El escritor inglés Graham Greene (1904-1991) cuenta sin duda alguna entre los más notables
escritores del siglo XX, tanto en lo que a la recepción de la crítica como a su inmensa
popularidad entre los lectores se refiere, siendo incluido en 1966 y 1967 en la "lista corta" del Premio Nobel de Literatura. Él supo describir como pocos la ambigüedad moral y las angustias e incertidumbre propias de la época en que vivió.
Greene se convirtió al catolicismo en 1926, luego de conocer a quien sería su mujer, Vivien Dayrell-Browning, también conversa (a quien abandonaría en 1948, siguiendo casados sin embargo también ante la ley civil hasta la muerte de Greene). Además de su vena algo más ligera (aunque no desprovista de trasfondo filosófico, político y moral), representada en sus novelas de intrigas, que él llamada "entretenimientos" (El tercer hombre, El americano impasible, Nuestro hombre en La Habana, por nombrar algunas), su fama descansa fundamentalmente en sus "novelas católicas" (calificativo que él rechazaba, pues se veía a sí mismo no como un "novelista católico", sino simplemente como un novelista que, además, era católico): Brighton Rock (1938), El poder y la gloria (The Power and the Glory, 1940), El revés de la trama (The Heart of the Matter, 1948) y El final de la aventura (The End of the Affair, 1951).
Estas últimas novelas fueron siempre muy polémicas precisamente en ambientes católicos, pues Greene se engarza en una cierta tradición literaria del siglo XX que Juan Manuel de Prada ha llamado con acierto "catolicismo pesimista", entre la cual, pese a las enormes diferencias individuales y literarias, podrían incluirse también León Bloy, Joris-Karl Huysmans, Flannery O'Connor, Julien Green o David Lodge, entre otros. Así, en sus novelas, Greene no se refrena al momento de retratar nuestra naturaleza caída y sus personajes están habitualmente marcados por sus fallas y conflictos morales. La relación del propio Greene con su fe fue siempre problemática, dejando de frecuentar los sacramentos en los años cincuenta (describiéndose después incluso como un "católico agnóstico") y hasta su reconciliación con la Iglesia al final de su vida, etapa que transcurrió en Vevey, Suiza.
En 1996, la Editorial Espasa publicó el libro intitulado Graham Greene. Hermano y amigo escrito por el Rvdo. Leopoldo Durán Justo (1917-2008), quien fue su confidente durante los últimos 20 años de vida del escritor inglés y que fuera determinante en el retorno final de Greene a la Fe.
Graham Greene
(Foto: Wikimedia Commons)
Greene se convirtió al catolicismo en 1926, luego de conocer a quien sería su mujer, Vivien Dayrell-Browning, también conversa (a quien abandonaría en 1948, siguiendo casados sin embargo también ante la ley civil hasta la muerte de Greene). Además de su vena algo más ligera (aunque no desprovista de trasfondo filosófico, político y moral), representada en sus novelas de intrigas, que él llamada "entretenimientos" (El tercer hombre, El americano impasible, Nuestro hombre en La Habana, por nombrar algunas), su fama descansa fundamentalmente en sus "novelas católicas" (calificativo que él rechazaba, pues se veía a sí mismo no como un "novelista católico", sino simplemente como un novelista que, además, era católico): Brighton Rock (1938), El poder y la gloria (The Power and the Glory, 1940), El revés de la trama (The Heart of the Matter, 1948) y El final de la aventura (The End of the Affair, 1951).
Estas últimas novelas fueron siempre muy polémicas precisamente en ambientes católicos, pues Greene se engarza en una cierta tradición literaria del siglo XX que Juan Manuel de Prada ha llamado con acierto "catolicismo pesimista", entre la cual, pese a las enormes diferencias individuales y literarias, podrían incluirse también León Bloy, Joris-Karl Huysmans, Flannery O'Connor, Julien Green o David Lodge, entre otros. Así, en sus novelas, Greene no se refrena al momento de retratar nuestra naturaleza caída y sus personajes están habitualmente marcados por sus fallas y conflictos morales. La relación del propio Greene con su fe fue siempre problemática, dejando de frecuentar los sacramentos en los años cincuenta (describiéndose después incluso como un "católico agnóstico") y hasta su reconciliación con la Iglesia al final de su vida, etapa que transcurrió en Vevey, Suiza.
