sábado, 17 de julio de 2021

Primeras reacciones ante el motu proprio Custodis Traditionis

Conmoción ha causado la promulgación del motu proprio Custodis Traditionis, por el cual el papa Francisco ha decidido que la Misa tradicional regrese a un estado similar o peor al que tenía antes del régimen de indulto de 1984. La situación ha provocado un inmenso sufrimiento a muchísimos católicos que siguen viviendo su fe de acuerdo con la enseñanza de Cristo explicada por la Iglesia en su Magisterio multisecular, frecuentando los sacramentos y en comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro y los Obispos. Algunos vivieron los años de persecución, cuando la Misa tradicional estaba en la práctica prohibida y era perseguida en tantos lugares, incluso con actitudes que hoy parecen grotescas o surrealistas. La Asociación Litúrgica Magníficat es un ejemplo de esa preservación de lo sagrado, pues desde 1966 ha mantenido la celebración de la Santa Misa según los libros litúrgicos vigentes en 1962. Otras personas sólo han conocido la libertad y los frutos que trajo consigo el motu proprio Summorum Pontificum ahora derogado por el papa Francisco, que permitió que en estos últimos 14 años tanta gente conociera y se beneficiara de la Misa tradicional y que surgiesen institutos tradicionales en continuo crecimiento. Esta es la realidad de la gran mayoría de católicos, si se considera que los primeros cambios en la liturgia comenzaron en 1965 y el rito reformado entró en vigor en 1970. Sólo personas que hoy superan los 70 años tienen recuerdo de cómo era la Misa antes del Concilio Vaticano II; en su gran mayoría la feligresía de la Misa tradicional llegó a ella desde la liturgia reformada, buscando mayor piedad, sacralidad y misterio. Así lo demuestran las parroquias personales dedicadas a la Misa tradicional erigidas desde 2007 y los 468 obispos y cardenales que han celebrado públicamente con esos libros litúrgicos

La gravedad del documento publicado ayer tiene múltiples dimensiones que requieren análisis más detenidos. Las consecuencias más importantes inciden sobre el plano jurídico y el teológico. Desde el punto de vista del derecho, Custodis Traditionis confirma la visión posmoderna sobre lo jurídico. El derecho es un acto de poder que se ordena a reconfigurar las relaciones sociales conforme a los equilibrios que exige un difuso concepto de justicia social. La misma cosa justa (ipsa res iusta), que debe ser descubierta a través de la razón, no interesa porque los fines son ideológicos. En el plano teológico, el motu proprio reafirma la idea que las doctrinas de la Iglesia están sujetas a cambio y pueden sufrir alteraciones sustanciales por un acto de voluntad, pues el propósito es ajustar el dogma al espíritu del tiempo. Algo similar comentaba en esta bitácora Un padre de familia a propósito de la modificación del Catecismo de la Iglesia Católica respecto de la pena de muerte. Mientras hasta el 15 de julio de 2020, el rito romano tenía dos maneras de manifestación y en ambas se expresaban el culto en Espíritu y Verdad que Cristo le pidió a la Iglesia celebrar hasta su regreso, desde el día siguiente sólo existe una lex orandi para el rito romano: la liturgia reformada. Todo el desarrollo litúrgico anterior, que fue fruto de una evolución orgánica de siglos, ya no expresa (o quizá desde 1970 dejó de expresar) una forma legítima de manifiesta la fe de la Iglesia latina. Se trata de la negación de aquella constatación que hacía Benedicto XVI en la carta con que presentó a los Obispos el motu proprio Summorum Pontificum: "Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial". El nuevo texto pontificio demuestra que sí puede suceder que lo que tantas generaciones tuvieron como sagrado deje de serlo y se trasforme en perjudicial, bastando para ello una arbitraria declaración de voluntad. 

