En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 10 y que versa sobre la evangelización y la cultura occidental, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de septiembre de 2012. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. De igual forma, se han agregado tres notas con los datos de los firmantes de la carta que dio origen al llamado "Indulto inglés respecto de los que nada se decía en el original.
***
La evangelización y la cultura
occidental
Resumen
La tradición litúrgica latina nació
en el contexto de la cultura latina de Occidente y fue grandemente influida por
ella, pero la cultura moderna de Occidente ha abandonado los valores del Evangelio
y se ha constituido en un terreno especialmente difícil para la evangelización.
Son muchos los aspectos de la antigua liturgia que resultan muy poco atractivos
para esta cultura debido a que los valores que subyacen a ella han sido
rechazados. Estos valores, que incluyen el de la jerarquía y una combinación de
razón, emoción, arte y rito, son, de hecho, los más importantes para la
reevangelización de Occidente, y por eso es valiosa la presentación que de
ellos hace la forma extraordinaria. Si bien es difícil para muchos habitantes
del Occidente aceptarlos, dicha forma los exhibe de un modo muy atractivo
gracias al uso en la liturgia de abundantes modos no verbales de comunicación,
y la belleza de ésta, por usar muchas formas artísticas y rituales, es todavía considerada
“clásica” en la historia de la cultura occidental.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
Concordia-Discordia, ilustración de la Psychomachia del poeta hispanolatino cristiano Prudencio (348-410 d.C.), poema que representa alegóricamente el combate por el alma humana de virtudes y vicios personificados
(Imagen: Wikimedia Commons)
Texto
1. La antigua tradición litúrgica
latina hunde sus raíces, primeramente, en la cultura de la Antigüedad
mediterránea occidental y, enseguida, en la cultura del Occidente y del centro
de Europa en la Edad Media. Dicha tradición, a través de los siglos, ha
recibido el influjo de estas culturas y, a su vez, ha influido en ellas, siendo
posteriormente llevada, junto con el resto de la cultura europea, a América,
Oceanía y otras partes. Un punto central en el debate litúrgico del siglo XX y en
el actual, ha girado en torno a si lo que llamamos cultura “occidental” (es
decir, la cultura de la Europa latina y de los pueblos de cultura
predominantemente europea que habitan otros continentes) ha cambiado hasta tal
punto que aquella tradición litúrgica, en su forma conocida, ya no es un
instrumento efectivo de santificación personal y de propagación de la fe,
tomando en cuenta la necesidad de reevangelizar esta cultura[1],
actualmente hostil, en muchas formas, al Evangelio[2].
Tal es el tema que queremos analizar en este ensayo.
2. El tema del lugar de la tradición
litúrgica latina en otros contextos culturales será abordado por separado.
Rasgos problemáticos de la cultura occidental
3. Que la cultura de Occidente ha
cambiado –o decaído- de un modo desfavorable para la antigua liturgia es algo
que ya no se discute. El teólogo P. Aidan Nichols OP hace referencia a
pruebas sociológicas que apuntan a que, por ejemplo, los niños que, en el
contexto de una sociedad atomizada, son criados sin una comprensión clara de la
jerarquía o del rito, encuentran difícil entender los mensajes transmitidos por
los rituales sociales, como la liturgia [3].
4. La Iglesia siempre ha respetado las
culturas paganas y, al purificarlas de elementos incompatibles con la ley natural, les ha permitido florecer[4].
Parecería posible, por tanto, que la Iglesia aborde la tarea de reevangelizar
el Occidente con una mente igualmente abierta.
5. El problema reside en que las
actitudes culturales más opuestas a la antigua liturgia son las que,
históricamente, han derivado de un rechazo de la enseñanza de la Iglesia
católica[5].
Por ejemplo, la tradición del Romanticismo enfatiza las emociones y la espontaneidad,
en tanto que señales de sinceridad y autenticidad[6].
Esto se vincula históricamente con la focalización en la experiencia religiosa
personal y con el rechazo de la razón en teología, tal como se encuentran en
algunas ramas del protestantismo, cosas que son contrarias a la enseñanza
católica[7].
Quien experimenta el influjo del Romanticismo tiene que desechar o modificar
sustancialmente estos aspectos de su cultura, si es que ha de aceptar la fe.
6. En la cultura moderna de Occidente,
el Romanticismo está en permanente tensión con el exagerado Racionalismo de la
Ilustración. El Racionalismo, a su vez, plantea a la antigua liturgia ciertos
problemas de un tipo diferente al rechazar, como manifestaciones de
oscurantismo, los simbolismos, el rito y el sentido de lo misterioso. Todo esto
no puede separarse de una actitud mental hostil a la fe misma, ya que no se ve
cómo quien tiene una actitud racionalista podrá aceptar los misterios inefables
de la Trinidad y de la Encarnación.
