Para cerrar la serie sobre la reforma litúrgica preparada a partir de la conferencia impartida en julio de 2015 por el Dr. Augusto Merino en el I Congreso Summorum Pontificum celebrado en Santiago de Chile, ofrecemos a nuestros lectores un anexo a la conferencia, redactado por el mismo autor, que contiene interesante información.
***
La reforma litúrgica (anexo)
La supresión de elementos en la liturgia
Prof. Augusto Merino Medina
A. Un listado no taxativo de los elementos suprimidos por la “Misa Normativa”, que dio posteriormente origen a la hoy llamada “forma ordinaria”, y de otros que se realizaron más tarde, debería incluir los siguientes:
1)
De las 14 genuflexiones de la Misa anterior, sólo se conservaron 3.
Ilustración de una revista de 1959
(Foto tomada de Adelante la Fe)
3)
La distribución de la comunión ya no es hecha exclusivamente por el celebrante,
sino por simples laicos, de uno u otro sexo.
4)
La recepción de la comunión dejó de hacerse de rodillas y en la lengua, y se la
comenzó a hacerse de pie y en la mano en virtud de un indulto que por su extendida utilización acabó siendo la regla general.
5)
Se suprimieron los tres signos de la cruz sobre o con las oblatas en la
“preparación de los dones”, que reemplazó al Ofertorio.
6)
De los 24 signos de la cruz sobre las oblatas que señalaba el Canon Romano, no
quedó más que una en las cuatro “plegarias eucarísticas” aprobadas, incluyendo
la primera.
7)
Se suprimieron los 3 signos de la cruz que se hacían en la preparación del
celebrante para comulgar, y se suprimieron además los signos de la cruz hechos con
las especies sagradas al comulgar el celebrante y al dar la comunión a los
fieles.
8) Se separó el altar del sagrario, para realzar el nuevo significado de “mesa de la cena” que se le quiso dar ahora.
9)
Se suprimió la reserva a los ministros sagrados de las lecturas de la Sagrada
Escritura, separando visiblemente éstas del papel que a su respecto desempeña el
Magisterio de la Iglesia, representado por el celebrante (véase el artículo que publicamos aquí sobre este tema).
(Foto: Tips for the Lay Minister)
10)
De las más de 10 veces que en el ofertorio y el canon se suplicaba a Dios que
“aceptara” o “recibiera” la ofrendas del celebrante que se reconocía como
“indigno”, no quedó prácticamente ninguna.
11)
Del mismo modo la expresión “por nuestro Señor Jesucristo”, que abundaba
anteriormente, se suprimió casi del todo en las plegarias eucarísticas.
12)
Se suprimió la mayor parte de las 200 oraciones con las que el misal anterior
invocaba el mérito de los santos, quedando sólo 3 de ellas en carácter
obligatorias en el año litúrgico.
13)
Las oraciones para ser “purificados de los pecados”, frecuentes en el misal
anterior (10 veces sólo en el santoral de agosto), quedaron reducidas a unas
cuantas en las misas feriales de cuaresma.
14)
Al orar por los difuntos en la Misa, se suprimió toda mención de las penas
que pueden estar sufriendo en el Purgatorio.
15)
En relación con este mismo punto, se suprimió la secuencia Dies Irae, y el tracto
y la antífona del Ofertorio de la misa de difuntos del misal tradicional.
16) Pese a la indicación de las rúbricas latinas, la Misa dejó de celebrarse “ad orientem” o “coram Deo” (véase el artículo que publicamos aquí sobre este tema).
17)
Aunque la autorización de reemplazar el latín por las lenguas vernáculas fue
restrictiva, en la práctica el reemplazo terminó siendo la norma general,
quedando el latín enteramente abandonado, mediante el expediente de dejar
entregada la decisión a los obispos, quienes invariablemente han creído mejor
suprimirlo.