Las reacciones ante Custodes Traditionis se acrecientan con el paso de las horas, sobre todo porque la decisión del Papa se produce en medio de una pandemia que ha provocado que un sinnúmero de iglesias alrededor del mundo continúan sin atención sacramental de los fieles. En Chile, por ejemplo, somos muchos los fieles que hemos tenido que oír Misa desde la calle, detrás de una reja, y confesarnos entre los transeúntes que caminan por la acera. Y hemos sido afortunados, porque hay varias iglesias que continúan cerradas. Mientras el Papa impide una forma de celebración litúrgica en crecimiento, como lo ha mostrado la encuesta realizada por la Federación Internacional Una Voce, en una localidad de Bélgica, una de las cunas del Movimiento Litúrgico que impulsó la reforma de 1970 que se quiere reforzar, se ha anunciado la demolición del 40% de las iglesias católicas existentes

"Los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, de conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del rito romano"

Felipe Alanis, presidente de la Federación Internacional Una Voce, llama a trabajar más duro y hablar más fuerte sobre las razones por las que no hay que rendirse en defensa de la Tradición de la Iglesia, haciendo al mismo tiempo oración por ella y por el Papa. Caminante Wanderer llama a seguir celebrando la Misa tradicional como hasta ahora, y con más frecuencia y cantidad si cabe. Hay que demostrar que el árbol de la Tradición está vivo y, aunque haya sufrido una feroz mutilación, seguirá creciendo y dando frutos porque la naturaleza de las cosas (especialmente cuando son santas) puede más que los actos humanos. El P. Santiago Marín, que es un sacerdote que no podríamos calificar de un "rígido tradicionalista", destaca la dureza con unos y la pasividad con otros que muestra la Sede Apostólica, olvidando la misericordia que debe siempre combinarse con la justicia. Carmelo López-Arias lamenta que en Custodis Traditionis y la carta a los obispos que lo acompaña se "incluyan elementos que no parecen esenciales a su objeto y sin embargo resultan innecesariamente hirientes para sus destinatarios". También Infovaticana llama la atención sobre la dureza con el Santo Padre se expresa respecto de las formas litúrgicas previas a la reforma conciliar y a los fieles que quieren vivir su fe católica de acuerdo con ellas, contrariando su llamada a vivir una "revolución de la ternura" dentro y desde la Iglesia. Gregory DiPippo pedía oraciones por el Papa, cuyo pontificado quedará manchado "para el resto de la historia, junto con el propio trono de San Pedro, por este inédito y acto absolutamente gratuito de crueldad pastoral". Daño y descrédito son igualmente las dos consecuencias que Ex Orbe asigna al reciente documento pontificio. Acción Litúrgica, que ha vuelto a la actividad, considera que el motu proprio no parece "la carta de un Padre a sus hijos" ni tiene un efecto "en absoluto sanador"; su redacción evidencia que que "hay miles de católicos que a Roma no le gustan y que, probablemente, está más que dispuesta a que desaparezcan de la Iglesia, de una Iglesia en la que al parecer ya no son, ya no somos, bienvenidos".

Por su parte, los institutos tradicionales y los algunos obispos oscilan entre el desconcierto y las llamadas a la unidad en torno a la fe católica. Miguel Ángel Yáñez recuerda que el problema que hay detrás, y que el nuevo documento confirma, es mucho más profundo: se trata de dos formas distintas de concebir la Iglesia de Cristo. También lo dice Specola: "No estamos ante un problema de ritos, sino ante un problema de fe, y cuando se pierde entramos en una espiral de locura". Como decía Chesterton, "cuando se elige algo, se rechaza todo lo demás". Por lo demás, y en respuesta a un artículo de S.E.R. Arthur Roche, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Mattew Hazell demostraba cuánto hay en el Misal reformado de aquel que lo precedió: sólo el 48,3% de las oraciones del Misal de 1962 están de alguna manera contenidas en el Misal de 1970, lo que demuestra que no existe unidad entre ambas expresiones rituales. Infovaticana expone las razones por las cuales el motu proprio del papa Francisco debe ser resistido, dado que se trata de una ley injusta que contraría el bien común de las almas. Rorate Caeli llama a ignorar el odioso y vengativo ataque a la Misa tradicional que supone Custodes TraditionisRiposte Catholique subraya las contradicciones de un texto que hace retroceder 40 ó 50 años la concordia litúrgica en la Iglesia, abriendo heridas que poco a poco iban cicatrizando. En sentido similar, Leo Darroch denuncia las mentiras que hay en la argumentación que señala que San Juan Pablo II sólo quiso beneficiar a los grupos por entonces existentes y no a otros. Paix Liturgique señala a Andrea Grillo como unos de los impulsores de la decisión de derogar Summorum Pontificum y de devolver la Misa tradicional a las catacumbas. Sabido es que para el profesor del Pontificio Ateneo San Anselmo los sacramentos son formas de educar a los fieles. Finalmente, Stefano Fontana señala que las nuevas normas son el réquiem para la hermenéutica de la continuidad que intentó impulsar Benedicto XVI desde su célebre discurso a la Curia para la Navidad de 2005; desde hoy se entroniza la hermenéutica de la ruptura, con el Concilio Vaticano II como hito de diferenciación entre dos épocas. 