Tumba de Graham Greene en Corceaux, Suiza
(Foto: Wikimedia Commons)
En 1996, la Editorial Espasa publicó el libro intitulado Graham Greene. Hermano y amigo escrito por el Rvdo. Leopoldo Durán Justo (1917-2008), quien fue su confidente durante los últimos 20 años de vida del escritor inglés y que fuera determinante en el retorno final de Greene a la Fe.
Algo cabe decir acerca de este sacerdote nacido en Orense (Galicia, España), quien había recibido su ordenación en 1943 como parte de la Congregación de la Misión, la que luego abandonó para integrarse al clero secular. Tuvo una intensa formación académica, doctorándose primero en Teología en el entonces Instituto Pontificio Angelicum de Roma, después en Literatura inglesa en el King's College de Londres, y finalmente en Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, lugar al que continúo ligado como profesor hasta su jubilación en la década de 1980. Durán residió casi tres décadas en Inglaterra y allí, en 1972, conoció a Graham Greene, que se puso en contacto con él al saber que había realizado su tesis doctoral sobre el sacerdocio en los escritos de Graham Greene, la cual fue publicada por la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.) en 1974.
El sacerdote gallego acompañó al escritor británico tanto en sus estancias en Niza (Francia) como en Vevey (Suiza) adonde acudió para acompañarlo cuando Greene murió, en 1991. Pero sobre todo fue su compañero de andanzas en España y, de forma especial, en su tierra natal. En el monasterio de Oseira (Orense), en el que pasaron temporadas, todavía recuerdan la pasión de los dos por degustar vinos, especialmente aquellos que preparaba don Antonio, cuya casa de la localidad de Las Regadas visitaban casi cada año. Fruto de esos viajes, nació la novela de Graham Greene Monseñor Quijote (Monsignor Quixote), publicada en 1982 e inspirada en cierta forma en las correrías que el autor hizo con Durán por el norte de España. Conviene recordar que, en una entrevista hecha por John Cornwell y publicada en The Tablet el 23 de septiembre de 1989, Greene contó que su amigo sacerdote tenía "permiso de su obispo para celebrar la Misa en latín y en cualquier lugar" (Pearce, J., Escritores conversos, trad. de Gloria Esteban Villar, Madrid, Palabra, 4ª ed., 2009, p. 528), lo que era algo excepcional en esos años, sobre todo estando tan frescas en la memoria las consagraciones hechas el año anterior por Monseñor Lefebvre.
Pbro. Leopoldo Durán Justo
(Foto: Luis Magán/El País)
El sacerdote fue también, con Vicente Cebrián-Sagarriga (1914-2010), X Conde de Creixell, patrono de la Fundación Graham Greene, que duró un par de años hasta que el titular decidió suprimirla, a pesar de que le servía para contrarrestar las acusaciones de que era comunista. El autor inglés solía decir, según recordaba Durán: '"Cómo voy a ser comunista si los encargados de mi fundación en España son un cura y un aristócrata".
A partir del íntimo relato del Rvdo. Leopoldo Durán, queremos ofrecer en esta entrada tres estampas del efecto que la liturgia católica provocó en el autor inglés.
Primer acto: la Santa Misa de Pío XII y San Pío de Pietrelcina
En 1949 Graham Greene tuvo una audiencia con Pío XII, la que se prolongó por veinte minutos. Esa vez, el Papa no lo invitó a sentarse, como haría alguno años más tarde el Papa Pablo VI. Previo a ser recibido, el autor inglés había tenido la oportunidad de oír la Santa Misa dicha por el Santo Padre. Tras un rato de charla, y según la narración del Rvdo. Leopoldo Durán, se produjo el siguiente diálogo:
"Santidad, dos Misas me han impresionado en mi vida de manera especial".
El Papa le preguntó cuáles. A lo que Graham contestó:
"Una de ellas la que acaba de celebrar Vuestra Santidad".
"¿Y la otra?", preguntó el Papa.
"La que oír decir al Padre Pío".
Graham añade:
"El Papa se puso serio, manteniendo distancias, en señal de desagrado".
