
"Por
un lado, un común volverse hacia el oriente durante la Plegaria Eucarística
sigue siendo esencial. Esta no es una cuestión de accidentes, sino de
substancias. Mirar al sacerdote no tiene ninguna importancia. Lo que importa es
que todos juntos miren al Señor. No se trata de una cuestión de diálogo sino de
culto en común, de ponerse en movimiento hacia el Uno que ha de venir. Lo que
conviene a la realidad de lo que tiene lugar no es un círculo cerrado, sino un
común movimiento hacia adelante expresado en una común orientación de la
oración" [19].
11. Otra consideración que hay que hacer
es el simbolismo del sacrificio: la comunidad reunida, que no es un círculo
cerrado, se abre para ofrecer un sacrificio a Dios [20].
Según lo enfatiza particularmente la forma extraordinaria, el sacerdote ofrece
el Sacrificio de la Misa al Padre, en tanto que los fieles se unen a ese
Sacrificio. Como ha observado Klaus Gamber: "[l]a persona que hace la ofrenda
está de frente al Uno que la recibe, y por eso está delante del altar, posicionado
ad Dominum, de frente al Señor" [21].
(Foto: A Traditional Catholic in Iowa)
El
rechazo de la celebración ad orientem
por los reformadores protestantes más próximos a la Low Church y su
recuperación por los movimientos “pro-católicos” dentro del Anglicanismo es
útil para subrayar su importancia simbólica [22].
12. En este sentido es esencial
distinguir el ofrecimiento del Sacrificio que hace a Dios el sacerdote, mirando
al oriente, y la ostensión que hace el Sacerdote de la Hostia Consagrada a los
fieles (cuando proclama el Agnus Dei), como asimismo las oraciones
sacerdotales a Dios, hechas de cara al oriente, y las veces que se dirige a los
fieles (Dominus vobiscum). En estas últimas oportunidades, el sacerdote se da
vuelta muy visiblemente hacia el pueblo, gesto que es posible sólo si ha estado
de cara ad absidem. Este contraste es
enfatizado por Max Thurian en un artículo publicado en Notitiae:
“Cualquiera
sea la estructura arquitectónica del templo, estas dos actitudes
complementarias deben ser respetadas […] A menudo la celebración entera es
desarrollada como si fuera una conversación y diálogo en que ya no hay espacio
alguno para la adoración, la contemplación y el silencio. El hecho de que los
celebrantes y los fieles estén constantemente vueltos unos hacia otros encierra
la liturgia en sí misma” [23].
13. El peligro de la celebración versus populum que se transforma en una
“conversación”, en una interrelación excesiva y en un contacto visual entre el
celebrante y los fieles, queda también enfatizado por el papa Benedicto XVI [24].
La celebración ad orientem evita
subrayar la personalidad del sacerdote, y mantiene la característica esencial
de la forma extraordinaria.
S.E. Revma. Mons Edward James Slattery, obispo emérito de Tulsa (EE.UU.), celebrando conforme al Usus antiquior en Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington
(Foto: CNS/Catholic Herald)
Conclusión
14. El uso en la forma extraordinaria de
la celebración ad orientem es la
valiosa preservación de una práctica venerable que tiene una gran resonancia
simbólica. Como la Instrucción Il Padre incomprensibile lo subraya, teniendo en vista la tradición oriental: “[n]o
es una cuestión, como a menudo se piensa, de presidir la celebración con la
espalda vuelta hacia el pueblo, sino de guiar al pueblo en la peregrinación
hacia el Reino, que se invoca en la oración hasta el regreso del Señor. Esta
práctica […] es, pues, de un profundo valor y debe ser protegida […]” [25].
15. Dejemos la última palabra al
Cardenal Schönborn:
“¡Cuán importantes son tales signos para la “encarnación”
de la fe! La oración común de sacerdote y fieles ad orientem conecta esta “orientación” cósmica con la fe en la
Resurrección de Cristo, el sol invictus,
y con su Parousia en gloria”[26].
[1] Instrucción general del misal romano (2002), núm. 299: “Altare exstruatur a pariete
seiunctum, ut facile circumiri et in eo celebratio versus populum peragi
possit, quod expedi ubicumque possibile sit” (“Constrúyase
el altar separado de la pared para que se pueda fácilmente caminar a su
alrededor y celebrar de cara al pueblo –lo que es deseable cuando sea posible-”).
“Quod” (“lo que”) se refiere, naturalmente, a la primera cláusula de la frase,
no a la segunda, que le está subordinada. Véase Cullen, C. M./Koterski, J. W., “‘The New IGMR and Mass versus populum”,
Homiletic and Pastoral Review, junio de 2001, pp. 51-54. Cfr. Instrucción Inter Oecumenici (1964): “Es mejor que se
construya el altar mayor alejado de la pared para poder caminar fácilmente a su
alrededor y celebrar de cara a pueblo” ("Praestat ut altare maius exstruatur a
pariete seiunctum, ut facile circumiri et in eo celebratio versus populum
peragi possit") [AAS 56 (1967), p. 375]. En cambio, véase el Decreto de la Sagrada
Congregación de los Ritos Sanctissimam Eucharistiam (1957), núm. 4: “En
las iglesias donde hay sólo un altar, éste no debe ser construido de modo tal
que el sacerdote tenga que celebrar de cara al pueblo” (“In ecclesiis, ubi
unicum extat altare, hoc nequit ita aedificari, ut sacerdos celebret versus
populum”). El decreto se refiere a la posición del tabernáculo en relación con
el altar.