7. Benedicto XVI ha expuesto este tema
con gran claridad al analizar el significado cultural de ponerse de rodillas: “Es posible que el arrodillarse
sea un gesto ajeno a la cultura moderna –en la medida en que ésta es cultura-,
porque ésta se ha alejado de la fe y ya no conoce al Uno delante del cual
arrodillarse es el gesto que corresponde, más aun, el gesto intrínsecamente
necesario. Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse”[8].
En palabras de San Juan Pablo
II: “La liturgia, aunque siempre
debe estar adecuadamente inculturada, debe también ser independiente de la
cultura”[9].
8. A la luz de lo anterior, el
problema que enfrentamos ahora es el siguiente: ¿cómo podemos, en general y
específicamente en la liturgia, superar los prejuicios enemigos de la fe,
característicos de la moderna cultura occidental, y promover y apoyar la naturaleza contra-cultural de la
colectividad de los creyentes?
S.S. Benedicto XVI
(Foto: Church Militant)
Ventajas de la forma extraordinaria.
9. Hay muchos aspectos que considerar
para responder plenamente esta pregunta, y a ellos se ha dirigido, de hecho, el Magisterio papal en los últimos años, y con urgencia cada vez mayor, dentro del
contexto de la “Nueva Evangelización”. Exponemos a continuación algunas consideraciones
que muestran que la antigua liturgia es una fuerza positiva en este sentido:
ella no es en absoluto una desventaja.
10. Primero, la antigua liturgia se caracteriza
por una rigurosa exposición de las verdades de la fe, evitando el peligro
(según decía Benedicto XVI) “de repetir frases que podrían parecer más
accesibles y más agradables para el pueblo”, así como el peligro de “hacer del
misterio una banalidad”[10].
Por ejemplo, la realidad del pecado humano y nuestra necesidad de la gracia,
que son quizá las verdades más vigorosamente evitadas pero más urgentemente
necesitadas por la cultura moderna de Occidente[11],
la forma extraordinaria las hace presentes con insistencia, no sólo en sus
textos (como las colectas de Cuaresma) sino también en sus ceremonias, como el
Confíteor del sacerdote que precede al de sus acólitos. Se trata de una especie
de fortificación natural frente al peligro denunciado por el papa Benedicto: “El sentido debilitado del significado
e importancia del culto cristiano sólo puede conducir a un debilitado sentido
de la vocación específica y esencial del laicado a imbuir el orden temporal con
el espíritu del Evangelio”[12].
12. Segundo, como decíamos, la forma
extraordinaria echa mano de una amplia variedad de medios para comunicar la fe.
Los textos, las ceremonias, los ornamentos y la música que acompaña a la
liturgia, la disposición del presbiterio y el movimiento de los ministros y
acólitos, la complejidad de sólo algunas ceremonias y no de otras, el contraste
entre la oración que se dice, la que se canta y la silenciosa, la participación
de los fieles, en fin, todo ello comunica la fe, de manera sutil, aun a
aquéllos que, en los términos con que el papa Pablo VI describía al “hombre
moderno”, están hartos de palabras[13].
Esto tiene un especial valor cuando se procura contrarrestar algunos
subconscientes hábitos del espíritu, y puede servir de suave re-educación de la imaginación y las emociones, porque,
como decía Benedicto XVI, la liturgia es “una escuela de oración”[14].
El sentido de lo sacro, que ha sido comentado como una de las características
de la forma extraordinaria por Benedicto XVI[15],
es precisamente una respuesta a la llamada que San Juan Pablo II hizo
insistentemente en el contexto de la nueva evangelización, a renovar el sentido
del misterio en la liturgia[16].
Este Papa se refería explícitamente a la forma extraordinaria: “El pueblo de Dios necesita ver a los sacerdotes y diáconos comportarse
de un modo que esté lleno de reverencia y dignidad a fin de ayudarlo a penetrar
en las cosas invisibles, sin necesidad de palabras ni explicaciones. En el
misal romano de San Pío V, así como en varias liturgias orientales, existen muy
hermosas oraciones con las cuales el sacerdote explicita el más profundo
sentido de humildad y reverencia ante los sagrados misterios, que revelan la
verdadera sustancia de la liturgia”[17].
12. Tercero, aunque algunos aspectos
de la liturgia puedan provocar una reacción negativa entre quienes están
formados en la cultura occidental, la belleza, especialmente la del patrimonio
musical de la Iglesia, así como la de los ornamentos, de la decoración del
altar y de la arquitectura, usado todo ello dentro del sentido que exige el
contexto litúrgico, puede a menudo penetrar y ablandar el corazón endurecido
frente a la fe. El papel del arte como “invitación a buscar el rostro de Dios”
ha sido enfatizado por San Juan Pablo II[18].
Esta belleza puede lograr que se llegue a estar dispuesto a oír el contenido de
la fe.