El Papa Pío XII
(Foto: Pinterest)
Sin embargo, antes de despedirse, Graham Greene le pidió al Papa que rezase por su amigo el obispo Mathews, quien estaba gravemente enfermo. Más tarde se enteró de que su amigo había recibido una caja de chocolatines que él prefería. El Papa había ordenado a una pastelería de Roma que se los enviase.
El relato de esta anécdota requiere cierta contextualización, dado que hoy Pío de Pietrelcina (1887-1968) figura en el libro de los santos reconocidos por la Iglesia. Pero no siempre fue así, pues durante su vida el padre Pío fue objeto de numerosas investigaciones por parte de las autoridades eclesiásticas. En el período comprendido entre 1924 y 1931, la Sede Apostólica hizo varias declaraciones negando que los acontecimientos en la vida del Padre Pío se debieran a alguna causa de origen sobrenatural. En un momento dado, se le impidió públicamente incluso el desempeño de sus deberes sacerdotales, como el confesar y decir Misa. Por temor a disturbios locales, un plan para transferir al padre Pío a otro convento fue abandonado y un segundo plan fue cancelado cuando un motín estuvo a punto de suceder. En 1933, empero, la situación comenzó a cambiar y el papa Pío XI ordenó que se revirtiera la prohibición de celebrar Misa que pesaba sobre el capuchino. Al año siguiente se le permitió volver a escuchar confesiones. También se le dio permiso honorario para predicar, a pesar de no haber tomado el examen para la licencia de predicación. Pío XII fue todavía más allá y animó a los devotos a visitar al padre Pío en su convento de Giovanni Rotondo.
San Pío de Pietrelcina celebrando la Santa Misa
(Foto: Il blog della preghiera)
El Rvdo. Leopoldo Durán nos cuenta cómo fue esa Misa celebrada por San Pío de Petralcina a la que asistió Graham Greene:
Luego me contó la Misa celebrada por el padre Pío a quien Graham quería y admiraba. Desde esta Misa, que le había impresionado, llevaba siempre en su cartera una estampita del padre Pío. La Misa fue a las cinco de la mañana, pues el Vaticano así lo había ordenado al santo religioso. La gente había esperado a la puerta de la iglesia, durante horas, a que es les permitiese entrar y ver "al santo". Apareció el padre en el altar, con unos mitones en las manos para ocultar los estigmas de la Pasión. El padre pronunciaba distinta y pausadamente cada palabra, pero Graham le pareció que la Misa había durado el tiempo normal, no más de media hora. Al salir y mirar el reloj, vio el padre Pío había estado en el altar entre setenta y cinco minutos y hora y media. Un artículo calumnioso, publicado en Inglaterra, dijo que Graham se había salido de la Misa por parecerle demasiado larga.
Un amigo de Graham quiso llevarle a la sacristía, antes o después de la Misa, para que allí viese al padre Pío. Pero Greene se negó, por temor a encontrase cara a cara con un santo. Luego el padre Pío preguntaba al amigo de Graham:
"¿Qué es de tu amigo inglés, aquel que no se atrevió a venir a verme?"
Nadie le había dicho una palabra al padre Pío de aquel "amigo inglés".
(Foto: P. Guglielmo Alimonti)
El amor que el Padre Pío sentía por la liturgia, donde se unía a Cristo en el Calvario, hizo que sintiese temor antes los cambios que comenzaban a verse. Si bien el Novus Ordo no entró en vigor oficial y obligatoriamente hasta 1969, seis meses después de su muerte, ya desde el primer domingo de Cuaresma de 1965 (que ese año cayó el día 7 de marzo) se habían comenzado a celebrar por primera vez Misas en lengua vulgar según los textos litúrgicos experimentales debidos a la labor del Consilium dirigido por el Cardenal Giacomo Lercaro (1891-1976) y secundado por monseñor Annibale Bugnini (1912-1982). Como es natural, esta liturgia experimental que abandonaba el latín y revolucionaba la formulación teológica del sacramento, no podía encontrar conformidad en el Padre Pío.