Con el fin de proporcionar material para la reflexión, compartimos con nuestros lectores dos textos breves sobre el nuevo texto pontificio escritos por el Dr. Joseph Shaw (Latin Mass Society) y el Dr. Peter Kwasniewski, que han sido traducidos por la Redacción. El primero de esos textos también ha sido traducido por Una Voce España

 "Se cuidará de no autorizar la constitución de nuevos grupos"
(Foto: Le Parisien)

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Algunos comentarios a la carta apostólica Custodis Traditionis

Joseph Shaw

A la luz de la publicación de la carta apostólica en forma de motu proprio Custodis Traditionis hoy en la mañana, quisiéramos comentar este documento y explicar a nuestros seguidores, en términos simples, lo que él significa en realidad.

Dicho documento habrá de ser una gran desilusión para los muchos sacerdotes y laicos católicos que respondieron a las palabras de los papas San Juan Pablo II y Benedicto XVI con las que ambos alentaron el uso de la tradición litúrgica anterior llamándola “justa aspiración” y “riquezas” de la Iglesia, respectivamente. Estos católicos han trabajado duramente durante muchos años, especialmente desde 2007, para construir la unidad de la Iglesia que, como lo declaró el Concilio Vaticano II, no depende de la uniformidad litúrgica, sino de la unidad de la fe bajo la autoridad del papa (Sacrosanctum Concilium 37; Orientalium Ecclesiarum 2).

La disposición de que la forma extraordinaria no se celebre en las iglesias parroquiales parece enteramente impracticable, en el contexto de las cuidadosas medidas que han tomado muchos obispos, desde hace mucho tiempo, en todo el mundo. 

El juicio negativo sobre la forma extraordinaria y sobre las comunidades que asisten a ellas parece absolutamente sin fundamento, y desafiamos a cualquier apologista de este documento a que aporte pruebas de que la forma extraordinaria ha debilitado la unidad de la Iglesia si se la compara con la celebración de los ritos orientales en occidente, las celebraciones litúrgicas especiales del movimiento neocatecumenal, o la gran variedad de estilos litúrgicos que uno encuentra en el contexto de la forma ordinaria del rito romano. 

Consideremos en detalle las normas de este documento:

Art. 1. Este parece refutar el argumento del papa Benedicto XVI de que se puede considerar que el rito romano tiene dos “formas”, la ordinaria y la extraordinaria. El documento adopta la terminología de “el Misal de 1962”.

Art. 2. Esto echa por tierra la presunción de autorización del Misal de 1962 creada por Summorum Pontificum en 2007. Sin embargo, esa presunción se basa en el hecho de que el Misal anterior nunca ha sido abrogado. Y puesto que el documento que comentamos no lo abroga formalmente, se crea una anomalía legal. 

Art. 3.1. La insistencia en que los grupos que asisten a la forma extraordinaria acepten, en algún sentido, la “validez y legitimidad” de la Misa reformada recuerda documentos anteriores (por ejemplo, el Indulto de 1984). Esto parece no ser más que un gesto inútil, ya que actualmente, tal como en aquella época, es imposible saber cómo los obispos podrían proceder a forzar dicha aceptación. 

Art. 3.2. En la práctica, hay obispos de todo el mundo que, ya sea por iniciativa propia o por la aprobación de iniciativas de sus sacerdotes, han señalado lugares en que la Misa antigua puede ser celebrada. La insistencia de que estos lugares no sean las iglesias parroquiales y de que no se erijan nuevas parroquias personales, parecería crear a los obispos un problema innecesario.

Muchas parroquias tienen “capillas adicionales”, oratorios de comunidades religiosas y otros lugares de culto, además de las iglesias parroquiales propiamente tales; pero no está claro qué ventaja se podría lograr, desde ningún punto de vista, si se transfirieran las celebraciones del Misal de 1962 a dichos lugares. 