13. Cuarto, la forma extraordinaria es
hoy el punto focal de un ambiente informado por autores tradicionales de
espiritualidad y apoyado por algunas órdenes religiosas dedicadas a ella, lo
cual constituye una forma de cultura católica conscientemente contra-cultural
frente a la cultura secular dominante[19]:
en términos de Pablo VI, “constituye una colectividad que evangeliza”[20].
La llamada que ha hecho Benedicto XVI y sus predecesores inmediatos a ser
testigos de la fe incluso en los medios más hostiles ha sido acogida con
entusiasmo por los católicos tradicionales, que están en posesión de los
recursos de la Tradición católica, descuidados por tantos otros en la Iglesia.
14. Finalmente, la forma
extraordinaria es valiosa por materializar formas culturales clásicas. Es
imposible estudiar historia del arte o de la música sin advertir la
contribución de la Iglesia y de la fe, y tal contribución se mantiene viva en
la antigua liturgia. Aquí también, en lo propiamente litúrgico, la forma
extraordinaria representa un ideal contra el cual han reaccionado muchas formas
culturales, tanto protestantes como seculares. El hombre secularizado de
Occidente que entra en contacto con ella puede reaccionar del mismo modo como
cuando ve por primera vez una monja con su hábito tradicional, cosa que hasta
entonces sólo ha conocido por películas de comedia o por dibujos animados ridiculizantes:
puede darse cuenta de cuál era, en el fondo, la realidad, y podrá quizá, a
continuación, revisar los juicios que, sobre la base de la parodia, se había
formado.
15. Esta experiencia de ver, por fin,
lo que hay en la raíz de la cultura occidental, a pesar de todos los intentos
de desfigurarla y empequeñecerla[21],
tiene una profunda importancia. El filósofo Alasdair MacIntyre describe la
experiencia de quien descubre la cultura y las creencias y se da cuenta, de pronto, que ellas son lo
que ha estado tratando de asir, como “el impacto de darse cuenta”[22].
Algo semejante a este impacto lo expresa San Agustín en sus Confesiones: “¡Tarde te amé, oh belleza siempre antigua, siempre nueva, tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí, y yo estaba fuera de mí, y afuera te buscaba, y en las
cosas bellas que hiciste yo irrumpía con mi fealdad. Tú estabas conmigo, pero
yo no estaba contigo. De ti me apartaban las cosas creadas que, si no
existieran en ti, no existirían. Tú llamaste, tú gritaste, y destruiste mi
sordera. Tú iluminaste, tú brillaste, y destruiste mi ceguera. Tú efundiste
sobre mí tu fragancia; yo inhalé y te anhelo. Te gusté, y ahora tengo hambre y
sed de más. Tú me tocaste, y ardí en tu paz”[23].
Fra Angelico, La Conversión de San Agustín (detalle, Musée Thomas-Henry)
(Imagen: Wikimedia Commons)
Apéndice: Personalidades de la cultura
procuraron, en 1971, la preservación de la “Misa tradicional”.
En 1971 el cardenal de Westminster,
John Heenan, presentó a Pablo VI, a nombre de la Latin Mass Society (de Inglaterra y Gales), una petición que solicitaba una norma
clara que permitiera seguir diciendo la Misa antigua, después de la
promulgación en 1970 del Novus Ordo
Missae. La respuesta de Pablo VI fue el “Indulto inglés”, que animó a los
obispos de Inglaterra y Gales a dar autorización expresa para la celebración de
Misas públicas según el misal anterior. Este fue el primero de una serie de
documentos papales que favorecen la forma extraordinaria y que culminan con el
motu proprio Summorum Pontificum en
2007.
La solicitud fue firmada por
cincuenta y seis personalidades de la cultura, y es una señal de la alarma que
se había producido, aun entre los católicos, por el rumor de que la
tradición litúrgica anterior había sido prohibida. Entre ellas figuran
prominentes escritores, críticos, académicos y músicos de aquel tiempo, así
como políticos de los tres partidos británicos de entonces, y dos obispos
anglicanos. El texto y las firmas, en orden alfabético, son los siguientes:
“Si alguna necia norma hubiera ordenado la destrucción total o parcial
de las basílicas o de las catedrales, sería obviamente la gente culta
–cualesquiera fueran sus creencias- la que se alzaría con horror para oponerse
a tal cosa. Ahora bien, esas basílicas y catedrales fueron construidas para
celebrar un rito que, hasta hace unos pocos meses, constituía una tradición
viva. Nos referimos a la Misa católica romana. Sin embargo, de acuerdo con las últimas
informaciones llegadas de Roma, existe el plan de hacer desaparecer totalmente
esa Misa hacia finales del presente año. Uno de los axiomas de la publicidad
contemporánea, tanto religiosa como secular, es que el hombre moderno en
general, y los intelectuales en particular, se han vuelto intolerantes de toda
forma de tradición y desean con ansias suprimirla y poner algo distinto en su
lugar. Pero, como tantas otras afirmaciones de nuestra maquinaria publicitaria,
tal axioma es falso. Hoy, igual que en el pasado, las personas cultas están en
la vanguardia en lo que se refiere a reconocer el valor de la Tradición, y son
las primeras en alzar la voz de alarma cuando se la amenaza. En
este caso, no estamos,tomando en consideración la experiencia religiosa o espiritual de
millones de individuos. El rito en cuestión, en su magnífico texto latino, ha
inspirado una multitud de inapreciables logros en las artes, no sólo obras
místicas, sino también obras de poetas, filósofos, músicos, arquitectos,
pintores y escultores en todos los países y todos los tiempos. Pertenece, pues,
tanto a la cultura universal como a los clérigos y a quienes se declaran
cristianos. En la civilización materialista y tecnocrática que está amenazando
cada vez más la vida de la inteligencia y del espíritu en su expresión creativa
original, la palabra, parece especialmente inhumano privar al hombre de las
formas verbales en una de sus más grandiosas manifestaciones. Quienes
subscriben esta apelación, enteramente ecuménica y no política, provienen de
todas las ramas de la cultura moderna en Europa y en otras partes, y quieren
llamar la atención de la Santa Sede sobre la abrumadora responsabilidad que
asumiría en la historia del espíritu humano si hubiera de rechazar la
supervivencia de la Misa tradicional, aunque esta supervivencia tuviera lugar
junto con otras forma litúrgicas”.