18)
La práctica acabo por reemplazar en muchos lugares los ornamentos sacerdotales sólo por un alba y una estola, sin prohibición expresa en sentido contrario.
Ahora
bien, no se escribieron nuevas rúbricas que prohibieran muchos de estos elementos,
sino que, al reescribirse los libros litúrgicos, simplemente no se los incluyó
(como el gesto de juntar los dedos después de la consagración, o las
genuflexiones), salvo algunas pocas excepciones de expresa supresión. En esto se
advierte un criterio general de las reformas efectuadas: supresión,
silenciamiento, omisión.
Ninguno
de estos cambios carece de consecuencias, ninguno es mudo, todos ellos dicen
algo. Y lo primero que dicen es que se desenfatiza la sacralidad de la Santa Misa,
que es esencialmente acción de Cristo (basta pensar en la supresión de las
genuflexiones, numerosas en el rito anterior). Por cierto, dicen también que la
importancia de la Tradición es menor.
B.
La supresión más importante, con todo, es la del Ofertorio que fue, al parecer,
considerado una “duplicación” del Canon Romano, lo que lo hacía caer bajo la
norma del núm. 50 de la SC. Sin embargo, un estudio de los ritos de las iglesias
ortodoxas nos muestra que en ellas el rito equivalente a nuestro “Ofertorio”
tiene una enorme importancia. Y no se trata, como parecen haberlo creído
ciertos liturgistas asesores del Concilio, de un “pequeño Canon” que no hace
más que duplicar por anticipado lo que tenía lugar, propiamente, en el Canon
mismo. Se trata más bien de lo que puede llamarse “prolepsis”, una figura que
consiste en dar a una cosa un nombre antes de que el nombre le pertenezca. En
otros términos, se trata de un discurso –en este caso, una larga oración- que
va procediendo en círculos o avanzando en espiral, con traslapo o superposición
de elementos. Esto resulta realmente irritante para la ilustrada mentalidad
rectilínea, propia de la modernidad, que imperó en los cambios litúrgicos del
Concilio. Si pudiéramos recurrir a un símil para explicar esta idea, diríamos que la
liturgia multisecular de la Iglesia fue siempre polifónica, según un esquema
que está tan bien representado por Bach en la música, en tanto que la
mentalidad del “siglo de las luces” sólo gusta de la claridad de una única
línea melódica, según el modelo bien conocido de la música de Mozart.
Ofertorio de la Misa tradicional
Foto: The Holy Mass
En
relación con este importantísimo tema, se sugiere leer en el sitio The New Liturgical
Movement una serie de artículos que ha publicado, a partir de febrero de 2014,Gregory DiPippo, en especial los núm. 4 y 6.
C.
La Misa tridentina como tal nunca fue, en cambio, suprimida ni por el Concilio
ni por Pablo VI. En la Iglesia tradicionalmente no se ha suprimido jamás rito
alguno de los muchos que han coexistido en diferentes épocas (la Iglesia jamás
ha exigido uniformidad en estas materias, sino unidad de contenido esencial). Y
ello se explica por cuanto la mera aceptación de un rito supone la aceptación
de la teología en él vaciada. No hay campo en este terreno para “corrección” de
desviaciones, porque ello supondría que los ritos suprimidos eran heterodoxos,
lo cual sugeriría, a su vez, que la indefectibilidad de la Iglesia no existe.
Los ritos que han desaparecido lo han hecho por simple desuso. En relación
con esto es importante recordar lo declarado en el núm. 4 de la SC: “Por último,
el Sacrosanto Concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la
Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los Ritos
legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por
todos los medios”.
El
verdadero encarnizamiento que, a veces, se advierte en los partidarios de la
“forma ordinaria” en su intento de impedir que se celebre la “forma extraordinaria” es un fenómeno nuevo, propio de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. No es de
extrañar, pues, que el motu proprio Summorum Pontificum haya recordado que la
Misa tridentina no estaba en absoluto abrogada y puede, por tanto, celebrarse.
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