Es así que, enterado de los cambios y antes de que la nueva liturgia fuese autorizada oficialmente, el 17 de febrero de ese año había solicitado poder seguir celebrando la Misa según el rito de siempre. Paulo VI accedió gustoso a esa petición del Padre Pío y el 9 de marzo envió personalmente al Cardenal Antonio Bacci (1885-1971), el mismo que unos años más tarde denunciaría junto con el Cardenal Alfredo Ottavini (189-1979) los puntos controvertidos de la nueva liturgia, a que llevara él mismo el indulto, autorizando al anciano capuchino a celebrar siempre la Santa Misa con que había sido ordenado sacerdote para el servicio del altar. El haber escogido al Cardenal Bacci no era azar. Aparte de que había sido uno de los pocos prelados que siempre manifestaron su apoyo y su amistad al Padre Pío en los momentos más difíciles de la segunda persecución, había sido también durante el Concilio -que terminaría pocos meses más tarde- uno de los más ardientes defensores del rito tradicional de la Iglesia. Después de haberle dado las gracias por ese indulto concedido por el Papa, el Padre Pío tomó las manos del cardenal y de rodillas le dijo con el rostro transido de dolor: "El concilio, por piedad, terminadlo pronto". Aunque el Concilio efectivamente terminó al poco tiempo, los cambios serían ya irreversibles y la ansiada primavera de la Iglesia nunca acabaría de llegar.
Es así que, enterado de los cambios y antes de que la nueva liturgia fuese autorizada oficialmente, el 17 de febrero de ese año había solicitado poder seguir celebrando la Misa según el rito de siempre. Paulo VI accedió gustoso a esa petición del Padre Pío y el 9 de marzo envió personalmente al Cardenal Antonio Bacci (1885-1971), el mismo que unos años más tarde denunciaría junto con el Cardenal Alfredo Ottavini (189-1979) los puntos controvertidos de la nueva liturgia, a que llevara él mismo el indulto, autorizando al anciano capuchino a celebrar siempre la Santa Misa con que había sido ordenado sacerdote para el servicio del altar. El haber escogido al Cardenal Bacci no era azar. Aparte de que había sido uno de los pocos prelados que siempre manifestaron su apoyo y su amistad al Padre Pío en los momentos más difíciles de la segunda persecución, había sido también durante el Concilio -que terminaría pocos meses más tarde- uno de los más ardientes defensores del rito tradicional de la Iglesia. Después de haberle dado las gracias por ese indulto concedido por el Papa, el Padre Pío tomó las manos del cardenal y de rodillas le dijo con el rostro transido de dolor: "El concilio, por piedad, terminadlo pronto". Aunque el Concilio efectivamente terminó al poco tiempo, los cambios serían ya irreversibles y la ansiada primavera de la Iglesia nunca acabaría de llegar.
Encuentro de San Pío de Pietrelcina con S.E.R. Mons. Marcel Lefebvre (1967)
(Foto: Pellegrino di Padre Pio)
Segundo acto: Graham Greene y la reforma litúrgica
La reforma litúrgica tiene sus inicios a mediados de la década de 1960, cuando comenzaron a hacerse las primeras modificaciones al rito recién retocado por el Papa Juan XXIII. Ellas, conservando todavía un sustrato de desarrollo orgánico de la liturgia, no serían más que el preludio de la completa sustitución del rito romano por uno nuevo creado ex profeso por una comisión de expertos. En el Reino Unido, dicha reforma fue particularmente resistida, y no sólo por los católicos, quienes por siglos debieron preservar su Fe frente al avance impositivo del anglicanismo. Así lo demuestra la carta que una serie de intelectuales enviaron al Papa Pablo VI solicitando la conservación de la Misa tradicional, la que dio origen al primer indulto (conocido con el nombre de la escritora Agatha Christie) para Inglaterra y Gales. En otra entrada hemos referido el profundo dolor que las primeras reformas causaron en otro escritor inglés, Evelyn Waugh.
De ahí que no sorprenda la opinión que Graham Greene tenía de la liturgia, según refiere el Rvdo. Leopoldo Durán:
En el campo de la liturgia, Graham era marcadamente tradicional. ¿A qué simplificar tanto la liturgia?, pensaba. ¿Por qué omitir parte de las palabras del centurión, por ejemplo? [se refiere a la supresión de la triple repetición de la oración con que los fieles contestan al sacerdote que presenta al Cuerpo de Cristo antes de la comunión, que en la Misa reformaba sólo se dice una vez] El Evangelio de San Juan con el que se concluía la Misa es de una grandeza soberana. Ambos lo decimos con frecuencia en nuestra Misa en latín.