Art. 3.3. Del mismo modo, ya hay obispos que, en la práctica, han determinado cuándo se puede celebrar el Misal de 1962, puesto que saben de la celebración pública de la Misa en sus diócesis y las permiten, al menos implícitamente. Debe advertirse que la Epístola y el Evangelio se leen por lo general en vernáculo en las celebraciones de 1962, y el actual documento no prohíbe que se las proclame también en latín, como ocurre en la actualidad. 

Art. 3.4, Art. 5. Estos artículos reestablecen el sistema vigente antes de 2007, cuando los obispos tenían que autorizar a los sacerdotes celebrar con el Misal de 1962. Sin embargo, hay que decir que los obispos conocen, e implícitamente permiten, a sus sacerdotes proceder de ese modo, ya que teniendo este conocimiento los nombran para desarrollar el ministerio parroquial u otras tareas. Esperar que los sacerdotes nuevamente soliciten este permiso (Art. 5) será, para muchos sacerdotes y obispos, una inútil actividad burocrática.

Art. 3.5. Los obispos siempre han tenido el poder de normar y, cuando hay razones suficientes, poner término a determinadas actividades pastorales en sus diócesis. Lo que las disposiciones del documento actual parecen establecer es una hermenéutica de la sospecha del Misal de 1962 y de quienes lo celebran o asisten a él, hasta el punto de que casi hay que considerados culpables mientras no demuestren su inocencia.   

Art. 3.6, Art. 4. Quitar a los obispos el poder de establecer nuevos grupos y de permitir a los sacerdotes que se ordenen en adelante la celebración de la Misa de 1962 parece estar en contradicción con la insistencia del documento en la autoridad y discreción de los obispos.

Arts. 6 y 7. Ambos declaran efectivamente abolida la autoridad de la Congregación de la Doctrina de la Fe en materias relacionadas con el Misal de 1962, la cual había sido reafirmada hace poco tiempo, cuando el papa Francisco amalgamó la Pontificia Comisión Ecclesia Dei con la Congregación para la Doctrina de la Fe. 

Si este documento es aplicado rigurosamente, entorpecerá gravemente la celebración, establecida desde hace ya mucho tiempo, del antiguo Misal, y conducirá a muchos fieles católicos, que no desean otra cosa que asistir a la antigua Misa en comunión con los obispos y el Santo Padre, a asistir a las celebraciones que están fuera de las estructuras de la Iglesia, sobre todo las de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X. 

Corresponde al obispo "indicar uno o más lugares donde los fieles adheridos a estos grupos pueden reunirse para la celebración eucarística (pero no en las iglesias parroquiales y sin erigir nuevas parroquias personales)"
(Fotos: Rorate Caeli)

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Primeras preguntas 

Peter Kwasniewski

¿Es tan malo como parece el motu proprio Custodes Traditionis?

Sí, al menos si lo tomamos en serio y creemos y actuamos como si fuera obligatorio para nosotros. En cambio, si reconocemos que es intrínsecamente anti-católico y que ningún Papa tiene el derecho de pisotear a los miembros de la Iglesia como Francisco está tratando de hacer, lo veremos, más bien, como una carga exterior, como una plaga, o una guerra, o una hambruna, o un gobierno perverso que hay que derrocar o tolerar hasta que se acabe.

¿Tiene el Papa potestad para emitir semejante diktat? No. Ese diktat vale menos incluso que el papel en que está escrito.

Quienes aman la liturgia tradicional y reconocen en ella el punto focal del patrimonio de la Iglesia van a seguir adelante del mejor modo posible: no van a pedir permiso para celebrar la Misa de siempre; no van a leer las lecturas en vernáculo, tomadas de las “ediciones aprobadas” (¿alguien está por la Nueva Biblia Americana?); preferirían morir como mártires antes que morir en la ignominia de la retractación.

Cualquier obispo del mundo que tenga alguna idea de lo que es el incontenible amor por la Tradición que experimentan los jóvenes y de su poder para revitalizar la Iglesia, hará tranquilamente a un lado este doloroso documento como si nada hubiera cambiado o, más bien, procederá con la certeza de que, como lo ha dicho Rorate Coeli en Twitter, “Francisco morirá, y la Misa tradicional seguirá viva”. 

"Las indicaciones sobre cómo proceder en las diócesis están dictadas principalmente por dos principios: por un lado, prever el bien de aquellos que están arraigados en la forma de celebración anterior y necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II; por otro lado, interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y la voluntad de los sacerdotes individuales que a la necesidad real del «santo pueblo fiel de Dios"
(Foto: 78Actu)

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