Firmantes:
Harold Acton[24],
Vladimir Ashkenazy[25],
John Bayley[*], Lennox Berkeley[26],
Maurice Bowra[27],
Agatha Christie[28],
Kenneth Clark[29],
Nevill Coghill[30],
Cyrill Connolly[31],
Colin Davis[32],
Hugh Delargy[33],
Robert Exeter[34],
Miles Fitzalan-Howard[35],
Constantine Fitzgibbon[36],
William Glock[37],
Magdalen Goffin[38],
Robert Graves[39],
Graham Greene[40],
Ian Greenlees[41],
Joseph Grimond[42],
Harman Grisewood[43],
Colin Hardie[44],
Rupert Hart-Davis[45],
Barbara Hepworth[46],
Auberon Herbert[**], John Jolliffe[47],
David Jones[48],
Osbert Lancaster[49],
F.R. Leavis[50],
Cecil Day Lewis[51],
Compton Mackenzie[52],
George Malcolm[53],
Max Mallowan[54],
Alfred Marnau[55], Yehudi Menuhin[56],
Nancy Mitford[57],
Raymond Mortimer[58],
Malcolm Muggeridge[59],
Iris Murdoch[60],
John Murray[61],
Sean O’Faolain[62],
E.J. Oliver[63],
Oxford and Asquith[64], William
Plomer [65],
Kathleen Raine[66],
William Rees-Mogg[67],
Ralph Richardson[68],
John Ripon[69],
Charles Russell[70],
Rivers Scott[***], Joan Sutherland[71],
Philip Toynbee[72],
Martin Turnell[73],
Bernard Wall[74],
Patrick Wall[75],
E.I. Watkin[76],
R.C. Zaehner[77].
La escritora de misterio Agatha Christie, una de las firmantes y por quien el indulto recibió el apodo de "el indulto de Agatha Christie"
(Foto: Primera Edición)
[1] Benedicto XVI, Carta apostólica Ubicumque et Semper (2010), preámbulo: “En nuestra propia época [la
misión de la Iglesia] encuentra nuevos y especiales desafíos por el abandono de
la fe, un fenómeno que es cada vez más evidente en algunas sociedades y
culturas que, durante siglos, parecieron estar imbuidas del Evangelio” (“Nostra
aetatae singulare id est quod cum fidei desertione contenditur, quae precedente
tempore apud societates et culturas sese manifestavit, quae Evangelio e
saeculis imbutae videbantur”). Cfr. Juan Pablo II, Carta apostólica Novo milenio ineunte (2000), núm. 40: “Aun en
países evangelizados hace ya muchos siglos, ha desaparecido hoy la realidad de
una 'sociedad cristiana' que, en medio de las fragilidades que siempre han
afectado a la vida humana, se refiera explícitamente a los valores evangélicos”
(“Pridem enim iam occidit, in civitatibus quoque antiquae evangelizationis,
status ille “societatis christianae” quae, quamvis tot inter quibus humana
signatur natura, manifeste sese evangelica ad bona referebat”).
[2] Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa (2003), núm. 9: “Estamos
presenciando el surgimiento de una nueva cultura, vastamente influida por los
medios de masas, cuyo contenido y carácter están a menudo en conflicto con el
Evangelio y con la dignidad de la persona humana”. Cfr. Benedicto XVI, Discurso en OscottCollege, Inglaterra, de 19 de septiembre de 2010: “Cuando
proclaméis la llegada del Reino, […] aseguraos de presentar en su plenitud el
mensaje vivificante del Evangelio, incluidos aquellos elementos que cuestionan
los supuestos ampliamente difundidos de la cultura actual”.
