El sitio italiano Messa in latino (MiL) publicó recientemente un testimonio de un usuario italiano de una red social de Internet, el cual ha tenido gran difusión. La breve reflexión del autor hace patente lo que hemos dicho muchas veces en esta bitácora: los seres humanos somos seres sensibles y el esplendor de la liturgia y la hermosura de la música sacra y de las vestimentas sagradas, además de su fin primordial de rendir culto digno y agradable a Dios, pueden ejercer una poderosa acción edificante, incluso en aquella gente que no tiene fe; lo hermoso puede elevar el espíritu y ser el pórtico por el cual el hombre vaya al encuentro de su Creador. Tristemente, comprobamos a diario en muchas partes del mundo (de modo particularmente intenso en Chile) que la regla en todas las iglesias parece ser el culto a lo feo, a la vulgaridad y a la improvisación.
En estos tiempos aciagos para la Iglesia, les decimos también a quienes desde hace cincuenta años creen, quizá de buena fe, que es posible defender la roca de la doctrina, asediada por las fuerzas del Mal, abandonando la explanada ubicada delante de ella, que es la liturgia, que están muy equivocados: es en la explanada de la liturgia donde se decidirá la batalla.
La traducción desde el original italiano, con leves adaptaciones de formato, es de la Redacción.
Un sacerdote recorre la catedral católica de San Jorge (Southwark, Inglaterra) en 1942, gravemente dañada por un bombardeo alemán el año anterior.
(Foto: Wikimedia Commons)
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"Ayer en Salzburgo fui a Misa a las nueve de la mañana en la iglesia de los franciscanos. Para mí fue todo un suceso, porque en materia religiosa soy agnóstico. Se ejecutaba la Missa brevis en do mayor K258 de Mozart, aquella que antes se llamaba Spaur-Messe y ahora se conoce como Misa Piccolomini. Pero no es de esto que quiero hablaros, sino del efecto que tuvo en mí la celebración.
Mientras tanto, una iglesia bien mantenida, limpia, ordenada, sin carteles horrendos, notas manuscritas, dibujos infantiles ni otras tonterías. Franciscanos vestidos de franciscanos. Liturgia ordenada, bellas decoraciones, hermosos ornamentos. Las naves repletas, sin ninguno que charlara por teléfono, llegara tarde o hablara en voz alta. Una asamblea compuesta que canta con el himnario en mano y perfectamente al unísono. También Mozart dignamente ejecutado (el organista quizás un poco exuberante). En general, mucha belleza: en el arte, en la liturgia y en la música.
Ad maiorem Dei gloriam, ciertamente, pero también para el alivio de los presentes. También quien no es religioso e incluso aquel que no tiene gran simpatía por la Iglesia católica debe reconocerle un mérito histórico: siempre ha defendido, acrecentado y divulgado lo bello (Destacado de MiL). En beneficio de todos, también de quienes no pertencen a su grey, considerando precisamente que aquello que es bello a menudo es también bueno y, en cualquier caso, acerca más a lo bueno que lo feo.
Por eso me pregunto por qué insensato motivo en los últimos decenios la Iglesia en general y la italiana en particular (pero tampoco en Francia se están con bromas) ha desarrollado una estética de lo feo que me parece contraproducente: iglesias incalificables, decoraciones horrendas, liturgia entre asamblea de condominio y reunión de célula partidaria, música atroz, celebrantes andrajosos. A mí no me entran jamás ganas de ir a Misa en Italia, sabiendo lo que me espera en términos de contaminación acústica y visual.
Y ahora me pregunto y sobre todo os pregunto, porque no tengo respuesta: ¿desde cuándo para la Iglesia la fealdad se ha tornado pedagógica? ¿Por qué lo feo se ha vuelto bello?"
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