[2] “Debe considerarse aquellos casos en que el presbiterio no permite
la colocación del altar de cara al pueblo o en que no sería posible mantener el
altar existente con su ornamentación intacta, y en que un altar colocado mirando
hacia el pueblo pudiera ser tomado como el altar principal. En tales casos es
más fiel a la naturaleza de la liturgia celebrar en el altar existente, de
espaldas al pueblo, que tener dos altares en el mismo presbiterio. El principio de que haya un solo altar es
teológicamente más importante que la práctica de celebrar de cara al pueblo” (Editorial de Notitiae 29 [1993], p. 249).
[3] No es poco común que las celebraciones de la forma extraordinaria
exijan plataformas construidas especialmente para hacer posible la celebración ad orientem.
[4] Nussbaum, O., Der Standort des Liturgen (Bonn, Hanstein, 1965). Este libro es analizado por Lang, U. M., Turning towards the Lord:
Orientation in Liturgical Prayer (San Francisco, Ignatius Press, 2004), pp
56-64 [hay traducción española: Volverse hacia el Señor, Madrid, Cristiandad, 2007].
[5] Especialmente en la Didaché
y en la Primera Carta de Clemente.
[6] Ratzinger, J., The Spirit of Liturgy (San Francisco, Ignatius Press, 2000), p. 78.
[8] Esta hipótesis ha sido propuesta por Bouyer, L., Liturgy and Architecture (Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1967), pp. 55-56.
[11] Especialmente las iglesias estacionales de Roma: Ratzinger, The Spirit of Liturgy, cit., p. 77.
[12] Véase Nichols, A., Looking at the Liturgy: a critical view of its contemporary form
(San Francisco, Ignatius Press, 1996), p. 94.
[14] Para un análisis de las pruebas, véase Moreton, M. J., “Eis anatolas blepsete: Orientation as a
Liturgical Principle”, Studia
Patristica 18 (1982), pp. 575-590.
[15] Pío XII, Encíclica Mediator Dei
(1947), núm. 61: “Ciertamente la liturgia de los primeros siglos es digna de toda
veneración. Pero los usos antiguos no deben ser considerados más convenientes y
adecuados, ya sea por derecho propio o por su significación, para los nuevos
tiempos y situaciones sólo sobre la base de que conllevan un sabor y aroma de
antigüedad. Los ritos litúrgicos más recientes merecen reverencia y respeto.
Ellos también han sido inspirados por el Espíritu Santo, que asiste a la
Iglesia en todas las épocas, hasta la consumación del mundo, y son igualmente
recursos que usa la ínclita Esposa de Jesucristo para promover y procurar la
santidad del hombre” ("Haec eadem iudicandi ratio tenenda est, cum de conatibus
agitur, quibus nonnulli enituntur quoslibet antiquos ritus ac caerimonias in
usum evocare. Utique vetustae aetatis Liturgia veneratione procul dubio digna
est; veruntamen vetus usus, non idcirco dumtaxat quod antiquitatem sapit ac
redolet, aptior ac melio existimandus est vel in semet ipso, vel ad
consequentia tempora novasque rerum condiciones quod attinet. Recentiores etiam
liturgici ritus reverentia observantiaque digni sunt, quoniam Spiritus Sancti
afflatu, qui novis tempore Ecclesiae adest ad consummationem usque saeculorum
(cfr. Matth. 28,20), orti sunt; suntque iidem pariter opes, quibus ínclita Iesu
Christi Sponsa utitur ad hominum sanctitatem excitandam procurandamque").
[16] Mt. 24, 27: “Porque así como el relámpago aparece en el oriente y
se ve hasta en el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre”. Véase
Germano de Constantinopla, Historia
ecclesiastica et mystica contemplatio (PG 98, p. 334 B). Véase Lang, Turning towards the Lord, cit., p. 37.
[18] Schönborn, C., Loving the Church: Spiritual exercises
preached in the presence of Pope John Paul II (San Francisco, Ignatius
Press, 1996), p. 205.
[19] Ratzinger, The Spirit of Liturgy, cit., p. 81. El Santo Padre cita a Josef Andreas Jungmann, “uno de los padres de la Constitución
sobre la Liturgia del Concilio Vaticano II”, sobre la importancia de la
dirección de la oración (p. 80).
[21] Gamber, K., The Reform of the Roman Liturgy (San Juan Capistrano, Una Voce
Press, 1993), p. 178.
[22] Lang, Turning towards the Lord, cit., p. 110. Cfr. Jungmann, J. A., “Review of Nussbaum Der Standort des Liturgen”m, ZKTh 88 (1966) pp. 445-450, especialmente p. 448.
[23] Thurian, M., “La Liturgie, contemplation du mystère”, Notitiae 32 (1996), p. 692 (reimpreso en inglés
en L’Osservatore Romano, 24 de junio de 1996, p. 2).
[24] “En realidad lo que ocurrió fue que apareció en escena una
clericalización sin precedentes. Ahora
el sacerdote –el que 'preside', como se prefiere decir ahora- se convierte en
el auténtico punto de referencia de toda la liturgia. Todo depende de él.
Tenemos que mirarlo, responderle, involucrarnos en lo que hace. Su creatividad
lo sostiene todo… Dios está cada vez menos en el cuadro. Cada vez es más
importante lo que se hace por los seres humanos que se reúnen aquí y que no
gustan de someterse a 'libretos pre-determinados'” (Ratzinger, The Spirit of Liturgy, cit., pp. 80-81).
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