[3] Nichols, A., Looking at
the Liturgy (San Francisco, Ignatius Press, 1996), p. 74: “La relajación de
los grupos y esquemas, debido a los cuales los cambios en los modelos sociales,
especialmente en la familia, acarrean el desprecio del rito, y la falta de una
fuerte articulación social en un mundo cada vez más amorfo, excesivamente
personalizado, individualizado y des-jerarquizado: tales procesos, abandonados
a sí mismos, tienden a producir una 'religión de la efervescencia' incompatible
con la fe sacramental”.
[4] Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización (2007), núm. 6: “Aunque el Evangelio es independiente de todas las culturas, es
capaz de penetrarlas a todas, sin jamás permitirse hacerse servidor de ellas”.
Este pasaje termina con una nota al pie que remite a Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (1975), núm. 19-20.
[5] Esta tensión fue advertida por Pablo VI en Evangelii Nuntiandi (1975), núm. 63: “La evangelización pierde mucho de
su fuerza y efectividad si no toma en consideración la realidad del pueblo a
quien se dirige, si no usa el lenguaje de él, sus signos y sus símbolos, si no
contesta las preguntas que él formula, y si no produce un impacto en su vida
concreta. Pero, por otra parte, la evangelización corre el riesgo de perder su
poder y de desaparecer totalmente si se vacía o adultera su contenido, so
pretexto de traducirlo” (“cum evangelizatio multum suae virtutis suaeque
efficacitatis amittat, nisi rationem habeat populi, ad quem reapse dirigitur,
nisi eius lingua eiusque signibus et imaginibus utatur, nisi quaestionibus
respondeat, ques ipse ponit, nisi demum verum vivendi morem tangat et moveat. Altero
vero ex parte, evangelizatio in periculo est, ne naturam sibi propriam perdat
et omnino evanescat, si, per speciem res, quas continet, in sermonem
trasnsferendi”).
[6] Pablo VI, Evangelii Nuntiandi (1975), núm. 76: “A menudo se dice hoy que el actual siglo tiene sed de
autenticidad. Se dice, especialmente a propósito de la juventud, que ella tiene
horror de lo artificial o de lo falso, y que busca, por sobre todas las cosas,
la verdad y sinceridad” (“Saepius, enim, homines dictitant aetatem nostram
sitire sinceritatem ac veritatem rerum.
Adulescentes praesertim dicuntur abhorrere prorsus ab omni falsa vel ficticia
rerum natura, atque contra requirere totam earum veritatem et claritatem”).
[7] La emoción religiosa no es un indicio ni necesario ni suficiente
del estado de gracia, y se puede probar la existencia de Dios racionalmente, y
puede haber suficiente fundamento para aceptar racionalmente lo que la Iglesia
proclama. Sobre lo primero, véase el texto del Concilio de Trento, sesión
sexta, canon 16: “Si alguno dijere que está seguro, con una seguridad absoluta
e infalible, de tener el gran don de la perseverancia final, a no ser que esto
lo hubiere sabido por una especial revelación, sea anatema” (“Si quis magnum
illud usque in fine, perseverantiae donum se certo habiturum absoluta et
infallibili certitudine dixerit, nisi hoc ex speciali revelatione didicerit:
anatema sit”). Sobre lo segundo, véase la Constitución dogmática Dei Filius, del Concilio
Vaticano I, cap. 2: “La misma Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio
y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de
la razón a partir de las cosas creadas, pues desde la creación del mundo las
perfecciones invisibles de Dios se han hecho visibles a la inteligencia a través
de las cosas creadas” [Rom. 1, 20] (“Eadem sancta mater Ecclesia tenet et docet,
Deum, rerum omnium principium et finem, naturali humanae rationis lumine e
rebus creatis certo cognosci posse; invisibilia enim ipsius, a creatura mundi,
per ea quae facta sunt intellecta, conspiciuntur”). Cfr. Benedicto XVI, Homilía en Notre Dame, París, 12 de
septiembre de 2008: “San Pablo apela a la razón de sus lectores, a la razón de
todo ser humano, a ese poderoso testigo de la presencia del Creador en la
criatura: “Hablo a hombres sensatos. Juzgad por vosotros mismos lo que digo” (1
Cor. 10, 5 [sic]). Dios, de quien el apóstol es un autorizado testigo aquí, no
pide jamás al hombre que sacrifique su razón. La razón no entra jamás en
verdadero conflicto con la fe”.
[8] Ratzinger, J., The Spirit of the Liturgy (San
Francisco, Ignatius Press, 2000), p. 194.