La Misa de réquiem celebrada en la catedral de Westminster por Greene, muerto en Suiza, fue oficiada completamente en "ese latín tradicional que tanto amaba", como escribió The Times, predicando la homilía el Rvdo. Roderick Strange, ex capellán católico de la Universidad de Oxford.
La Misa de réquiem celebrada en la catedral de Westminster por Greene, muerto en Suiza, fue oficiada completamente en "ese latín tradicional que tanto amaba", como escribió The Times, predicando la homilía el Rvdo. Roderick Strange, ex capellán católico de la Universidad de Oxford.
El Pbro. Leopoldo Durán (izq.) y Graham Greene (der.)
(Foto: Fdv/El Faro de Galicia)
Tercer acto: Monseñor Quijote
En 1982, como lo adelantábamos, Greene publica Monseñor Quijote (Monsignor Quixote). El libro recuerda tanto a las andanzas del Caballero de la Triste Figura como al inmortal Don Camilo creado por Giovannino Guareschi (1908-1968). Al hilo de las aventuras por una España que despierta de un letargo de cuatro décadas, el anciano párroco rural y el ex-alcalde comunista de El Toboso enhebran una plática que, en principio, parece recrudecer el antiguo pleito entre el marxismo y la doctrina católica, pero que pronto trasciende esa polémica y se sumerge en los temas que conciernen al hombre de cualquier tiempo: la Fe, el amor, la integridad moral, el enriquecimiento mutuo de dos hombres que deponen la acritud del dogmatismo para conversar.
Sabiendo el aprecio que Graham Greene tenía por la liturgia tradicional, no resulta extraña la apoteosis que se hace de ella en la escena final de Monseñor Quijote. Ahí el sacerdote y Sancho son llevados a un monasterio trapense donde, sonámbulo y en delirio, el primero se levanta de su cama por la noche, se dirige a la iglesia en pijama, celebra la Misa tradicional (en todo momento imaginando que tiene en sus manos pan y vino para consagrar) y entonces, en un postrer esfuerzo de una vida consumida por el servicio a Cristo y su Iglesia, da la comunión al ex alcalde comunista, ahora entrañable amigo, antes de hundirse muerto en los brazos de su amigo. Bien podría decirse, entonces, Ite, Missa est al cerrar el libro.
En 1985, el propio Greene y el director Christopher Neame adaptaron Monseñor Quijote como una película para la televisión, protagonizada por Alec Guinness como el Padre Quijote y Leo McKern como Sancho, además de otros conocidos actores. En los viajes realizados por la península durante el rodaje, los acompañaba el Rvdo. Leopoldo Durán.
Escena de la Misa tridentina imaginaria en la versión televisiva (1985) de Monseñor Quijote, con Alec Guinness (der.) y Leo McKern (izq.)
(Foto: Dende a butaca)
En 1985, el propio Greene y el director Christopher Neame adaptaron Monseñor Quijote como una película para la televisión, protagonizada por Alec Guinness como el Padre Quijote y Leo McKern como Sancho, además de otros conocidos actores. En los viajes realizados por la península durante el rodaje, los acompañaba el Rvdo. Leopoldo Durán.
Graham Greene (centro) durante la filmación de Monseñor Quijote en España
(Foto: Thames Television/The Telegraph)
Nota de la Redacción: Los textos aquí transcritos han sido tomados de Durán, L., Graham Greene. Amigo y hermano, Madrid, Espasa, 1996, pp. 28-29 y 131-132.
***
Actualización [17 de marzo de 2021]: Religión en libertad ha publicado la traducción de un interesante sobre las complejidades de la fe de Graham Greene.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Política de comentarios: Todos los comentarios estarán sujetos a control previo y deben ser formulados de manera respetuosa. Aquellos que no cumplan con este requisito, especialmente cuando sean de índole grosera o injuriosa, no serán publicados por los administradores de esta bitácora. Quienes reincidan en esta conducta serán bloqueados definitivamente.