[9] Juan Pablo II, Discurso a los obispos de la región noroeste de los Estados Unidos en su visita ad limina (1998): “La participación activa significa, ciertamente, que con
sus gestos, palabras, cantos y ministerios, todos los miembros de la
colectividad toman parte en el culto, que no es jamás inerte o pasivo. Pero a
la participación activa no empecen el silencio, la quietud y el escuchar […]. En
una cultura que no favorece ni alienta la quietud meditativa, se aprende con
dificultad el arte interior de escuchar. En esto vemos cómo la liturgia, aunque
siempre debe estar adecuadamente inculturada, debe ser también
contra-cultural”. El término “contra-cultural” ha sido usado también por
Benedicto XVI en su Discurso a losobispos de los Estados Unidos de América (Washington D.C., 16 de
abril de 2008), en el contexto de la importancia de la oración en común: “Si
esto parece contra-cultural, ello no es sino una prueba más de la urgente
necesidad que hay de una renovada evangelización de la cultura”. Cfr. Ratzinger, J., Discurso a los catequistas y profesores de religión, Jubileo de los Catequistas, 12
de diciembre de 2000: “Por tanto, convertir significa: no vivir como viven los
demás, no hacer lo que los demás hacen, no sentirse justificado en el caso de
actos dudosos, ambiguos o malos sólo porque los demás se sienten justificados;
comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios, buscando lo
bueno, aunque sea incómodo; no buscar el juicio de la mayoría, de los hombres,
sino la misericordia de Dios. En otras palabras: buscar un nuevo estilo de
vida, una nueva vida”. Cfr. Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, 30 de mayo de 2011: “ocurre a menudo
que la gente desea pertenecer a la Iglesia, pero está fuertemente influida por
una visión de la vida que es contraria a la fe”.
[10] Ratzinger, Discurso a los catequistas y profesores de religión (2000): “Nuestra
manera de celebrar la liturgia es, a menudo, demasiado racionalista. La
liturgia se transforma en enseñanza, cuyo criterio es darse a entender, con la
frecuente consecuencia de hacer del misterio una banalidad, de hacer prevalecer
las palabras, de repetir frases que parecieran ser más accesibles y más
agradables a la gente”.
[11] Ratzinger, Discurso a los catequistas y profesores de religión (2000): “Conversión (metanoia) significa exactamente lo contrario:
abandonar nuestra auto-suficiencia para descubrir y aceptar nuestra
indigencia”.
[12] Benedicto XVI, Discurso a los obispos del estado de Nueva York, 26 de noviembre de 2011. Estas
observaciones se refieren a la nueva traducción inglesa del misal.
[13] Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, núm. 42: “El hombre moderno está harto de palabras. Está obviamente cansado de oír
y, lo que es peor, se ha hecho impermeable a las palabras” (“Qui sunt hodie
homines, eos novimus, orationibus iam saturatos, saepe saepius audiendi
fastidientes atque –quod peius est- contra verba obdurescentes videri”).
[14] Ratzinger, Discurso a los catequistas y profesores de religión (2000). Dice también:
“No puede darse a conocer a Dios sólo con palabras. […] Proclamar a Dios es presentar
la relación con Dios: enseñar a orar”. Cfr. Nichols, Looking at the Liturgy, cit., pp. 81-86, quien piensa que la liturgia puede ser una
fuerza capaz de restaurar el sentido de lo sagrado, de la jerarquía, etcétera,
cosas de la que la sociedad moderna, por lo general, carece: “el culto forja
nuestro ser de cristianos” (p. 84).
[15] Benedicto XVI, Carta a los obispos que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum (2007).
[16] Juan Pablo II, Ecclesia
in Europa, núm. 70. “Algunas señales apuntan a un debilitamiento del sentido del
misterio en las mismas celebraciones litúrgicas que debieran fomentarlo. Es,
por tanto, urgente que renazca en la Iglesia el auténtico sentido de la
liturgia”.
[17] Juan Pablo II, Discurso a
la sesión plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos, 21 de septiembre de 2001.
[18] Juan Pablo II, Ecclesia in
Europa, núm. 60: “Tampoco debiéramos olvidar la positiva contribución que hace
el uso prudente de los tesoros culturales de la Iglesia. Estos pueden ser
especialmente instrumentales para reavivar el humanismo de inspiración
cristiana. Estos testimonios vivientes de la fe, tal como han sobrevivido a través de los
siglos, si se los preserva adecuadamente y se los usa inteligentemente pueden
ser un útil instrumento para la nueva evangelización y para la catequesis, y
conducir a un redescubrimiento del sentido del misterio […] la belleza
artística, como una especie de eco del Espíritu de Dios, es un símbolo que
apunta al misterio, una invitación a buscar el rostro de Dios hecho visible en
Jesús de Nazareth”. Cfr. Pablo VI, Evangelii
Nuntiandi, núm. 51: “Una cantidad casi sin fin de medios pueden ser usados para
este fin: la prédica explícita, por cierto, pero también el arte […]” (“Ad hunc
enim finem assequendum adhiberi potest series paene interminata subsidiorum,
veluti predicatio aperta, quemadmodum liquet, sed etiam ars”). Pablo VI se cita
aquí a sí mismo: Discurso a los miembros
del Consejo de los Laicos (1974) [AAS 66 (1974), p. 568].
[19] Cardenal Darío Castrillón Hoyos, "Entrevista", The Latin Mass Magazine (mayo de 2004): “No me gustan, por cierto,
aquellas opiniones que quisieran reducir el 'fenómeno' tradicionalista sólo a
la celebración del rito antiguo, como si fuera un porfiado y nostálgico apego
al pasado […] En realidad, lo que a menudo encontramos es una visión cristiana
de la vida de fe y de devoción -compartida por tantas familias católicas
enriquecidas a menudo por muchos hijos- que tiene características especiales,
pudiéndose mencionar como ejemplos: un fuerte sentido de pertenencia al Cuerpo
de Cristo, un deseo de mantener sólidos vínculos con el pasado –que quisiera
ver no en contraste con el presente, sino en continuidad con la Iglesia- en la
presentación de las principales enseñanzas de la fe, un profundo deseo de
espiritualidad, de sacralidad, etcétera”.
[20] Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, núm. 13, y también núm. 42: “El hombre moderno escucha más a los testigos que a los
profesores y, si escucha a éstos, es porque son testigos” (“homo nostrae
huius aetatis libentius testes quam magistros audit; qudsi suas hisce praebes
aures, ita facit, quoniam testes sunt”).
[21] Juan Pablo II, Ecclesia in
Europa, núm. 108: “No cabe duda de que la fe cristiana pertenece, de un modo
radical y decisivo, a las fundaciones de la cultura europea. En efecto, el
cristianismo ha formado a Europa, imprimiendo en ella ciertos valores básicos. Incluso
la Europa moderna, que ha dado al mundo el ideal democrático y los derechos
humanos, extrae sus valores de su herencia cristiana. Más que un área
geográfica, se puede describir a Europa como un concepto primordialmente
cultural e histórico, que denota una realidad que constituye un continente
gracias también a la fuerza unificadora del cristianismo, el que ha sido capaz
de integrar pueblos y culturas entre sí, y que está íntimamente vinculado con
la cultura europea como un todo”. Cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Ecclesia in America (1999), núm. 14. “El mayor don que América ha recibido del Señor es la fe
que la ha formado en su identidad cristiana. El nombre de Cristo ha sido
proclamado por más de quinientos años en este continente. La evangelización que
acompañó a las migraciones europeas ha formado el perfil religioso de América,
caracterizado por valores morales que, aunque no siempre son practicados
coherentemente y a veces son puestos en duda, comportan en cierto sentido el
patrimonio hereditario de todos los americanos, aún de aquéllos que no
reconocen explícitamente este hecho”.
[22] MacIntyre, A., Whose Justice? Which Rationality? (Londres, Duckworth, 1988), p. 394: “Al encontrar una presentación coherente de una
determinada tradición […] esa persona experimentará a menudo el impacto de
darse cuenta: esto no es solamente […] lo que hoy pienso que es verdad, sino lo
que, en cierta medida, siempre he pensado que era verdad”.
[23] San Agustín, Confesiones,
10, 27 (38): “Sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova, sero te
amavi! Et ecce intus eras et ego foris et ibi te quaerebam et in ista formosa,
quae fecisti, deformis irruebam. Mecum eras, et tecum non eram. Ea me tenebant longe a te, quae si in te
non essent, non essent. Vocasti et clamasti et rupisti surditatem meam,
coruscasti, splenduisti et fugasti caecitatem meam; fragrasti, et duxi spiritum
et anhelo tibi, gustavi, et esurio et sitio, tetigisti me, et exarso in pacem
tuam”.
[24] Sir Harold Mario Mitchell Acton KBE(1904-94), historiador católico,
escritor y poeta.
[25] Vladimir Ashkenazy (1937), director de orquesta y pianista, no
católico.
[*] John Bayley (1925-2015), escritor y crítico literario, profesor de inglés en Oxford, anglicano no practicante.
[26] Sir Lennox Berkeley (1903-1989), compositor, convertido al
catolicismo.
[27] Sir Maurice Bowra (1898-1971), Presidente de la Academia Británica,
no católico.
[28] Dame Agatha Christie DBE (1890-1976), escritora, no católica.
[29] Kenneth, Baron Clark, OM, CH, KCB, FBA (1903-1983), historiador del
arte, convertido al catolicismo in
extremis.
[31] Cyril Connolly (1903-74), crítico, escritor, no católico.
[32] Sir Colin Rex Davis, CH, CBE (1927-), director de orquesta, no católico.
[33] Hugh Delargy (1908-76), parlamentario, laborista, católico.
[34] Robert Mortimer (1902-76), obispo anglicano de Exeter.
[35] Miles Francis Stapleton Fiztalan-Howard (1915-2002), Orden de Pío IX, KG, GCVO,
CB, CBE, MC, DL, GCPO, Conde Mariscal, 17° Duque de Norfolk.
[36] Constantine Fitzgibbon (1919-83), historiador,
católico.
[37] Sir William Frederick Glock, CBE (1908-2000), crítico musical
(coordinador de música BBC, coordinador de los Proms), no católico.
[38] Magdalen Goffin (1923), escritora, católica.
[39] Robert von Ranke Graves (1895-1985), poeta, académico, escritor, no
católico.
[40] Graham Greene OM, CH (1904-1991), novelista, convertido al
catolicismo, no practicante.
[41] Major Ian Greenlees (1918-1988), escritor, académico, Director del
Instituto Británico de Florencia, católico.
[42] Joseph, Baron Grimond, CH,
CBE, TD, PC (1913-93), abogado, escritor, político (líder del Partido Liberal),
no católico.
[43] Harman Grisewood, CBE, Chambelán del Papa (1908-1997), actor,
novelista, ejecutivo de radio y televisión (Controlador del Tercer Programa,
BBC), católico.
[44] Colin Hardie (1906-98), académico (clasicista, Fellow del Magdalen
College, Oxford), no católico.
[45] Sir Rupert Hart-Davis (1907-99), publicista, escritor, no católico.
[46] Dame Barbara Hepworth (1903-75), escultora, no católica.
[**] Auberon Herbert (1922-1974), terrateniente y abogado para las causas de Europa de Este después de la Segunda Guerra Mundial, católico.
[**] Auberon Herbert (1922-1974), terrateniente y abogado para las causas de Europa de Este después de la Segunda Guerra Mundial, católico.
[47] John Jolliffe (1929-85), académico, Director de la Biblioteca
Bodleiana, Oxford, no católico.
[48] David Jones (1895-1974), artista, poeta, convertido al catolicismo.
[49] Sir Osbert Lancaster (1908-1986), dibujante.
[50] Francis Raymond Leavis, CH (1895-1978), crítico literario,
escritor, no católico.
[51] Cecil Day-Lewis CBE (1904-1972), poeta, British Poet Laureate, no católico.
[52] Sir Edward Montague Compton Mackenzie OBE (1883-1972), escritor,
convertido al catolicismo.
[53] George Malcolm, KSG, CBE (1917-1997), músico, director de orquesta,
Maestro de Música de la Catedral de Wetsminster, católico.
[54] Sir Max Edgar Lucien Mallowan CBE (1908-1978), profesor de
arqueología, Fellow del All Souls College (Oxford), católico.
[55] Alfred Marnau (1918-1999), poeta, novelista, coordinador de esta
petición al Papa, católico.
[56] Yehudi Menuhin OM, KBE (1916-1999), violinista, director de orquesta,
no católico.
[57] Nancy Mitford CBE (1904-1973), escritora, no católica.
[58] Raymond Mortimer (1895-1980), escritor, editor de The New Stateman, católico no
practicante.
[59] Thomas Malcolm Muggeridge (1903-1990), escritor, convertido al
catolicismo.
[60] Dame Iris Murdoch (1919-1999), filósofa, novelista, no católica.
[61] John Murray (1898-1975), teólogo anglicano.
[62] Sean O’Faolain (1900-1991), académico, escritor, católico.
[63] Edward James Oliver (1911-1992), biógrafo, convertido al catolicismo.
[64] William Edward George Asquith (1916-2011), 2° Conde de Oxford y Asquith, KCMG, administrador colonial, católico.
[65] William Plomer (1903-1973), escritor, no católico.
[66] Kathleen Raine CBE (1908-2003), poetisa, escritora, no católica.
[67] William, Baron Rees-Mogg (1928-2012), escritor,
periodista (editor de The Times).
[68] Lt-Cdr. Sir Ralph
Richardson (1902-1983), actor, católico.
[69] John Moorman (1905-1989), obispo anglicano de Ripon.
[70] Charles Ritchie Russell (1908-1986), Baron Russell of
Killowen , Lord Justice of Appeal, Lord of Appeal in Ordinary, católico.
[***] Rivers Scott (1921-2014), editor y periodista, convertido al catolicismo.
[***] Rivers Scott (1921-2014), editor y periodista, convertido al catolicismo.
[71] Dame Joan Alston Sutherland OM, DC, OBE (1925-2010), soprano, no
católica.
[72] Theodore Philip Toynbee (1916-1981), periodista, escritor, no
católico.
[73] Martin Turnell (1908-1979), académico, escritor.
[74] Bernard Wall (1908-1974), publicista, escritor, católico.
[75] Major Sir Patrick Henry Bligh Wall (1916-1998), KBE, MC, VRD (Legión al Mérito,
EEUU), parlamentario, conservador, católico.
[76] Edward Ingram Watkin (1888-1991), escritor, convertido al
catolicismo.
[77] Robert Charles Zaehner (1913-1974), académico, escritor, convertido
al catolicismo.
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